Santa Cruz de las quimeras
Imagen: Rodrigo urzagasti
Imagen: Rodrigo urzagasti
La capital cruceña tiene una mancha urbana de 137 mil hectáreas, que llega a 213 mil si se le suma el área periurbana
Allá por el año 1561, en medio del Bosque Seco Chiquitano se fundaba la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, a cargo del Extremeño Ñuflo de Chaves, quien había partido de la “madre de ciudades”, Asunción, hacia estos parajes con la misión de poblar y desencantar la tierra.
Aquel asentamiento tuvo una historia turbulenta e inestable en sus primeras décadas, lo que obligó a sucesivos traslados, el último asentando la ciudad a orillas del río Piraí, fusionándose con el asentamiento local de San Lorenzo de la Frontera. Cual tenaz niño sietemesino Santa Cruz ya había sobrevivido a las traslaciones y por ultimo prevaleció con su nombre sobre el sitio final donde existe hasta el día de hoy.
Y es que al recorrer el sitio fundacional original, lo que hoy se conoce como “Parque Nacional Histórico Santa Cruz la Vieja”, a decir de los arqueólogos de la Gobernación de Santa Cruz, se puede percibir la grandeza con la que pretendió nacer desde un principio, pues contaba con más de 40 cuadras a la redonda, con una magnífica plaza principal que llegó a tener dos iglesias, construidas por las órdenes de los Jesuitas y los Mercedarios.
El resto ya es historia conocida, pues este territorio que es la subentidad nacional más grande de Hispanoamérica con sus más de 370 mil kilómetros cuadrados, se ha convertido en la actualidad en el motor de la economía de Bolivia y en el polo de atracción donde diariamente llegan bolivianos de todos los confines que ven en esta región un lugar para hacer su vida y perseguir el sueño de la felicidad y la prosperidad.

La definición de quimera dice: “sueño o ilusión que es producto de la imaginación y que se anhela o se persigue pese a ser muy improbable que se realice”. Y en parte eso fue Santa Cruz, una hermosa pero no descabellada quimera. Primero para los españoles, que anhelaban hallar el mítico dorado, y también por los indígenas guaraníes, que hablaban de “la tierra sin mal” entendida como “un lugar de eterna juventud y abundancia”.
Hoy, esa quimera se ve reflejada en el portentoso caudal económico agroindustrial y las prácticas de mercado que cada día más se alinean con los círculos económicos internacionales globalizados. Ello se ve reflejado en los números de las exportaciones no tradicionales y el mercado interno de los productos alimenticios del cual depende el resto de Bolivia: carne vacuna, aviar y bovina, cereales, girasol, soya, azúcar, lácteos; por citar algunos.
Específicamente, la capital de esta región, Santa Cruz de la Sierra, se ha convertido en una impresionante explanada urbana desperdigada por momentos en archipiélagos y cuyo límite parece no tener fin. Y es que aquella romántica ciudad planificada en cuatro anillos por el Plan Techint en el espíritu de la “ciudad jardín” de la modernidad del siglo XX, hoy por hoy parece ser una trama multiforme ingobernable y con un crecimiento demencial.

En su momento fue una quimera diseñar todo el futuro crecimiento dentro de aquellos cuatro anillos, con sus grandes espacios zonificados y ordenados en equipamientos terciarios, parques urbanos, unidades vecinales, radiales y anillos viales. Cosa que en la práctica no sucedió.
Hoy se habla de una ciudad metrópoli de facto, toda vez que sin tener reglamentación ni regulaciones que la gobiernen en la escala metropolitana, bordea ya los tres millones de habitantes en su área metropolitana, fruto de la conurbación de hecho entre los municipios de Santa Cruz de la Sierra, Porongo, Cotoca, La Guardia, El Torno, Warnes, Colpa Bélgica, Okinawa y Montero. Para darnos una idea de la extensión de este conglomerado, la distancia entre los dos extremos del área metropolitana es de 65 kilómetros si nos desplazamos desde Montero en el norte hasta El Torno en el sur.
Entonces, la “grandeza” del territorio Metropolitano no le sirve a sus habitantes debido a su baja densidad poblacional por hectárea. Según datos obtenidos por el Centro de Investigación Urbana CIUDAD de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) de la Universidad Privada de Santa Cruz (UPSA), la actual mancha urbana metropolitana de la llamada “Gran Santa Cruz” tiene una extensión estimada de 137 mil hectáreas de área urbana, y si le sumamos el área periurbana en proceso de urbanización o consolidación, el número asciende a 213 mil hectáreas.
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En términos urbanos, esta demencial mancha urbana posee una densidad muy baja, teniendo en sus sectores más consolidados dentro del cuarto anillo una densidad estimada de hasta 60 habitantes por hectárea; pero en el otro extremo, en las zonas periféricas, estamos hablando de hasta 4 habitantes por hectárea. Para darnos una idea y hacer una comparación diremos, por ejemplo, que la ciudad de Buenos Aires (Argentina) tiene en su zona central una densidad promedio de 150 habitantes por hectárea. O citar el ejemplo de Barcelona, España, cuya densidad esta en los 160 habitantes por hectárea.

Esta baja densidad es la raíz de todos los males, pues todos los servicios en red se vuelven caros de implementar y de mantener. Entonces saltan las miserias de la ciudad, como, por ejemplo, su obsoleto y paupérrimo sistema de transporte público sindicalizado o el permanente déficit de la vivienda social para los segmentos sociales de menores ingresos económicos.
Es así que se plantean los grandes retos de cara al futuro en esta metrópoli que no para de crecer. Hoy están sobre la mesa las cruciales discusiones sobre los reservorios subterráneos de agua para las próximas décadas; así también habrá que pensar lo que sucederá con la movilidad urbana en una ciudad tan extensa e irregular, o los servicios de red básicos como el gas domiciliario o el alcantarillado sanitario. Hay un riesgo inminente de que el futuro de este gran conglomerado de habitantes no tenga un horizonte sostenible en el tiempo y convierta a Santa Cruz de la Sierra en una metrópoli inviable.
Urge poner en marcha un Concejo o Instituto Metropolitano que esté conformado por todos los municipios conurbados más la Gobernación del depar- tamento de Santa Cruz, es imprescindible planificar y tomar decisiones conjuntas en favor de un funcionamiento institucional sincronizado que permita un crecimiento sostenible de la urbe, priorizando la densificación de la mancha urbana, protegiendo nuestros bosques urbanos y áreas verdes, y ordenando coherentemente los servicios de red e infraestructuras de salud y educación.
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Esta quimera urbana llamada Santa Cruz de la Sierra, a pesar de todos los riesgos y desafíos, sigue siendo el punto de llegada de migrantes extranjeros y del resto de Bolivia, y es que aún ofrece a los llegados y nacidos aquí esa calidad de vida que no se halla en otros lares; el clima, la calidad y honestidad de su gente y el vehemente amor por la “patria chica”, como la definía el insigne pensador político cruceño Sergio Antelo, hacen de esta región el lugar perfecto para vivir y seguir soñando en un futuro mejor. Es nuestro reto legarle estas bondades a nuestros hijos y nietos.
* Ernesto Urzagasti es arquitecto, docente universitario en FADU UPSA y vicepresidente del Colegio de Arquitectos de Santa Cruz (CASCZ).
Texto: Ernesto Urzagasti Saldias
Fotos: Rodrigo Urzagasti