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La ‘pecera’: breve historia de una casa maldita

Una vista actual de la Residencia Presidencial desde la avenida Libertador.

/ 4 de junio de 2023 / 06:35

La Residencia Presidencial tiene 44 años de historia y lleva casi mil días vacía. Por la casa pasaron 16 presidentes, hoy luce abandonada.

La “pecera” está maldita. Sus dos últimos moradores han terminado mal; el penúltimo, de apellido Morales, partió al exilio tras sufrir un golpe de Estado; y la última (apellidada Áñez) cambió la casa del barrio de San Jorge por un pequeño habitáculo en la cárcel de mujeres de Miraflores. Muy cerca de ella vive ahora el presidente (de apellido Arce) en su departamento de toda la vida.

La “pecera” luce deteriorada y abandonada. Entra de vez en cuando un jardinero a cuidar las plantas y las flores. También limpian los cuatro dormitorios, el salón, la sala comedor del fondo y el amplio “hall” para que el polvo del olvido no reine para siempre. Pocas veces bajan al gimnasio de la planta baja. El pasadizo subterráneo que conecta con la puerta trasera de la casa (hacia la avenida Libertador) está a oscuras. El heliopuerto de la azotea que usara Evo es un recuerdo. Afuera hay un par de militares, al fin y al cabo la casa sigue siendo la Residencia Presidencial. Las tres banderas, la del mar y las dos oficiales (la tricolor y la wiphala) ondean al viento.

En la puerta un perro que no tiene nombre espera a no se sabe quién. Frente a la casa, lo mira todo un busto envejecido del ex presidente German Busch Becerra, suicidado en extrañas circunstancias, acosado por la “rosca” minera. Detrás de la escultura, está el viejo club social German Busch; apenas quedan ruinas. La única que sigue en su lugar, a diez metros en la esquina de la cuadra, es la estatua del sabio Confucio, de espaldas a la Residencia Presidencial. Una cruda metáfora. Ésta es la (breve) historia de una casa maldita, de una maldita casa.

Un cuadro de Melchor Pérez de Holguín de fondo, en un acto de posesión en el gobierno de Jeanine Añez.
Un cuadro de Melchor Pérez de Holguín de fondo, en un acto de posesión en el gobierno de Jeanine Añez.

Hasta los años 70, los presidentes de Bolivia vivían en sus casas. O en los cuarteles. O vaya a usted a saber dónde. El dictador cruceño Hugo Banzer Suárez va a ser el primero en querer tener una pomposa Residencia Presidencial al estilo de los gobernantes foráneos. El terreno elegido será San Jorge, lejos y cerca de la plaza Murillo, cerca y lejos de la ricachona zona sur, de fácil salida y huida a ninguna parte. Banzer la encargará pero no la habitará. Un golpe de Estado (otro) evitará que la estrene. Volverá a ella, 30 años después, como saldando una vieja deuda.

Los terrenos de la ex Bolivian Power cerca del cuartel de San Jorge (actual Escuela de Inteligencia Militar del Ejército) son los elegidos. El lote tiene una superficie de 2.752 metros cuadrados. La ex Bolivian Power ofrece dos pequeñas construcciones y sus galpones sobre la avenida Libertador en 199.000 dólares. Los acaban vendiendo —rebajáme, casero— por 150.000 dólares; al cambio de la época, tres millones de bolivianos (un dólar estaba a 20.40 bolivianos en abril de 1975). Alguien aprieta a los buenos muchachos de la ex Power, la compañía de la luz de toda la vida. Lo que mal empieza… 

Dos años antes, en diciembre de 1973, se aprueba la construcción de la autopista El Alto-La Paz. La empresa que se adjudica la obra se llama Bartos. No se olviden de ese nombre. Banzer se presta 13 millones de dólares del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Será la autopista más cara del mundo (y con más baches de la historia). Cada kilómetro saldrá a tres millones y medio de dólares. La velocidad máxima que se puede alcanzar, dicen los diarios, es de 80 kilómetros por hora. Ese mismo día Ninón Dávalos estrena en el Municipal La luz que agoniza, del dramaturgo Patrick Hamilton. Al día siguiente, el crítico teatral Leonardo García Pabón publica la reseña en El Diario. La constructora Bartos, “especializada” en adjudicarse las mejores obras de la dictadura, va a devolver el “favor”. En forma de casa, de “pecera”.

Fotografías de la prensa del día de inauguración de la Residencia Presidencial en la zona de San Jorge, en marzo de 1979.
Fotografías de la prensa del día de inauguración de la Residencia Presidencial en la zona de San Jorge, en marzo de 1979.

En junio de 1975 se licita la construcción de la Residencia Presidencial. Se presentan tres compañías. Gana la que todos sabían que iba a ganar, la empresa Bartos y Cía, Sociedad Anónima “por considerar su propuesta la más conveniente a los intereses del Estado”. Donde dice Estado (en el decreto ley número 13549) póngale Banzer. El dictador, “el pequeño Patiño”, como le llaman algunos por la plata acumulada durante su gobierno sangriento, es accionista de Bartos. Todo queda en casa.

En el 76 favores van, favores vienen, Bartos “gana” la licitación por 28 millones de dólares de la época de la carretera Quillacollo-Confital y las obras para mejorar los aeropuertos de Cochabamba, Santa Cruz y Trinidad (vía préstamos de la Usaid) por 116 millones de bolivianos. También se adjudica la Piscina Olímpica de Alto Obrajes para los Juegos Bolivarianos del 77. El “regalo” de la “casita” será “pecata minuta”.

Nada más arrancar las obras de la Residencia, la Alcaldía limita la altura de las edificaciones en los terrenos adyacentes. Motivos de seguridad, diciendo. Hoy la Residencia es blanco fácil desde cualquiera de los altos edificios que la rodean, incluso desde los puentes trillizos aledaños.

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El 21 de julio de 1978, Banzer Suárez, uno de los artífices del sanguinario Plan Cóndor, es sacado de Palacio Quemado por una asonada militar. Se tenía que ir “teóricamente” el 6 de Agosto. Quien a hierro mata, a hierro muere. Banzer no verá como presidente la inauguración de “su” autopista (se corta la cinta el 30 de julio), tampoco la de “su” casa. Entra otro militar golpista. El paceño (de origen palestino) Juan Pereda Asbún está convencido de que será el primer presidente que habite la pomposa Residencia Presidencial. No será así.

Una vista actual de la Residencia Presidencial desde la avenida Libertador.
Foto: Ricardo bajo, ABI y periódicos Presencia y El Diario

Las obras marchan despacio, como las cosas en palacio. Cuando ya todo parece listo, el general Pereda encarga la compra de los muebles, las cortinas, las alfombras y las lámparas. No son baratas. Salen por seis millones de bolivianos. La firma agraciada —compra directa— es Industria de Muebles L’Atelier Ltda. Otro negociado. Incluye la mano de obra en el decorado de la casa. Más vale. Pereda Asbún no lo sabe, pero esa compra es uno de sus últimos actos como mandatario. Firma el decreto supremo número 15965 el 21 de noviembre de 1978. Tres días después, otro militar, el chuquisaqueño David Padilla Arancibia, da otro golpe de Estado. No se han abierto sus puertas y la casa parece estar embrujada.

Al tercero, llega la vencida. El presidente de la Junta Militar de Gobierno, el general David Padilla y la primera dama, Marina Goitia, estrenan la Residencia el 24 de marzo de 1979 y organizan un almuerzo en la planta baja (pues la alta todavía carece de detalles de acabado) junto a sus ministros, autoridades del Alto Mando Militar y esposas. La Paz, cuna de valientes y tumba de tiranos, coloca la primera “chapa”: será el “Acuario”. ¿Por qué? Porque ahí se reúnen los “peces gordos”. Ese mismo día, sábado 24, paradojas de la historia, se funda ADN (Acción Democrática Nacional), con Banzer como jefe y Franz Ondarza Linares como subjefe. Padilla —declarado hincha del club Bolívar— dejará de vivir en su domicilio de Calacoto.

