Oscar García: La reciprocidad entre imagen y sonido
Imagen: PRO AUDIO
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El músico distribuirá a través de plataformas entre 12 y 14 discos de música original que ha creado para diferentes audiovisuales bolivianos
Desde el 2 de agosto y a través de Pro Audio Distribución Digital, el compositor Óscar García llevará entre 12 y 14 discos de música original para audiovisuales (cortometrajes, largometrajes y una serie de televisión). porque hay películas que contienen música pre existente que no está por supuesto. Sin un orden cronológico ni jerarquía alguna, el artista ira presentando música original de cintas como Cuestión de fe o Los hijos del último jardín, la telenovela Socavón, el cortometraje Ajayu, incluso los temas de una película que nunca se estrenó, Tatuajes. El primer disco será lanzado el 2 de agosto: es la música original del documental Tribus de la inquisición, que fue nominado a los premios Goya. Cada viernes, “si un meteorito no libra al planeta azul de la humanidad”, dice García, se anunciará el disco a estrenarse en las plataformas digitales.
– ¿Qué rol juega la música en una producción audiovisual?
– Una película, sin importar su metraje, es una suma de lenguajes en contrapunto, un sistema detrás de un objetivo. Se trenza, tanto un lenguaje como el habla —de ahí que se considera al cine fundamentalmente verbocentrista— y uno, asignificante, como la música, y otros, como los paisajes sonoros, que contienen información sobre muchos aspectos del entorno. Se trata entonces de relaciones que determinarán las funciones de cada lenguaje. Relaciones que son, en general, de lo sonoro con la imagen, de reciprocidad, con valores agregados en ambas direcciones. A mitades del siglo XX Aaron Copland propuso las pistas para establecer cinco diferentes funciones a la música en el cine, que teóricos al respecto comparten, con mayores o menores consecuencias. Así, la música en el cine une, separa, puntúa, ambienta, diluye, retiene, acelera, empatiza o no con las emociones. En fin, estas y otras funciones, que cuentan además con recursos técnicos, pueden contenerse en estos seis tipos de funciones: narrativas, estructurales, temporales, psicológicas, estéticas y culturales. En este marco, hay dos tendencias en la composición. Por un lado los esencialistas, que consideran las relaciones recíprocas de lo sonoro con la imagen, como lo piensa Deleuze, por ejemplo, y los funcionalistas, que asumen una subordinación ante la imagen, asumiendo que la música tiene un papel puntual, “en función de”.
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– ¿Cómo es tu proceso de composición para este tipo de trabajos?
– Es un proceso que comienza, siempre que sea posible, con el guion. Ahí están, por lo general, las claves interpretativas de lo sonoro, de la música y de todo lo que suena, además de los diálogos. Con la misma actitud de quien lee sonorando (se me ocurre una palabra que remplace a eso de “imaginar sonidos”) para pensar el diseño sonoro, el guion sitúa a la música en un tiempo, en un lugar, en determinado ámbito estilístico. Te permite establecer cuándo interviene y para qué. Luego, y por supuesto, hablar mucho con quien vaya a dirigir la película, o consolida lo que desde el guion se desveló o lo modifica o le suma o le resta. Hablar, y no solamente de la música, es importante. Hay cosas que el audioespectador no sabe sobre un personaje, sobre una situación, sobre el mundo inventado para una historia y más. Entonces y luego, se determinan entradas y salidas, funciones, si hubiera sincronía o no, para lo cual se usa una fórmula que convierte el tiempo en figuras de valor y en el lugar de estas figuras. Por ejemplo, minuto 2, segundo 49, corresponderá en métrica irregular, al compás 64, semicorchea 9. El estilo es otro tema, la música para cine no es un estilo. Este es el resultado de todo lo anterior, una consecuencia. Por último, el proceso termina en la mezcla, o de la música, independientemente, o de toda la banda sonora, entendiendo claro, que no hay una banda como tal sino un consenso para nombrar a las distintas capas del sonido y la música. Hay una banda de toda la música, otra de la música original, otra de las músicas preexistentes y varias otras con paisajes sonoros, diálogos, efectos y foleys.
– ¿Cómo encaras el trabajo con la dirección del audiovisual?
– Dialogando y sobre todo, escuchando. Lo más probable es que tengan ya una idea definida sobre lo que quieren musicalmente para su película. Entonces aparecen las preguntas, no sobre qué clase de música quisieran, sino más bien en otra dirección, sobre qué quisieran que la música haga en determinado lugar al audioespectador, al personaje, al tiempo, a la acción. Es complicado cuando se debe traducir un estado de ánimo a música en un estilo específico. Si escuchas, “aquí quisiera algo triste”, es una frase a traducir. Para eso, hace falta dialogar. Es triste una Gymnopedie, pero también un kaluyo lento. Por último, trabajo haciendo maquetas o reducciones al piano para escuchar con y sin imagen. No se debiera grabar nada hasta que se haya compartido todo lo escrito. A veces suele ocurrir que es en el montaje cuando aparecen músicas que cautivan a quien dirige, como Kubrick y Odisea del espacio. Se quedó con las músicas del montaje (temp track). El compositor afectado fue Alex North.
– Qué desafíos existen en la producción musical para películas en Bolivia?
– La producción es siempre en nuestro atribulado paisaje, un desafío. Me refiero no a la producción musical, que implica un acto creativo, sino a la producción ejecutiva y logística, a los medios, a los recursos tecnológicos (que al parecer son ahora un problema menor, sin embargo, a más tecnología, menor es la rigurosidad e incluso la calidad del sonido), a la interpretación en algunos casos, que radica en limitaciones técnicas.
– ¿Cuál de sus trabajos en cine ha implicado algún desafío especial?
– Lo poco habitual, lo poco común, lo que no se hace con frecuencia parece ser el campo en el que juegan más los riesgos, lo lúdico, la experimentación y lo propositivo. Cosas que ocurrieron con la película El triángulo del lago. Se trataba de ciencia ficción y el lago sagrado, de puertas dimensionales y La Paz del futuro, de collas en mundos inventados. Tenía que sonar especial, toda la película y, en particular, la música. A la hora de producir, con las ideas escritas, las músicas contenían timbres de cosas consideradas no musicales. Se las hizo sonar, con combinaciones de objetos sin mayor conexión. Por ejemplo, hielo y licuadora.
– ¿Qué consejos le daría a entusiastas que deseen componer para audiovisual?
– Estudiar mucho más que música. A componer no se enseña. Se enseña a cómo resolver problemas con técnicas que devienen en herramientas. Música para cine quiere decir versatilidad, amplio conocimiento de la teoría y análisis del estilo. Audiover mucho cine, desde una escucha analítica. Escuchar música para cine, fuera del cine. Aprender y comprender sobre cada elemento que compone un audiovisual. Quemar una mesa el primer viernes de agosto y pedir que haya un montón de proyectos cinematográficos locales y que no se dejen seducir por el malinchismo, que más allá del personaje real, es un gusto irremediable, por lo extranjero.
Texto: Miguel Vargas
Fotos: Pro Audio