‘Hasta las últimas consecuencias’: más allá de los confines del telón
Imagen: RODRIGO URQUIOLA
Imagen: RODRIGO URQUIOLA
Los personajes del libro habitan un contexto sociohistórico confuso y convulso, en el que las fronteras entre realidad y ficción se diluyen
Hasta las últimas consecuencias, del escritor paceño Rodrigo Urquiola Flores, es un libro publicado por la Editorial del Estado Plurinacional de Bolivia (EEPB) que reúne cuatro obras de teatro: El bloqueo (Premio Adolfo Costa du Rels 2010), El retorno (Premio Municipal de Dramaturgia de Cochabamba 2015), La serpiente (2° Premio Adolfo Costa du Rels 2018) y La felicidad (Premio Municipal de Dramaturgia de Cochabamba 2021).
El hilo conductor del tomo viene de la mano del contexto. Cada una de las obras tiene matices sociohistóricos y culturales propios de la idiosincrasia nacional. Este contexto está signado además en todos los casos por un elemento característico: la piedra, un símbolo de resistencia, lucha y fundación nacional, que no solo conecta las tramas, sino que también iguala las condiciones ético-morales de los que se desenvuelven en ellas: “Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra”, se lee en la Biblia. Con esta característica, las obras van más allá de los confines del telón, no se cierran cuando este lo hace, pasando al lector-espectador por medio de la identificación y el reconocimiento que produce dobles. Según el filósofo y escritor francés Régis Debray, el signo de semejanza es fundado por el signo al que se reconoce una sepultura, esto porque signo viene de sema, piedra sepulcral. La piedra entonces representaría también la muerte que da lugar a la vida así como el signo hace posible la palabra porque la constituye.
A pesar de todos estos rasgos en común, las obras tienen sus particularidades individuales que las diferencian, estas vienen de la mano de temática y estructura.
Fondo y forma: sobre el (con)texto
El bloqueo trata sobre un (des)encuentro entre un grupo de viajeros y otro de bloqueadores. Este (des)encuentro se da en medio del sendero que cinco peregrinos transitan hacia el mar para que uno de ellos, ciego de nacimiento, pueda ver la luz tras lavarse los ojos con esa agua salada.
La trama muestra evidentes guiños del teatro del absurdo no solo por el objetivo de la travesía de los personajes, sino también por cómo se va desenvolviendo la historia, con fuertes rasgos existencialistas, además del cuestionamiento a la sociedad y al ser humano a través del humor y la mitificación.
Los personajes, pues, buscan el significado de su viaje (y, por qué no decirlo también, de sus vidas) en una promesa redentiva de la visión del ciego Maygua en algo tan ausente —y presente solo en la memoria histórica de todo boliviano— como el mar. Para los que vivieron el siglo XIX, esa ausencia representa una nostalgia, mientras que para ya la gran mayoría de los compatriotas desde el siglo XX, no es más que una melancolía.
Para Julia Kristeva, filósofa, psicoanalista y escritora búlgaro-francesa, nostalgia y melancolía no son lo mismo. La nostalgia está más relacionada con la depresión en el sentido de extrañar algo que se perdió, eso que da la existencia a ese objeto del duelo; mientras que la melancolía hace referencia a ese echar de menos algo que nunca se tuvo, por lo que en ausencia de ese significante, es imposible acceder al significado en su totalidad.
Como el mar es sentido desde esa melancolía, su acceso se torna irrealizable. Es por eso que en medio del sendero, el paso les es prohibido por seis bloqueadores que portan piedras enormes cada uno, impidiéndoles atravesar el camino.
Mientras van pasando los días, los bloqueadores mismos parecen petrificarse. “Ninguno de ellos contesta. Creo que no tienen voz”, dice el viejo Ramírez, sin contar además con su impenetrabilidad en medio de la senda, por lo que los viajeros tienen que tomar medidas extremas para al menos intentar lograr su cometido.
El retorno, ambientado en la época de posguerra del Chaco, se presenta en un espacio familiar, específicamente, el comedor de una casa donde se lleva a cabo el velorio de Ulises Mayta, esposo y padre excombatiente caído en la refriega.
Durante el funeral, varios secretos salen a la luz, siendo el más grave el de la viuda y el hermano del difunto. Lo curioso es que mientras se lleva a cabo la velación, las conversaciones de los familiares y amigos del fallecido tienen un constante contrapunto con el sonido de una piedra golpeando la puerta de calamina de la casa causando que se abra constantemente, algo que tal vez no era del todo extraño en víspera de Todos Santos: el visitante que recién había fallecido, pues, se entera de todo lo que había estado velado.
