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Miedo. Muerte. Memoria

/ 11 de agosto de 2024 / 06:12

Esto es un paseo por el LUM, museo estatal de la memoria en Lima, que tiene un espacio final para la ofrenda.

Salgo del LUM con el corazón hecho un chuño. El recorrido de dos horas largas me ha dejado en silencio, triste. Mis pies me llevan por las escaleras hacia el balcón de piedra que me asoma el mar. Me vienen a la cabeza poemas de César Vallejo. Esos que hablan de golpes en la vida, tan fuertes. Tuve la misma sensación cuando hace unos años salí del campo de concentración nazi de Buchenwald, en Weimar (Alemania). Las humillaciones, los asesinatos, las ejecuciones, las torturas, las bombas se ceban sobre los cuerpos. Dicen que el dolor puede ser terapéutico. Dicen que el silencio de las víctimas viene siempre de la mano del silencio de una sociedad muda e impávida.

Salgo del LUM al tercer nivel donde hay un espacio para la ofrenda, un lugar para la reflexión, la introspección y el intercambio de ideas. ¿Cómo seguir adelante después del horror? Leo los datos. Entre 1980 y 2000, según las estadísticas de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación del Perú, 69.280 personas murieron de manera violenta por motivos políticos y 20.511 fueron desparecidas. El 40% de las muertes y desapariciones ocurrieron en Ayacucho.

Hasta 2018, el Registro Único de Víctimas había identificado a 33.500 víctimas fatales con nombres y apellidos. Las preguntas continúan en mi cabeza: ¿por qué es necesario conocer el pasado? ¿por qué en Bolivia no tenemos/contamos con museos/lugares de la memoria? ¿será por eso que repetimos errores/golpes/masacres?

Rondas campesinas en Ayacucho. Foto de Ned Hugo Alarcón.
Rondas campesinas en Ayacucho. Foto de Ned Hugo Alarcón.

Leo frases que han dejado los visitantes desde la inauguración de este museo de la memoria en Lima, cerca del océano. Están en una pared de corcho, preparada para ser intervenida. Veo un dibujo hermoso a lápiz de María Elena Moyano, la “Madre Coraje”, dirigente vecinal de Villa El Salvador, asesinada por Sendero Luminoso en febrero de 1992. Alguien ha escrito junto al retrato un “gracias por no rendirte”. Mientras leo esas oraciones en el espacio para la ofrenda, mi “ajayu” regresa. Frases anónimas —hermanadas en el dolor y la esperanza— como esta me devuelven el alma pequeña: “los lúgubres caminos hoy se tiñen de un nuevo futuro”.  Me vienen al recuerdo poemas de Javier Heraud, otro poeta peruano. Esos que dicen así: “Yo no me río de la muerte pero a veces tengo sed y pido un poco de vida”.

El LUM (Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social) está en el barrio limeño de Miraflores. Fue inaugurado en diciembre de 2015, siendo presidente de la República del Perú Ollanta Humala Tasso. Se puso la primera piedra en noviembre de 2010 bajo el gobierno de Alan García Pérez. Está en la bajada de San Martín hacia la playa.

Es un edificio de estilo minimalista a base de cemento, piedras y vidrios templados. Es un museo estatal sobre el miedo, la muerte y la memoria. En su entrada están esculpidos en piedra los 30 artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El noveno es uno de los más cortos: “Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado”. Me acuerdo de Unamuno, otro poeta, nacido en mi ciudad natal (Bilbao): “me destierro a la memoria / voy a vivir del recuerdo (…) / Os llevo conmigo, hermanos / para poblar mi desierto / cuando me creías más muerto / retemblaré en vuestras manos”.

Se tiene un espacio dedicado a los objetos y fotografías de los desaparecidos.
Se tiene un espacio dedicado a los objetos y fotografías de los desaparecidos.

Hace unos años, la derecha peruana —en esta época de vigoroso negacionismo— atacó en un particular cruzada al LUM. Dijeron que el museo no mostraba en su repertorio los crímenes de Sendero Luminoso y del MRTA (Movimiento Revolucionario Tupac Amaru). Dijeron que se ensalzaba de manera apologética a estas dos organizaciones armadas. Dijeron mentiras. La memoria siempre estará bajo ataque. Lo que molestaba y molesta a la derecha y a la ultraderecha del hermano país es que también se exhibe en el LUM el horror del terrorismo de estado, de las violaciones de los derechos humanos, ejecutadas ante el silencio de muchos por parte de los gobiernos de Fernando Belaúnde Terry (1980-85), Alan García Pérez (1985-90) y Alberto Kenya Fujimori Inomoto(1990-2000).

La primera planta/nivel del museo lleva por nombre “afectaciones”. Son los hechos de violencia y cómo afectaron a las personas, a los pueblos. Veo una foto de una urna en Chuschi (Ayacucho). Es mayo de 1980. Tras 12 años de dictadura militar, se vota para elegir presidente. Sendero Luminoso realiza su primera acción y quema las urnas en ese pueblo de mayoría campesina/quechua. Es el inicio de la “guerra popular”, el origen del “conflicto armado interno” (término acordado por la Comisión de la Verdad y la Reconciliación). Junto a las fotografías, se proyectan videos. En uno de ellos escucho a Mario Vargas Llosa reflexionando sobre la importancia de la memoria.

