Muerte y martirio en Palestina
Imagen: Ahlam Shibli, Museo Nacional de Arte, Ricardo Bajo
Campo de Refugiados Nuevo Askar, una fotografía de Ahlam Shibli en la serie ‘Muerte’.
Imagen: Ahlam Shibli, Museo Nacional de Arte, Ricardo Bajo
La fotógrafa palestina Ahlam Shibli expone en el Museo Nacional de Arte 30 obras para no olvidar la lucha del pueblo palestino
Son fotografías alrededor de la muerte. Podían ser de cualquier lugar del mundo pero son de Palestina, donde la parca es omnipresente. Cualquier día puede caer una bomba en tu casa, sin comerlo, ni beberlo. Como en Gaza. No importa que estés en un hospital o en una iglesia o mezquita. La bomba te caerá igual. Ni estando cerca del mar, en la playa, te salvarás. Cualquier día pueden llegar militares armados hasta los dientes con tanques y “bulldozers” arengados por colonos armados con rifles de asalto y quitarte la casa de tus padres, la casa de tus ancestros, la que tenía olivos en el jardín. Como en Cisjordania. Muerte es el título de la serie de la fotógrafa palestina Ahlam Shibli. Llega al Museo Nacional de Arte de La Paz procedente de la 35ª Bienal de São Paulo. Estará hasta mediados de octubre.
Veo (foto uno) un mural con unos barrotes y una llave pintada en la entrada de la casa de los Shalabi. Tienen un hijo, Anan, condenado a cadena perpertua en las cárceles de Israel. Tienen doce familiares más en prisión. El “grafitti” es memoria y dignidad.
Ahlam Shibli nació en la Palestina histórica, en Haifa, en 1970. Vive entre Alemania y su patria. Tiene varias décadas registrando la ocupación ilegal de tierra árabe/palestina por parte de Israel y su política colonialista (condenada por Naciones Unidas). Ha presentado sus trabajos en las bienales y certámenes más importantes del arte y la fotografía del mundo como la Documenta de Kassel (Alemania), el Centro Pompidou de París, la Bienal de Busán (Corea del Sur) y la Tate Modern de Londres, entre tantos otros.
Hace doce años se fue a Nablus/Naplusa para documentar el fenómeno político de los mártires de la causa palestina, presente en las calles y casas de esta ciudad, cuna de una gran mayoría de miles de palestinos muertos durante la Segunda Intifada (2000-2005).
Veo (foto dos) una tienda de verduras y un cartel que muestra a los mártires Abd al-Rahman Shinnawi, Amar al-‘Anabousi y Basim Abu Sariyah de las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa. Junto a ellos, otro retrato, de Naif Abu Sharkh, líder de las Brigadas Al-Aqsa de Naplusa, la “ciudad rebelde”. El afiche tiene un adhesivo con un puño en alto con los colores de Palestina y la leyenda: “queremos que la ocupación fracase. Boicot a Tapuzina [un refresco israelí]. Iniciativa Nacional Palestina”.
(“No regresaré hasta que plante mi paraíso en la tierra o consiga mi paraíso en el cielo o bien muera yo o juntos muramos todos”, Ghassan Kanafani).
En la Gaza de hoy no hay fotos de militantes en las calles. En Gaza, hoy, no hay calles. Y los muertos (más de 40.000) no pertenecen a ninguna de las doce organizaciones armadas palestinas que resisten la ocupación y el genocidio (algunas islamistas, otras de partidos políticos de izquierda). En la franja, la gran mayoría de asesinados bajo las bombas sionistas son niños, niñas y mujeres. Su único delito: ser palestinos, haber nacido en Palestina. Todos se preguntan hoy lo mismo: ¿dónde está la humanidad? ¿para el pueblo palestino no existen los derechos humanos? La enfermedad de la polio, erradicada en todo el mundo, azota a la infancia palestina de Gaza por el bloqueo criminal y genocida de Israel.
Veo (foto tres) un cementerio. Es el cementerio de Naplusa. Hay una tumba con una piedra en forma de mapa. Es la Palestina histórica, la Palestina anterior a la “Nakba” (desastre) de 1948 (año de la creación del estado de Israel por una imposición de Naciones Unidas tras el fin de la II Guerra Mundial y el sentimiento de culpa de Europa y Estados Unidos por el holocausto nazi).
La fotógrafa Ahlam Shibli —una de las fotógrafas palestinas más prestigiosas de las últimas décadas— no solo toma imágenes, también graba videos y documenta injusticias. Registra. Para que la memoria perdure. Para que los genocidas no se salgan con la suya. Ahlam habla con las familias palestinas. Las madres cuentan que las fotos de los mártires en el “living” de sus casas compensan la pérdida y el sentimiento de vacío que trae la muerte de sus seres queridos que ahora son héroes; ya no morirán.
