1942, el clásico de Frankenstein
Imagen: DAMIÁN AYMA ZEPITA, PERIÓDICO LA RAZÓN Y LIBRO “RUGIDO CENTENARIO” DE IVÁN AGUILAR MURGUÍA
Imagen: DAMIÁN AYMA ZEPITA, PERIÓDICO LA RAZÓN Y LIBRO “RUGIDO CENTENARIO” DE IVÁN AGUILAR MURGUÍA
Este es un viaje al clásico número 25 entre The Strongest y Bolívar de la mano de Orson Welles y el árbitro austríaco Hans Frankenstein.
Agoniza el mes de junio del año 1942. El último domingo, día 28, el Club Bolívar y el Club The Strongest se enfrentan de nuevo bajo el arbitraje del vienés Hans Frankenstein. Es el choque número 25 de la historia, desde aquel cero a cero de octubre de 1927. Son las bodas de plata del clásico.
El acontecimiento emociona a paceños y paceñas acostumbrados, como están, a desgranar sus tardes entre el fútbol, el boxeo y los toros; el cine y el teatro. La ciudad está creciendo —ya pasa de los 280.000 habitantes— y nace el barrio de Achachicala. Se levanta un obelisco frente al Club de La Paz para honrar a los soldados desconocidos del Chaco.
La plaza de San Pedro recibe a los mejores toreros españoles y peruanos, como el limeño Filiberto Flores o el valenciano Manolo Martínez, “el Tigre de Rufaza”. En el ring del Olympic, Gregorio Frankenstein, hermano del “referee” austríaco Hans Frankenstein, pelea contra el Hombre Montaña en la primera velada nocturna de “catch as catch can”. Entretanto, los dos árbitros más famosos del país se hacen hinchas del Club Always Ready; son Jacobo Waisman y Julio Borelli Viterito, el primero argentino de Córdoba, el segundo uruguayo de Montevideo.
El “crimen de Sopocachi” sacude a La Paz: Hugo Saenz de la Oliva, exdirector de Aduanas y con pasado en el manicomio de Sucre, asesina a balazos a su suegraEncarnación de Levy en una casa de la calle Fernando Guachalla, subiendo la cuesta. El maestro español Andrés Segovia deleita con su guitarra clásica en el Teatro Municipal con cuatro recitales seguidos (el último de beneficencia). Ha llegado desde su exilio en Montevideo. El gallinero está repleto, a diez bolivianos por cabeza.
Las librerías venden el último número de la revista “Selecciones del Reader’s Digest”; el principal reportaje llama la atención en las vidrieras: “La atracción sexual como arma de los nazis”. Otra atracción, esta radial, es la radionovela Flor de loto que pasa Radio El Cóndor todas las tardes. En Radio La Paz, la locutora estrella se llama Nila Escóbar. Las mujeres no pueden votar todavía pero ya llevan la voz cantante.
El cineasta Orson Welles —sí, el de La guerra de los mundos— llega a la ciudad como “embajador de buena voluntad” y se aloja en el hotel Sucre; viene del Brasil con parada en Riberalta, donde remonta el río Madre de Dios como si fuera el coronel Kurtz en El corazón de las tinieblas. Escribe entonces el guion de una película que nunca rodará basado en la novela de Joseph Conrad. El año pasado ha estrenado Citizen Kane y está en Bolivia por encargo del gobierno de Estados Unidos para filmar películas de propaganda en medio de la Segunda Guerra Mundial.
Y entre tantas cosas llega el domingo del clásico de plata. Los dos locutores deportivos más escuchados alistan las gargantas: los hinchas oro y negro prefieren a Carlos Terrazas; los “académicos”, a Lizardo “Chalo” Suárez. Los celestes han ganado la mayoría de los clásicos. El registro histórico dice que los bolivaristas se han quedado con nueve y los stronguistas, con cinco. El resultado más habitual ha sido el empate, ya van diez.
Hasta 1938, la cosa marchaba igualada: cinco victorias para cada uno. El Tigre (desde el 41 es conocido con ese apelativo, puesto por Max de la Vega, por sus colores y su fiereza) lleva cuatro años sin ganar a los celestes. Ahora sí, dicen en la plaza Obispo Bosque mientras festejan el nacimiento de otro club/sucursal: el Strongest-Villa Concepción, de Achocalla.