El diseñador de la casa, el turco Osman Birced Birced (egresado de la Universidad de Estambul) está en la primera línea de los festejos. Es el arquitecto del momento, es la “estrella” de la Constructora Bartos. Disfruta de sus “15 minutos” de fama. Ha levantado en los últimos meses —a través de la Constructora Inmobiliaria CINA— 16 edificios en la ciudad de La Paz: el Guanabara, el Reina Esther, Las Palmas, Topáter, Orión, El Cóndor, Alborada, Los Ángeles, Presidente Busch, el edificio La Paz, el Mariscal de Ayacucho, el Guadalquivir, el Fernando V, el Galaxia, el Alianza y el Mariscal Ballivián. Casi nada. La Paz debería llamarse Osman City.

“Birced era un tipo divertido y simpático, un encanto de persona, todos lo recordamos con mucho cariño. Osman era hombre de teatro también”, me cuenta su colega Carlos Villagómez Paredes. La constructora Bartos tiene otra “maña”: construye edificios, no solo como negocio inmobiliario sino para regalar departamentos a los funcionarios que adjudican a dedo los jugosos contratos. Villagómez agudiza la memoria y se acuerda de un personaje famoso en la ciudad en esa época: Carlos “Pilluelo” Morales.  Osman Birced —proveniente de la Facultad de Arquitectura de Córdoba/Argentina— trabaja con Gustavo Medeiros Anaya en su Estudio Nueva Visión). La “pecera”, ese bodrio, es hija del hormigón armado, la moda de los setenta.

El flamante periódico Aquí —“Semanario del pueblo”— cha’lla sus oficinas de la calle Jenaro Sanjinés ese mismo mes de marzo del 79 bajo la dirección de Luis Espinal Camps, la gerencia de Adrián Camacho y Edgardo Vásquez, como jefe de redacción. En su número 2, del 24 al 30 de marzo, publica un artículo de opinión titulado “Kantutani: ¿otra autopista?”. Firmada por el pseudónimo “Pueblito” (¿el mismo Espinal?), el periodista dice: “las empresas constructoras son indudablemente las más beneficiadas por la dictadura banzerista, que les permitió obtener enormes dividendos a costa del dinero del pueblo trabajador. La empresa Bartos se puede dar el lujo de construir gratuitamente una casa presidencial como ‘don del cielo’ usando un poco de todo lo que ganó con la autopista (¡ya deshecha!), con el asfaltado de la avenida Libertadores, con el Camino 1-4 o con tantos otros negociados. (…) ¿Quién juzgará a estos chupasangres del dinero del pueblo? No será seguramente un Congreso burgués, ni la Contraloría, ni ningún ente que funciona en el sistema capitalista. Solo el proletariado en el poder garantizará un proceso justo y una condena merecida contra los capitalistas que han hipotecado este país”.

El general Banzer saluda al general David Padilla, presidente de la junta Militar de Gobierno.

Por la Residencia Presidencial van a pasar un total de 17 presidentes: Padilla, Guevara Arce, Natusch Busch, Lydia Gueiler Tejada, García Meza, Torrelio Villa, Vildoso Calderón, Siles Zuazo, Paz Estenssoro, Paz Zamora, Sánchez de Lozada, Banzer, “Tuto” Quiroga, Mesa Gisbert, Rodríguez Veltzé, Morales y Áñez. Uno morirá en un hospital militar tras ser condenado a 30 años de cárcel sin derecho a insulto por genocidio y delitos de lesa humanidad (Luis García Meza Tejada, el único autócrata latinoamericano que permaneció preso hasta su muerte en 2018). Otro sufrirá un gravísimo accidente de avión y se salvará de milagro (Jaime Paz).

Varios de ellos sufrirán golpes de estado siendo habitantes de la casa; algunos partirán al exilio de manera rápida y fugaz, sin tiempo de recoger nada de la casa (como Evo y “Goni”). Uno de ellos morirá de un cáncer (Banzer) y otro será incluso secuestrado en la mismísima puerta de la casa maldita; el presidente Hernán Siles Suazo es raptado el 30 de noviembre de 1984 como parte de un fracasado golpe de Estado (otro) encabezado por militares, policías y civiles vinculados con el MNR y ADN.

En realidad son 16 los presidentes que han vivido en la “pecera”, pues Carlos Mesa no quiso habitarla, al igual que Lucho Arce en la actualidad. A Mesa la residencia le parecía/parece un bodrio. “Además creí que necesitaba mi espacio propio, el de siempre, el de mi casa, entonces en la calle 16 de Calacoto y Costanera. Hice bien, porque al llegar después de una jornada de trabajo presidencial me desconectaba nada más cruzar la puerta y eso me mantenía equilibrado en medio del tráfago terrible que tuve que afrontar, sobre todo en el periodo diciembre 2004 – junio 2005. Todavía celebro aquella decisión”, me dice Mesa, vía correo electrónico.

El que sí entró con ganas fue el general Banzer, el único dictador latinoamericano que logró volver a la presidencia por la vía de las urnas. Lo hizo después de ganar las elecciones de junio de 1997. 20 años tuvieron que pasar para que el dictador habitara la casa que encargara. Es entonces cuando el pueblo, en su infinita sabiduría popular, bautiza de nuevo la residencia. Será la “pecera”. ¿Y por qué la “pecera”? ¿acaso por su forma? No. Será la “pecera” porque allí vivirán el ”ispi” y la “ballena”. El “ispi”, como imaginará caro lector, es el diminuto general y sus 1,58 metros de altura. (Nota mental uno: ¿por qué todos los dictadores son bajitos?)  Y la “ballena” es la oronda primera dama, “doña Yolanda” Prada, acusada en procesos penales por supuesto enriquecimiento ilícito en las gestiones de gobierno tanto de facto como democrático de su querido esposo. No tan querido pues los pasillos de la Residencia Presidencial todavía escuchan de lo que no se hablaba nunca: aquel balazo que rozó el culo del general allá en agosto de 1978 cuando la sufrida esposa se enteró de que Banzer había tenido un hijo fuera del sacrosanto matrimonio —tras siete años de relación clandestina— con la Miss Bolivia Isabel Donoso Trigo, hija de un exprefecto de Tarija, Valmoré Donoso. Si las casas hablaran…

Uno de los que no tiene problemas estéticos es el cochabambino Jaime Paz Zamora, el último presidente que ha terminado su mandato. Lo hace en compañía de su madre, la tarijeña Edith Zamora Pantoja. El “Gallo” —acostumbrado a su mansión campestre del Picacho a orillas del río  Guadalquivir— recuerda que la casa no era nada del otro mundo. En el aquel su jardín corría una vicuña (de nombre “Uyuni”, según me cuenta Pablo Cingolani) y una llama que a veces se escapaban y trotaban por toda la avenida Arce hasta la plaza Isabel la Católica, la vieja Plaza del Óvalo.

Ese par de camélidos no son los únicos animales que han poblado la Residencia Presidencial. ¿Cuántos perros y perras han pasado? Incontables. El más famoso, sin lugar a dudas, es “Ringo”, el perro de Evo. (Nota mental dos: me acuerdo que el expresidente orureño confesó en su momento que las primeras noches que habitó la Residencial allá por 2006 tuvo problemas para dormir. ¿Serían los fantasmas de la casa maldita?).

El perro Ringo con el entonces presidente Evo Morales y tres de sus ministros; entre ellos, el actual mandatario Luis Arce.