Las prendas exhumadas de niños enterrados en fosas clandestinas como la de Putis me congelan el alma. En diciembre de 1984, más de 123 personas (incluyendo al menos 19 niños) de las comunidades aledañas a Putis, en Huanta-Ayacucho, fueron obligadas a cavar una poza (les dijeron que iba a ser una piscifactoría) para después ser asesinadas por miembros de las fuerzas armadas. Según la Comisión de la Verdad y Reconciliación, hubo 4.400 fosas clandestinas, de las cuales solo se han podido descubrir 2.200.

La historia del pueblo Asháninka me sobrecoge. Esta nación originaria, ubicada en la región amazónica de los departamentos de Junín y Cerro de  Pasco, perdió al 22% de su población entre 1980 y 2000. Más de 6.000 asháninkas fueron asesinados y más de 10.000 obligados a huir. Sendero Luminoso controló el acceso a la zona y mantuvo a sus habitantes en cautiverio. Las mujeres fueron esclavizadas y los niños obligados a tomar las armas en filas senderistas. En 1989, ante el asesinato por parte del MRTA del líder asháninka Alejandro Calderón Espinoza, este pueblo valiente conformó en Puerto Bermúdez sus primeros comités de autodefensa, el denominado “Ejército Asháninka”.

El mural junto al espacio de ofrenda, lleno de mensajes en honor a los desaparecidos.
El mural junto al espacio de ofrenda, lleno de mensajes en honor a los desaparecidos.

Junto a los organigramas de Sendero Luminoso (surgido en una universidad pública y liderado por Manuel Rubén Abimael Guzmán Reynoso) y del MRTA (liderado por Víctor Alfredo Polay Campos), leo esta frase: “SL y MRTA desataron la violencia. Fuertes desigualdades sociales y la ausencia del estado en muchos lugares facilitaron que se expandiera”.

En la sala central/testimonial cuelgan nueve pantallas led; escucho en audífonos las experiencias de 18 víctimas de Sendero y de las Fuerzas Armadas, muchas mujeres. Me dan ganas de llorar con Ángela Mendoza, “quechuamasi” de Huamanga, madre de un desaparecido (su único hijo). Me da rabia el testimonio de Ulises Cantoral cuyo hermano Sial (sindicalista minero) fue asesinado por el Comando Paramilitar Rodrigo Franco.

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La primera planta acaba con los desplazamientos forzosos, la migración interna, hacia la capital. Lima creció entre 1981 y 1993 un 34% en población. “Yacharaniku ayqispa” (vivimos escapando, en quechua). Unos 600.000 peruanos (muchos de ellos ayacuchanos) tuvieron que huir de sus hogares. En el piso mientras camino leo frases como “tzame azhiye” (vamos a escapar), “puñuy tranquiluqa kajñachu” (ya no podíamos dormir bien), “qaykaya ñakariraniku” (cuánto habremos sufrido), “lluptiraniku” (huimos).

En el segundo nivel del LUM —denominado Acciones— me topo con Alberto “Chino” Fujimori y su política criminal. Suena la música (el “punk” con Narcosis, el “hardcore” con Krisis); marchan las fuerzas sindicales (la CGGTP, Confederación General de Trabajadores de Perú); resisten los Comedores Populares.

La bandera de Sendero Luminoso se exhibe como trofeo de guerra en el departamento de Junín. FOTO: Alejandro Balaguer. Museo LUM.

La muestra del LUM exhibe cómo la prensa de Perú registró estos hechos.

Nuevo entierro de cuerpos exhumados de la matanza de Putis.

Entierro de cuerpos exhumados de la matanza de Putis.

La foto ‘Rondas campesinas en Ayacucho’, de Hugo Ned Alarcón se exhibe en el LUM.

Paneles explican que el inicio de la violencia en Chuschi, Ayacucho, fue en 1980

Un afiche refleja las demandas populares en contra del exmandatario Alberto Fujimori.

Recuerdo los hechos que conmocionaron Lima. El atentado de la calle Tarata en Miraflores, dos coches bomba de Sendero con 500 kilos de nitrato de amonio, petróleo y dinamita que dejaron 25 muertos en julio de 1992. Leo un dato terrorífico: en los primeros siete meses de aquel año explotaron 37 coches bomba en la capital. La masacre de Barrios Altos: donde militares del “escuadro de la muerte” Grupo Colina asesinaron a balazos a 15 vecinos del cercado de Lima (un niño de ocho años entre ellos) que participaban en una pollada en noviembre de 1991. La toma de la embajada de Japón (y la operación Chavín de Huántar) en diciembre de 1996 por parte de un comando de 14 militantes del MRTA. Las capturas de Víctor Polay en junio de 1992 y de Abimael Guzmán en septiembre del mismo año.

En aquellos 20 años para el olvido, para la memoria se dictaron un total de 226 “Estados de Emergencia”, campo fértil para la violación de los derechos humanos, para la impunidad.