Los gualdinegros vienen de ganarle a Independiente en noviembre de 1941 por cuatro goles a uno. Es el “Derribador de campeones”. Los de la plaza Pérez Velasco (ahí está la sede celeste) se han ido de gira por Argentina en enero. Ese mismo mes ha llegado el primer técnico extranjero para The Strongest, don Rufino Plata. Ha sido contratado por el presidente Gustavo Carlos Otero —el constructor de las canchas de la avenida Frías— que ganó las elecciones en abril.
Plata viene de dirigir dos años al Atlético Tucumán. Lo quería Racing de Avellaneda, pero don Rufino, viejo arquero del fútbol del norte argentino, sueña con entrenar en Bolivia. Será el director técnico de los cuatro equipos de fútbol del club oro y negro, salvo el infantil.
El presidente del club Bolívar, Jorge Terrazas, que acaba de sustituir al mítico Armando “Oso” Gamarra, contrata al primer técnico foráneo, el español Luis Moreira, un tipo alto, flaco y también olvidado por la historia. El tercer equipo de la ciudad no se queda corto: el Club Deportivo Ferroviario ficha como DT a Eduardo “Gallego” De Saa, exjugador de Vélez Sársfield y Universidad de Chile.
El delantero stronguista Luis Guillermo Morales, más conocido como “Calichín”, se recupera de una lesión. Son buenos augurios para los “tigres”. El año ha comenzado bien; en abril The Strongest ha vencido por tres a uno a Central Córdoba de Rosario y otra señal llega de los cielos: la Escuela Militar de Aviación de El Alto bautiza al primer avión planeador que ha construido con el nombre “Strongest”.
La prensa calienta los días previos al clásico. El periódico La Razón (propiedad de Carlos Víctor Aramayo, uno de los “barones” del estaño) pregunta el pálpito a diferentes personalidades paceñas. El jefe del Departamento Metereológico, profesor Ismael Escóbar Vallejo, la tiene clara: “creo que nubes tormentosas se ciernen sobre el Club The Strongest, la camiseta color cielo volverá a tener los laureles de la victoria”. El capo del tiempo se equivocará otra vez.
El artista Jorge de la Reza titubea: “mi deseo para el partido del domingo es que los dos tradicionales rivales del fútbol estén a la altura de la expectativa despertada. Quiero que realicen un juego de técnica y emoción, sin apasionamientos. Conseguido esto, no importa quien sea el ganador”.
El joven aviador Federico Pol Fernández tiene los colores pintados en su corazón, viene de una familia aviadora y gualdinegra, valga la redundancia: “The Strongest debe ganar pues creo que se ha preparado para este partido convenientemente. Además para este tipo de encuentros, las más antigua de las instituciones deportivas de La Paz pone siempre todo su corazón y entusiasmo. Será uno de los partidos más hermosos de la temporada”. Aviador y yatiri, Federico Pol.
A las cuatro de la tarde entra el Bolívar en cancha, como cantará la cueca. El coronel Gregorio Murillo y el coronel Manuel Fernández Wilde han donado dos flamantes y hermosas vicuñas a la “veterana institución” de The Strongest. Se llaman Maruja y Catalina. Serán ellas las que salten al frente del equipo gualdinegro, de la mano del arriero David Guardia. El apelativo “tigres” no era muy usado por entonces, los stronguistas eran —entre el final de la guerra del Chaco y los 40— “los vicuñas”.
El “Chino” Riveros y el popular “Negro” Fernández, al mando de la “barra” gualdinegra, organizan un recibimiento de lujo. Los “players” pisan el césped bajo una lluvia de serpentinas. Es la primera hinchada que saluda de esta manera a sus futbolistas en toda Bolivia.
Hans Frankenstein es el árbitro, el vienés ha recalado en Bolivia como miles de judíos escapando del horror nazi en Europa. Herr Hans todavía no sabe que su última etapa del exilio sudamericano tendrá lugar en Venezuela. Los “linesmen” del prestigioso “referee” son N. Herrera y J. Zalles.