Las imágenes de los mártires transmiten orgullo, dignidad, lucha. Están de pie, armados, prestos a luchar y caer. “La muerte es un medio de reconocimiento para los palestinos que abrazan la lucha armada. Se están sacrificando por la nación palestina”, dice la fotógrafa en una entrevista con medios brasileños cuando se inaugura esta misma muestra en la Bienal de Sao Paulo, Brasil. “La muerte en resistencia nunca se olvida”. Los que ya no están se hacen presentes de nuevo.
Veo cartas, tarjetas de condolencia y diarios personales (fotos cuatro y cinco). Veo corazones y flores. Es el diario del preso Diyas al-Lidawi, escrito en 2008. Expresa su sufrimiento ante la falta de libertad e independencia de su país, Palestina. Y el amor hacia su familia que sabe que nunca lo verá libre por las calles de su pueblo.
Veo una carta de “Alá” Akoubeh, enviada desde la prisión de Majedo a su madre y su hermano Hisham. En una misiva de diciembre de 2010, el preso pide a su hermano que lleve a su hijo al tribunal para que pueda ver en persona por primera vez a su querido sobrino. Hay también cartas dirigidas a “La Madre de la Resistencia”, una mujer palestina que durante la Segunda Intifada puso su casa, su trabajo y su dinero a disposición de cualquier miembro de la resistencia palestina que llamara a su puerta en el barrio de al-Kasaba en la ciudad de Nablus/Naplusa.
Veo la fotografía de un preso en la pared de la casa de su hermano en el campo de refugiados de Balata, en marzo de 2012. Es Bashar ‘Einab. Una vez al mes los prisioneros/rehenes palestinos en mazmorras israelíes se pueden sacar una imagen y mandarla a sus familiares. Antes tienen que comprar esa foto a sus carceleros que lucran con ella.
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No hay nadie en Palestina que no tenga un padre, un hijo, un hermano, un primo asesinado o preso por luchar. Recuerdo a la treintena de familiares asesinados bajos las bombas de Israel en el norte de Gaza que tiene el presidente de la comunidad palestina en La Paz, el doctor Ayman Altaramsi. No sé como hace para despertar todas las mañanas y seguir viviendo.
Veo (foto seis) más tumbas. Las de Yamen Faraj y Amjad Mulaitat, comandantes de las Brigadas Abu Alí Mustafá, la rama militar del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP). Ambos fueron asesinados en julio de 2004 tras una incursión militar israelí en su comunidad. Después las viviendas de sus familias fueron demolidas sin piedad. Como siempre.
Las fotos de la artista Ahlam Shibli cuentan/preservan la historia de su pueblo. Sus imágenes no pueden ser destruidas como hace el Ejército de Israel con los monumentos en las calles en reconocimiento a los combatientes palestinos. Una estatua se puede bajar como un fetiche (como hace la ultraderecha venezolana con las estatuas del comandante Hugo Chávez Frías, como hicieron los golpistas con bustos del presidente Evo Morales en 2019 tras el golpe cívico militar) pero no se puede tumbar una idea, bajar un sentimiento. Ya lo dijo Pablo Neruda: “Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera”. El arte perdura para que los corazones no olviden, para volver a escribir relatos de resistencia.
Veo (foto siete) un cartel luminoso dedicado a ‘Anan Shalabi en la calle que lleva a la casa de su familia. Detrás hay otro con dos retratos, también es luminoso. Conmemora a los mártires Yasser Shawish y Kamal Mallah.
Hay más fotos tomadas en los campos de refugiados de Balata y Askar Novo. Hay pintadas que dicen cosas como estas: “Ni la prisión ni la guardia me aterrorizan / prisionero Haitham Ka’abi / hijo de la resistencia de Balata / detenido en agosto de 2006”.
En la ciudad vieja de Naplus un pasacalle muestra (foto ocho) a Naif Abu Sharkh, rodeado de sus camaradas. Y otra frase en árabe: “No hay lugar para la retirada, todos los líderes al frente. / No hay lugar para la debilidad, la victoria es nuestra guía. / No hay lugar para la humillación, lejos de mí el ocupante”.
La exposición fotográfica de Ahlam Shibli está colocada como si fueran una película, un cómic, como si fueran fotogramas/viñetas de una pesadilla. Ninguna foto está aislada de la otra. Cuentan historias, ignoradas por la industria del cine, por los canales de televisión hegemónicos, por el omnipresente aparato de propaganda israelí que controla pantallas, grandes y chicas. Las fotos de Ahlam Shibli luchan contra la invisibilización del pueblo palestino. Contra esa estrategia sistemática del sionismo que convierte a los palestinos en bestias, para así justificar su aniquilamiento como pueblo. Sus fotos de muerte y martirio son Palestina, un pueblo que pelea por la vida.
Texto: Ricardo Bajo H.
Fotos: Ahlam Shibli, Museo Nacional de Arte, Ricardo Bajo