Un día, tras el derrumbe en el cercano barrio de Llojeta, “Gringo”, así se llamaba, se “parqueó” en la puerta de la Residencia y fue adoptado (con cambio de nombre) por el presidente Morales. Durante el exilio de Evo en México y Buenos Aires, el actual presidente de la Cámara de Senadores, Andrónico Rodríguez, quedó a cargo de su cuidado en el Chapare. ¿Volverá Ringo alguna vez a la “pecera”?

Los (ocho) perros que acompañaron a la beniana Jeanine Áñez Chávez —la última moradora de la casa— en los 11 meses y 27 días que vivió en la Residencia Presidencial también fueron mediáticos. “Pitita” y “Negrito” (también rescatados de las calles), “Toto”, “Julieta”, “Florentina”, “Florentino”, “Federica” y “Reynaldo” fueron las “estrellas” cuando la presidenta de facto celebró en septiembre de 2020 el decreto que reglamentaba la ley contra el maltrato animal. Los ocho vestían con chalecos con camuflado militar, a tono con el gabinete que avaló/posibilitó las dos masacres de civiles (Sacaba y Senkata) a manos del Ejército.

Hoy, la Residencia Presidencial luce solitaria sin huéspedes ilustres. Pronto —en dos meses— cumplirá mil días vacía (más de dos años y medio). Los cuadros famosos que cuelgan en sus paredes acumulan polvo. Durante los 44 años de existencia de la casa, un buen número de obras de arte han pasado por el lugar. En 1980, un año después de su estreno, en la gestión de la presidenta Lydia Gueiler Tejada, se destinaron por decreto supremo 827.300 bolivianos para la adquisición de obras de arte para la casa de San Jorge.

En 1992, con la desaparición del Banco del Estado, el presidente Paz Zamora decretó la transferencia de 43 cuadros de “maestros coloniales y contemporáneos” al Palacio de Gobierno y a la Residencia Presidencial “con el objeto de enriquecer las colecciones artísticas que allí se encuentran”. Así, cuadros de Melchor Pérez Holguín, Enrique Arnal, Jorge de la Reza, Moisés Chiri Barrientos, Gil Imaná, Rimsa, Borda, Raúl Mariaca Guillén, Armando Pacheco Pereira, Alberto Medina Mendieta, José Ostria Garrón, entre otros llegaron a la “pecera”.

Hoy la “galería” de arte de la Residencia Presidencial no tiene ojos que la miren. El “acuario” se ha vuelto un gasto insulso. ¿Y si convertimos la maldita casa en un centro cultural? ¿Y si, plan b, levantamos un centro para la memoria histórica y la defensa de la democracia y los derechos humanos que tanta falta nos hace como ha sugerido mi colega/amigo Oscar Silva Flores? Quizás, así, la casa deje de estar maldita y la “pecera” tenga una nueva primavera.

Texto: Ricardo Bajo H.

Fotos: Ricardo bajo, ABI y periódicos Presencia y El Diario

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El Siles, día uno

La Cinemateca Boliviana restaura los ocho minutos que el cineasta Velasco Maidana rodara durante la inauguración del estadio Hernando Siles en enero de 1930

La inauguración del estadio, en cine

Por Ricardo Bajo Herreras

/ 14 de abril de 2024 / 06:57

¿Quiénes son todos esos señores que rodean al presidente Hernando Siles en el palco del estadio paceño que se inaugura hoy con su nombre? Congelo el fotograma. Son 40 personas, la mayoría hombres, apenas cinco mujeres. ¿Quién es el caballero con pelo engominado que lee delante de un estrambótico (para nuestro tiempo) micrófono? El presidente, que morirá en Lima 12 años después, está rodeado de uniformes, de policías y militares. También hay sombreros y lentes de sol “fashion” incluso para nuestro tiempo.

Muchos miran a la cámara. Detrás de ella está José María Velasco Maidana, que viene de estrenar su película Wara Wara la semana anterior en el cine-teatro Princesa de la calle Comercio. Su empresa cinematográfica, llamada Urania, se ha comprometido a filmar este magno evento para la posteridad. Casi 100 años después, veo en el despacho de la directora de la Cinemateca Boliviana, Mela Márquez Saleg, los ocho minutos de rodaje (sin editar) que han sido restaurados en el Archivo de Imágenes en Movimiento. El registro histórico estaba en unas latitas de nitrato que el sobrino del cineasta encontrara y donara a la Cinemateca hace años.

Jueves, 16 de enero de 1930. Es feriado civil con cierre de oficinas públicas y privadas y de fábricas. ¿Por qué? Porque Siles así lo ha querido. Don Hernando lleva en el poder exactamente cuatro años y está tratando de cambiar Bolivia. Funda la Contraloría, compra aviones para el flamante Lloyd Aéreo Boliviano (nacido en 1925), inaugura la Academia de Bellas Artes, construye carreteras y ferrocarriles (hacia el oriente). Y también cierra periódicos, exilia a sus oponentes y trata de quedarse en la silla. Todos a la inauguración del “Gran Stadium Presidente Siles”, ordena y manda el presidente. Nota mental uno: el nombre durará poco al principio pues tras el golpe de Carlos Blanco Galindo en mayo de 1930 la cancha pasa a llamarse simplemente Estadio La Paz.

La fecha original de inauguración era el 10 de enero, pero un temporal lo impide. Luego se piensa en el 12 y después en el 15. Llueve, llueve mucho. Siempre llueve en enero. Aunque el “stadium” no está todavía terminado, se inaugura igual. Será una costumbre para las décadas venideras. A la cuarta será la vencida, será el 16, jueves. En la recta de general se ve separaciones de hormigón armado entre las graderías. Es el primer estadio que se construye con cemento en toda Sudamérica. El palco está resguardado por una estructura de madera.

Congelo el fotograma. Los cerros alrededor de Miraflores están pelados. A lo lejos, detrás del arco sur, solo la silueta de la Muela del Diablo confirma que estamos en la ciudad de La Paz. Detrás del arco norte se vislumbra también el convento de las Madres Concepcionistas Franciscanas (sobre la calle Guerrilleros Lanza). Hay casas con tejados estilo norte de Europa que serán derrumbadas o sucumbirán con el tiempo. El resto del paisaje cambiará radicalmente un siglo después.

La película muestra un plano del arquitecto/ingeniero Emilio Villanueva Peñaranda, padre del “stadium”. En lo que hoy es la plaza del Siles con su réplica del monolito Pachamama se habían proyectado una piscina y un gimnasio.

Sobre el terreno de juego, el director de orquesta, el maestro Antonio González Bravo, compositor de cuecas y poeta aymarista, dirige con ademanes parado en un pedestal. En tres años se marchará a enseñar Arte Musical a la Escuela de Warisata con Elizardo y Avelino. A su alrededor están los músicos de las bandas del Ejército, alumnos de los colegios y escuelas fiscales junto a sus estandartes, “pelotaris” de los 16 clubes que conforman la Federación de Pelota Vasca dirigida por Alfredo Mollinedo (también presidente del club Ferroviario) y pugilistas de la Federación de Box con la estrella del momento a la cabeza, Roque Landívar. Por primera vez a las tres de la tarde del 16 enero de 1930 se escucha el Himno oficial de Bolivia en el Siles. En su versión “in extenso”, por supuesto. Nota mental dos: ¿Cuántas veces se habrá entonado el Himno Nacional en este estadio hasta el día de hoy?

Los colegios abren el desfile en la pista del “stadium”. Entran el Nacional Ayacucho, el Nacional Bolívar, el Liceo de señoritas del Venezuela, el Instituto Nacional de Comercio, el colegio La Salle, el San Calixto, el Instituto Americano y el Colegio Alemán. A continuación, las escuelas fiscales: Vicenta Eguino, Juana Azurduy de Padilla, escuela Argentina, Modesta Sanjinés, Lindaura Campero, escuela Brasil, Agustín Aspiazu, Rosendo Gutiérrez, Félix Reyes Ortiz, Evaristo Valle y J. Manuel Indaburu.

