El ladrón de perros, de Vinko Tomičić
El crítico de cine Pedro Susz analiza la más reciente realización del director Vinko Tomičić.
El fumigador, primer largo, que codirigió ocho años atrás junto a su compatriota Francisco Hevia, el director chileno Vinko Tomičić, ya había dejado en claro el interés de este por escarbar en la dura existencia de personajes marginales. En aquella realización contaba las andanzas de Guido, huraño empleado de una empresa de limpieza donde trabajaba desempeñando las tareas correspondientes al título del film, entretanto, pese a ya tener 33 años, continuaba bajo el cuidado de su madre, con la cual la relación se complicaba a consecuencia de su primer enamoramiento y las salidas nocturnas cada vez más frecuentes con sus compañeros de trabajo, sumiéndolo en una crisis existencial sin salida.
En El ladrón de perros, la cual entonces vendría a ser la ópera prima en solitario de Tomičić, filmada enteramente en La Paz, si bien se trata de una coproducción entre Bolivia, Chile, México, Ecuador, que asimismo contó con el apoyo de Francia e Italia, amén de haber accedido a recursos en la versión 2019 del concurso anual del programa Ibermedia, fondo de apoyo a la producción audiovisual iberoamericana, la referida predilección del director por escarbar en las enormes desigualdades sociales vigentes en las grandes ciudades de este lado del mundo vuelve a ser el nudo de la trama.
La narrativa de Vinko Tomičić
La película alza vuelo con un primerísimo primer plano de alguien que, con un bolígrafo atravesado en los labios, lee en voz alta varios párrafos. Luego de algunos segundos, le es retirado el objeto y el sujeto, ya en plano general, intenta volver a leer el mismo texto, sin dejar de tropezar en la pronunciación entretanto de fondo se escuchan risas. Enseguida nos anoticiamos que el escenario es un aula escolar donde un alumno, de inocultable procedencia popular, ejecuta el ejercicio, que provoca las risotadas de sus compañeros. La escena siguiente muestra al destinatario de las pullas y blanco recurrente del hiriente bulling de aquellos. Es Martín Quispe a quien vemos cambiando su atuendo escolar por el de un lustrabotas, “lustra” en el argot paceño, para dirigirse a la plaza San Francisco a objeto de emprender la diaria tarea con la cual se gana la vida.
En ese par de momentos iniciales del relato Tomičić, resume el acento del guion escrito por él mismo, que no es otro sino mostrar la todavía muy extendida discriminación, de larguísima data, de la cual son objeto los hijos de los inmigrantes venidos a la ciudad desde las áreas rurales en procura, frustrada en la mayor parte de los casos, de mejores condiciones de vida. Y el tratamiento de esa misma entrada en materia, anticipa de igual manera la preferencia del realizador para utilizar las imágenes reduciendo a lo absolutamente indispensable los diálogos, con la clara intención de que vaya siendo el espectador quien colija el trasfondo del argumento en lugar de suministrarle un relato premasticado.
Martín
Volviendo a la historia de. Martín, protagonista central, a esas alturas adolescente, es en realidad huérfano pues siendo niño perdió a su madre y al parecer nunca supo quién había sido su progenitor. Obstinado en llenar tal vacío va fabulando con ganarse el cariño del señor Novoa, uno de sus clientes habituales, con el cual va estableciendo una relación especial, ya que sospecha que podría haber sido ese padre al cual jamás conoció. El muchacho vive, bajo el cuidado de Gladys, amiga de su difunta madre y ahora empleada en la casa de una pudiente anciana, la señora Ambrosia, personificada por la ya entrada en años notable actriz boliviana Ninón Dávalos, quien retorna a la pantalla luego de una larga ausencia.
El tal Novoa es sastre y vive agobiado por la tan frecuente soledad que aqueja a los adultos mayores en las urbes donde se extravió la sociabilidad dando paso a un individualismo acicateado por los problemas existenciales de cada uno y por las urgencias priorizadas por el modelo socio/económico vigente. Así pues, Novoa, tal cual ocurre con cada vez mayor frecuencia al día de hoy, intenta mitigar ese pesado aislamiento con la compañía de Astor, su mascota canina.
El título pluraliza inadecuadamente el pillaje del protagonista ya que es uno sólo el can robado por aquel, a instancias de sus amigos, con el fin de acceder a la jugosa recompensa ofrecida a través de los cientos de afiches que Martin, entretanto simula cooperar en la búsqueda, va colgando en las calles aledañas al taller de Novoa, aun cuando suele fatigarse y quemar o arrojar al basurero parte de los carteles que este le encomienda pegar.
Vinko Tomičić, director
Franklin Aro, seleccionado entre varios aspirantes, todos ellos lustrabotas en la vida real, para asumir el rol de Martín, sale muy bien librado del para nada sencillo reto. No es por nada que recibió el premio a mejor actor en el Festival Internacional de Cine de Antalya (Turquía). De seguro no faltaran quiénes opinen que su faena es demasiado inexpresiva, pero a mi entender el rostro inmutable de Aro no sólo corresponde al semblante del personaje, es en el fondo el de miles de habitantes en la urbe que, sintiéndose ajenos, no terminan de entender el sentido, ni la meta, del agitado corre-corre o del bullicio de fondo (bocinazos, insultos, gritos de alguna manifestación, música a todo volumen) incluido en la banda sonora, aporte indudable del diseñador de sonido uruguayo Federico Moreira, quién asimismo formó parte del equipo técnico de Utama, y del compositor franco libanés Wissam Hojeij.
