La historia oral del C+C Patiño
Imagen: CRISTIAN CALLEJAS Y FUNDACIÓN PATIÑO
Imagen: CRISTIAN CALLEJAS Y FUNDACIÓN PATIÑO
La Fundación Patiño ha sido pionera en la difusión del cómic en Bolivia. A continuación, los protagonistas relatan el proceso
Siendo primero un café arte, luego un café de cómics y finalmente una biblioteca abierta, esta es la historia de unos de los lugares más emblemáticos de Sopocachi y de La Paz, contada por las personas que fueron parte de ello.
Francisco Leñero (coordinador de laboratorios pedagógicos): El C+C nace de la idea de la directora Michela Pentimalli de darle nueva vida al café de las artes que existía en la fundación Patiño, en el edificio Guayaquil. Empezó en 2000, pero en 2001 lo cerraron porque no funcionó. En 2002 llegaron los franceses Marina Corro Barrientos y Rafael Barban, que tenían la idea de hacer un festival de cómics.
Rafael Barban (fundador original del espacio): Llegué a La Paz en 2001 junto a mi esposa Marina. Como trabajamos en el ámbito de la cultura y organización de eventos en Francia, quisimos armar un festival internacional de historieta. Primero buscamos a las embajadas para pedir apoyo y nos encontramos con Michela Pentimalli, que nos dijo que tenía un local abajo en el edificio que era un café y nunca funcionó bien. Pensé que sería una buena idea para acompañar la creación del festival tener un lugar dedicado al cómic como un mini centro cultural, así que propuse armar un café cómic. “Me das fondos para comprar libros y cómics de todo el mundo y yo puedo hacer un café, donde la gente viene, paga su café y puede quedarse toda la tarde”. Así se creó el C+C. Eso fue en 2002. un poco antes del primer Viñetas con Altura, que fue el 2003.
Marco Tóxico (ilustrador): La primera vez que me enteré que existía esto, era un café biblioteca. Tomabas un café y podías sacar un libro. Nunca fui porque asumía que debía ser caro. Lo atendían franceses, asumí que ese momento un café debía valer 10 pesos.
Joaquín Cuevas (dibujante y librero): Yo fui una vez. Me decepcionó porque había que consumir y en esa época no estaba de acuerdo con que una Coca-Cola costara 5 pesos o un café 7. Entré un par de veces acompañando a mi hermano porque la amiga que trabajaba ahí de mesera, Julie, en ese momento era su pareja.
Julie Marín (vocalista Ciudad Líquida, exmesera): Yo conocía a Francisco Leñero de trabajar en las tiendas de cómics, Eliana Udurraga puso las primeras tiendas especializadas en Santiago. Me convocó para ser parte de este proyecto como mesera, ya que se iban a unificar estas dos áreas en un espacio para que la gente pueda ir y disfrutar de un cómic, historieta o novela gráfica, además de un café. Me pareció súper interesante, me hubiera gustado que perdure en el tiempo. La gente iba con curiosidad. También iba gente que sabía de cómics o dibujantes.
Barban: Era complicado comprarse un trago o lo que sea. Como la fundación es una estructura con dinero, tuve la oportunidad de cambiar el concepto seis meses después: de café a biblioteca. Hicieron arreglos en el lugar. Compraron sillones, mesas y aumentaron el fondo para libros.
Leñero: Tenía los contactos para hacer las compras directamente a los distribuidores y proveedores. También se dio el fenómeno de la crisis económica en Argentina, nos invitaronn a ser parte de un festival, Viñetas Sueltas, donde fuimos con Frank Arbelo y trajimos una gran cantidad de cómics porque el cambio nos favorecía. También los autores que venían al festival nos traían otro tanto de material.
Barban: Lo que tenía en mente es que era una biblioteca, debía abrirla lo más posible a todos los gustos. Compré clásicos antiguos y más recientes, Chris Ware o Charles Burns. Libros muy importantes para tener en una biblioteca. Hice una selección de títulos según lo que me decían o pedían los usuarios, como mangas, que empezaba a pisar muy fuerte. Igual estaba atento a lo que pasaba en la actualidad, atento de lo que pasaba, por ejemplo, en Francia en el festival Angulema.
Leñero: No se cómo, me llegaron dos libros de la Panamericana de Arte, de la época que daban clases Hugo Pratt y todos ellos. Son joyas, nadie más los tiene y no sé por qué me llegaron acá. Tengo una edición del Comix 2000 de L’association, que salió en Francia, que para el año 2000 recopiló a 324 autores alternativos de 29 países diferentes y es una colección única.
