Friday 22 Sep 2023 | Actualizado a 07:15 AM

Un curso de vida o muerte

El camino del guía de montaña

/ 17 de septiembre de 2023 / 06:56

La Asociación de Guías de Montaña y Trekking capacita a quienes llevan grupos a los cerros para prevenir accidentes

A las tres de la mañana, en las faldas de un cerro, los siete aspirantes deciden olvidar las bajas temperaturas y el sueño para demostrar lo que aprendieron en los cursos teóricos y prácticos. ¿Con qué objetivo? Aprobar el curso de guía de trekking de la Asociación de Guías de Montaña y Trekking de Bolivia (AGMTB) y ser considerados para recibir el aval de una organización internacional.

“Una característica de nuestros cursos es que calculamos el peor de los escenarios; por ejemplo, qué haces si tu cliente se enferma, si le duele la cabeza, qué haces si se cae o se tuerce el tobillo, qué haces si anochece y no tienes las herramientas para el rescate”, explica Ricardo Salluca, vicepresidente de Guías de Trekking de la AGMTB.

¿Por qué es importante la especialidad de guías de trekking? Basta un ejemplo.

La oferta no podía ser mejor. Precios bajos, “guía especializado”, refrigerio y una visita al Pico Austria (5.320 msnm) fueron la carnada para que una pareja de cruceños comprara el paquete a esa ruta de la Cordillera Real, en el departamento de La Paz.

Después de recorrer una hora en la carretera hacia Copacabana y desviar hacia la comunidad de Palcoco (en el municipio de Batallas), el minibús se detuvo en una explanada para que los visitantes continuaran por un sendero por donde debían iniciar la caminata al sector donde están el Condoriri, el Pequeño Alpamayo y, por supuesto, el Pico Austria.

Sin aclimatación previa, el oxígeno era insuficiente para los visitantes, sus pasos se hacían pesados y parecía que los rayos solares tampoco querían que siguieran. Con mucho sacrificio llegaron a la laguna Chiar Khota, a los pies del Condoriri y de los otros cerros cercanos.

Ahí, en la orilla, se sentaron y descansaron varios minutos, pero no fue suficiente para que la muchacha cruceña continuara la aventura. Por el contrario, su acompañante exigía ir a la cima del cerro, así es que el “guía especializado” dejó a la mujer en la ribera y subió con el varón.

Tardaron varias horas, pero lo lograron. Cuando el día dejaba ver las primeras tonalidades violáceas del anochecer llegaron a la laguna, donde la muchacha cruceña debía estar esperando. Pero no estaba.

“¿Cómo pueden hacer eso (los autodenominados guías)? No tienen respeto a la vida ni a la seguridad”, comenta Sergio Condori, experimentado guía de alta montaña de la Unión Internacional de la Asociación de Guías de Montaña (UIAGM), además de director general e instructor de la AGMTB.

Los guías son capacitados de foma teórica y práctica.

El montañista dice que esta clase de incidentes ocurren de manera recurrente, aunque no se los hace público porque, por fortuna, no hay heridos de consideración ni muertes. Pero puede haberlos.

Para evitar esta clase de eventos la AGMTB organiza, desde 2015, un curso de certificación de guías de trekking, destinado a personas que se dedican a llevar grupos a lugares fuera del área urbana.

“La gente piensa que subir a la montaña es sencillo. Para empezar, se debe diferenciar entre nieve y hielo, porque la montaña se puede convertir en un peligro”, afirma Ricardo.

Hay muchos detalles que hay que tomar en cuenta en el momento de hacer trekking, advierte el directivo de la AGMTB. Por ejemplo, hay que saber cuál es la diferencia entre trekking y senderismo.

Como su nombre indica, el senderismo está ligado a caminar por un sendero, con el fin de tener menos probabilidades de perderse, como por ejemplo el Takesi o el Choro. En cambio, el trekking es la caminata por lugares agrestes y lejanos, que da la sensación de más libertad, aunque implica más riesgos y desafíos. “No se trata de agarrar un grupo de gente y llevarlo a algún lado; se necesitan materias complementarias, porque los guías ponen en riesgo sus vidas y la de sus clientes”, recalca Sergio.

Fotos: Asociación de Guías de Montaña y Trekking de Bolivia

Tanto Sergio como Ricardo coinciden en que las carreras de Turismo en las universidades bolivianas no incluyen la especialización de guía en su currículum, por lo que la AGMBT ha organizado estos cursos para especializarse y ser reconocidos como guía de trekking.

Con 46 guías certificados en la actualidad, en su sexta versión se presentaron seis postulantes, quienes fueron admitidos después de una prueba de admisión, que incluyó una hoja de vida en la que señalaban al menos 10 rutas largas de trekking que hubieran superado.

Obviamente, los encargados de la AGMTB deben corroborar la información, así es que los candidatos deben pasar por unas pruebas de suficiencia, como manejo de grupos, resistencia física y cartografía, entre otros.

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Sergio recuerda que el guía de trekking, al ser responsable de sus clientes, debe saber cómo desempeñarse en temas desde atención de alimentos, flora, fauna, geología, hasta glaciología, principalmente. Por esa razón, el curso —que dura dos meses— empieza con clases teóricas sobre glaciología, geología, cartografía, ambientalismo, meteorología, antropología, nimbología, gestión de riesgos, pasajes técnicos y cartografía.

“Uno de los problemas más recurrentes con los guías no certificados es que no saben qué explicar en un viaje o, en su defecto, cuentan una historia irreal, como que el Illimani y el Huayna Potosí son volcanes”, ejemplifica Sergio.