Veo tapas de revistas y periódicos. No me extraña el rol ambiguo de los medios de comunicación hegemónicos, el sensacionalismo de algunos. Me reconcilio con mi oficio al descubrir la corajuda labor investigativa de colegas que pagaron con su vida: Jaime Ayala, Hugo Bustíos y Pedro Yauri, periodistas ayacuchanos y ancashinos, asesinados por efectivos militares.

Cuando llego a la “Hoyada” no entiendo nada. Es un agujero de arena. Representa/simboliza el asesinato de cientos de campesinos en los “Cabitos, el cuartel general Nº51 del Ejército”. La Chalina de la Esperanza me reconforta. Son bufandas que cuelgan del techo, son de todos los colores, han sido tejidas por madres afectadas por Sendero Luminoso y las Fuerzas Armadas. Llevan los nombres de hijos desaparecidos y asesinados con las fechas del dolor.

Prendas exhumadas de niños enterrados en fosas comunes en Putis, Perú.

La esterilización de 272.000 mujeres campesinas quechuas (y 21.000 hombres) en los 90 durante el gobierno de Fujimori centra un documental interactivo; es el Proyecto Quipu, un archivo de memoria colectiva. “Con muchísima arrogancia pensaron que siendo las mujeres indígenas, iletradas, quechuahablantes, las más débiles de las más débiles, no se iban a atrever a hablar. Pues les salió mal el cálculo, hablaron”. Es la frase de la activista y abogada de derechos humanos, Giulia Tamayo. Me hace recuerdo a la película de Jorge Sanjinés Aramayo, Yawar Mallku.

La última sección del segundo nivel es para el trabajo de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Cuando subo al espacio de la ofrenda, estoy sin aire. Escribo una frase en la pared de corcho. Tres chicas se sacan una “selfie”. En el balcón de piedra, me asomo al mar. Respiro. Profundo.

Texto: Ricardo Bajo H.

Fotos: Ricardo Bajo Herreras, museo LUM, Hugo Ned Alarcón, Carlos Valer, Alejandro Balaguer, Walter Chiara

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Tradiciones Cruceñas, el mural que renace en Los Tajibos

Una obra icónica del reconocido artista plástico cruceño, Lorgio Vaca, fue restaurado y ahora se luce en una nueva ubicación en el Hotel Los Tajibos.

/ 7 de septiembre de 2024 / 21:24

En un acto que fusiona arte, historia y tradición, el emblemático mural «Tradiciones Cruceñas» del reconocido artista Lorgio Vaca ha sido reinaugurado en un espacio privilegiado del Hotel Los Tajibos, a Tribute Portfolio Hotel, en Santa Cruz de la Sierra. Esta obra monumental, que celebra su 50 aniversario desde su creación en 1974, ha sido objeto de una meticulosa restauración, emergiendo con renovado esplendor en el mes aniversario de la capital cruceña.

El proyecto de restauración, impulsado por el empresario Samuel Doria Medina a través del grupo que gestiona el hotel, ha transformado no solo la apariencia física del mural, sino también su accesibilidad al público. Ahora ubicado sobre la Avenida Tercer Anillo Interno, el mural se presenta como una ventana abierta a la rica cultura cruceña, invitando tanto a lugareños como a turistas a sumergirse en sus vibrantes colores y significativos símbolos.

Obra

Con sus impresionantes 18 metros de longitud y cerca de 3 metros de altura, Tradiciones Cruceñas es un testimonio visual de la identidad y el patrimonio de Santa Cruz. El proceso de restauración, que se extendió por cinco meses, no solo ha devuelto la vida a los trazos originales de Vaca, sino que también ha incorporado nuevos esmaltes derivados de minerales bolivianos provenientes de Santa Cruz, Oruro y Potosí. Esta fusión de materiales autóctonos ha dotado a la obra de una energía renovada, realzando su colorido y profundizando su conexión con la tierra boliviana.

Lorgio Vaca, el maestro detrás de esta obra icónica, ve en la restauración un acto de «hermanamiento con el pasado». Para el artista, el mural trasciende su valor estético para convertirse en un ancla de identidad, un recordatorio tangible de las raíces y la esencia cruceña. «Es fundamental no olvidar quiénes somos y de dónde venimos», expresó Vaca, subrayando la importancia de la obra como un legado vivo para las generaciones actuales y futuras.

El mural «Tradiciones Cruceñas» no es solo una representación pictórica; es una narrativa visual que captura la esencia de la cultura cruceña a través de cinco elementos representativos.

Tradiciones cruceñas

El mural incluye la tamborita, símbolo del ritmo y la alegría que anima las fiestas y celebraciones cruceñas; la sortija, juego ecuestre que evoca la destreza y valentía de los jinetes locales; la caña de azúcar, pilar del desarrollo agroindustrial de la región; la figura de José Manuel Baca «Cañoto», héroe de la independencia que personifica el espíritu combativo cruceño; los jinetes de la independencia, homenaje a los luchadores por la libertad de la región.

