Ramiro Blacut: Tirando paredes con Müller y Beckenbauer
Imagen: REVISTA CONMEBOL Y DIARIO EL UNIVERSO
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Debutó en Primera a los 15 años, tomó parte de una inolvidable gira por Europa a los 17, emigró al fútbol argentino a los 18, ganó la Copa América a los 19, llegó al Bayern Munich a los 20…
Ha sido un predestinado. Vaya que sí. Debutó en Primera División a los 15 años, se forjó jugando en dupla con Víctor Agustín Ugarte, el Maestro; a los 18 años llegó al fútbol argentino; ascendió con el Bayern Munich compartiendo equipo con Maier, Müller y Beckenbauer; recorrió el mundo, entrenó varias veces a la Selección Boliviana y a una docena de clubes. Participó en cantidad de Eliminatorias, copas América, Libertadores y fue la figura del único Campeonato Sudamericano (así se decía antes) ganado por Bolivia, en 1963.
A 50 años de aquella gesta del balompié boliviano, lo recordamos con el puntero derecho del equipo, considerado una de las figuras del torneo: Ramiro Blacut, futbolista, entrenador, ingeniero civil, figura consular del fútbol de su país.
– Se inició nada menos que como ladero de Víctor Agustín Ugarte.
– Sí, yo en la reserva y en la 4a. del Bolívar jugaba de ‘10’, pero llegaba mucho, antes el ‘10’ era un segundo punta. Sin embargo, se lesionó Hugo Flores, el puntero derecho, y el técnico me preguntó si quería jugar ahí. Y yo con 15 años le dije que sí, imagínese el atrevimiento, la emoción… Jugué de puntero con la ayuda del interior derecho, que era Víctor Ugarte, un maestro. Ese año y medio, casi dos que jugué con él fue una escuela muy grande para mí. Desde ahí no volví a dejar el puesto y quedé como titular. Eso fue en 1959.
– ¿Es Ugarte el más grande futbolista boliviano de la historia?
– Considero que sí, porque era un malabarista con la pelota y además era completo, manejaba los dos pies, era un ‘8’ de ida y vuelta con gran manejo, que organizaba, creaba juego, hacía goles y además marcaba. Lástima que actuó en una época medio amateur, hoy estaría en Europa. Fue un ídolo sensacional en Bolivia. Todos los domingos, después de cada partido, lo llevaban en hombros más o menos unas 20 cuadras desde el estadio hasta la Plaza Murillo, a una cuadra del Palacio de Gobierno. La gente lo invitaba a comer, a sus casas…
– ¿Cómo sigue la saga de su vida? porque eso ha sido.
– En 1961 viví una hermosa experiencia: Always Ready, otro club de La Paz, hizo una extensa gira por Europa, de gran nivel, y me llevaron como refuerzo. Fuimos muchos jóvenes porque los grandes jugadores que había en Bolivia -y eran muchos- no podían viajar; es que la gira no pagaba y los más grandes tenían que llevar dinero a sus casas. Jugamos en 11 países, Inglaterra, Escocia, Francia, Alemania, Suiza, Bélgica, Dinamarca, Rumania, Grecia, España, Bulgaria… Fueron 27 partidos, casi todos contra grandes equipos, recuerdo con el Anderlecht de Bélgica, que empatamos 3 a 3. Con 17 años, yo era el menor de la delegación.
– ¡Un recuerdo imborrable!
– Claro, fue sensacional. Y como aprendizaje, buenísimo porque enfrentábamos a grandes equipos. Jugábamos domingos y miércoles y después viajábamos en bus, tren, avión, en lo que sea. No entrenamos nunca porque no había tiempo. Duró 4 meses, y estábamos por llegar a Rusia, pero nos volvimos, ya estábamos cansados y aparte no había más dinero.
– Contaba que la gira fue un poco la preparación de la Selección para la Copa América del ’63.
– Claro. Del Wilstermann llevaron a Máximo Alcócer, Renán López, Zabalaga, estaba Eduardo Espinoza del Always Ready, yo del Bolívar, todos esos fuimos campeones luego en 1963.