Barban: El C+C me ha cambiado la vida. Fue estar al inicio de la creación de un movimiento. Había el festival y toda esa gente que venía de Bellas Artes y que empezó a dibujar y sacar fanzines. Yo estaba mirando y ayudando junto a la fundación. Fue como el renacimiento, porque hubo hace décadas un grupo de dibujantes de cómics, pero toda esta nueva generación empezó ahí. La Generación C+C, que curiosamente empezó con un taller del artista francés Pierre Christin, creador de Valérian y cuyas novelas gráficas junto a Enki BIlal son importantes demostraciones del medio en Europa y el mundo.
Barban: Christin vino a La Paz para el festival y dio un taller de guion. Los participantes fueron los que iban a tener el movimiento después: Joaquin Cuevas, Susana Villegas, Alexandra Ramírez, Frank Arbelo, Avril Filomeno y ahí empezó.
Avril Filomeno (ilustradora disímil): La primera vez que fui al C+C fue para inscribirme en el taller de guion de Pierre Christin. También le di una hojeada a un libro súper gordo con más de 1.000 historietas de distintos estilos. Ver tantas cosas de tantos estilos me gustó mucho. Yo no era consumidora habitual de cómic. Había leído un poco Astérix y Tintin, había visto algunos cómics de Robert Crumb, pero sentía lejano ese lenguaje. Fue tan lindo ese festival, tan buenos los talleres y el grupo que surgió naturalmente. Fuimos acogidos por los pioneros que también habían sido rescatados años atrás por el festival y el C+C, dos espacios que nos permitieron crecer, alimentarnos de la diversidad y tener confianza en nuestros oficios.
Alexandra Ramírez (arquitecto, master en animación): En 2004 me acerco al espacio por primera vez. Encuentro este espacio tan lindo. Ese lugarcito, en esa esquina con su pequeña puerta. Empezamos a hacer comunidad. Muchos de los que iban eran dibujantes, guionistas. Teníamos una vista amplia de la calidad de dibujo e historias con los cómics que traían. Armamos un grupo con Joaquín y Avril, hicimos El Fanzineroso, fue mi primer fanzine. Semanal, luego mensual y llegó a tener 11 números. Ese proyecto nació solo con la motivación de hacer historieta y tener material que mostrar en los siguientes festivales de viñetas.
Cuevas: El 2004, hace más de 20 años, yo caminaba todo el día porque no sabía qué hacer con mi futuro. Había estudiado una carrera que me había decepcionado. Fui al C+C, a comprar un café, pero me enteré de que ya no era café. Me atendió Andrés y le pregunté qué tengo que hacer. “Nada, es gratis”.
—¿En serio, puedo leer?
—Sí.
—¿Desde cuándo?
—Desde hace tiempo.
Ese fue el más feliz de mi vida. Es chistoso porque cuento que mis primeras citas con una chica eran ahí, “vamos a leer cómics”. Funcionaba. En el segundo festival, salió la revista Crash, done publiqué mi primer cómic, y en el festival pasamos un taller de guion con Pierre Christin. Ahí conocí a este grupo. De ahí salió El Fanzineroso. Para el tercer festival pasamos a ser organizadores. Nos invitaron. Íbamos al C+C, dábamos talleres. De esos talleres salió otra generación, como Andrés Montaño, Sebastián Antezana. Nos reuníamos cada semana para charlar, hacer dibujos.
Andrés Choque (bibliotecario): Mucha gente que venía y se ha hecho aficionada quería escribir cómics. Había los Animartes, con proyecciones de películas; los viernes, noches de cómic. A veces salíamos a las 21.00 por algunas personas que estaban en clases o en el trabajo y venían en la noche a leer. Ese era nuestro propósito. En el espacio leí Tintin y Astérix; me llamaban la atención Kaliman, Patoruzú. Cuando yo era jovencito, tenía 11 o 12 años, nos fletábamos para leer.
Marco: Yo iba casi todos los días, muy seguido, podría decir que cuatro días a la semana a leer. Ahí empezó uno de los mejores momentos de mi vida.