Obviamente, la parte teórica va acompañada por la práctica, así es que casi el 80% del curso se desarrolla en terrenos abiertos, donde los postulantes ejecutan todo lo aprendido en simulacros que muestran los escenarios más complicados. “En esos momentos es que se demuestra el profesionalismo de los guías, porque no pagas por su trabajo, sino por lo que saben”, sostiene Ricardo.

Categoría internacional

El curso de este 2023 es especial. Después de varios años de gestiones, la AGMTB está siendo considerada para ser miembro pleno de la Unión Internacional de Asociaciones de Líderes de Montaña (UIMLA, por sus siglas en inglés), lo que permitirá que los guías de trekking formados en Bolivia puedan ser reconocidos en el ámbito internacional como líderes internacionales de montaña.

Las gestiones comenzaron en 2019 con el presidente de la UIMLA, Ian Spare, y tuvo como resultado que Bolivia sea elevada a aspirante. Este año, para ascender a la categoría de miembro pleno, la AGMTB debe pasar dos evaluaciones, una en verano y otra en invierno.

Fue así como llegaron —gracias al apoyo de la Embajada de Francia en Bolivia— el belga Dominique Olbrecht y el francés François Burthey, expertos en la formación de líderes de montaña, para monitorear el curso y dar un informe a la UIMBLA con el fin de que el país suba a la calidad de miembro pleno de esta organización internacional.

A poco de concluir las pruebas de este año, la AGMTB prepara el curso de 2024, que comenzará entre febrero y marzo, con otra visita de los emisarios europeos y con la expectativa de que los próximos guías de trekking obtengan su insignia de la UIMBLA, para que de esta forma se refuercen sus hojas de vida, sean reconocidos en el ámbito internacional y tengan la capacidad y experticia de no dejar olvidado al cliente o que pasen accidentes fatales.

Texto: Marco Fernández Ríos

Fotos: Asociación de Guías de Montaña y Trekking de Bolivia

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En la cabeza de un loko: la potencia del teatro amateur de Winner Zeballos

La obra del teatrista paceño, basada en una narración de Nikolai Gogoi, tiene de escenario una casa en la zona Sur

CAMILO GIL OSTRIA

Por Camilo Gil Ostria

/ 17 de septiembre de 2023 / 06:46

Allá en el 2018 viví un deslumbramiento ante la Dodecalogía de la destrucción, serie de 12 obras dirigidas por Winner Zeballos que acabó en diciembre de ese año en una especie de ritual cuya religión no pude descifrar. Quizás era un rito dionisíaco, que con sangre y vino acabó en la obra 11, con un herido que necesitó puntos en el hospital. Acabó sin acabar y dejó al espectador, coitus interruptus, con ganas de saber qué místico hecho habría acontecido esa noche si las cosas hubieran sido diferentes o quizás satisfecho de haber visto cómo se cerraba un experimento irrepetible en el teatro nacional. Y es que el simbolismo de esas obras de Zeballos era tan intenso que su paso a lo real acechaba en cada gesto: necesitaba de la sobreactuación, de la metateatralidad y de la simpleza escenográfica para recordarnos que es teatro. Algo de eso se perdió en las siguientes obras (quizás por su ruptura con la mejor actriz del país, quien le garantizaba espacios y elenco, relación que mostró, dicen las malas lenguas, la irresponsabilidad biográfica del actor). Pero hoy, saliendo de su última obra, vuelvo a ver en él una nueva forma de teatro que Bolivia necesita…

Luego de Pedro y le capitán, adaptación de la novela casi homónima de Mario Benedetti, Winner Zeballos realiza Diario de un loko, adaptación, también de una narración (ahora de Nikolai Gogoi). Esta obra, que se presentará todos los jueves del año (contactos al 78900066), tiene la producción de Guillermo Sainz y la dirección artística de Ivanna Terrazas. Cuenta la historia de un hombre/mujer/otro que, al principio, reniega de las labores oficinísticas en las que trabaja (afilar las plumas de su jefe). Elle cae enamorade de la hija de su jefe: la ve pasear a su perra (Shakira), quien le escribiría cartas a otro perro. El loko muestra entonces su verdadera cara y decide asaltar la cama del perro para saber qué cosas escribía Shakira. Poco a poco nos internamos en su demencia: ya no importa la chica ni el jefe, elle es la reina de China/España (porque aquí, al escribir China se escribe España, quizás porque escribimos con nuestro propio alfabeto y no el suyo, y entonces todo es la misma cosa). Y acabamos, evidentemente en el manicomio, donde la reina mira a Rusia/Bolivia, y llama a su madre pidiendo ayuda.

‘Diario de un loko’ estará todos los jueves del año. Info: 78900066.
‘Diario de un loko’ estará todos los jueves del año. Info: 78900066.

La historia, como las buenas historias de Winner y su Dodecalogía, es siempre doble o triple o múltiple. Y esos niveles no son sencillos de analizar, por lo que aquí solo propongo el análisis de tres gestos que, me parecen, van señalando, para futuras lecturas, un camino de experimentación que necesita, más allá del autor, ser pensado en nuestra escena: la locación, la enunciación, y la potencia de lo simple. Un camino que Zeballos enfrenta desde la sabiduría y el compromiso del amateur (en el mejor sentido de la palabra: de quien ama lo que hace), quien rechaza con ética y sentido las estéticas “profesionales”.