Samuel Doria Medina, impulsor del proyecto, destacó la importancia del mural en el contexto actual: «En un momento en que el país necesita unidad y orgullo por lo nuestro, esta obra es un símbolo de la cultura que une a los cruceños». El empresario ve en la restauración y reubicación del mural una oportunidad para revalorizar el patrimonio cultural no solo de Santa Cruz, sino de Bolivia en su conjunto.

La reinauguración de Tradiciones Cruceñas se presenta como un acto de resistencia cultural en tiempos de globalización, un recordatorio tangible de la importancia de preservar y celebrar las tradiciones locales. El mural, ahora más accesible que nunca, se erige como un puente entre el pasado y el presente, invitando a la reflexión sobre la identidad cruceña y su lugar en el mosaico cultural boliviano.

La obra de Lorgio Vaca, con su mezcla de símbolos tradicionales y técnicas artísticas contemporáneas, es reconocida por la fuerza de sus trazos y colores intensos.

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La plazuela que se convirtió en poema, el legado de Poesía en la Calleja

/ 7 de septiembre de 2024 / 21:09

En el corazón de Santa Cruz de la Sierra, una plazuela se transforma mensualmente en un escenario abierto donde la poesía, la música y el arte visual se entrelazan para crear una experiencia cultural única. Este fenómeno urbano, conocido como Poesía en la Calleja, ha estado nutriendo el alma de la ciudad durante casi doce años bajo la coordinación del poeta y gestor cultural Óscar «Puky» Gutiérrez Peña.

En esta entrevista, Gutiérrez nos sumerge en el mundo de Poesía en la Calleja, revelando cómo esta iniciativa ha evolucionado desde sus inicios hasta convertirse en un pilar de la vida cultural cruceña. Con más de 150 eventos realizados y la participación de artistas tanto locales como internacionales, este proyecto demuestra el poder transformador del arte en los espacios públicos y su capacidad para construir comunidad a través de la palabra hablada.

Encuentro

¿Cómo ha ido evolucionando el encuentro de Poesía en la Calleja a lo largo de los años?

Poesía en la Calleja es una velada literaria cuya protagonista principal es la poesía, sea esta regional, nacional o universal. Dicha velada es aderezada con bienvenidas dosis de música, pintura, novedades literarias, declamación, cosplay, etc. En definitiva, es una experiencia que intenta contagiar nuestro fervor, siempre in crescendo, por el hábito de la lectura, el arte y la vida.

Sucede el último jueves de cada mes, de noche, en una céntrica y emblemática plazuela cruceña; además, es gratis.

A través del tiempo, mantenemos la misma esencia: compartir nuestro fervor por la poesía, es decir, por las palabras habitadas, decidoras, por el lenguaje vital. Eso sí, a lo largo de estos once años y ocho meses de existencia, la plazuela Calleja nos ha ido enseñando maneras, matices y formatos.

Poesía en la Calleja

¿Quiénes son, si se puede nombrar algunos, los artistas que han acompañado los encuentros?

A lo largo de nuestros 154 eventos realizados, calculamos que son, aproximadamente, 120 artistas los que han compartido su talento desde nuestro escenario. Poetas como Matilde Casazola, Humberto Quinto, Oscar Barbery, Paura Rodríguez, Jorge Campero y Julio Barriga, entre los nacionales, además de otros autores provenientes de, por lo menos, quince países distintos. Músicos como Ronaldo Vaca Pereira, Caribrú, Contrapunto, César Espada, Gustavo Rivero, Verty Bracamonte y el Dúo de Tres. Artistas plásticos como Renate Hollweg, Nicole Vera, Annie Chávez, Ciro Paz y Juan Bustillos.

¿Cuál es la experiencia del aporte a la vida cultural que ha tenido hasta ahora el encuentro? ¿Cómo ayuda vivir la poesía como una expresión comunitaria, social, que no está solo encerrada en los libros?

Me parece algo inédito la «toma» de un espacio público desde y para la poesía. Nuestra propuesta no sucede en una galería o en un salón. Poesía en la Calleja acontece… ¡en una plazuela!, con todo lo que ello implica: acceso irrestricto, inclusión tácita, ejercicio creativo de la ciudadanía y, ojalá, la construcción de un pedacito de imaginario colectivo a través de lo que nos vincula profundamente, más allá de modas, siglas o clases sociales, y esto es: nuestra compartida humanidad, la esperanza y los miedos, el espanto y la ternura, las contundentes alegrías y la universal mortalidad.

Porvenir

¿Cuándo serán las próximas citas y qué se viene?

En este mes de septiembre, naturalmente, nuestra propuesta estará impregnada de turbión y taquirari, de sirari y llanuras, por lo que el último jueves de este mes, celebraremos, desde la poesía, la música y la pintura, el asombro y el azar de vivir en esta geografía hecha de buris y surazos. El público asistente escuchará textos de Cañoto, Julio de la Vega, Enrique Kempff, Raúl Otero Reiche, Amilkar Jaldín y Patricia Gutiérrez, entre otros.