Marcelo Fabián (abogado, fanático del cómic, profesor): El C+C era el epicentro de las personas que estaban empezando a dibujar. Mi interés era leer todos los comics que no tenía o no podía conseguir. En ese entonces estaba surgiendo la movida manga. Mucha gente iba a leer manga y muchos querían empezar a dibujarlo. Ahí empezamos a dar pautas. Había una mesita donde Andrés nos señalaba, “pregúnteles a ellos cómo hacer”. Se acercaban y les decíamos cómo dibujar. Santos Callisaya y Rolando Valdez venían, son los que han creado después el cómic de Super Cholita. Nos convocábamos todos los viernes para hablar con ellos. Estaba César Ergueta, un autor que ha trabajado para distintas editoriales independientes en Canadá, igual haciendo manga. Ahí conocí a Armin Castellón cuando tenía 13 años. Él iba todos los viernes. Él quería ser dibujante de cómic. Nosotros le hemos conseguido financiamiento y la posibilidad de que saque su propio cómic. Fue el autor de Bolivia más joven que ha publicado en una revista.
Armin Castellón (ilustrador): Veía las ventanas, con esas ilustraciones de Superman y varios dibujos. Yo creía que era una tienda friki o una juguetería. No sabía que era una biblioteca. Fue un día que entrando a dibujar cómics con Marcelo, que es mi colega, me dijo “nos vemos en el C+C”, que era ese lugar que veía de lejos. Ya entrando descubrí que era una biblioteca de cómics. Comenzamos a reunirnos y leer porque tenían una biblioteca grande con hartas cosas interesantes de diferentes partes del mundo.
Ramírez: El C+C inspiró mucho, ha gestado producciones como La Fiesta Pagana, El Inmigrante, la Editorial con Altura, Toda la nieve bajo el sol, Las viñetas se dibujan en femenino, ideas que se gestaron con un café y un cómic en mano.
Leñero: A Marco Toxico se le ocurrió hacer el 24 en 24, retomar la idea de Scott McCloud de hacer 24 páginas de historietas en 24 horas y se le ocurrió que lo organicemos una vez, después se fue y me lo dejó; por varios años lo tuve que hacer.
Marco: Sí, lo abandoné en el sentido de que no acabé, pero yo estuve ahí. Lo hicimos dos años y para el tercero lo organizó él solo. Creo que yo me perdí mucho tiempo, y cuando aparecí me dijo, “nada lo estoy organizando solo”.
Ramírez: Yo he estado en cuatro ocasiones. Estar 24 horas dibujando era algo súper lindo. Francisco compraba pizzas enormes y ahí estábamos todos dibujando. Francisco fue el pionero en desarrollar este evento (sonrisa satisfecha de Francisco mirando a Marco).
Leñero: Otra anécdota interesante es cómo se gestó la adaptación de Periférica Blvd. Fue el trabajo de Susana Villegas, de Alvaro Ruilova, participó un poco Marco Tóxico, Oscar Sallez con el coloreado, también estuvo Miguel Mealla. Fue una sinergia particular porque era competitiva, la adaptación de guion que dibujaba Susana la hacía Álvaro y viceversa. Cuando Susana hacia una página que le impresionaba, Álvaro tenía que mejorarla, por eso el nivel de la novela gráfica no es igual, va como en crescendo porque justamente se iban desafiando uno al otro.
Susana Villegas (ilustradora): Esto también surgió porque Adolfo Cárdenas era dibujante y él siempre hablaba de la historieta. En Bellas Artes daba estética y había el comentario de que se imaginaba una visión distinta de su historia en otro medio. Francisco nos convocó y al final se tardó dos años en hacer. Son 100 páginas, 50 hizo Álvaro y 50 yo. Álvaro hizo la portada. Se publicó en 2012 y tuvo interesante acogida. Salió en la colección del Bicentenario con la novela.
Fabián: En 2012, llegaba al C+C y estaba lleno. Me acercaba por un libro y me decían que lo estaban leyendo, o lo prestaron. Había mucha gente nueva, chicos de universidad que llevaban a sus novias para ahorrar dinero, y decirles: “mira una biblioteca de comics, qué cool”. Se llenó por el boca a boca de personas que estaban muy interesadas. El espacio quedaba pequeño y había que darle toda una planta. Ese era el plan. Tengo un video de las dos últimas veces que fui, estaba full gente, eran las últimas noches que estaban trabajando. Muchos de mis amigos están ahí, como despidiéndose del lugar. Era cálido el espacio. No era el lugar más grande pero ha entrado mucho corazón de los fanáticos.
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Leñero: En 2017 se decidió construir el nuevo edificio. A fines de 2018 cerramos el C+C para empezar el traslado. En Santa Cruz, la reformulación post pandemia incluyó el cierre de ese espacio. Todo el material se donó. Quien era responsable, Andrés Ibañez, abrió una escuela, Paranoia School, que se dedica a los cómics.