Ya en Pedro y le capitán, Zeballos citó a sus espectadores en una calle, en la que debíamos dar una contraseña secreta. De ahí, un hombre nos guiaba hasta un edificio cuya fachada decía “Ministerio de…”, el lugar era real e histórico. Subíamos entonces en un ascensor viejo, hasta un piso elevado, donde Winner, preparándose en el baño, era visto por primera vez, con su pelo rubio y su uniforme militar. Nos sentábamos en la sala y la obra acontecía: en ese caso sin mucho éxito, pues terminó siendo una obra demasiado clásica y realista para un actor tan experimental, cuyo tono no se adaptaba al que la obra exigía. En Diario de un loko también somos citados en la calle, sin contraseña ni nada, como para visitar a un familiar, somos recibidos y, cuando llegamos a una sala, en una casa privada de Calacoto, nos ofrecen vinos, mates o agua. El gesto es el de llevar al teatro fuera de las salas de teatro, un gesto que bien podría ser cliché.

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En contraste, Zeballos va más allá del lugar común: siempre tuvo la idea de que uno debía montar sus obras ahí donde las ensayaba (idea que mencionó él mismo en varias entrevistas). Además, porque el espacio está repleto de significantes de lo amateur y lo improvisado: libros que nada tienen que ver con la historia, un sofá con peluches, luces que cambian de color. Normalmente, entrarías en ese espacio y dirías “la obra será un fracaso”. Sin embargo, desde ahí el engaño y el juego de dobles puesto en escena por Winner: el espacio poco a poco va cargándose de nuevos significantes: el mismo cuerpo del actor va re-significando lo que antes ya estaba ahí, bailando Singing in the rain mientras su lluvia de serpentinas cae escasa sobre el piso de madera. Poco a poco, entonces, terminamos hallándonos no solo en la casa del loko, sino en su cabeza: gracias a su cuerpo, que va cambiando primero de sobretodos, luego de vestidos, el espectador ve lo que el actor quiere que sea visto. El loko no es solo él, terminas siendo tú. El teatro se ha adueñado de lo real y, aunque quieras, no puedes salir de él.

Esto se fortalece a partir de la enunciación en la obra, pues inicialmente parece un actor amateur, trastornado, acelerado, escupiendo las palabras a mil por hora, gritando monótonamente. Empero, el oído atento pronto descubre que hay un ritmo, Zeballos está rapeando y a veces, en su rap, incluye otro ritmo musical: canta óperas clásicas, nos lleva con su voz, la ópera se folcloriza: parece cueca, se baila como chacarera. Zeballos, con una torpeza significativa, nos lleva con su voz a su mundo y, en esa su locura, se muestra un lector lúcido, sagaz y crítico.

No es casual, en ese entender, la escena en la que lee, con voz de niña, las cartas de Shakira. Pues nota con rapidez que las cartas están repletas de estupideces: “quién gastaría tanto tiempo en escribir tantas tonterías”, se cuestiona. Pero el espectador quiere saber más de esos deseos de niña mimada, que pronto, lo dirá él mismo en un análisis de esa correspondencia, se tornarán políticos. Pues criticarán el pensamiento privilegiado de su dueña y sus berrinches, “las cartas de las perras tenían que tener opiniones políticas”, remata. La perra, entonces, es también elle, que pronto, escandalizado ante la ausencia de rey en España, será quien ocupe ese espacio y, con su hermosa corona de plumas, haga de un boliviane/ruse/chine/españole soberane de ese otro palacio que es también el palacio del village people.

La potencia de lo simple entonces se hace ver, brilla por sí sola. Ya hacia el final de las obras, a Winner le ponen una bata de manicomio y se pone unas pantuflas: así, se apagan las luces, se pone humo y solo una lamparita de lásers verdes y rojos, detrás de su cabeza, se enciende. Es aureola de ese ángel que vino a anunciarnos la buena nueva del teatro boliviano, o de esta nueva psicosis que, esperemos, se contagie en nuestro continente. Las luces también son ese contagio, pues nos bañan incluso a nosotros los espectadores, es el pensamiento de Zeballos que, desde su coronilla, se lanza a nosotros. Psicosis festiva, entonces, pero crítica, pues cierra la obra llamando a su madre: sujeto de deseo que Winner invoca, para decirnos que no nos está condenando a la muerte con su contagio, sino a, como buena madre, buscar nuestros propios deseos. Como dice Roland Barthes: “Para mostrarte dónde está tu deseo, basta prohibírtelo un poco […] es necesario que yo sea la Madre suficientemente buena (protectora y liberal), en torno de la cual juega el niño, mientras ella cose apaciblemente”.

Texto y Fotos: Camilo Gil Ostria

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Antonio Sotomayor, olvidado maestro boliviano en el exilio

El dibujante, caricaturista y pintor nació en Chulumani y tras casi 60 años de carrera murió como una de las figuras principales del arte de la costa oeste de EEUU

Por Reynaldo J. González

/ 17 de septiembre de 2023 / 06:38

Dos grandes murales de las paredes interiores de la Catedral de la Gracia de la ciudad de San Francisco, Estados Unidos, fueron pintados en 1983 por el Antonio Sotomayor Meza, una de las figuras olvidadas del arte boliviano. Se trata de los acrílicos dedicados a la conmemoración de acontecimientos históricos de la ciudad estadounidense, obras que terminan la decoración interior del templo iniciada medio siglo antes con obras de maestros europeos.

Se trata de pinturas de un artista maduro que ha alcanzado el cénit de su carrera, imágenes elaboradas con sencillez y aplomo en el uso de perspectivas frontales y volúmenes macizos, en un estilo que evoca la simpleza de la pintura renacentista temprana. 

