Extrañando a Martin Amis
Imagen: Internet
El autor británico nació el 25 de agosto de 1949 en Oxford, Reino Unido. Murió el 9 de mayo de 2023 en Lake Worth Beach (Florida, EEUU).
Imagen: Internet
El destacado escritor británico fallecido a sus 73 años el 19 de mayo de 2023 ha dejado una obra de gran valor que ha marcado el camino de otros autores
Llegué a Martin Amis por casualidad, como se llega casi siempre a escritores que serán definitorios para la formación de una escritura. Al principio no entendí muy bien qué pasaba en el libro que leía, pero con el tiempo y casi al finalizarlo, lo comprendí. Había un efecto de narrativa sobre el presente que mientras la narraba también lo distorsionaba. Me gustaba esa sensación que luego supe se llamaba “posmodernismo literario”. Y supe que él, junto con Ian McEwan, Julian Barnes y Kazuo Ishiguro, formaban la formación literaria de Gran Bretaña más interesante de posguerra.
Claro que luego caí fervientemente dentro del estilo de McEwan y me sentí mucho más cercano a su prosa que a la de Amis, pero hay algo que todavía siento que Amis nos entrega y no se logra entender a profundidad. Y es que en sus novelas hay una presencia violenta que siempre se manifiesta desde los estilos más extraños. El despertar sexual cubierto de ironía en El libro de Raquel, la voluptuosidad efímera del éxito en Dinero, en el que establece una fuerte crítica hacia el sistema de relaciones sociales que se fundan no sólo en el dinero como artículo que sirve para el intercambio, compra y venta de mercancías, sino como efecto de una imaginación que dota al dinero de una vitalidad que de por sí no tiene. O en su mayor expresión de delirante juego de espías, en que la historia contemporánea se mezcla con la alucinación y el deseo y que conjuga el centro de Campos de Londres, que es no solo una de sus novelas más largas sino quizá la más compleja y extraña, incluso en el fraseo y el lenguaje que usa para simbolizar el deambular mental del narrador. Luego Zona de interés, que es quizá ahora su novela más conocida y compleja, en que el terror adquiere cuerpo en distintas dimensiones de lo sensible.
Luego encuentras todo ese linaje de narradores que cruzan caminos con Amis, desde los americanos Bellow, Updike y Doctorow, hasta el mismo Christopher Hirchens, que en su autobiografía Hitch-22, narra buena parte de cómo se cimentó la amistad con Amis y narra esos episodios de loca juventud en la que ambos además de ser los jóvenes rebeldes de una nueva Inglaterra inmersa en el gobierno de Margaret Tatcher también estaban involucrados en el desmembramiento de una filosofía fundada en preceptos místicos y religiosos.
A Hitchens le alimentaba la llama del periodismo, mientras que el mundo de Amis pasa irremediablemente por la imaginación puesta al servicio del presente. Y es que cada autor posee un modo de escribir y una manera de establecer las conexiones ficcionales con lo real. Tal vez por eso sea el mundo de Amis un mundo al que es difícil ingresar en una primera instancia. Pero tras que el código se rompe y empiezas a pensar y hablar como él, las cosas resultan entre amigables y estimulantes.
Hay un aprendizaje estético y filosófico que se saca de la lectura de los libros de Amis. En primera instancia, olvida todo resto de melancolía y nostalgia por el mundo de ayer. Tras de eso, desnuda el presente y muestra que dentro de sus fisuras quizá exista belleza o quizá fealdad, pero ambas conviven en el mismo plano de igualdad, porque los seres humanos son ambas cosas al mismo tiempo. Luego de esa constatación, lo que resta es una prosa lenta, descriptiva y heredera de la novela victoriana en algunos aspectos y en otros de la posmodernidad: esa suma hace que en sus novelas la realidad siempre tenga pliegues sobre los cuales se pueda seguir indagando porque no hay una voluntad de arribar a una respuesta tal como sucede en ciertas novelas de Barnes o McEwan.
También puede leer: 1942, el clásico de Frankenstein
A Amis las respuestas no le preocupan. Él está interesado en la formulación de la pregunta y puede demorarse 200 como casi 600 en su formulación. Lo que nos deja en ese camino es un rastro de la fisonomía del mundo visto desde distintos puntos de vista. Los ángulos desde los cuales trabaja tampoco están puros, están contaminados y llenos de espinas y malos olores.
Y cuando en marzo de 2023 el mundo recibió la noticia de la muerte de Martin Amis, muchos sintieron que se perdía no sólo un gran autor, sino que dejaba para siempre de existir esa parte de vida literaria que era capaz de burlarse del presente desde la más rigurosa y sólida investigación de aquello que por facilidad se puede llamar el espíritu del presente.
Pero es que también él era un cierto tipo de intelectual que podía escribir novelas, pero también ensayos sobre el mundo post 9-11. Alternar ambos registros le permitía estar totalmente a disposición de las ideas y de los argumentos antes que de las emociones y las percepciones amplificadas por los medios de comunicación. Lo suyo era la interrogación desde la presunción de culpabilidad que se imponía como el deterioro de algo más allá de la moral y la ética: el sentido de supervivencia.
De alguna manera en sus novelas se demuestra que justamente, contrario a lo que se piensa, es el instinto de extinción el que guía muchas de las acciones de los hombres tras la Segunda Guerra Mundial. Y se refuta entonces el carácter nihilista que se haya querido atribuir a algunas de sus piezas de ficción. Cuando en todo caso, el tema que planea a lo largo de toda su obra es el arribo de un hombre con la suficiente capacidad mental para ver en perspectiva el amplio plano de la historia y el lugar que le toca desempeñar en él.
Amis, a diferencia de David Foster Wallace (otro escritor que además de novelas y colecciones de cuentos, escribía ensayos), no se centra solo en el mundo de la escritura de ensayos sobre literatura. A él le interesaba el mundo y los cambios sociales, políticos y económicos que estaban en el subsuelo de las transformaciones informáticas y tecnológicas. En ese sentido su ataque era similar al de Hitchens, porque su visión iba más hacia los procesos de acumulación del capital que hacia los efectos en el uso del tiempo de ocio que disponen los sujetos dentro de la estructura capitalista.
Así, es fácil extrañar a alguien. Ese alguien pone las contradicciones dentro de un nuevo parámetro para ser medidas, analizadas y exploradas hacia el futuro. Porque, esa es otra de las cualidades intrínsecas de la prosa que destila del ser que alguna vez fue Martin Amis: un riesgo en procura de la descripción pormenorizada del presente para intentar explicar cuáles serían los contornos que definirían el futuro tanto de la raza humana como del mundo que habitamos. El futuro era esa parte en su prosa que le otorgaba un fraseo lento y a veces veloz. Un fraseo que estaba pensado para demorar la siguiente página porque aún no estaba resuelta la presente.
Y era tanta su preocupación que incluso él mismo ingresa en ese terreno desde la autobiografía no exenta de ficción. Tanto en Experiencia como en Desde dentro, él toma todo el tiempo a su disposición para pensarse e intentar reconstruir momentos de su vida que siempre están atravesados por experiencias sociales mayores a su propia existencia. Él es solo un punto en medio de una narrativa mayor, pero su existencia es el ejemplo de cómo suceden las cosas cuando el tiempo es indeterminado.
Texto: Christian J. Kanahuaty
Fotos: Internet