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El “encuentro clásico” es dominado de punta a punta por el gualdinegro, que demuestra mayor cohesión y armonía entre sus filas. El “match” se vive a patada limpia: golpearán más los “académicos” que los “tigres” (23 “fouls” por 19, respectivamente).
El “eleven” del Club The Strongest suena así: Vicente Arraya; Achá y Bautista, los Albertos; Fernández, Balderrama y “Chato” Grájeda (capitán); Luis Guillermo “Calichín” Morales, “Pisa” Rodríguez, Serapio Vega, “Negro” Gamarra y Hugo “Pichín” Viscarra. El onceno del club Bolívar, así: Kreitler; Hernán Rojas y Nicómedes Rojas; Gutiérrez, Nicolás Terrazas y “Cateto” Carrasco; Arturo de la Riva (capitán), Romero, Rodolfo “Cabro” Plaza, Orozco y Garzón.
Hay 18.000 hinchas en el estadio La Paz, inaugurado hace doce años con el nombre de Hernando Siles. A los seis minutos, un testarazo del cochabambino Serapio Vega Saavedra abre el marcador. “Cabecita” comienza a forjar su leyenda de gran rematador. 20 minutos, “Pisa” Rodríguez hace el segundo tras un “shoot” que golpea en el palo y va para adentro. A la media hora, otro centro aéreo es cambiado por gol por Serapio Vega. tres a cero, al descanso.
La “Academia” extraña a su tradicional guardavalla Walter Saavedra, que ha marchado a Ferroviarios. Nicolás Terrazas es el alma de Bolívar, excelente “centre half”, formado en el club de la Pérez Velasco desde su cuarta división. Orozco, llegado recientemente de las filas de “Democracia” de Tarija, no cumple las expectativas en el quinteto de delanteros.
En la reanudación, Kreitler, de tarde desafortunada, deja su lugar a Velasco. A Serapio —que se ha hecho gualdinegro en The Strongest de Catavi— le da igual. A los seis minutos de la segunda parte pone el cuatro a cero y el tercero de su cuenta en un inolvidable “hat trick”.
Un penal por mano del cochabambino Alberto Achá Figueroa (todavía no sabe que se irá a jugar al fútbol de México tres años después) es transformado por Romero. Con ese “score” entra Mario Alborta en sustitución de Orozco, de tarde aciaga. Frankenstein, de buen arbitraje, pita otro penal, esta vez en favor de los gualdinegros que desaprovechan la máxima pena en los pies de “Calichín” Morales ante una gran atajada de Velasco.
A los 20 minutos de la segunda parte, Arturo de la Riva pone emoción y hace el segundo de Bolívar. La hinchada celeste sueña con la remontada. El cansancio del Tigre provoca el cambio de su veterano capitán: Carlos Morales entra por Emilio Grájeda.
Un tanto anulado por “off side” del “Cabro” Plaza enciende más el clásico. La leyenda celeste Mario “Checa” Alborta manosea a Frankenstein durante los reclamos airados del capitán, rechiflado constantemente por la hinchada gualdinegra, pues ya pasaron sus mejores años desde su debut en Bolívar en 1930.
Arraya brinda otro de sus habituales espectáculos. Todavía no sabe que será fichado en dos años por el Atlanta de Buenos Aires, el “bohemio” de Villa Crespo. Está sereno, oportuno y audaz, con sus acostumbradas tapadas inverosímiles. En un contragolpe, Gamarra agarra un rechace de Velasco y pone el quinto y definitivo tanto. Ha ganado “el Tigre” por cinco a dos.
La barra gualdinegra saca en hombros a Vicente y Serapio, arquero y goleador. Salen por la puerta del estadio, entre vítores y aplausos. Parecen dos toreros triunfantes, pero no llevan en sus manos las orejas ni el rabo cortados a los toros de lidia, eso solo pasa en el Olympic. Llevan en sus corazones el afecto y el cariño de una hinchada que sabe sufrir, esperar, que sabe festejar. El club The Strongest se corona en las bodas de plata del clásico paceño después de cuatro años. Era la hora.
Texto: Ricardo Bajo H.
Fotos: Damián Ayma Zepita, periódico La Razón y libro “Rugido centenario” de Iván Aguilar Murguía