Estas obras testimonian, además, el estatus que el artista boliviano había alcanzado en una de las ciudades más importantes del país del norte después de una exitosa carrera artística de casi 60 años.

Chulumani – La Paz – San Francisco

Poco se sabe de Sotomayor antes de su viaje a EEUU en 1923.  Nació en 1902 en la localidad paceña de Chulumani (Sud Yungas) del matrimonio de Juan Sotomayor y Celia Meza. Posteriormente en La Paz ingresó a algún taller particular para formarse como artista. Se lo relaciona con un artista belga Adolfe Lambert y con otros artistas jóvenes de los años 1910.

A los 15 años comenzó a publicar dibujos e ilustraciones en periódicos locales y desde 1921 en la revista La Ilustración, fundada por los periodistas Gustavo Adolfo Otero y Ángel Salas. En esta labor coincidió con otros artistas que jugarían un papel importante en el arte boliviano de la primera mitad del siglo XX, como Fernando Guarachi y el ecuatoriano Luis Toro. En La Ilustración, Sotomayor luce un estilo elegante para la caricatura sardónica de políticos e intelectuales como Bautista Saavedra, Franz Tamayo y Daniel Salamanca, entre otros.

En 1923, el chulumeño emigró a Estados Unidos.  Se desconocen las circunstancias de este viaje, pero notas periodísticas señalan que a su llegada a ese país no sabía hablar inglés y que durante un tiempo incierto trabajó lavando platos en el Palace Hotel de San Francisco, uno de los más importantes de la ciudad.  Su objetivo inicial habría sido estudiar arquitectura, aspiración que posiblemente abandonó conforme despegaba su exitosa carrera artística. 

Las pinturas del Palace Hotel

Durante su tiempo en el Palace Hotel Sotomayor continuó dibujando y haciendo caricaturas, alternando sus horas con el estudio de artes plásticas en la California School of Fine Arts, de donde se graduó para convertirse luego en profesor.

En 1931 realizó una exposición de 39 caricaturas en la Universidad de Chicago. Los retratados eran políticos de actualidad como Franklin D. Roosevelt, Winston Churchill, Adolf Hitler, Joseph Stalin, pero también intelectuales, artistas y figuras públicas como Ernest Hemmingway, Cecil De Mille, Walt Disney, Pablo Picasso, Salvador Dalí, Diego de Rivera y Clark Gable. En esta época comenzó a trabajar ilustrando periódicos, revistas y libros —labor que continuaría a lo largo de su vida como se ve en la inclusión de sus ilustraciones en el libro This Is San Francisco (1948) de Robert O’Brien o en la lujosa edición de El Satiricón de Petronio por William Burnaby y Gilbert Bagnani (1964)—.  Sus caricaturas fueron publicadas en el diario San Francisco Chronicle y en la revista Life (que otra boliviana, María Luisa Pacheco, también ilustraría 20 años después).

Hacia 1935 los dueños del Palace Hotel comisionaron al artista la realización de dos murales para el famoso bar del edificio, un ambiente de lujo decorado desde 1909 con el gran lienzo El flautista de Hamelin del artista neoclacisista Maxfield Parrish. Estos estuvieron dedicados a dos personajes tradicionales de San Francisco del siglo XIX, Joshua A. Norton (un acaudalado ciudadano que en 1859 se había declarado “Emperador de los EEUU y Protector de México”) y la popular actriz Lotta Crabtree. Ambas obras fueron encaradas por Sotomayor siguiendo un estilo muy influenciado por el muralismo mexicano, que era muy popular en EEUU en aquella época. Son imágenes dirigidas a la selecta concurrencia del bar, que muestran a sus protagonistas rodeados de los intelectuales, artistas y socialités.

En 1937, el artista trabajó junto al arquitecto modernista Richard Neutra diseñando murales para la Casa de Artur y Mona Hofmann en California. También creó murales para el Pabellón de Perú de la Exposición Mundial Internacional “Golden Gate” de 1939, realizada en Treasure Island. Para este evento el artista realizó además una estructura de grandes dimensiones construida en terracota, llamada Fuente del Pacífico. De esta época se conserva una foto de Sotomayor en una reunión de importantes artistas como Diego Rivera y Lucien Labaudt.

Para inicios de los 40 Sotomayor ya era un artista de gran fama en San Francisco. (El libro Golden Dreams: California in an Age of Abundance, 1950-1963 (2009) de Kevin Starr lo describe como uno de los dos artistas más populares de la ciudad, junto al chino Dong Kingman), iniciando ese año su profesorado de casi 10 años en la California School of Fine Arts (en la actualidad The San Francisco Art Institute), y en 1942, siendo designado profesor de arte en el Mills College de Oakland. 

En 1942 presentó en la Illinois Art Gallery de Chicago otra muestra de sus caricaturas.  De acuerdo al blog disneybooks.blogspot.com, un reseñista del diario Chicago Tribune escribió sobre esta: “Su muestra es una de las más brillantes, inteligentes e ingeniosas que hemos visto en mucho tiempo”.

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En estas décadas la producción del artista en dibujo y caricatura alternó con la de una cantidad indeterminada de pinturas de un estilo más naturalista y temas ligeros. Destacan en ellas los retratos y los bodegones, pero también la recurrencia de un tema curioso: ferias y globos aerostáticos. Lo cierto es que la revisión de su producción difundida en internet revela muy pocas obras inspiradas en “temas bolivianos”, apenas unas cuantas representaciones de indios con ecos de la tradición indigenista andina.

