Fabricio Lara: plasmar lo espiritual
El artista orureño reflexiona sobre lo material y lo energético en la muestra ‘Frecuencias de Luz, Materia y Realidad’ en Daniela Mérida Gallery.
Forma y esencia, materia y espiritualidad son las preocupaciones que el artista orureño Fabricio Lara desarrolla en la muestra Frecuencias de Luz, Materia y Realidad, que seexhibe en Daniela Mérida Gallery (Av. Montenegro, entre Enrique Peñaranda y G. René Moreno). En la exposición, que permanecerá abierta hasta el 23 de noviembre, Lara invita a reflexionar sobre el ser humano como energía que vibra y crea realidades, a través de un diálogo entre la luz y la materia.
– ¿Cómo surge el concepto de Frecuencias de Luz, Materia y Realidad?
– Se origina desde antes de la pandemia. Surgió desde una búsqueda e introspección personal, ya que hace tiempo que vengo investigando los orígenes del ser humano. En esta búsqueda pude evidenciar que hay una parte del ser humano que es la más importante, la subjetiva, la no material, la espiritual. Es una vivencia más o menos constante que tengo.
Cada que pinto siempre estoy atento a las noticias, escuchando podcasts, poniéndome al día sobre la física cuántica. En el mundo de hoy hay problemas de diferente índole y mi búsqueda está en tratar de dilucidar el porqué de estas situaciones. El ser humano por lo general no es autocrítico, no tiene un horizonte muy claro sobre lo que significa el transitar por este mundo. Le preocupa más lo objetivo y material, y no lo subjetivo y espiritual.
En esta muestra trato de plasmar esa parte más importante, la espiritual, de todos los seres humanos, la parte energética. Y en esto tiene que ver mucho la física cuántica. Ya no son teorías sobre una búsqueda esotérica del ser humano o el espíritu, sino que hoy en día tenemos pruebas palpables acerca de la importancia de este campo. Hay muchos físicos cuánticos inmersos en esta búsqueda y han podido evidenciar la presencia de la supraconciencia, como la llaman, o conciencia, que es en realidad la que digita la parte material u objetiva de lo que vivimos día a día.
Si bien este es un proceso que ya lleva un buen tiempo, utilizo nuevos elementos plásticos. La paleta sigue siendo la misma, el color sigue siendo el mismo, la identidad cromática tiene todavía su desarrollo. Eso sigue una línea y también tiene una cierta evolución. Y en esta etapa es para mí muy importante poder conjugar la forma con el contenido, un nuevo contenido que es una preocupación latente y diaria.
– ¿Cómo es su proceso de creación?
– Tengo una visión de lo que es el lenguaje del arte, que básicamente está dado por lo que es la forma y contenido: el contenido es el qué, el tema, y la forma es el cómo se realiza la obra, la parte técnica y formal, el concepto de cómo encararlo formalmente, donde entra la composición, equilibrio, armonía, el uso de elementos creativos que ayuden a expresarse mejor.
En el lenguaje escrito una palabra o una oración tienen una estructura. En el arte sucede lo mismo, pero estas formas de comunicarse se basan sobre todo con colores para que haya armonía. Se debe tener un orden de esos valores, colores, dibujo, cosa de que tenga una lectura lógica.
En mi caso, tengo una inspiración acerca de un determinado tema o elemento que quiero representar, tengo la idea, empiezo a dibujar, a manchar la superficie, a diseñar la forma que quiero expresar con una idea definida, pero con un desarrollo constructivo. Si bien tengo una idea inicial, esta va desarrollando y evolucionando. Soy lo que se llama en el campo de las artes, un constructor de la obra.
– ¿Cómo enfrenta el lienzo vacío?
– No siempre es fácil. En mi caso no espero el momento de inspiración. Gracias al universo, estos momentos de inspiración sí llegan, pero la idea es poder trabajar y que la inspiración uno la encuentre en medio del trabajo, y no al revés. Muchas veces no tengo una idea muy clara de lo que voy a hacer, o por ahí sí tengo el tema, pero no siempre sé el cómo, y esa es la dubitación del artista al enfrentar el lienzo en blanco. Yo generalmente empiezo a manchar; primero pinto de negro toda la superficie, y sobre ese negro poco a poco voy dibujando y buscando la luz, primero con colores neutros, suaves, oscuros, y de ahí poco a poco se va encendiendo la obra con tonos medios, y tonos un poco más claros, hasta llegar a la iluminación o saturación total de la superficie. Obviamente en este proceso voy componiendo poco a poco.
– El camino artístico que ha recorrido es extenso. ¿En qué etapa de su carrera se encuentra en este momento?
– He pasado por diferentes etapas. Desde la realista, cuando estaba en la universidad. Mi obra se parecía mucho a la pintura que mi padre Gustavo y mi tío Raúl Lara hacían, pero pude encontrar mi camino en esa etapa de formación universitaria. Luego encontré el gusto por los colores quebrados, por la sensación altiplánica que ofrece el país. Esa rica paleta terrosa me atrajo mucho, fue la segunda etapa. Estaba más allá de lo descriptivo, lo figurativo, estaba entrando en un mundo más metafísico y andino. Me sumergí más y me enfoqué en las culturas primigenias, la tiwanacota, la inca; todas las expresiones ancestrales que lindaban mucho con la pintura rupestre originaron mi etapa matérica, con la búsqueda de seres que tenían que ver con los ancestros y también con la relación que tenían estos con el cosmos, los astros. De ahí que tenía parejas lunares, seres astrales. Y se fueron adicionando los acentos de tonos saturados.