Por otro lado, el jueves 12, desde las 19:30 horas, en instalaciones de la universidad Núr, desarrollaremos nuestro segundo evento artístico producto de una alianza con dicha casa de estudios superiores. Entre otras lindas sorpresas, servirá para reconocer el extraordinario aporte del compositor orureño César Espada a la música del oriente boliviano, en especial por su ya mítico taquirari «Niña camba». También habrá niños y niñas declamadores, ballet folclórico y una muestra de fotografía.

En ambas oportunidades, el público asistente podrá experimentar nuestra particular, incluyente y traviesa propuesta de aproximación a la lectura, al arte y a la vida.

Autor

¿Qué es lo más reciente que vienes desarrollando en tu trabajo poético como autor?

En cuanto a lo que se viene en mi obra poética, solo puedo decir que soy muy hábil… improvisando. No tengo ninguna idea preconcebida, o un plan, o unos «objetivos literarios» por cumplir.

En este aspecto aprendí a vivir como proponen Nietzsche y mis amadas tías de la infancia: a la altura del azar. Además, creo que el poema verdadero es la propia vida, y ahí sí, en su escritorio me paso desafiantes días y noches.

¿Qué mensaje les darías a otros gestores culturales en otras ciudades si quisieran impulsar iniciativas como la de Poesía en la Calleja?

Definitivamente «tomar» lugares por asalto. Abiertos o cerrados. Convencionales o improbables. Y llenarlos de poesía y acordes y colores y vida.

Si hay algo que Poesía en la Calleja tiene por demostrar es que una conmovedora persistencia en el empeño (vamos 154 eventos realizados) puede impactar en conciencias y municipios. Exactamente igual al agua blanda que horada la piedra dura, gota a gota, verso a verso…

Óscar “Puky” Gutiérrez Peña

(Bolivia – 1970).

Es poeta, gestor cultural, facilitador de talleres y corrector de textos. Tiene siete libros publicados en los alrededores de la poesía. Ganó dos concursos nacionales de literatura. Ha participado en encuentros de poetas en Perú, México, Argentina, Uruguay, Colombia, Chile, Cuba y Venezuela. Poemas suyos han sido traducidos al italiano, al catalán y al griego. Coordina Poesía en la Calleja, una exitosa “travesura literaria”. En ella se han compartido más de 2.500 poemas. Suele suceder en una plazuela sudamericana, al aire libre, de noche, sin costo.

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La lengua desnuda

/ 7 de septiembre de 2024 / 20:34

De arranque un par de puntualizaciones necesarias. Algunas semanas atrás llegó a las pantallas del país La lengua desnuda, subtitulada La anatomía de la verdad.  El evento fue presentado, con cierta ligereza, por buena parte de los medios cómo estreno de la última película boliviana. Pero si bien en parte el film puede considerarse boliviano debido a que el guion y la dirección fueron trabajados por el cruceño Jorge Sierra, el grueso de los intérpretes son de igual manera bolivianos y el rodaje, la grabación para ser preciso, tuvo lugar en su integridad en los estudios de la Red Uno en  Santa Cruz durante la pandemia, la producción, que insumió medio millón de dólares, monto inalcanzable para los emprendimientos fílmicos locales, sólo se hizo posible merced a la coproducción con empresas e inversionistas de Colombia, México, Chile, Argentina y Estados Unidos.

Es ese un dato fundamental para entender por qué la película puede aparentar en una primera mirada cierta pretenciosidad y un desentendimiento de los rasgos propios de los films hechos aquí, aspirando a una suerte de enfoque narrativo internacionalista, necesario sin duda, por una parte, a fin de satisfacer a esos aportantes de otras latitudes, y, por otra, con el propósito de abrirse espacio en los mercados de exhibición de aquellas.

Producción

Jorge Sierra fue productor, el 2009 de la notable El Ascensor realizada por Tomás Bascopé. El 2012 dirigió El juego de la silla, su opera prima como realizador, en buena medida malograda incursión en el género de suspenso sobre todo debido al descontrol de los protagonistas, bordeando la sobreactuación, y a la endeblez de los diálogos. El 2016 tuvo a su cargo la fotografía y el montaje de La herencia dirigida por Christian Calvo. Sierra fue responsable asimismo, el 2020, de la Dirección Audiovisual, en su versión virtual, del Festival de la Orquídea en la localidad chiquitana de Concepción. Ha sido autor de también de la novela “El Código Humano”.

Alineada a las demandas de la emancipación femenina La lengua desnuda, cuyo equipo técnico estuvo en más de un 60% conformado por mujeres, la columna vertebral de su trama ronda en torno al deseo de dos amigas íntimas, y algo más que eso, de abrirse camino en el espacio audiovisual, enfrentando los múltiples escollos con los que colisionan en el intento. Así Bárbara, personificada por Mel Quintans, actriz de origen cubano afincada en los Estados Unidos, y Victoria a cargo de su colega argentina Mey Bianchi residente en Madrid, embisten una y otra vez contra las celadas y manipulaciones que van echando por tierra su sueño.