De acuerdo al libro Artists in California, 1786-1940 (1986) de Edan Milton Hughes, en más de 50 años de carrera el artista boliviano llegó a presentar más de 80 exposiciones en varios países, recibiendo múltiples premios. Fue nombrado miembro de la Asociación de Arte de San Francisco y de la Comisión de Artes de San Francisco, recibiendo un premio honorífico en 1978. Su nombre aparece en varios libros sobre la escena cultural de California, además de los ya mencionados, se le dedica una pequeña monografía biográfica en Artists and People (1960) de Yvonne Greer.

Murió el 10 de febrero de 1985 acompañado por su esposa, Grace Andrews, con quien se casó en 1927. No tuvo hijos, pero su obra es resguardada en algunos museos de Estados Unidos y continúa circulando en galerías.

En Bolivia aparece apenas mencionado por Luis Felipe Vilela y Guarachi en el libro La Paz IV Centenario (1948) y en otros diccionarios biográficos. Se desconocen las fechas de sus probables visitas al país, o si llegó a realizar una exposición local.

La pintura de caballete, la ilustración y el muralismo fueron sus especialidades.

Los murales de la Catedral de la Gracia

La catedral de la Gracia es una de las construcciones más ostentosas de San Francisco.  Ubicada en el barrio de Nob Hill, se inscribe en el estilo gótico, estando directamente inspirada en la catedral de Notre Dame de París. Sus orígenes se remontan a construcciones anteriores iniciadas en 1849 durante la fiebre del oro, pero el incendio en 1906 de una construcción anterior determinó que la estructura actual —diseñada por Lewis Hobart— date recién de 1927.

La iglesia se encuentra decorada por múltiples obras de artistas europeos y norteamericanos, como pinturas, esculturas y, por supuesto, vitrales. Las más destacadas son los murales de sus paredes interiores, realizadas por el artista polaco Jan Henryk De Rosen hacia 1949, todos de temática religiosa.

A inicios de 1980 se comisionó a Sotomayor la realización de otras dos obras para completar la decoración del edificio, seguramente con los temas ya establecidos por los comitentes. El primero es una representación del incendio de la iglesia en 1906 después de un terremoto, y el segundo, la fundación de las Naciones Unidas (ONU), efectuada en San Francisco en 1945. Ambas obras son contiguas y se adaptan a los espacios dejados por falsas arcadas tribuladas en las paredes. 

El primer mural muestra las vicisitudes provocadas por el incendio de la iglesia, con imágenes en primer plano de una familia escapando del fuego y de bomberos y autoridades rescatando sus objetos sagrados. Se trata de una representación simbólica e ingenua de un hecho dramático, en la que sobresale la plasticidad de la iglesia en llamas y el humo en el cielo. El segundo mural es aún más simple, presentando una vista frontal de unos 50 personajes de cuerpo entero que representan las naciones representadas por la ONU. En la parte superior se alzan las banderas de varios países y, a los lados, dos imágenes alegóricas: La Paz y la Victoria representada por la Niké de Samotracia.  

En ambas obras se hace evidente la intencionalidad del artista boliviano de no desentonar con los murales dejados por De Rosen, siguiendo un estilo plano y un tanto arcaizante que puede recordar tanto la pintura del renacimiento temprano como el arte bizantino.

Texto: Reynaldo J. González

Fotos: Archives of American Art-Smithsonian Institution, Mills College, The Satyricon of Petronius. Edición de William Burnaby  y Gilbert Bagnani. 1964,  Exposición de 1931 e internet

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Taco Loco Un snack pionero en comida rápida mexicana

Taco Loco ofrece interesantes promociones como la del Martes Loco, en la que todas las órdenes salen con una tortilla extra de cortesía

Por el mes patrio de México hay diferentes promociones.

Por Fernando Cervantes

/ 17 de septiembre de 2023 / 06:22

Crónicas gastronómicas

Freddy Farfán, natural de Yacuiba, Tarija, llevaba mucho tiempo dedicado al rubro de la construcción en la ciudad de La Paz cuando un buen día descubrió que lo suyo era la comida rápida mexicana.

Fue así que nació el snack Taco Loco, ubicado desde hace más de 20 años en la zona de Miraflores —más precisamente en la calle Juan de Vargas, cerca del Puente de las Américas— con una propuesta enfocada principalmente en diversos tacos con carne a elección que pueden ser servidos en tortillas de maíz nixtamalizado o tortillas de trigo escoltadas por sabrosas salsas y las tradicionales aguas frescas de horchata, tamarindo, lima y jamaica.

Hablando de sus tortillas de maíz, cabe recalcar que las mismas son elaboradas de manera artesanal siguiendo la tradición milenaria azteca de la nixtamalización, un proceso que implica la cocción de granos secos de maíz en agua con cal (hidróxido de calcio), lo que enriquece el maíz con calcio y mejora significativamente su valor nutricional, así como el sabor, aroma y el color de las tortillas. También es importante destacar que este establecimiento maneja este proceso con extremo cuidado para evitar la contaminación cruzada, lo que garantiza que las tortillas sean aptas para el consumo de personas intolerantes al gluten o celíacas.

Dentro de la variedad de su menú podemos encontrar originales creaciones como “La gran quesadilla vampiro”, con base en doble tortilla de burrito más doble capa de queso derretido y morcilla con salsa roja, el “Taco Loco”, con doble tortilla de maíz o trigo con pollo, res, mixta o campechano (pollo, res y cerdo), bañadas en chili, los tacos nevados de charque (tortilla de maíz o trigo con charque de res bañada con queso parmesano), la Enchilada Loca (con un par de tortillas de maíz o de trigo con carne de res, pollo, mixta, campechano, salsa mixta y especias, todo bañado en chili y queso derretido), el chili con carne, que viene acompañado de dos tortillas a elección o totopos o sus muy pedidas quesadillas, con doble tortilla de maíz o de trigo y doble capa de queso derretido que puedes pedir de pollo, res, mixta, solo queso o de pollo, res y cerdo.