Argentina y después… el Bayern
Como buen paceño, habla como la gente del altiplano, de las sierras, arrastrando las “eses”, pronunciando con suma claridad y parsimonia.
– Volví de la gira y jugué medio año en Bolívar. A 18 años actué en Ferro Carril Oeste, de Argentina. Eso fue en 1962. Fui a jugar y estudiar. Y me recibí de bachiller. Allí tuve de compañeros a Garabal, Marrapodi, Etchevest, Ribaudo, que después fue campeón de América con Estudiantes… Y a Wilfredo Camacho, que fue conmigo.
– Pero ya llegaba la Copa América, a comienzos de 1963…
– Exacto, volví a La Paz y ya se estaba preparando la Selección. Yo me incorporo por Navidad o Año Nuevo… Cumplí 19 años en enero y la Copa en marzo. ¡La jugué con 19 años! Era el jugador más joven de la competencia.
– Pasemos por un momento la Copa, ¿de ahí se fue a jugar a Alemania?
– No, me fui a estudiar. Terminada la Copa, seguí unos meses más en el Bolívar mientras esperaba la documentación de Estados Unidos, para ir a hacer la universidad allá. Y me decía “fui campeón de América y voy a dejar el fútbol”, porque allá estaba el ‘soccer’, pero no era un fútbol de primera clase.
– ¿Qué iba a estudiar?
– Ingeniería, soy ingeniero civil.
– ¿Y entonces?
– En eso llega un amigo de Alemania que había estado un año allá y me dice que nos vayamos a Alemania, que él me iba a ayudar pues conocía mucho el país. Lo consulté con mis papás y me fui. Estando allá surgió la posibilidad de probarme en un club. Fui al Kalsruher y me aprobaron, pero estaba cerrado el libro de pases y tenía que esperar como ocho meses que se abriera. En el interín, gente de Múnich cercana al Bayern se enteró que yo jugaba y me ofrecieron una prueba. Fui y quedé. El Bayern estaba en Segunda División, en la Liga del Sur. El fútbol alemán estaba dividido en cuatro grandes regiones. Había como 40 equipos en cada liga, durísimo.
– Era justo la época en que empezaba Beckenbauer…
– Exacto. Por reglamento se podían incorporar 3 jugadores de cualquier nivel o país. Y otros 3 de las divisiones inferiores. De afuera vino un puntero izquierdo, Schwan, también un centrodelantero y yo como puntero derecho. El ‘9’ era un muchacho de 19 años que venía de un pueblito cerca de Múnich, Gerd Müller. Un goleador excepcional. Y de los jugadores de inferiores había uno que nos decían iba a ser un gran jugador: ¡¡¡Franz Beckenbauer!!! En dos años ya estaba en la Selección. Fue con 20 años al Mundial de Inglaterra. También estaba Sepp Maier, que en ese momento era el arquero suplente.
A esta altura, el cronista es un privilegiado escucha, pero Blacut prosigue el relato con naturalidad.
– Lamentablemente en la pretemporada me lesioné, rotura parcial de ligamentos. Y estuve cinco meses inactivo. Pero alcancé a jugar algunos partidos y a anotar algunos goles. En el primer año en el Bayern fuimos campeones y ascendimos a la Bundesliga.
– ¡Qué suerte tuvo! ¡Cayó en el lugar justo en el momento justo!
– Todas las cosas fueron así en mi vida, llena de oportunidades. Jugué con Ugarte, luego la Copa América del ’63, la gira previa, en la cual, si hubieran ido todos los mejores jugadores de Bolivia, yo no estaba todavía en ese nivel.
– ¿Cómo era el fútbol alemán entonces?