El papel de Novoa lo asume el prestigioso actor de teatro y cine chileno Alfredo Castro, con más de cuarenta largometrajes a sus espaldas. Y esa larga experiencia se refleja en su versatilidad para transmitir distintos estados de ánimo sin necesidad de incurrir en grandes despliegues gestuales, que hubiesen resultado discordantes con ese personaje enclaustrado en sus propios recuerdos. Le alcanza y sobra con una contenida fluctuación que va desde su naciente cercanía afectiva hacia Martín hasta el desencanto cuando percibe que es él quién se apropió de su perro, dejando de paso trascender que tal vez los unía una pasada relación sanguínea, dejada en borrador debido a los aplastantes prejuicios sociales y raciales intocados desde siglos atrás.
Elementos de Vinko Tomičić
Los pasamontañas con los cuales los lustras ocultan sus rostros, o sea encubren sus verdaderas identidades, a objeto de evitar ser blanco de insultantes agresiones de quiénes gozarían de una pretendida e intocable superioridad, en el caso de Martín sus compañeros de colegio, vienen a ser una señal muy precisa de tal forzada necesidad de esconderse en el anonimato denunciada por El ladrón de perros sin necesidad de subrayar explícitamente dicha connotación.
La puesta en imagen sortea en buena medida la más mínima tentación de incurrir en el, tan frecuente, disparate del exotismo o del recurso a las postales turísticas con el supuesto propósito de homenajear los evidentes atractivos distintivos de una ciudad inconfundible por su geografía, más no tan disímil a otras capitales cercanas, aquí y en los países colindantes, de igual manera hibridadas entre los lugares donde la discutible premisa de la modernidad, o del desarrollo, se traduce en la densificación vertical, signada por la proliferación de edificios más o menos lujosos, circundados de zonas, en buen grado inhabitables, de acogida, por denominarlas de alguna manera, reservadas a quiénes migran en procura de alguna oportunidad de emerger del hueco.
Lugares
Ejemplo del señalado modo de discurrir por la ciudad son las tomas del, o desde el, teleférico, adecuadamente dosificadas, lo mismo que aquellas otras vistas registradas en callejuelas y pasajes del viejo centro paceño, cómo el pasaje Jaen, donde el drama es escenificado, para no dejar que el espectador pierda de vista hacia donde enrumba dramáticamente el trabajo de Tomičić y así, de paso, poner sobre el tapete la pertinencia de continuar copiando los patrones impuestos por el capitalismo, cuya influencia hipnótica se ha visto exacerbada por la tecnología masiva propia de la mundialización de su actual etapa informática.
Y no dejan de ser asimismo resaltables las imágenes del depósito de automóviles en desuso donde Martín y sus compinches, llegado el momento sus cómplices en el hurto de Astor, transcurren sus momentos libres. Tal metáfora visual, tengo la impresión, intenta enfatizar la estupidez de la sociedad de consumo, únicamente a los desechos de cuyos portentos pueden acceder quiénes moran en los arrabales.
No obstante su moderado tiempo de duración, una hora y media, a El ladrón de perros le sobran algunos minutos, en particular las escenas, bastante deshilvanadas y confusas relativas a los trámites de adopción que lleva adelante Gladys y, en cierto momento pareciera tentar Novoa.
Crítica
Personalmente se me antoja de igual manera insuficiente el acrítico enfoque del guion y la dirección acerca del uso paliativo por Novoa de su pastor alemán, suerte de placebo frente al vacío provocado por su depresiva soledad, recurso, dicho sea de paso cada vez en mayor medida empleado en medio de la actual “candemía”, que hace parte de las falaces coartadas impuestas a los imaginarios colectivos a fin, a su vez, de atemperar el sentido de culpa colectivo de cara a las averías provocadas por un antropocentrismo depredador cuyas consecuencias son noticia diaria.
En un balance final El ladrón de perros, en varios tramos del relato, inspirado en algunas de las obras maestras del neorrealismo italiano, en particular Ladrones de bicicletas, inmarcesible trabajo cumbre de Vittorio de Sica en 1948, es una película necesaria de ser vista a fin de repensar, y rediscutir, nuestra mirada sobre el común entorno diario y sus severas anomalías.
Ficha técnica
Título Original:El ladrón de perros – Dirección: Vinko Tomičić – Asistente de Dirección: Alvaro Muñóz Guion: Vinko Tomičić, Samm Haillay – Fotografía: Sergio Armstrong – Montaje: Urzula Barba Hopfner – Arte: Valeria Wilde Monasterios – Música: Wissam Hojeij – Sonido: Odin Acosta, Agustin Iragola, Juan José Luzuriaga, Federico Moreira, Felipe Zavala – Animación: Koosuke Amezcua – Continuidad: Alejandro Wirth – Posproducción: Constantino Arredondo, Ari del Castillo, Christian Nawrath Smith, Pierre Cattoni, Pablo Mondragón – Producción:Edher Campos, Matías De Bourguignon, Gabriela Maire, Álvaro Manzano Zambrana, Omar El Kadi, Mario Mazzarotto, Nadia Turincev, Francesca Noia van der Staay – Intérpretes: Franklin Aro, Alfredo Castro, Teresa Ruiz, María Luque, Julio César Altamirano, Ninón Dávalos, Kleber Aro, Valdimir Gonza, Jhoselyn Cosme, Wolframio Sinue, Felix Omonte, Angel Guevara, Deyvid Bellido, Iván Cori , Ulises Valencia, Raúl Montecinos – BOLIVIA, CHILE, ECUADOR, MÉXICO, FRANCIA, ITALIA/2024
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