El antagonista principal es Nicolás, interpretado por Cristian Mercado, mandamás de una empresa productora que maneja a discreción y sin parar mientes en la limpieza o no de los métodos que pone en práctica para ir consolidando su poder: desde el robo de ideas y guiones ajenos, hasta el acoso frontal e indisimulado al personal femenino

La lengua desnuda

Sin embargo, el modo de enfrentar esos avatares por Bárbara y Victoria, difiere una enormidad en uno y otro caso. A cierta altura del metraje Bárbara afirma “el problema del mundo es la lengua”, sentencia que abre el abanico temático del film apuntado a reiterar que la lengua, poseedora de una infinidad de sutilezas, puede ser instrumentada ya sea para indagar en la realidad o bien para disfrazarla apelando a términos distractivos y encubridores de la manipulación de la cual son objeto quienes quisieran develar las maniobras del poder para imponer sus intereses, tal cual ocurre hoy en día, dicho sea de paso, con el forzado anglocentrísmo del argot digital campante urbi et orbi, cuyos usuarios casi siempre desconocen el contenido de las palabrejas que absorben del aluvión de falsas verdades propio del doloso universo cibernético.

Pues bien, a partir de la aseveración de Barbara, esta resuelve zafar de los eufemismos, soltando la lengua, vale decir vomitando, en el cabal alcance del término, sus pareceres respecto a los dictatoriales protocolos sociales y encasillamientos lingüísticos a fin de poner en evidencia las jugarretas perpetradas por Nicolás. Entretanto Victoria cree mejor fingir no haber caído en cuenta de los aviesos embustes de este y mantener una actitud conciliadora con el impostor y su tóxica masculinidad. En suma, una y otra se ubican en las dos posiciones opuestas de la mencionada apelación al lenguaje, asunto, valga el apunte ya controvertido 380 años A.C. por el filósofo griego Platón en su “Crátilo”.

Guión

El guion, asimismo, autoría de Sierra, en base a un ensayo que escribió años atrás, fluctúa entre el drama y el humor, género este último que la película se propone activar generando la complicidad de la platea con la incendiaria verborrea de Barbara. Por su parte el drama asoma mayormente en el maltrato del cual son objeto las dos amigas, al igual como algunas congéneres, sin que La lengua desnuda caiga en la trampa de  proporcionar las usuales simplistas, cuanto tramposas, recetas para mutar el estado de cosas agradecible abstención resumida en un texto incluido hacia el final de la película definiéndola como “cuento sin trama ni desenlace”, irónica insinuación con cierto tinte de apertura preventiva del paraguas por el realizador frente a eventuales reparos críticos al producto terminado.

La trama transcurre mayormente en dos escenarios: los ambientes de la productora frecuentada por las protagonistas centrales en procura de encontrar sitio para hacer realidad sus aspiraciones y un café con el curioso nombre de El Lobo Estepario regentado por un sujeto llamado Rulfo, interpretado por el actor chileno José Camus. Tales alusiones a la novela homónima de Herman Hesse y al escritor, guionista y fotógrafo mexicano Juan Rulfo, eventualmente indescifrables para el grueso de los espectadores, al igual que otras referencias a los nueve círculos de El infierno de Dante, texto del escritor florentino Dante Alighieri, o a Moby Dick novela de Herman Melville son algunos de los guiños recurridos por Sierra en el al inicio de esta recensión, mencionado intento de compensar a los coproductores y abrir mercados apelando a un empaque internacionalista distanciado de los aderezos propios de un relato adecuadamente embebido de los acentos culturales bolivianos.

Sabores

Pero si bien tal estrategia discursiva y comercial puede entenderse, otra cosa es que La lengua desnuda peque de excesivo amaneramiento en desmedro de la necesaria concordancia entre el qué y el cómo propia de los trabajos creativos verdaderamente logrados encontrado la dosificación precisa de las sustancias dramáticas y contextuales. La pregunta que permanece flotando pues es si la simple adhesión al recetario formal de los denominados estándares internacionales alcanza para redondear de modo apetecible cualquier producción, incluso estando esta privada de los ingredientes auténticos que le confieren un sabor propio. 

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No es que la realización de Sierra carezca de aciertos sueltos. En términos generales la faena interpretativa del elenco es impecable, lo mismo en el caso de las ya mencionadas y mencionados roles centrales como, al igual, en el desempeño de Luis Bredow y Julio Kempff en los papeles de Reggi y Augusto, par de amigos jubilados, habitués del café donde conversan mientras el primero de los nombrados espera ver retornar en algún momento a su hija entretanto se afana en arreglar diversos dispositivos, y su compinche e interlocutor trata de evitar que se precipite en la depresión.

Crítica

La puesta en imagen es de igual manera mayormente atractiva merced al sobresaliente aporte del director de arte cubano Maykel Paez y del director de fotografía cruceño Ytalo Cabruja, experto en técnicas digitales para el tratamiento visual, a pesar de que en ciertos momentos las imágenes digitalmente demasiado manipuladas pierden en parte su carácter realista semejando figuras virtuales, lo cual no contribuye a espesar el relato en su propósito cuestionador de diversos aspectos de la confusa realidad contextual presente.