– Era semiprofesional. Los jugadores tenían que trabajar en algo extrafútbol. No daba para vivir. Si un jugador tenía familia, no podía mantenerla sólo con el fútbol, por ello cada uno tenía un trabajo aparte. Todos teníamos que hacer algo, trabajar o estudiar. Sepp Maier, que tenía un gran físico, era herrero, manipulaba fierros. Trabajaba de 7 de la mañana a 3 de la tarde. Entrenábamos a las 5 de la tarde porque todos venían de trabajar, pero Maier llegaba a las 4 y entrenaba solo, como un atleta, hasta las 8 de la noche. Beckenbauer tenía un empleo en una compañía de seguros, estaba más descansadito. Müller repartía muebles con una furgoneta. Así era.
– Y diez años después, ¡campeones del mundo!
– Claro. Y yo me volví. Fue uno de los errores más grandes que cometí. Esa oportunidad en Alemania no la consideré como un jugador profesional, no pensé en dedicarme sólo al fútbol. Me dije, me voy a mi tierra, voy a trabajar en mi profesión. Jugaré al fútbol como jugaba siempre, un poco como entretenimiento. Eso también me enseñó que se puede tranquilamente jugar fútbol y estudiar.
Archiva el ingeniero, nace el técnico
Ya parecía estar más cerca de la ingeniería que de los campos de juego, pero el fútbol pudo más.
– En el ’67 regresé de Alemania y otra vez fiché en Bolívar. Salimos tres veces campeones: ’67, ’69 y ’70. Me había propuesto dejar el fútbol a los 30 años; no quería que me pasara lo que a mi maestro Ugarte. El jugó como hasta los 40 y lógicamente ya estaba en declinación. Se había ido al Mariscal Santa Cruz. Entonces los mismos hinchas del Bolívar que antes lo idolatraban, se burlaban de él. “¿Por qué no te retiras?”, le decían. Eso me dolió mucho, no quería que me pasara a mí. Y una fractura en 1971 me alejó prematuramente. Pensé que era el final, aunque me repuse y volví en Melgar, de Perú, y luego en The Strongest. En marzo del ’74, a los 30 años, dije adiós.
– Se fue del fútbol…
– Sí, me dije yo me voy a casita, a trabajar en construcciones, como ingeniero… Y así fue por dos años. Pero no aguanté, porque el fútbol atrapa y no podía estar sin él, es como un vicio. Y me dediqué a ser entrenador. Ahí me metí, pero me metí de verdad y me preparé bien. Primero fueron el alemán Rudi Gutendorf y el lituano Edward Virba a dar un curso rápido de 15 días cada curso, uno en La Paz y otro en Cochabamba y participé. Yo era ayudante de cada uno de ellos. Y luego me fui de nuevo a Alemania a estudiar dirección técnica en Colonia. Toda mi formación profesional la hice en Alemania; hablo bastante bien el idioma.
– ¿Volvió al Bayern…?
– Claro… Diez años después volví de visita al Bayern Munich y todo había cambiado. En 1964 el club no tenía nada, alquilaba dos canchas en un campo del ejército alemán-americano, una base. Los camarines eran casillas móviles de madera y se trabajaba en espacios chicos. Cuando volví ya el Bayern había ganado todo, Liga, Copa de Europa… Habían comprado todo el terreno. Construyeron un gran edificio con camarines bárbaros. Y todavía quedaban Beckenbauer, Müller y Maier y otros jugadores también. Durante varios días fui a ver los entrenamientos.
Dirigió cuatro veces al Bolívar, cuatro a The Strongest, cuatro a Blooming, tres a la Selección Boliviana, en Ecuador estuvo en el Aucas, el Cuenca y Nacional. Era lo que había aprendido en Alemania, exigente, disciplinado, recto.
“Era impensable que Bolivia ganara aquella Copa”
– ¿Cuéntenos de aquella hazaña de Bolivia en 1963?
– Para la Navidad de 1962, como le conté, volví a Bolivia y la Selección ya se estaba preparando en Cochabamba hacía unos tres meses. El entrenador era un brasileño, Danilo Alvim, que estaba viendo gente, conociendo el medio. Yo llegué, nos dieron permiso por Navidad y al día siguiente, a la concentración. Me pusieron en la habitación del hotel con Víctor Ugarte, quien ha sido mi compañero más próximo, un muchacho excepcional, humilde. Él ya tenía 37 años, yo 19. Me ayudó mucho.
