A Claudio Sánchez, mi entrañable amigo
Imagen: Claudio Sánchez y Mitsuko Shimose
Imagen: Claudio Sánchez y Mitsuko Shimose
La periodista Mitsuko Shimose rinde un homenaje al crítico e investigador de cine
Claudito: Lo que sucedió me ha dejado perpleja, contrariada y, sobre todo, muy afectada. Sigo consternada con la infausta noticia, usando la misma frase que me dijiste cuando nos enteramos de la partida de Ricardo. Han escrito mucho sobre vos… discursos profusos de admiración y cariño: eso es precisamente lo que causabas. Todos los que tuvimos la dicha de conocerte disfrutamos de tu compañía, tus palabras, tus chistes, conjeturas y cavilaciones, y más aún yo, que tuve el privilegio de ser tu amiga. Tantos días desde que te fuiste y aún te sigo llorando. Mi pena se ha desbordado y no la puedo contener. ¿Por qué nos dejaste tan pronto con apenas 37 años recién cumplidos? Has dejado en mi corazón un dolor tan profundo como el océano y como nuestras charlas de siempre… ¿con quién construiré los sentidos que solíamos construir? Teníamos que ponernos al día sobre las cosas buenas y malas que nos estaban pasando, sobre libros, películas, la realidad coyuntural, tus tuits, la vida… El último mensaje que me enviaste fue por mi cumpleaños, tras el que te sugerí vernos la semana que iniciaba diciembre… por primera vez, en más de 12 años de conocernos, hiciste silencio, un silencio que, por alguna razón, me hizo mucho ruido… aun así, quise respetar tu espacio… ¿por qué lo hice? Tenía que haber insistido… ¿Acaso El último encuentro, libro que te regalé la última vez que nos vimos, fue un presagio de nuestro inexorable destino?
Siempre te recordaré como el hombre de familia que estabas orgulloso de ser. El padre de las dos “salvajes blancas”, como llamabas a Catalina (la grande) y a Macarena (tu compañerita de salidas), además del esposo de Lore, a quien retratabas con los hermosos matices de la cotidianidad. La familia lo era todo para vos, la base de la sociedad, y la tuya era tu tesoro más preciado. Es por eso que, en el Festival Internacional de Cine Recobrado de Valparaíso de hace un lustro, hiciste un parangón entre el 75% de memoria audiovisual y fílmica analógica ahora irreproducible, y las fotos familiares: “Es quedarnos sin nuestro álbum de familia… es como cuando una familia tiene su álbum de fotografías y tiene un lugar adonde volver. Cuando pierdes eso, has perdido toda tu historia”. Tal vez haya sido por eso que sorprendentemente se haya dado la “casualidad” de que, sin siquiera saberlo, la misa en la que encargué el descanso eterno de tu alma fue el mismo día que se celebró la fiesta de la Sagrada Familia.
Brillaban en vos tu mente y tu corazón. Tu producción intelectual sobre cine nacional e internacional, plasmada en tus libros Los aviones en el cine silente boliviano (2013) y Arturo Posnansky y el cine. El argumento de ‘La gloria de la raza’ (2020), fruto de tus investigaciones; y Notas y críticas de cine en ‘La Esquina’ (2017) y Notas y críticas (II). Textos libres sobre cine (2020), de tus columnas publicadas —siendo este último de distribución digital gratuita, tu regalo para la patria—; además de vastos artículos, conferencias, recopilaciones y síntesis de tus trabajos como docente y gestor, fue un gran aporte para el séptimo arte. Y cómo olvidar tu destacada labor como locutor de radio y conductor de televisión… algo previsible por tu desbordante carisma sumado a tu inmenso conocimiento que te hacían un gran orador. Cuando hablabas sobre nuevas producciones resplandecías como solo aquel que se refiere a lo que ama y le apasiona. Es más, cuando un par de veces te dije que no había visto las películas de las que me estabas hablando, las dos veces me llevaste en ese preciso instante a las salas donde se estaban proyectando (“hay que remediar eso pronto”, me decías): ese momento compartido era tu regalo y el audiovisual, tu lenguaje para transmitir afecto. Me acercaste más a ese maravilloso universo cinematográfico junto con Mary y Yeyo, por lo cual voy a estarles eternamente agradecida. Para mí, Cinemas Cine fue una experiencia inolvidable, que inició con un comentario que hice en mi ya abandonado Facebook sobre el largometraje argentino Lluvia, allá por 2011, y que vos habías leído. El contacto no se hizo esperar… se concretó a través de Eli, la guardiana de la memoria audiovisual de la Cinemateca Boliviana, y así se fue forjando el sendero.
Tu corazón brillaba tanto como el sol meridiano. Te confieso que me sorprendiste con tu calidez… gracias por haberme mostrado tu sensibilidad casi poética y con eso, enseñado que no está mal demostrar cariño a quienes queremos porque un día ya no estarán. Gracias a vos aprendí a expresarlo abiertamente y sin temor a la vulnerabilidad, porque es ella la que nos hace humanos.
Gracias por tu compromiso social, por tu honestidad, tu generosidad, tu solidaridad, tu coherencia, tu patriotismo, tu lucidez y por ser tan políticamente correcto. Gracias por ser una persona sin máscara y sin dobleces… gracias por la transparencia y la sinceridad. Gracias por haber sido y estado. Gracias por tantos compartires. Gracias por tu amistad fraternal.
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Voy a extrañar infinitamente nuestras conversaciones, nuestros mensajes, argumentaciones, divagaciones y especulaciones. Voy a echar de menos nuestras posdatas y tus buenos deseos en las festividades. Voy a ir a conocer tu amada Camiri y rememorar y experimentar ese tu “ya está renovado el espíritu” cuando volvías; voy a recorrer también tu adorada Buenos Aires: cines, teatros, avenidas, pasadizos y callejones por los que te fascinaba transitar y lo voy a hacer escuchando la melodía que tanto nos gustaba: Oblivion de Piazzolla, interpretada por la trompetista francesa Lucienne Renaudin Vary. Voy a tratar de perdonarte por haberme dejado de acompañar en medio del camino sin previo aviso (me habías escrito después de más de dos años sin vernos por la pandemia: “¿Qué loco? Es harto tiempo. Y no hemos dejado de estar en contacto. A veces estas cositas me hacen pensar en las personas que eliges para acompañar y que te acompañen en los caminos”, y dos años después: “…ya las cosas se acomodarán y nos encontrará la vida trabajando juntos”). Voy a seguir llorándote y voy a “inundar las veredas y los paseos. Y salvarnos, a nado, de nuestro llanto”, como alguna vez me dijiste citando a Girondo. Voy a estar atenta a tus señales, como aquella de la noche de Año Nuevo en la que estaba pensándote y de repente el tapón de una botella de sidra se abrió sin que nadie lo tocara, como si fuera un recordatorio de tu mensaje de un año antes: “…disfruta mucho la vida… toda. Todo”. Voy a tratar de seguir tanto en busca del tiempo perdido como en busca de sentido porque, vuelvo a citarte: “Mientras sigamos creyendo en el hombre nuevo esta vida seguirá teniendo sentido y motivos para seguir adelante”. Voy a recordarte siempre, mi añorado compañero del alma… te lo prometo, porque como escribiste a manera de mensaje latente en uno de tus tantos artículos: “Solo desaparece aquello que no es narrado”.
Te quiero mucho.
Texto: Mitsuko Shimose
Fotos: Claudio Sánchez y Mitsuko Shimose