Andrés Ibañez (bibliotecario, animador, docente): Propuse administrar el espacio con el fin de tener esta como escuela para formación en cómics, animación. Desde la entrada cambié el espacio para hacerlo óptimo para que la gente quiera ir no solo a leer cómics sino para hacer comunidad. Fue un proceso bastante rápido. Entré en septiembre de 2015 y hasta octubre, noviembre, el espacio había sido tomado por chicos que iban a leer, personas que iban a ver cortos de animación o a charlas. Para 2016 empezamos con el curso de narrativa gráfica, que inició esta mini escuela. También generamos las ferias de publicaciones, proyecto con varios chicos que fueron parte del curso y que teníansus propias ilustraciones, fanzines, stickers, pines, fanarts. En el curso de dos años formamos 41 personas en narrativa gráfica, gente que sigue produciendo. 2019 cerró con el centro en un punto muy alto. Decidimos continuar, crear un colectivo de artistas y absorber lo que era el café cómic. Nació Paranoia School. Nos donaron las herramientas que habíamos usado y que el centro Patiño había generado. Así continuamos desde 2020 hasta hoy para empoderar a los jóvenes haciendo cómics, animación y videojuegos. Tener ese espacio ha sido muy de ensueño. Hacíamos que se sienta más importante dibujar, contar historias, crear personajes. El cierre fue una vuelta a la realidad boliviana.
Leñero: Nos mudamos al edificio al principio de 2019. Hay problemas en la construcción y básicamente el edificio es un dique. Empezamos a funcionar en mayo pese a que el edificio no estaba del todo listo. Todo iba bien… hasta octubre. Estamos cerca de la Corte Electoral, habían conflictos y tuvimos que cerrar. Volvemos el principio del 2020 y llega la pandemia. Tuvimos que cerrar de golpe. En este periodo de tiempo estuvimos reevaluando y se tomó la decisión de cambiar la idea antigua de biblioteca a algo más moderno y relanzamos el concepto de que sea un ambiente de desarrollo, colaborativo y donde la gente pueda formar una comunidad. Es así que el C+C el 2024 planea reabrirse bajo una nueva administración y nuevos objetivos.
Marie Morales López (coordinadora laboratorios pedagógicos): Cuando era más joven acompañaba a mi mamá al médico y yo me escapaba al C+C. Cuando entraba mi mamá me buscaba por todo el edificio. Yo me quedaba ahí y siempre decía, “qué lindo trabajo debe ser estar ahí”. En la maestría, cuando vinimos a una visita, nos trajeron al nuevo edificio. Vi los cómics y dije, “wow, se han trasladado aquí. Tengo que hacer algo”, y postulé como pasante. Volví a empezar. Luego salió la consultoría para habilitar estos espacios. Yo quería dedicarme 100 por ciento a los cómics, a leer, a traer gente. Ha sido mi logro personal, terminar trabajando donde yo quería.
Jorge Arzabe (asociado de estrategia y desarrollo Fundación Simón Patiño): La gente está perdiendo el hábito de leer, investigar. El objetivo de la fundación es que los libros dejen de ser el fin y sean el medio para instrumentar objetivos consecuentes con el fomento y la estimulación a la lectura. Esta no es una biblioteca, es un espacio de lectura. No hay una regente, una bibliotecaria, sino una pedagoga facilitadora que puede recomendarte el tipo de contenido, organizar talleres de lectura, animación, ilustración; que puede extender el conocimiento para que el libro sea una herramienta para otros fines.
López: Tenemos como 9.000 cómics, es la única biblioteca en toda Latinoamérica que tiene estos materiales con este tipo de acceso.
Arzabe: Vamos a apostar a la carnetización del usuario en el futuro, sobre todo cuando volvamos a prestar los libros.
Ibáñez: Hay que tratar de impulsar el cómic no solo desde la lectura sino desde la
generación de propiedad intelectual, que es algo que necesita Bolivia: generar su propia propiedad intelectual, sus personajes, las historias que queremos contar. Ya desde La Paz y Santa Cruz se generó un cambio importante en el país.
Cuevas: Sobre retomar las Viñetas con Altura, el festival, sería bueno que aparezca alguien que diga “yo le meto a organizar, yo le entro”. Tendría nuestro apoyo.
Y con la promesa de que en un futuro cercano también volverá la tacita de café gratis al espacio, el C+C continua su historia ahora desde el piso tres de la Fundación Simón Patiño.
Texto: Cristian Callejas
Fotos: Cristian Callejas y Fundación Patiño