Los ayudantes/asistentes de cámara de Velasco Maidana corren hacia el palco. Son Mario Camacho y José Jiménez Uría, este último rodará tres años después el largometraje Hacia la gloria. Está por bendecir el estadio el obispo de la diócesis, Monseñor Augusto Siefffert. Está por hablar, en discurso inaugural, el presidente del Comité Pro Stadium y ministro de Instrucción Pública Emilio Villanueva Peñaranda, el encargado de diseñar y levantar el estadio con frontis de estilo neotiawanacota. Villanueva —socio del club The Strongest— tiene la ciudad toda en la cabeza y la sueña a su manera. Debe ser uno de esos caballeros que rodean al presidente Siles en el fotograma congelado.

“Ha llegado, por fin, el gran día, intensamente deseado, de la inauguración de este gran stadium nacional. El alcance de sus beneficios ha de extenderse a toda la República pues la juventud vive, se educa y se forma física e intelectualmente en esta metrópoli. Hago votos porque salga de aquí la acción gestadora que nos dé una juventud fuerte, física, ética e intelectualmente bien contexturada capaz de encontrar mañana el verbo olímpico de su raza y de hacer el milagro de nuestros gloriosos destinos”. Así habla Villanueva, ante la atenta mirada de Siles.

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Los miembros del Comité Pro-Stadium que rodean al célebre arquitecto aplauden. Son Julio Sanjinés, Daniel Ballón Saravia, José Luis Tejada Sorzano, Aniceto Solares, Juan Pinilla, Julio Téllez Reyes, Julio D. Zavala. La crema y la nata que años después darán nombres a calles, avenidas y plazas de la ciudad. Junto a ellos, el presidente stronguista, Héctor Maldonado y el secretario Víctor Zalles Guerra.

El plano del proyecto del Stadium de La Paz
El plano del proyecto del Stadium de La Paz

Tras la jura ante la bandera nacional, los escolares, deportistas y los nueve equipos de “foot-ball” desfilan ante el palco. Los estudiantes ofrecen los ejercicios de gimnasia en conjunto y de coros que han venido ensayando desde hace días en el propio estadio. El director general de Educación Física, Saturnino Rodríguez, observa todo con atención prusiana desde el palco. No quiere que nada salga mal. Es otro de los hombres misteriosos de nuestra foto.

Junto a él, está un señor con bigotito de la época y pelo engominado hacia atrás. Es nada más y nada menos que Rodolfo Costas Escóbar, el locutor que junto a su hermano Enrique (ambos de Totora, Cochabamba) transmite todo para la flamante Radio Nacional de Bolivia.

Los que no han podido llegar a Miraflores escuchan el magno acontecimiento a través de ocho receptores Atwatter Kent y Crosley (traídos desde Estados Unidos) con altoparlantes instalados por los hermanos Costas en plaza Murillo, en la Pérez Velasco (en la librería La Juventud), en la calle Comercio, plaza Alonso de Mendoza, en los locales del club Ferroviario y en la sede de los periódicos El Diario, La Razón y El Norte.

La planta de transmisión está en la Ceja de El Alto. La radio no tiene ni un año de vida pues ha sido inaugurada en marzo de 1929. Eran “cosas de los Costas”, como se decía en la época.

La transmisión radial del acto
La transmisión radial del acto

Los dos equipos stronguistas (de fútbol y baloncesto) cierran el desfile y saludan con las manos en alto al presidente. Se escuchan los aplausos más fervorosos. Antes han pasado los “foot-ballistas” de Universitario, Nimbles, Bolívar, Rosario Deportivo, Bolway, Strong Players, Northern y Hiska Nacional. Algunos de ellos han urdido una protesta que no llega a buen puerto. Iban a desfilar en traje de civil para manifestar su enojo, pues el gobierno de Siles no ha cumplido con la promesa de liberar los artículos deportivos, proyecto bloqueado en la Cámara de Diputados por la bancada del Partido Republicano en pelea con los “saavedristas”. El sino de la historia de Bolivia es repetirse.

Los estudiantes del Alemán y el Americano copan el césped y compiten en carreras de velocidad de 100 y 75 metros, así como de relevos. El más rápido es Gualberto Saravia del Americano (en chicos) y Lisa Hubert del Alemán (en chicas); en postas, ganan los del Americano. Después en mitad de la cancha, cerca del arco sur, se instala una improvisada cancha de “basket” con dos canastas blancas de madera. Se enfrentan los dos equipos más fuertes de la ciudad: Nimbles Sport Association y el club The Strongest, que viste su tradicional vestimenta negra y amarilla pero con franjas horizontales. El quinteto de Nimbles suena así: Benavente, Atristain, Velasco, Molina y Soria. El gualdinegro, así: Zuazo, Rada, Cisneros, Salvatierra y Pinedo.

Las imágenes muestran la falta de pericia de los “players” y la extraña manera de lanzar las faltas personales a manera de cuchara. Nota mental tres: ahora entiendo porque los “scores” del baloncesto de la época eran tan cortos. El partido termina ocho a cuatro a favor de los blanquinegros de Nimbles.

Se trata de ocho minutos de rodaje sin editar restaurados en el Archivo de Imágenes en Movimiento.
Se trata de ocho minutos de rodaje sin editar restaurados en el Archivo de Imágenes en Movimiento.

Está a punto de arrancar el acto estelar del programa. El video de Velasco Maidana desmiente a los periódicos de la hemeroteca: el estadio no está repleto de público. No llegan a 10.000 privilegiados (cuando el Siles se termine llegará a albergar 20.000 personas). En lo que es hoy la recta de general, hay espacios vacíos. Y las empresas constructoras Ivica Krsul y Christiani & Nielsen no han iniciado aún la construcción de la curva sur, donde hay público de pie detrás del arco que anuncia un precipicio hacia la llamada Avenida de Circunvalación.

Cerca de las cinco de la tarde, el club The Strongest (que viene de ser tetracampeón en la década de los 20) y Universitario se aprestan para jugar el primer partido en la historia del estadio Hernando Siles. Alienados bromean y charlan delante de la cámara. Es la primera vez que veo por imágenes en movimiento a Eduardo “Chato” Reyes Ortiz y su pelada, al férreo zaguero Donato González y su pareja de baile Renato “Choco” Sainz (en cuatro años será tomado preso en Boquerón), al “Negro” Urquizo, a la leyenda Froilán Pinilla, a Rosendo Bullaín, el “centre forward” que morirá peleando en las arenas calientes del Chaco. Ríen nerviosos, estiran las piernas, se abrazan. Todavía no son “tigres” pero ya atacan como fieras.

Los “albos” de Universitario están más relajados, tienen una gigantesca U pintada en el pecho. Congelo la imagen. Jacobo Waisman, el argentino, es el “referee”. Nadie ha reclamado que arbitre hoy después de que el año pasado jugara para las filas del oro y el negro. El “divino pelado” manda más que Siles. No te hagas, presidente.

La tarea de organización del “match” ha sido encomendada al teniente coronel Guillermo González Quint, presidente de La Paz Football Association. Es uno de los militares de la foto. Un señor se encamina al centro y da el “kick off” de la apertura. Corre la película y el señor también lo hace, se va “fuera de campo”. ¿Quién es el caballero que tuvo el honor y privilegio de tocar oficialmente la primera pelota en el primer partido del Siles? Es Emilio Villanueva Peñaranda en el día probablemente más feliz de su vida.

El “eleven” del campeón suena así: Martínez (José Bascón, el arquero pianista está lesionado), Donato González-Miguel Maldonado en la zaga; Estrada (años después la Avenida de Circunvalación del estadio llevará su nombre), Reyes Ortiz y Guillermo Urquizo de medios; Rafael Salvatierra, Pinilla, Bullaín, José Toro y Humberto Barreda. El onceno universitario, así: Ruiz, Velasco-Quintanilla; Montero, Sainz, Beltrán; Saravia, Alborta, Fuentes, Reyes Peñaranada y Aguilar. El capitán es Mario Alborta, apodado el Tigre de Sopocachi, la estrella de un joven club fundado en 1927, tres años antes: el club Bolívar.