En suma, La lengua desnuda es un producto desparejo, a momentos salido del camino y en otros con aciertos puntuales muy dignos de ser relievados. Que esa suerte de desbalance consiga mantener despierto el interés y la atención del espectador, aquí como fuera de nuestras fronteras, resulta incierto.   

Título Original: La Lengua Desnuda – Dirección: Jorge Sierra – Guion: Jorge Sierra – Fotografía: Ytalo Cabruja – Montaje: Lisandro Vasquez – Arte: Maykel Paez, Mey Bianchi, Melina Terceros, Marina Pereyra, Carla Ayala, Vania Torres, Javier Alcocer, Angela Monica Cahuata, Henry Gomez, Bubby Suarez, Diego Castrillo – Música: Federico Amaya – Sonido: Gonzalo Quintana, Walter Acho – Producción: Juliette Betram, Jose Luis Cabruja, Addis Mosqueda, Mel Quintans, Mariana Sueldo, Jorge Sierra, Daniela Gutierréz, Ligia Coronel, Jean Carla Terrazas, Miguel Quintans, Pablo Canedo – Intérpretes: Mel Quintans, Mariana Sueldo, Cristian Mercado, Nancy Cronen, Alexia Dabdoub, Tomas Camus, Luis Bredow, Julio Kempff, Romy Paz, Miguel Mostajo, Malena Arauz Queirolo, Mariana Bredow, Carlos Ureña, Daniela Ochoa, Melina Terceros, Alejandro Amores, Lauro Cardozo, Caro Tv, Mariana Reckeweg, Pedro Alvarez, Robert Rodríguez, Genesis Gil, Jorge Valenzuela, Nathalya Santana, Sergio Mier, Agustina Issa Sierra, Luciana Cabruja, Sofía Caballero, Valentín Sueldo, María Leslie Ascarrunz, Mariana Peña, Paola Mercado – BOLIVIA, COLOMBIA, USA, CHILE, ARGENTINA MÉXICO/2024

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Elogio del silpancho (y del trancapecho)

El silpancho logró encumbrarse desde orígenes humildes hasta ser un ícono de la comida popular.

/ 7 de septiembre de 2024 / 20:17

Cochabamba, una ciudad que se enorgullece de su rica tradición culinaria, ha regalado al mundo un platillo que, por su sabor y su historia, se ha convertido en un emblema de la gastronomía boliviana: el silpancho. Este plato, nacido en la mitad del siglo XX, ha sido un testigo fiel de la evolución de la cocina popular en Bolivia, uniendo generaciones y traspasando fronteras gracias a su inconfundible mezcla de ingredientes. Pero, junto a él, ha surgido un descendiente que ha tomado su lugar como una variante más accesible y callejera: el trancapecho. Ambos, representan el ingenio y la creatividad que surge desde la necesidad.

El silpancho es más que un simple plato. Es la expresión de una cocina que, partiendo de la humildad, ha logrado crear algo grandioso. Su nombre proviene del quechua y significa «plano y delgado», reflejando a la perfección la forma en que la carne es aplanada antes de ser cocinada. Según la historia, el silpancho tal como lo conocemos hoy fue creado hace aproximadamente 80 años por Celia Lafuente, una dama cochabambina que vendía su creación en un fogón en la puerta de una casa en las calles Lanza y Ecuador de Cochabamba. Al principio, el plato no llevaba arroz ni huevo; esos ingredientes se añadieron más tarde para satisfacer a una clientela cada vez más exigente.

Evolución del silpancho

Uno de los aspectos más fascinantes del silpancho es cómo ha evolucionado con el tiempo. Al principio, solo consistía en una lonja de carne de res apanada y frita, acompañada de papas fritas y una sencilla ensalada de cebolla, tomate y locoto. Sin embargo, a medida que Celia Lafuente continuaba perfeccionando su receta, empezó a añadir arroz para hacer el plato más sustancioso. Los clientes, satisfechos con la adición, comenzaron a llevar huevos para que ella los friera y los incorporara al plato. Así, el silpancho se convirtió en lo que es hoy: una deliciosa combinación de arroz, papas cocidas y fritas, carne de res apanada, huevo frito y una ensalada fresca.

El silpancho ha llegado a ser una de las comidas más populares en Bolivia y su impacto no se limita solo al país. Su fama ha cruzado fronteras, conquistando a aquellos que buscan una comida reconfortante y nutritiva. Sin embargo, no podemos hablar del silpancho sin mencionar a su hijo, el trancapecho. Este sándwich, creado en el barrio cochabambino de Caracota, toma todos los elementos del silpancho y los convierte en un alimento portátil, ideal para ser disfrutado en cualquier momento y lugar.

Ramón Rocha Monroy, destacado escritor boliviano, describe al trancapecho como «el hijo pobre del silpancho, que ya era pobre». Este invento, nacido de la necesidad de crear un alimento sustancioso y económico, es un reflejo de la cultura de la pobreza que ha dado lugar a algunos de los platos más icónicos de la gastronomía boliviana.