– ¿O sea que Bolivia la tomó muy seriamente, para ganarla?
– Muy seriamente porque éramos anfitriones, pero nadie imaginó que podía ganarla. Eso era impensable, la cosa fue creciendo ya en el mismo torneo. Había buenos jugadores. Tuvimos mucha competencia, amistosos contra Paraguay, Copa Libertadores, Eliminatorias, bastante jugamos. Los primeros estuvieron cinco meses concentrados. Nosotros tres meses. Digo nosotros porque con Camacho veníamos de Ferro, él era el capitán de la Selección. Estaban todos los dirigentes que componían la Federación, tanto del fútbol nacional como el provincial, hubo una unidad muy fuerte, todo el mundo se concientizó que por primera vez en la historia Bolivia organizaba un campeonato. Fue un gran desafío. Se probaron como 500 jugadores para llegar a un plantel de 20.
– Y arrancó el torneo.
– Pero yo no pude arrancar. Habíamos jugado dos amistosos en Chile y Paraguay, en tres días los dos partidos. Perdimos los dos. En ese interín a mí me viene una cuestión completamente inesperada. Después del primer partido tenía yo como una bolsita negra en el talón y me estaba molestando, Jugué todo el partido, pero al día siguiente me seguía molestando. Y el terapeuta me dijo que iba a cortar esa bolsita negra. Resultó ser una picadura de mosquito; se me volvió negra y entonces con el corte me vino una infección muy fea. Volvimos a Cochabamba y yo ni fui a la concentración sino directo a la clínica porque tenía una infección bárbara. Allí estuve tres días y la Selección se trasladó a La Paz. Yo vine con la selección a La Paz, pero directo a la clínica, permanecí unos siete días ahí. Comenzamos el primer partido contra Ecuador y no jugué porque tenía la herida abierta, aunque ya sin infección. Debía jugar a partir del segundo partido. Con Ecuador en la inauguración del campeonato perdíamos 2-0, empatamos a dos y nos metieron otros dos. Otra vez abajo, 4 a 2 y logramos empatar a cuatro. Ahí, la gente que estaba desanimada por aquellas derrotas en los amistosos, se entusiasmó, creció una enorme euforia. Jugábamos un partido en La Paz, luego en Cochabamba y así, íbamos y volvíamos.
– ¿El siguiente partido?
– Con Colombia. Todavía no jugué pero ya estaba en el banco. Ganamos 3 a 0. El tercer partido, frente a Perú en La Paz. Ahí juego. Perú tenía un gran equipo. Le ganamos en La Paz 3-2 y ya Bolivia era otra cosa. Hubo un cambio de posición también. El técnico puso cuatro defensas, tres volantes, Camacho el ‘5’, Ugarte el ‘8’ y Ausberto García el ‘10’. Y delante estábamos yo, Alcócer y Fortunato Castillo, que era pequeño, del Chaco paraguayo.
– ¿Alcócer era un gran jugador?
– Alcócer era muy fuerte, siempre jugaba en el área, un goleador. Muy técnico y también muy fuerte. El ‘8’ y el ’10’ eran muy ofensivos y armadores los dos.
“Pensábamos que podíamos ser subcampeones”
– ¿Cuáles fueron las estrellas de ese equipo?
– Indudablemente, Camacho, porque tenía una fortaleza enorme. Y era un hombre muy ofensivo. El jugaba de volante central, pero iba al ataque. Con él nace el “fútbol Camachista”.
– ¿A qué se refiere?
– Al hombre de garra, de buen fútbol, un ganador, líder. Ugarte todavía tenía su clase. Ausberto García, quien fue el segundo maestro del fútbol boliviano, muy técnico y goleador. Y teníamos dos punteros muy rápidos y goleadores también. El partido siguiente fue contra Paraguay en Cochabamba y ganamos 2-1. Y la euforia de la gente ya era total, tenía la sensación de que Bolivia podía. Que se podía alcanzar un segundo puesto…
– Una figuración buena.