El ”match” va a tener juego brusco, como todos los de la época. Las reglas todavía no están claras (como hoy). Los de la U en el pecho han sido reforzados por clubs chicos de la ciudad. El primer gol en la historia del estadio Hernando Siles lo mete —como no podía ser de otra manera— Eduardo “Chato” Reyes Ortiz, el jugador más querido por la hinchada gualdinegra junto a Froilán Pinilla. Corre el minuto siete, faltan tres para las cinco de la tarde. Un “free-kick” potente se cuela en la valla de Ruiz. El segundo gol es de Humberto Barreda a los 18 minutos tras pase magistral de José Rosendo Bullaín. El tercero es de Pinilla (minuto 36) de certero testarazo.

Con tres a cero, un violento choque del arquero Ruiz contra uno de los postes provoca la ruptura de su clavícula. Ni corto ni perezoso, el teniente coronel González Quint sale volando del palco, agarra su motocicleta y traslada al “player” hasta el cercano Hospital Militar, bajando la Avenida de Miraflores (hoy Avenida Saavedra). El zaguero Quintanilla va al arco.

Imágenes de ‘Inauguración del estadio Presidente Hernando Siles’, de José María Velasco Maidana.

En la segunda parte los stronguistas se relajan. Y los “albos” atacan con todo el orgullo herido. Alborta anota el descuento y Saravia mete un gol fantasma que Waisman no concede. Se arma el quilombo. El “referee” expulsa a Alborta que se niega a abandonar la cancha. Entonces el que se va es don Jacobo. El “linesman” Rodrigo convence al árbitro cordobés para regresar al “field”. Alborta se niega por segunda vez. Waisman se va de nuevo. Los de Universitario dejan la cancha también y su hinchada invade el terreno de juego. Cuando el partido se reanuda, el “Chato” mete el cuarto para The Strongest. Algunos periódicos publican al día siguiente que el “score” terminó 3 a 1. Waisman —su palabra es ley— decide que eso acabó 4 a 1.

El presidente Siles y su comitiva de ministros dejan el estadio, toman la avenida Illimani y vuelven a Palacio. Lo acompaña el núcleo duro de su gabinete, encabeza por el canciller de Relaciones Exteriores y Culto, Fabián Vaca Chávez, el ministro de Fomento y Comunicaciones, Manuel Rigoberto Paredes, el ministro de Guerra y Colonización, Fidel Vega y el de Gobierno y Justicia, Guillermo Viscarra. La guerra parece inminente. Los paraguayos contraatacan y están a punto de retomar Boquerón. Faltan dos años para que estalle el conflicto bélico. El fútbol todavía no ha sustituido a las batallas entre hermanos.

El viaje al pasado ha terminado y es para agradecer. Congelo el fotograma.

Texto: Ricardo Bajo Herreras

Fotos: Ricardo Bajo Herreras, tomadas de la película de Velasco Maidana ‘Inauguración del estadio Presidente Hernando Siles’, enero de 1930.

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Anthony Hopkins protagoniza esta película biográfica del director británico James Hawes

Por Pedro Susz K.

/ 14 de abril de 2024 / 06:49

El cine británico no atraviesa su mejor momento y Lazos de vida, caprichosa traducción del título original One Life, o sea, “una vida”, no hace otra cosa que ratificar lo dicho, pese a los loables propósitos que llevaron al director James Hawes a develar en esta su opera prima, luego de varias décadas trabajando en serieS y películas para televisión, la historia real de Nicholas Winton (1909/2015) que, por decisión del propio Winton, tampoco había sido divulgada en su propio país hasta que Bárbara, hija de Nicholas, puso en circulación en 2014 la biografía de su papá, texto que a su vez inspiró un par de entregas de “¡Esto es vida!” (Thats Life!), amarillista y mediocre programa de entrevistas televisivas de la BBC, sobre el cual volveré más adelante puesto que cerrando el círculo la película recrea ese par de entregas.

En realidad la película de Hawes está dividida en dos líneas argumentales de un modo tan mecánico que bien puede apreciársela como dos películas biográficas cuyos pedazos se entremezclan de una manera igualmente poco imaginativa, cual si se tratase de algún telefilm o documental de relleno, destinado a la pantalla chica, impregnado eso sí de buenas intenciones y de la entumecida severidad que las reglas mandan cumplir cuando se trata de un asunto tan importante como la segunda guerra mundial. Allí está asimismo la ostentosa recreación de época, no vaya a ser que alguien se distraiga por cualquier detalle fallido, que se despiste por algunos desacertados saltos narrativos o se aburra por la poca garra narrativa de la puesta en imagen, que no pareciera importarle al director.

El relato arranca en 1987 cuando un ya anciano Winton es prácticamente forzado por su esposa a poner algo de orden en la mansión donde viven. En una de las habitaciones, el protagonista conserva miles de hojas de papel y otros recuerdos pasados. Entre ellos cierto maletín en cuyo interior se encuentran fotografías de niños y niñas, así como los documentos de las gestiones que, frente a una hermética burocracia, debió llevar a cabo más de medio siglo atrás, además de un cuaderno conteniendo la minuciosa anotación, por el propio Winton, de lo sucedido en aquella instancia. El descubrimiento lo lleva a recordar aquel episodio de su vida sintiendo nostalgia y al mismo tiempo culpa por haberse limitado, o retrasado, en acciones apuntadas a morigerar los horrores de la conflagración bélica acaecida justamente en los tiempos de los cuales proviene esa suerte de tesoro personal.

Ocurre que la otra línea narrativa recrea la campaña que un joven corredor de bolsa, que se decía socialista, Winton precisamente, emprendió en 1938, en vísperas de la segunda guerra mundial, cuando aprovechando sus vacaciones y debido a los horrores que le refirió un amigo decidió visitar Praga en inminente peligro de ser invadida por las tropas alemanas, las cuales ya habían entrado en Polonia y, se sospechaba, planificaban la ocupación de la entonces capital de la antigua Checoslovaquia.

El cuadro con el que se topó Winton era verdaderamente aterrador. Miles de refugiados hacinados en un gueto de la ciudad sobrevivían apenas en las peores condiciones imaginables. Sobre todo los niños que, aparte de estar expuestos a temperaturas heladas y a la brutalidad de quienes, por un desbocado instinto de supervivencia trataban de salvarse sin importarles el sufrimiento de sus prójimos, carecían de todo alimento para saciar el hambre. En suma, les esperaba una muerte segura debido a la implacable política de limpieza étnica llevada a cabo por las huestes hitlerianas. Entonces Winton, luego de regresar a Londres y contando con el decidido apoyo de Babete, su madre, resolvió poner en marcha el proyecto humanitario: Comité Británico para los Refugiados de Checoslovaquia.

Sobre todo Winton se sintió responsable de intentar salvar a la mayor cantidad posible de niños, empeño que concretó organizando el transporte de aquellos a bordo de trenes. Ocho viajes permitieron trasladar 669 pequeños, casi todos huérfanos, hacia Gran Bretaña, el noveno resultó fallido cuando se declaró oficialmente la guerra. Y aquella frustración quedó anclada en la memoria del protagonista, empujándolo a pensar que pudo no haber hecho lo suficiente para impedirla. 