Su hijo, el trancapcho

Rocha Monroy destaca cómo las bravas cochabambinas, en su ingenio, decidieron globalizar el silpancho, transformándolo en un avatar del sándwich de Lord Montague. «Abrieron entonces el vientre de un buen pan de toco y lo rellenaron con esa milanesa venida a menos que es la delgadísima carne apanada y frita del silpancho», señala,

Añade que “le agregaron el consabido huevo estrellado y la sarsa de tomate, cebolla y locoto picados en cubitos milimétricos. Hasta ahí no habían innovado prácticamente nada, pero entonces se manifestó el espíritu faústico de la región y le agregó el toque inconcebible y final: el arroz y la papa cocida y frita. Listo: nació una nueva criatura alimenticia que, como todo recién nacido, no tenía nombre; y entonces el pueblo aquilató su consistencia de hormigón armado y lo bautizó con el pagano nombre de Trancapecho”.

El trancapecho, al igual que el silpancho, ha encontrado un lugar especial en el corazón de los cochabambinos y, cada vez más, en el de todos los bolivianos. Su versatilidad y la manera en que encapsula los sabores del silpancho en un formato más sencillo lo han convertido en un antojito popular entre jóvenes y adultos. Para algunos, elegir entre un silpancho y un trancapecho es una cuestión de estatus, como lo ilustra Rocha Monroy al recordar cómo un «morenazo» en su Mitsubishi respondió indignado cuando una casera le preguntó si quería un trancapecho, mostrando que hasta en la comida, las percepciones sociales juegan un papel importante.

Tanto el silpancho como el trancapecho ocupan un lugar particular en la culinario y el imaginario boliviano. Son símbolos de la capacidad de Cochabamba para transformar la sencillez en algo extraordinario, y representan el orgullo de una ciudad que ha sabido hacer de su cocina un arte. Ya sea en un plato o en un pan, el sabor del silpancho y del trancapecho perdura, recordándonos que, en la gastronomía, como en la vida, lo humilde puede convertirse en grande.

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Mario Conde ¿Y la exposición?

El artista paceño presenta la exposición ‘Opera Summa’ en la galería Altamira de La Paz

Por Ariel Mustafá R

/ 1 de septiembre de 2024 / 06:17

Una parte fundamental del mundo de las artes plásticas es la publicación de libros que acompañen la producción creativa de los artistas. Huelgan los ejemplos de todos los museos del mundo y las grandes editoriales dedicadas casi exclusivamente a este fin. Nuestro país no es ajeno a ello, aunque a decir verdad la producción editorial vinculada a las artes plásticas es altamente limitada. Son contadas las publicaciones referenciales de arte en Bolivia, este motivo nos llevó, el año 2020, a publicar el libro Arte contemporáneo en Bolivia.

Sin embargo, la publicación de obras monográficas tiene una producción más intensa. Tal es así que de autores como Raúl Lara, Alfredo La Placa, Enrique Arnal, María Luis Pacheco, María Esther Ballivián, por citar algunos, hay libros publicados en los que se da a conocer al

artista y a su obra. Un común denominador entre todos ellos es que normalmente se realiza de artistas que ya no están entre nosotros. Esto tiene algunas explicaciones válidas, pero creemos que no debería ser necesariamente una norma. Por ello, en pocos días presentaremos el libro monográfico de un artista vivo, probablemente el artista en activo más importante de este momento en el país, nos referimos al maestro Mario Conde Cruz.

Trabajando en una sola técnica: la acuarela, Mario Conde despliega en técnica y contenido una maravillosa propuesta que despierta la admiración tanto en los grupos que defienden como en los que defenestran el arte moderno. Con un trabajo realista y surrealista al mismo tiempo, y su pensamiento anarquista con obras cargadas de ironía y sabiduría hacen sorna de la política —independientemente de la ideología— los manierismos del folclore, las instituciones sociales y su devenir en nuestro tiempo.

Dueño de un gran sentido del humor, su influencia entre los artistas, tanto nóveles como con trayectoria, es innegable y todos lo consideran un Maestro en el campo de las artes; pues en estos tiempos de cambios en las premisas del arte y con artistas conceptuales que pugnan por ganar protagonismo en las esferas del movimiento artístico con instalaciones, performances y propuestas innovadoras, la presencia de Conde y la admiración que se le profesa lo convierten en la bisagra que une el arte moderno con el arte contemporáneo.

Son tantos los motivos que justifican la publicación de este libro, que utilizamos este espacio dedicado a su exposición para promoverlo.

Por cierto, ¿y la exposición?, fantástica, como siempre. Irreverente, desafiante, provocadora. Opera Summa se exhibirá hasta en la galería Altamira (calle José María Zalles Nº834 – bloque M-4, San Miguel).

Mario Conde: maestro acuarelero.

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Perfil

Mario Conde Cruz  nació en La Paz, en 1956, ciudad en la que reside. Estudió en la Escuela Superior de Bellas Artes Hernando Siles, institución que actualmente lo cobija como docente, donde obtuvo la especialidad en pintura y grabado, decantándose por la acuarela. Es considerado un gran maestro en esta especialidad. Comenzó exponiendo sus obrasa en la plaza Humboldt de la ciudad de La Paz.

Texto: Ariel Mustafá R.

Fotos: Mario Conde

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