– Sí. Llegamos al partido en La Paz contra Argentina y si ellos nos ganaban tenían opción de ser los campeones. Estábamos ganando 1-0 y nos atacan. Ganando 2-1 y nos atacan… En el segundo tiempo íbamos 2-2 faltando 15 minutos hay un penal a favor de Bolivia. Yo amago sacar un centro con la derecha y lo hago con la izquierda, Carlos Griguol, que me marcaba, con el brazo toca el balón. Penal. Lo patea Max Ramírez y el arquero, el Gato Andrada, se tira a su izquierda y el balón estaba entrando por la derecha, pero con el pie la rechaza por encima del travesaño. No fue gol, tiro de esquina. Los jugadores argentinos estaban abrazando a Andrada y entonces Fortunato Castillo, a quien le decían El Zorro, porque es vivísimo, ejecuta rápido el córner, saca el centro y Camacho, que justo estaba consolando al que había fallado el penal, ve la pelota en el aire, cabecea y gol. Perfectamente válido. Y triunfo de Bolivia, 3 a 2.
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– Imagino la euforia.
– La gente estaba muy entusiasmada, salía a bailar y a festejar a las calles. Antes de cada partido era una fiesta. Después, esperar el triunfo era otra fiesta. Ahí se empezó a popularizar el tema “Viva mi patria Bolivia”.
– Les quedaba un último partido.
– Con Brasil en Cochabamba. Empatamos el primer tiempo 2 a 2. En el segundo convertimos dos más y luego fracturan a Alcócer dentro del área. Penal; lo patea Ugarte, que era un experto en remates. Hace gol y ganábamos 5 a 2. Pero faltaban como 20 minutos para que termine el partido y Brasil nos comenzó a atacar y logró dos goles más. Faltaban como tres minutos para que termine el partido y el campeonato, estábamos un poco nerviosos e ilusionados, pero logramos aguantar el 5 a 4.
– ¿Lo definiría como un gran equipo aquel de Bolivia?
– Sin duda. Era una selección muy fuerte, bien preparada físicamente. Con un espíritu enormemente luchador y con técnica depurada. Teníamos tres jugadores argentinos nacionalizados: Roberto Caínzo, lateral derecho de mucha experiencia y muy técnico; Eulogio Vargas en la banda izquierda, de gran entereza y fortaleza; y Eduardo Espinoza, zaguero fino, de clase. Entre los bolivianos también estaba Max Ramírez, un gran central, hábil, muy fuerte. Formamos un equipo en gran forma, con enorme optimismo. Y el apoyo de la gente fue fundamental.
– ¿Cómo fueron las expresiones de júbilo popular después del torneo?
– Después del partido con Brasil, que fue en Cochabamba, el viaje era por avión a La Paz. La pista estaba inundada por miles de personas. Había por lo menos cinco mil personas. La gente se metía directamente desde los campos vecinos, sin entrar por el edificio del aeropuerto. El avión no podía bajar. Cuando fuimos a aterrizar, el piloto tuvo que levantar vuelo otra vez porque podía haber una desgracia. Tuvieron que despejar la pista… La llegada fue muy emocionante, querían los zapatos, las medias los pantalones, todo, quedamos casi desnudos, la gente nos abrazaba. Ya tras ganar la semifinal a Argentina había sido así.
Fue el 31 de marzo de 1963. La fecha en que un país entero experimentó el húmedo y fuerte abrazo con la gloria.
– Se paralizó el país…
– Los festejos duraron mucho tiempo, fueron 15 días de fiestas y agasajos, bailes en las calles. Yo me escapé a Cochabamba, porque ya era demasiado…
Al final del camino redondearía quince temporadas como futbolista y veintisiete como entrenador. Una aventura para escribir deliciosas memorias. Estar en el lugar justo en el momento justo. Ese lema podría resumir la existencia de Ramiro Blacut, patriarca del fútbol boliviano.
Texto: Jorge Barraza
Fotos: Revista Conmebol y diario El Universo