Lo escabroso de la tarea de rescate no se limitaba por cierto al esfuerzo para conseguir el medio de transporte. Las autoridades migratorias británicas, nada interesadas en guarecer a esos exiliados, impusieron una absurda serie de reglas: para dejar entrar a los recién llegados el referido Comité debía gestionar la visa oficial para cada uno de ellos, amén de convencer a una familia de acogida obligada a certificar por escrito su consentimiento, y, por último, pagar 50 libras esterlinas, equivalentes a unos 10.000 dólares actuales, por cada refugiado, lo cual obligó a Winton y sus amigos a emprender trabajosas gestiones para recaudar los fondos. Y según se sabe, incluso salvados tales requisitos tampoco escasearon los actos discriminatorios contra aquellos nenes, a muchos de los cuales Churchill encarceló y finalmente obligó a incorporarse a las tropas británicas.

Anecdóticamente, a manera de una suerte de tardía mea culpa protocolar por aquellas inadmisibles torpezas, en 2002 Isabel II confirió a Winton el título de Caballero. Menos mal la película de Hawes no incluyó tal vergonzoso gesto de encubrimiento por el  venido a menos imperio de otrora entre las escenas de Lazos de vida. Dicha omisión se torna empero asimismo sospechosa, teniendo presente las actuales insensibles políticas británicas de cara a los angustiosos intentos migratorios de miles de fugados de sus respectivos países, africanos sobre todo, escapando de matanzas y de inaguantables condiciones de vida.

Volviendo empero al relato. Agotada la trivial recreación de los afanes del joven Winton, que pone el acento sobre todo en los referidos forcejeos burocráticos y en las incansables gestiones de Babete, sin conseguir profundizar adecuadamente en el sufrimiento de las víctimas a las cuales se intentaba mantener vivas, puesto que a Hawes se le antoja suficiente una convencional, distante, puesta en imagen, apelando a una fotografía de igual manera insípida y a una banda sonora atenida a las recetas más sobadas para acentuar la emotividad de ciertas escenas y estrujar los lagrimales del respetable, sin conseguir empero ahondar de verdad en la tragedia que se muestra, el relato da un nuevo salto temporal de los múltiples frecuentados para transitar del pasado al presente y viceversa, reenfocándose en las reacciones de Winton al  toparse en su memoria con lo acaecido medio siglo atrás.

Sin saber exactamente cómo proceder con el contenido del maletín, le presenta, por si acaso,  la documentación al director del periódico de la ciudad, sin que este muestre el menor atisbo de interés. Más adelante se la hace conocer a Betsy Maxwell, la esposa gala de Robert Maxwell, potentado financiero, propietario de varios medios y responsable de un sonado fraude. Quizás debido a sus raíces checas Maxwell sí cree que se trata de material valioso, sobre todo debido a la ignorancia generalizada entre la población inglesa, incluyendo a los entonces ya maduros sobrevivientes del Holocausto gracias a Winton, el protagonismo de este en aquel episodio.

Semejante desconocimiento se debió, quedó anotado, a la propia reticencia de Winton a divulgar dicho rol, reserva finalmente superada, puede inferirse, debido al hecho de que en el momento cuando desentierra, por así decirlo, aquel tesoro, eventos muy parecidos al que vivió en Praga vuelven a acaecer en varias latitudes del mundo. Pero él, que podía haber aportado a superar, así fuese en alguna medida la precariedad dramática de Lazos de vida queda tímidamente sugerido por Hawes, desperdiciando así otro de los varios insumos que se le escapan, ocupado como está en machacar sobre las, ya colacionadas, reiterativas vueltas a los encontronazos de Winton y su madre con los burócratas.

Y si la película no acaba hundida en el fracaso total es gracias, principalmente,  a que Anthony Hopkins se apropia desde su creíble corporización del protagonista muy entrado en años de la responsabilidad de mejorar la contextura narrativa. Sobre todo en las escenas inspiradas, como se dijo, en el programa de entrevistas televisivas difundido por la BBC. En el primero se ve a Hopkins/Winton confundido entre el público, donde asimismo están algunos de aquellos 669 niños, para entonces ya mayores, que pudieron continuar con vida gracias a la más que encomiable iniciativa de aquel. En la segunda de las transmisiones todos los asistentes, recién enterados de la hazaña de Winton, puesto que ciertamente lo fue, pertenecen a dicho grupo, como a su vez recién se enterará aquel, sin que el sentido reencuentro disipe su creencia de que pudo haber hecho más.

Por cierto mucho más pudieron haber hecho Hawes y los guionistas Coxon y  Drake con una historia potencialmente llena de emotividad y otros filones pasados por alto en el tratamiento, más parecido al de un telefilm rutinario que al de un trabajo destinado a la pantalla grande. Son inocultables las influencias sobre Lazos de vida de La lista de Schindler (1993) de Steven Spielberg aunque son igualmente indisimulables las diferencias con esta última, uno de los emprendimientos más valorables en la filmografía de Spielberg. Ello vuelve a dejar al descubierto que el tema abordado en una película no sirve por sí solo para hacer de esa realización un producto elogiable, importa, en igual medida, el cómo se lo traslada del papel, o la idea,  al relato audiovisual. Y desde luego, las buenas intenciones son lo último que pesa a la hora de ponderar un film.

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Ya se aludió a la chatura del estilo fotográfico y de la banda sonora. En cuanto al desempeño actoral también quedó puntualizado el de Hopkins, quien se desembaraza del encargo sin gran esfuerzo pero con la solvencia conocida. Y merece un apunte especial Helena Bonham Carter en el rol de Babete, o Babi como le dice su hijo, una de las mayores figuras puestas a consideración del espectador por el cine del Reino Unido de un buen tiempo a esta parte, sobre todo a partir de su papel protagónico en Alicia en el país de maravillas (Tim Burton/2010).  El resto sobreactúa debido a la impostada manera de recitar las casi siempre demasiado pedestres o extensas parrafadas del endeble guion. Otro de los síntomas, en definitiva, de la adhesión de Hawes al envarado estilo socorrido con obsesiva insistencia sobre todo en filmes enfocados sobre eventos bélicos, en otros géneros también claro, que confunde seriedad con solemnidad y almidonado.

Ficha Técnica 

Título Original: One Life – Dirección: James Hawes – Guion: Lucinda Coxon, Nick Drake – Libro: Barbara Winton – Fotografía: Zac Nicholson – Montaje: Lucia Zucchetti – Diseño: Christina Moore – Arte: Jan Kalous, Aline Leonello, Jo White – Música: Volker Bertelmann – Efectos: Chris Reynolds, Ryan Spike Dauner, Sarah Dicks, Peter Elton, David Fowler – Producción: Katherine Bridle, Emile Sherman, Iain Canning, Joel Stokes, Barbara Winton, Eva Yates, Nicky Earnshaw, Simon Gillis – Intérpretes:  Anthony Hopkins, Lena Olin, Johnny Flynn, Helena Bonham Carter, Michael Gould,  Tim Steed, Matilda Thorpe,  Daniel Brown, Alex Sharp, Jirí Simek, Romola Garai, Barbora Váchová, Juliana Moska, Jolana Jirotková, Michal Skach, Samuel Himal, Matej Karas,  Ella Novakova – INGLATERRA/2023

Texto: Pedro Susz K.

Fotos: Internet

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‘Momo’ y ‘La historia interminable’ de Michael Ende, una oda a la imaginación

La Embajada de Alemania en Bolivia celebra este abril la vida y obra del escritor. Isabel Mesa Gisbert reseña el trabajo del autor

Michael Ende – Vida y obra en textos e imágenes’ es la muestra en el Espacio Patiño.

Por Isabel Mesa Gisbert

/ 14 de abril de 2024 / 06:39

Michael Ende nació en Garmisch-Partenkirchen en 1929 y murió en Filderstadt en 1995. Su madre, Luise Bartholomä, fue fisioterapeuta; su padre, Edgar Ende, fue un pintor surrealista muy reconocido en los años 30. Es un hecho que su obra tuvo mucha influencia en los escritos de Michael, incluso uno de sus libros lleva ilustraciones de las pinturas del padre.