Este septiembre, mes de la independencia de México, Taco Loco ofrece interesantes promociones como la del Martes Loco, en la que todas las órdenes salen con una tortilla extra de cortesía; Las noches de quesadillas, cada miércoles, en que este tradicional bocadillo mexicano viene acompañado de una gaseosa personal; los Viernes Locos, con tres tacos a elección por el precio de dos, o las Noches de Chili, en la que se puede disfrutar de dos platos de esta sopa de frijoles acompañada de nachos por Bs 38.

Le doy un nuevo sorbo a otra especialidad de la casa, la ñorchata Ardiente (con tequila) mientras observo la atención cordial y personalizada que brinda Freddy a cada uno de los comensales y corroboro lo que este buen amigo me comenta cada vez que visito su local: “ Me encanta atender a mis clientes, yo amo mi trabajo”.

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Fotos: Fernando Cervantes

Fotos: Fernando Cervantes

Taco Loco 

  • Dirección: Calle Juan de Vargas 2289, Miraflores, La Paz  
  • Rango de precios: Bs 16- 34.
  • Parqueo: No
  • Plato Estrella: La Enchilada Loca 
  • Horarios de atención: Lunes a sábado de 18.00 a 22.30
  • Teléfonos: 67319909

Contáctenos:

Fernando  recomienda Fernandorecomienda @fernandorecomienda Correo: [email protected]

Texto y Fotos: Fernando Cervantes

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Mirando al sur

Me enteré de que te vas de viaje, Papirri. ¿En qué consiste la gira Mirando hacia el Sur?

/ 17 de septiembre de 2023 / 06:06

Ch’enko total

Me encontré con un amigo periodista en El Prado paceño, quien me agarró del brazo, me hizo sentar en un banco, encendió su grabadora y comenzó a preguntar.

— Me enteré de que te vas de viaje, Papirri. ¿En qué consiste la gira Mirando hacia el Sur?

— Recibí una invitación del director del Festival de Guitarras de Salta, Argentina, para tocar en el Auditorio de Pro Cultura de esa ciudad el 20 de septiembre. Me emocionó la invitación. Luego de conversar con el guitarrista de nombre Nicolás Vaca, quedamos además en tener un encuentro-charla con músicos salteños que estudian en la Escuela Superior de Música, y repasar la ponencia que presenté a la Reunión Anual de Etnología (RAE 2023), que destaca a los Pioneros de la canción urbana en el Sur de América. Este encuentro-charla será el martes 19 de septiembre en ese centro de estudios. A partir de allí, decidí retroceder y tocar antes en Tarija, el 15 de septiembre en el Teatro de la Cultura, iniciando la gira Mirando al Sur. Luego, el Centro Cultural Sixto Palavecino de Santiago del Estero se enteró de mi estadía en Salta y me invitó a tocar allí el viernes 22 de septiembre. Es muy emocionante volver a la tierra de mi madre.

— Esta gira pasa por la casa museo en honor a tu abuelo, Andrés Chazarreta. ¿Cómo fue la gestión para que este espacio sea un museo dedicado al folklore?

— La Casa Museo Andrés Chazarreta estuvo muchos años en abandono. Fue el epicentro donde se inicia el movimiento folklorista de Santiago desde 1900, cuando mi abuelo Andrés organiza su Compañía de Arte Nativo, con una orquesta con sonido propio y un cuerpo de baile muy original para la época. Era la puesta en escena de sus investigaciones en la campiña santiagueña. En esa casa ensayaban músicos populares las chacareras, zambas, escondidos… siendo alrededor de 30 géneros musicales y coreográficos que mi abuelo fue ordenando, dando forma. Era una locura para la época, nadie le tiraba pelota. Le negaban los teatros, pues sus músicos y bailarines eran paisanos de verdad, algunos gauchos semiesclavos con un talento natural, como Antu Puncu, un gran bailarín de 70 años que inicia el malambo. O la señora Narcisa Ledesma, una matrona de 75 años que bailaba la zamba de una manera excelsa. Ellos viajaban horas de sulky para ensayar en esa casa. Las tres hijas de Chazarreta heredaron la casa, la mayor era mi madre Anita, quien además fue la mano derecha de don Andrés, le transcribía y ordenaba todo su trabajo. Cuando murieron las hijas, los descendientes no pudieron con la obra y la casa. El año 2012 hubo un intento de remate del inmueble. Ahí intervino el nieto menor, o sea yo, para evitar el derrumbe de la casa: primero para evitar el remate; luego, para sentar nuestros derechos y después gestionar que la Gobernación de Santiago la compre. Todo fue complicado, pero logramos que la gobernación compre la casa museo. Ahora es un repositorio oficial: en la parte delantera continúa la Casa Museo Andrés Chazarreta y en la parte de atrás se construyó  el Archivo Histórico de la Provincia.

— En lo personal, ¿qué significa para ti la figura de don Andrés Chazarreta y este espacio de homenaje?