La figura del fantasma está presente en la trama como en la obra de William Shakespeare, alcanzando un significado a nivel cultural que lo diferencia de la aparición y del espectro. La frontera del mundo de los vivos y los muertos se diluye completamente y el alma solo decide volver a su ataúd cuando todas las dudas parecen disolverse. “A veces suceden cosas que no podemos entender y lo único que debemos hacer es dejarlas seguir lo que sea que estén haciendo esas cosas”, comenta el viejo de uniforme con una piedra en el bolsillo.
La serpiente es una obra que busca representar el mundo onírico de Eva, una joven que está obligada a bailar como china supay por destino, según su madre. La línea entre sueño y realidad se confunden, convirtiéndose en una pesadilla por los sucesos y las imágenes que se producen.
Esa confusión es la que da acceso al subconsciente, penetrando hasta los recuerdos más profundos de la protagonista. Esas reminiscencias son las que justamente le revelan hechos incestuosos cometidos en su contra por su padre ya muerto. Su madre, por su parte, parece no solo no creerle, sino también no escucharle: “No escuchar es una manera de mentir”, le dice Eva al respecto. El baile es justamente en memoria del difunto como una especie de promesa. Su padre se había enamorado de su madre al verla danzar, por lo que ella quería que su hija hiciera los mismos movimientos para él como recordatorio de su historia de amor.
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La estrucutura de la obra es circular, comienza y termina con la misma pesadilla con un sonido de fondo del golpeteo de una piedra sobre una puerta de madera. El carácter circular es el mismo que posee todo mito sagrado desde la concepción del filósofo, historiador y novelista rumano Mircea Eliade. “No hay mal, no hay bien. Simplemente hay algo. Movimientos que se repiten. Que terminan y empiezan una vez más. Círculos. Eso, es una mentira. Una ficción, algo que no es cierto pero que tampoco llega a ser falso. Disfraces. Un sueño que empieza y que acaba y que vuelve a empezar cuando acaba, esa es la repetición de los pasos de la danza. Un sueño interminable, ¿o una pesadilla sin final?”, resalta Eva.
La felicidad trata sobre una pareja proveniente de diferentes clases sociales y recié casada durante los sucesos de noviembre de 2019, enfrentamientos donde se usaron las piedras como principales armas. En el transcurso de la historia se percibe que a pesar de que ambos se aman, hay cosas que se sienten incapaces de decir en voz alta, por lo que cada vez que quieren liberarse de lo que les pesa en la mente y el corazón, se ponen máscaras. La incomprensión mutua con la persona amada se convierte en una constante, demostrando lo inasible del mundo particular del otro, cargado no solo por su subjetividad, sino también por su contexto social específico. “Tu ausencia es lo único tuyo que siempre me pertenecerá”, le dice Johnny Chura a su esposa, Esther Valdivia.
La estructura de la obra se asemeja a la del teatro popular porque no solo aborda vivencias particulares, sino también recoge acontecimientos específicos que el pueblo vive en determinados periodos sociohistóricos.
Así, estas obras van más allá del cierre del telón. Los personajes tratan de no dejar nada pendiente, resolución que en algunos casos es evidente y, en otros, sugerida, dentro de un contexto sociohistórico confuso y convulso, en el cual las fronteras de la realidad y la ficción se diluyen y se mezclan para dar luz a un país pluricultural.
Perfil
Rodrigo Urquiola Flores (1 de noviembre de 1986, La Paz, Bolivia) es autor de las novelas Lluvia de piedra (2011, Mención de Honor Premio Nacional de Novela), El sonido de la muralla (2015, Premio Marcelo Quiroga Santa Cruz y Premio Interamericano Carlos Montemayor, México) y Reconstrucción (2019, Premio Marcelo Quiroga Santa Cruz), de los libros de cuentos Eva y los espejos (2008), La memoria invertebrada (2016) y Ayer el fuego (2022, Premio Santa Cruz de la Sierra). Es también autor de los cuentos La caída (Finalista Premio Copé Internacional 2010, Perú), Mariposa nocturna (Premio Adela Zamudio 2013), El espantapájaros (Mención Premio Iberoamericano Julio Cortázar 2015, Cuba), Mientras el viento (2do Prêmio Cataratas de Foz do Iguaçú 2015, Brasil), Árbol (Premio Franz Tamayo 2017), Senkata (Premio Latinoamericano Edmundo Valadés 2018, México) y Ashley (Premio Internacional José Nogales 2019, España). Cuentos suyos fueron traducidos al quechua, portugués, bengalí, alemán, croata y rumano, y participaron de diversas antologías nacionales e internacionales.
Texto: Mitsuko Shimose
Fotos: Rodrigo Urquiola