La publicación de su primera novela infantil Jim Botón y Lucas el maquinista fue rechazada por varias editoriales con el argumento de que era muy larga para niños. Finalmente, en 1960 la novela salió publicada en dos partes y ganó el Premio de Literatura Infantil de Alemania. Ese fue el inicio de la carrera literaria de Michael Ende, cuyas obras han sido traducidas a más de 40 idiomas con 35 millones de copias vendidas.

Su literatura ha sido calificada como una mezcla surrealista de realidad y fantasía. Los cuentos infantiles más conocidos de Ende son Tranquila Tragaleguas (1972), Norberto Nucagorda (1984), La sopera y el cazo (1990), El secreto de Lena (1991), El osito de peluche y los animales (1993) y La escuela de magia (1994). Pero sus verdaderos éxitos fueron Momo, publicada en 1972 y reconocida en 1974 con el Premio de Literatura Juvenil de Alemania; y La historia interminable (1979), que recibió el premio de literatura Janusz Korczak.

Momo trata de una niña huérfana de unos 12 años que vive en la parte baja de las ruinas de un pequeño anfiteatro ubicado en la zona más pobre de una ciudad. Momo sabe escuchar a los demás, y ayuda a resolver los problemas de los vecinos, así como enseña a los niños a jugar sin juguetes, simplemente creando historias.

Un día unos hombres grises ingresan sigilosamente a la ciudad con el objetivo de robar el tiempo a sus habitantes: los convencen de depositarlo en una “caja de ahorros del tiempo”. Así logran que la armoniosa amistad que reina en el barrio se torne en egoísmos, prisas y en una vida totalmente solitaria, porque cada uno comienza a vivir pendiente del tiempo que gasta.

El gran inconveniente de los hombres grises es Momo, quien no necesita ahorrar el tiempo. Cuando un hombre gris la visita, en lugar de caer ella en la trampa, es él quien termina contando todos sus planes a alguien que sabe escuchar.

Momo es una de esas obras capaces de construir mundos de fantasía en la imaginación creando una mitología propia con los elementos del tiempo. Ende juega con la posibilidad de que lo onírico forme parte de la realidad. El encuentro de Momo con el dueño del tiempo, el señor Hora, las flores mágicas y la acción de seres fantásticos siembran la duda en el propio lector, que se identifica con un personaje sencillo y real que vive lo irreal para convertirse en héroe.

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A partir de ese mundo surrealista mezclado con fantasía, Ende hace una crítica a la sociedad de consumo, al apego a lo material que incluso se da a costa de las relaciones de amistad y a la educación, entre otras cosas. Reflexiona sobre la vida haciendo énfasis en que la prisa en las ciudades, el cumplimiento de obligaciones diarias y el deseo de tener más y más deshumanizan a las personas y las convierten en seres incapaces de pensar y sentir.

La historia interminable es la obra magna de Ende. Construye un mundo sin fronteras en el que la imaginación y la fantasía son los únicos límites para que las cosas existan en la mente de los lectores.

En una tienda de libros antiguos, Bastian roba uno cuyo título es La historia interminable. Gordito y poco agraciado —que no destaca ni en las materias ni en el deporte, y que sólo ama leer— el pequeño ladrón sufre burlas en el colegio y por eso escapa de clases: refugiado en el desván, comienza a leer.

El autor nació el 12 de noviembre de 1929 en Garmisch- Partenkirchen y murió el 28 de agosto de 1995 en Filderstadt.

La historia interminable, el libro dentro de nuestro libro que empieza a leer Bastian, tiene como escenario el reino de Fantasía donde está ocurriendo algo extraño: una fuerza de atracción irresistible absorbe pedazos del paisaje e incluso partes de sus habitantes. En su lugar queda nada. No es un hueco ni un abismo, es la NADA. Y esta afección que asola a Fantasía tiene relación con la agonía de la emperatriz infantil, soberana del reino. Ella debe sanar para que Fantasía no desaparezca. Por eso el joven guerrero Atreyu recibe la misión de buscar la cura. Después de vencer difíciles obstáculos, se da cuenta de que será imposible hallarla, pues es un ser humano el único que puede salvar a la emperatriz y a Fantasía. Es entonces cuando la caja china vuelve a abrirse para insertar un nuevo relato dentro del libro de nuestro propio libro. Bastian, cada vez más sumido en la historia, es invitado por los diálogos entre Atreyu y la emperatriz a ser parte de la misma, pues es él quien, dándole un nuevo nombre a la emperatriz, salvará a Fantasía.

Fantasía es un mundo de seres irreales. Ogros, trolls, silfos, princesas, hadas, centauros, dragones, magos y todo lo imaginable habita en este reino que existe de forma simultánea al mundo de los humanos. Son ellos quienes lo mantienen vivo a partir de la creación de historias fantásticas en la mente. Cuando esto ocurre, Fantasía crece y vive mejor. Y aquí Ende vuelve a hacer la misma crítica que hace en Momo: cada vez se vive más de prisa y casi no hay tiempo para la creación de cuentos y relatos. Fantasía se va disolviendo en una NADA que, como un boomerang, también da origen a un daño irreversible en nuestro planeta.

Michael Ende fue un autor que revolucionó la literatura infantil en el siglo XX y la reivindicó en su concepto de literatura como tal. Su obra es, sin duda, una oda a la imaginación y a lo que yo, personalmente, espero de la literatura infantil o juvenil: poder leerla por el simple placer de disfrutar de ella.

Texto: Isabel Mesa Gisbert

Fotos: del legado particular de Michael Ende, Stiftung Internationale Jugendbibliothek @ Legado de Michael Ende, representado por: AVA international GmbH

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Coyotl Taquería: Los sabores de México, en Achumani

Coyotl Taquería, emprendimiento que nació con el formato de ghost kitchen en septiembre de 2021 y que desde el 15 de marzo de este año.

Por Fernando Cervantes

/ 14 de abril de 2024 / 06:27

Crónicas gastronómicas

Adriana y Gonzalo Vargas son dos hermanos nacidos en Tucson, Arizona (Estados Unidos), distante a solamente una hora y media de Sonora, estado mexicano que, con sus padres de origen boliviano, solían visitar frecuentemente, introduciéndose de esta manera en la cultura y gastronomía mexicana desde muy temprana edad.

Actualmente, ambos están a cargo de Coyotl Taquería, emprendimiento que nació con el formato de ghost kitchen en septiembre de 2021 y que desde el 15 de marzo de este año, tiene un cálido espacio abierto al público en la meseta de Achumani, en La Paz.

Adriana —de profesión ingeniera industrial y con una maestría en administración de empresas— es quien se encarga de las finanzas y administración del establecimiento y Gonzalo —con estudios culinarios en Argentina, prácticas en España en establecimientos con varias estrellas Michelín y una amplia experiencia laboral en renombrados hoteles y restaurantes de Buenos Aires, Ciudad de México y también Nueva York — es quien está a cargo de la cocina.

En su acotada pero bien lograda carta se puede encontrar delicias como los tacos de birria (tres tacos de carne de res adobada, tortilla de maíz, cebolla, cilantro, limón, salsa macha, salsa roja y salsa verde), la quesabirria (tres quesadillas de carne de res adobada, quesillo, tortilla de maíz, cebolla, cilantro, limón, salsa macha, salsa roja y salsa verde) o un consomé de birria a base de caldo de carne picada, cebolla y cilantro.

La carta también ofrece los clásicos chips con guacamole (totopos y guacamole de la casa) y los tacos de carnitas (tres tacos de carne de cerdo confitada, tortilla de maíz, cebolla, cilantro, limón, rajas en escabeche, salsa roja y salsa verde, a los que también se les puede agregar guacamole).

Para tomar se puede elegir entre la horchata (agua fresca a base de arroz, leche y canela) o la jamaica (a base de flor de Jamaica), que vienen tanto en botella como en vaso.