— He decidido mirar al sur, encontrarme con la aloja, el sauce llorón, el mate, el chipaco, las parras y sus uvas colgantes. Mirar al Sur es acercarme a la figura épica de mi abuelo materno, Andrés Chazarreta, con sus ojos tristes, su bigote de héroe, su guitarra labrada, su voluntad de hierro, su caballo montaraz, sus apuntes en papelitos varios, anotando desde el caballo las danzas y la música de su territorio, Santiago del Estero, repleto de música y danzas. Chazarreta fue el héroe de mi infancia. No lo conocí,  falleció en abril de 1960 y yo nací en septiembre. Pero todas las vacaciones escolares me la pasaban mirando sus fotos, su guitarra en la vitrina, hojeando las partituras y sobre todo tocando algunas de sus piezas como la Zamba de Vargas, La Telesita, la Criollita Santiagueña. Por supuesto, mi madre Anita está presente  en todo ello.

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— ¿Qué repertorio podrá escuchar el público?

Desde Tarija ya interpretaré en el programa un sector dedicado a mi abuelo Andrés. Cantaré esas zambas y chacareras de mi niñez. En el medio de mis canciones aparecerá Don Andrés y sus melodías infinitas.

— ¿Cómo recibe el público sureño tu trabajo?

— Eso iré a ver, soy bien paceño, pues, por ahí ni me tiran pelota. Pero voy cargado de recuerdos, nostalgias, voy con el pecho encendido de haber logrado que la casa museo esté en pie. Hubiera sido horrible volver a Santiago y ver que la casa era ahora un parqueo de autos, cosa que deseaban las otras partes. Vuelvo agradecido con la gente que me ayudó a conservar la memoria de Chazarreta. Creo que el espíritu de mi abuelo me ayudó a encontrar por internet un buen abogado, conocer un par de periodistas amigos que me ayudaron a difundir la posición que triunfó, mantener la casa museo con todas las cosas fundamentales de mi abuelo, su guitarra, su poncho glorioso, las partituras originales, 400 discos originales que completaron 50 años de grabaciones en RCA Víctor, el sello mas importante de la época.

— Una última pregunta: ¿Y qué me lo vas a traer?

— Unos alfajores, un sándwich de miga y una chacarera. ¿Te parece?

El papirri: personaje de la Pérez, también es Manuel Monroy Chazarreta

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Carta desde Venecia (II):

El ensayista Bernardo Prieto comenta los premios de la muestra de cine, así como curiosidades del festival

‘Io Capitano’, de Matteo Garrone.

/ 17 de septiembre de 2023 / 05:51

Estas son las películas ganadoras del Festival de Venecia en la competencia principal: León de Oro: Poor Things de Yorgos Lanthimos; Gran Premio del Jurado León de Plata (es decir, el segundo lugar): Devil does not exist, de Ryusuke Hamaguchi; Premio Especial del Jurado (es decir, el tercer lugar): Green Border, de Agnieszka Holland; León de Plata al Mejor Director: Matteo Garrone por Io Capitano; Mejor guion: El Conde, de Guillermo Calderón y Pablo Larraín;  Mejor actriz: Cailee Spaeny por Priscilla, y Mejor Actor: Peter Sarsgaard por Memory.

Digamos que el principio rector de los premios asignados en Venecia responde a la “justicia distributiva” de corte rawlsiano: un poco de todo para todos. Aunque era evidente que los dos mejores filmes habían sido respectivamente Poor Things y Devil does not exist, no olvidemos que el jurado, compuesto de voces y perspectivas diferentes debe de algún modo contentar a todos. Imagínense, por ejemplo, dos visiones más diferentes (sobre cine) que la de Jean Campion, parte del jurado este año, y la de Damien Chazelle, el director de La la Land, Babylon y presidente del jurado en esta edición del festival; y es que uno puede hacer el experimento de ver consecutivamente El Piano de Campion y Whiplash de Chazelle para darse cuenta de que, por ejemplo, aunque ambos dramas cuentan la íntima relación de la música con sus personajes principales, los matices y sensibilidades de estos dos directores es casi abismal. Y es que el trabajo de un jurado puede parangonarse, por usar un ejemplo conocido para todos, al funcionamiento de un congreso: así, “la regla de la mayoría debe verse como una entre muchos recursos prácticos que se hicieron necesarios(…) cuando los intereses individuales y grupales divergen”, al decir de Buchanan (y aquí terminamos con las metáforas de filosofía política).

‘Poor things’ de Yorgos Lanthimos.
‘Poor things’ de Yorgos Lanthimos. Foto. Internet

El problema quizá es una cuestión lógica que muchos nos hacíamos ¿Cómo la mejor película no tiene ni al mejor director, ni el mejor guion, ni a la mejor actriz? ¿O algunas más extrañas, si El Conde tiene el mejor guion, pero ningún otro premio, significa que su realización fue terriblemente mala y, por lo tanto; solo podía salvarse el “rico texto” a pesar de sus actuaciones o la dirección en general? ¿O, al contrario, la dirección de Matteo Garrone fue la que salvó el material pobre que constituye la trama de Io, Capitano?