Algo muy importante de destacar es que este restaurante utiliza envases biodegradables y compostables para su entrega de pedidos por delivery.

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Adriana y Gonzalo Vargas han creado este restaurante con los sabores de México.

Coyotl Taquería

  • Dirección: Av. Julio Méndez Nº 108, entre calles 2 y 3, Meseta de Achumani
  • Teléfono: 77268674
  • Producto estrella: Quesabirrias
  • Rango de precios: Bs 20-50
  • Horario de atención: Jueves a sábado de 12.00 a 15.00 y de 18.00 a 22.00, domingo de 12.00 a 15.00 y de 18.00 a 21.00
  • Estacionamiento propio: No

Contáctenos: Fernando  recomienda, Fernandorecomienda @fernandorecomienda ,Correo: [email protected]

Texto y Fotos: Fernando Cervantes

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Videoteca Barbarroja: La utopía realizada

24 años tiene el archivo que fue creado para la promoción del Nuevo Cine Latinoamericano

Por Jorge Barrón Díaz

/ 14 de abril de 2024 / 06:19

En este 24 aniversario de la Videoteca Barbarroja, en un momento de profunda reflexión y a modo de escribir una crónica, deseo compartir la experiencia de un nacimiento y la vivencia de la utopía realizada.

Es el convencimiento del poder de las imágenes para concientizar en nuestros pueblos la necesidad de transformar y construir una nueva sociedad, justa y solidaria.

Como resultado de compromisos personales y colectivos, mujeres y hombres que buscamos hacer realidad nuestros sueños y utopías a través del cine, tomamos la cita del cineasta Miguel Littín: “América Latina es la tierra del mañana. Tiene que ser conocida a través de sus alegrías y de sus dolores. Y para ello los filmes son los mejores mensajeros” y echamos a andar las tareas del nuevo proyecto para contribuir en la construcción de un país con identidad, profundos valores históricos y culturales.

La Videoteca Barbarroja ha impulsado diferentes eventos de promoción de su archivo.
La Videoteca Barbarroja ha impulsado diferentes eventos de promoción de su archivo.

Nuestro nacimiento

En una tarde lluviosa, el 24 de marzo de 2000 en Chuquiago Marka (La Paz, Bolivia), a iniciativa de Santiago Feliú, Consejero Político de la Embajada de Cuba en Bolivia en aquella época, fuimos convocados a la legación diplomática algunos amigos de la solidaridad con Cuba para la proyección de un documental inédito sobre un comandante de la Revolución cubana.

Los invitados de Feliu para aquella sesión, éramos Jorge Sanjinés, Lorgio Vaca, Beatriz Palacios (+), Rosario Pino y Yolotzin Gómez, todos ligados al ámbito del cine y la cultura.

Al finalizar la proyección del documental, todos quedamos impresionados con la historia del personaje, es cuando Feliú plantea la necesidad y urgencia de construir una videoteca que se dedicara a la promoción y difusión del Nuevo Cine Latinoamericano en Bolivia, con el apoyo del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) y el gobierno revolucionario de Cuba.

Después de un intercambio de opiniones sobre la viabilidad del proyecto, la consideración de aspectos técnicos, administrativos y logísticos para el funcionamiento de la videoteca y nuestro compromiso militante de apoyar la iniciativa desde nuestras trincheras, se procede a la creación formal de la videoteca.

Nuestro nombre, nuestra identidad

El nombre de Videoteca Barbarroja lo propuso Santiago Feliú en homenaje al comandante de la Revolución Manuel Piñeiro Losada, conocido como Barbarroja en la guerra de guerrillas de la Sierra Maestra, en el ingreso de los barbudos a La Habana al triunfo de la Revolución cubana y en las tareas internacionalistas de Cuba en América Latina y el mundo.

Es un reconocimiento al comandante Barbarroja por su inmensa labor de apoyo decidido a las causas justas de los pueblos del mundo, por su liberación y por los ideales más nobles que él profesaba como un seguidor de Ernesto Che Guevara.

Nuevo Cine Latinoamericano

El Nuevo Cine Latinoamericano fue un movimiento cinematográfico surgido en América Latina en la década de los 60, que se proponía terminar con los paradigmas del cine comercial, inventando otros lenguajes, utilizando la improvisación, la experimentación, el conocimiento de los ritmos internos del pueblo y la captación de su cultura más allá de los estudios, que suponían por sí mismas un valor estético y artístico espectaculares.

Además, en la visión de los realizadores del nuevo cine en un continente que lucha por su liberación, el cine revolucionario que proponían deberá ser antiimperialista por razones ideológicas y, en consecuencia, desempeñar una labor de denuncia, de clarificación, de rescate y así contribuir a la toma de conciencia sobre las culturas nacionales a la par que participan en ellas contribuyendo a su desarrollo; a este proceso Jorge Sanjinés y el grupo Ukamau denominarán: teoría y práctica de un cine junto al pueblo.

Caminante no hay camino, se hace camino al andar

Este espacio cultural de reflexión y discusión, dedicado a la promoción y difusión del Nuevo Cine Latinoamericano, inicia sus actividades al estilo de los grandes realizadores, muchas ideas y compromiso político con la realidad de nuestro país.

Con un reproductor y los primeros videos en formato VHS y Beta donados por sus creadores, presentamos en Sucre el primer ciclo “Clásicos del Cine Cubano” en el Festival Internacional de la Cultura en septiembre de 2000 con mucho éxito.

La dinámica que caracteriza estas presentaciones son las del cine-foro, con breves charlas sobre la obra del director, la sinopsis, la ficha técnica, la proyección de la película y, para finalizar la sesión, un debate abierto al público.

De esta forma, en todos estos años acercamos al público en general y a los jóvenes en particular a la filmografía de Tomás Gutiérrez Alea (Cuba), Jorge Sanjinés (Bolivia), Fernando Birri (Argentina), Glauber Rocha (Brasil), Santiago Álvarez (Cuba), Paul Leduc (México), Miguel Littín (Chile), Fernando Solanas (Argentina), Humberto Solás (Cuba), Ruy Guerra (Brasil),  Víctor Gaviria (Colombia), Fernando Pérez (Cuba), Francisco Lombardi (Perú), Héctor Babenco (Brasil), José Campanella (Argentina), Arturo Ripstein (México), Juan Carlos Tabio (Cuba), Verónica Córdova (Bolivia), Sergio Cabrera (Colombia), Montxo Armendariz (México) y otros realizadores latinoamericanos.

El camino recorrido y los nuevos desafíos

La Videoteca Barbarroja, en este aniversario, tiene su archivo filmográfico totalmente digitalizado con más de 2.500 títulos de películas y documentales, afiches, fotos, fichas técnicas, libros y revistas del Nuevo Cine Latinoamericano, las películas fundamentales del maestro Jorge Sanjinés, los documentales de Jorge Ruiz y una sección especial con la filmografía sobre Ernesto Che Guevara, quizá la más completa del mundo en la actualidad.

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Desde el inicio de nuestras actividades, hemos presentado ciclos de cine en Vallegrande y La Higuera en homenaje al Che Guevara y en los últimos 10 años hemos presentado programas de cine latinoamericano en la TV, ahora mismo tenemos un programa mensual en ATB.

En esta nueva etapa continuaremos participando en festivales internacionales, realizando ciclos de cine, talleres de realización cinematográfica y formación de públicos en los nueve departamentos del país y países hermanos, para promover la amistad, la integración y la solidaridad entre los pueblos de la Patria Grande.

Asimismo, la incorporación de las nuevas tecnologías, la interactividad con las redes sociales, la construcción de nuestra propia infraestructura, la producción de programas para la televisión, la creación de un canal de TV cultural y la publicación de un catálogo sobre la filmografía del Che son los nuevos desafíos de la Videoteca Barbarroja en la hora presente.

Texto: Jorge Barrón Díaz

Fotos: Videoteca Barbaroja

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