Pero quizá la parte mas interesante del festival, digamos la más democrática (y sí, mentí con eso de las metáforas políticas) es la sección de Ridateci i Soldi (algo así como: “Devuélvanos nuestro Dinero”), un lugar dentro de la Muestra, muy cercano al Palazzo del Casino en el que el público en general (aquel que no tiene voz y tiene las credenciales de color verde) puede expresar su “sincera opinión” sobre las películas vistas y el festival en general. Es un cosa muy simple: cualquiera puede escribir un comentario —sin peligro de ninguna censura— en una hoja de papel que es pegada en un muro: la dinámica es más que interesante, la gente puede escribir encima de las hojas ya escritas y responder todos los comentarios; hay gente que la utiliza para promocionar sus propios productos artísticos, otros para quejarse de la organización, otros para, como por ejemplo, describir las última película de Liliana Cavani L’ordine del tempo (El orden del tiempo) como: “Una pérdida de tiempo o, un Don’t Look Up versión Alzheimer” (esto prueba que en verdad en el muro no opera ninguna censura). Lo interesante de todo esto es que el comentario más votado, el más irónico y brillante, es premiado con la Copa Codacons, un estatua de madera entregada por las manos del todopoderoso Alberto Barbera, director artístico del Festival de Cine de Venecia, en una ceremonia (sencilla) en el Hotel Excelsior. 

Pero hagamos una aclaración sociológica importante: la población que asiste al festival está organizada en una jerarquía claramente reconocible por el color de sus credenciales. En orden descendente según su importancia: a) rojo b) azul c) celeste y d) verde. Esta clasificación se extiende a todos los involucrados en el Festival: seguridad, administración, periodistas, asistentes, etc. Así, por ejemplo, Peter Bradshaw, el crítico de cine de The Guardian, tiene una credencial de color rojo, la cual le permite, por si fuera poco, beber gratis en el bar Campari y en el caso de reserva de filmes, que es aquí lo más importante, una prioridad de 24 horas, o algo así. Algo a lo que, por ejemplo, un acreditado normal (digamos, un estudiante de cine) no tiene derecho: debe escoger entre los no muy numerosos puestos disponibles después de que los acreditados con mayor grado jerárquico ya han reservado. Eso sí, muchos productores y periodistas se quejan de que el Festival de Venecia no es como el Festival Cannes; donde uno puede ver hasta cinco veces una película y en general los servicios son más sofisticados y cuidadosos. Y hay razón económica para esto: el presupuesto para el Festival de Venecia es de alrededor de 22 millones de euros y el de Cannes es de 31 millones. Pero, hay un diferencia esencial. El evento de Venecia está todavía abierto al público, cualquiera puede adquirir un ticket y ver libremente una película; en Cannes esto es impensable. Además —esto es ignorado por muchos visitantes— los cines de Venecia y Mestre (la otra parte de la ciudad ubicada en tierra firme) exhiben las películas en competición.

El León de Oro fue para ‘Poor things’ (izquierda)’ y el Premio Especial de Jurado para ‘Green Border’ (derecha).

Pero sigamos sin hablar de cine: la segunda cosa más apreciada en el festival son las fiestas: la de Campari, la de Armani, la de Cartier, etc. Quizás la celebración más interesante fue, por una cuestión más o menos cinematográfica, la fiesta de Campari, que revivió el famoso L’Hotel des Bains, que estuvo cerrado durante más de 10 años y donde aquí se rodó Muerte en Venecia (1971) de Luchino Visconti.

Ahora sí: Io, Capitano, de Matteo Garrone, es un película que cuenta la travesía de dos adolescentes desde el África hasta Italia. El tema (ya dramático) puede caer en mucho equívocos y simplificaciones; pero lo interesante es que de todas las películas de Garrone esta es la menos violenta y, sin embargo, las más dolorosa. Aquí son las escenas oníricas que —recordando su película sobre los cuentos de Giambattista Basile— nos dan un respiro, y llaman algo así como una esfera trascendente. Pero sobre todo es la historia de una amistad profunda y de un protagonista que, como el príncipe Myskin, tiene un corazón bueno y bondadoso, lo que le da una cierta belleza a esta película. Es precisamente el carácter moral de su protagonista lo que muchos criticaban como irreal y ciertamente nos desconcierta: toda esta tragedia debería, según nuestro típico cinismo, quebrarlo en algún momento. Pero, la insistencia de Garrone en mostrar figuras bondadosas en medio de un mundo conocido por la brutalidad y la injusticia es precisamente la característica más importante de su puesta en escena. Y es que es cuestión de perspectivas: un crítico me decía que no encontraba una explicación dramática seria sobre porqué estos dos adolescentes habían decidido migrar, me dijo, parecían felices, llenos de canciones y una familia que los quería; pero no se daba cuenta, creo, que el protagonista debía dormir en suelo con otras cuatro o cinco personas, y que para ganar 200 dólares debía trabajar duro durante meses. Y es que esas sutilezas parecían mitigadas por el candor de la música y la familia.

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De arriba a abajo: ‘El conde’ (Mejor guion: Guillermo Calderón y Pablo Larraín), ‘Priscilla’, (Mejor actriz: Cailee Spaeny) y ‘Memory’ (Mejor actor: Peter Sarsgaard).

Por último, las películas más interesantes en el festival fueron Priscilla y Memory. La primera, de Sofia Coppola, sabe delinear la fascinación de toda chica adolescente que se enamora de alguien mayor, pero mostrando precisamente, la “historia de un alma”, que crece hasta madurar prematuramente. La segunda cinta, de Michel Franco, protagonizada por Jessica Chastain y Peter Sarsgaar, cuenta la historia de una trabajadora social que se hace cargo de una persona que sufre de demencia. El pequeño detalle es que aquella persona no recuerda que en un pasado abusó de la ahora trabajadora social cuando estaba en la escuela. La película, que sigue el melodrama típico (lleno de remordimientos, dolores, tristezas escondidas) de Franco, termina en un potente final que, en cierto punto nos hace preguntar la naturaleza de nuestros propios recuerdos. Y así, se termina este festival.

Texto: Bernardo Prieto

Fotos: Internet

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