Después pasé a otra etapa donde dejé esta técnica, más que todo por practicidad, para poder llevar exposiciones con obras de gran formato. Como trabajaba con mucha materia, no podía llevar mis trabajos en bases sólidas como venesta o trupán, hablo de cuadros de un metro, metro y medio. Transportar 10 obras así al exterior es casi imposible.
Después pasé a pintar en óleo, en acrílico sobre tela, y lograba texturas más que todo visuales, con espátulas, con pintura acrílica y continué con la saturación del color y con una figuración que lindaba con el mundo abstracto y figurativo y con evocación de seres mitológicos, astrales, cósmicos, que tenían que ver con figuras zoomorfas, antropomorfas, caballos, toros, parejas… Y con colores saturados, lindando entre la figuración y la abstracción.
Si bien en la actualidad esta investigación de la forma, del color, de las texturas, sigue su camino, tengo un aditivo: la búsqueda de la parte energética del ser humano, que es la que dirige a la material. Para mí es una vivencia constante, es un mundo en el cual me siento muy bien y en el cual vivo. No es solo un trabajo de investigación, no: es una forma de vida que en esta exposición evidencio y plasmo.
– Es un artista que tiene una gran proyección internacional. ¿Cómo se recibe su obra en el extranjero?
– He tenido la suerte de poder viajar mucho y desde muy temprana edad, de representar al país. Una de las primeras veces fue cuando yo cursaba la universidad el tercer o cuarto año y ya tenía una identidad pictórica bastante matérica. Vino una galerista del Principado de Liechtenstein a elegir tres artistas para llevarlas ahí. Fue la primera vez que tuve la oportunidad de salir representando al país junto a Cecilia Wilde y Raúl Lara, cada uno con expresiones diferentes.
Esta galerista hizo una exposición con los artistas más importantes del país en el Museo Nacional de Arte. Yo era uno de los jóvenes y en plena exposición anunciaron a los tres escogidos. Para mí fue una gran sorpresa que elijan mi trabajo. Fue un premio gigante: una especie de beca residencia de tres meses donde nos pagaban todo, ida y vuelta y exponíamos al final en Vaduz, la capital. También saqué una mención de honor en la Bienal Internacional de Pintura de Cuenca; fueron mis primeros pasos a nivel internacional.
En ese entonces lo que llamaba la atención de mi trabajo era el manejo del color. Si bien esa etapa era bastante matérico y austero, también empecé a incidir en los colores saturados acompañado con colores quebrados para poder medir la temperatura de la obra.
Cuando estuve en la feria de ARCO, en España, pasó lo mismo. Era impresionante ver pequeños stands con obras de Picasso, de Modigliani, de Max Ernst a la venta. Era como estar participando con semejantes personajes de la historia en la misma feria. Allí llamó la atención el uso que hago del color, igual que en el World Art Tokio ( Japón) en 2019. Por lo general los países latinos tienen esa exuberancia. En el color ven lo exótico de lo latino, pero había algo más, un sello más boliviano: la compensación de lo exótico (tonos saturados exuberantes) con una mesura equilibrada por el uso de colores quebrados o tierra.
– ¿Cómo influye en su obra el trabajo de grandes como Raúl y Gustavo Lara?
– Vengo de una tradición familiar artística. La familia de mi padre es una familia de 11 hermanos. Mi padre es el número cuatro o cinco, más o menos. Y a partir de mi padre, todos los hermanos que le siguen se dedicaron al arte; antes de él, no. A partir de mi padre comienza toda la generación de artistas. Estaba primero mi padre, Gustavo; le seguía mi tío Wálter, muy buen dibujante, después le seguía mi tío Otto o Roberto. Después venía Raúl, muy conocido, obviamente con mi padre Gustavo. Después estaba Jaime, un joven pintor desaparecido político en la dictadura militar argentina, se lo llevaron a sus 25 años, no lo volvimos a ver nunca más. También está mi tío Ramiro, que lindaba entre la arquitectura y la pintura. Y mi tía Blanca, que se dedicaba a la cerámica. También mi tía Judy, mi madre y mi hermana. Mi madre era pianista. Ella daba conciertos en Oruro, ahí conoció a mi padre y también hacía cerámica.
Fue muy difícil decidirme a estudiar Artes en la universidad, porque si bien lo llevaba en la sangre, era una mochila muy pesada competir con el apellido, con la fama de mi padre Gustavo o mi tío Raúl. Implicaba una responsabilidad en la cual no podía fallar. Pero fue mucho lo que pude aprender de ellos, especialmente de Gustavo, y de mi tío Raúl también, porque convivíamos todo el tiempo. Pero Gustavo, mi padre, fue mi maestro en dibujo, pintura, escultura, cerámica, en el concepto del arte, más que en la técnica. Era un placer estar con ellos, tomar el té al final de la tarde con ellos, mi tía Lidia, esposa de Raúl y mi mamá Lidia. Eran charlas donde se recordaban anécdotas artísticas del ámbito cultural en Argentina y Bolivia.
– ¿Cuáles son los siguientes pasos después de esta exposición?
– Tengo una exposición en Fundación Patiño la primera semana de diciembre. Es un proyecto que hace tiempo vengo elaborando en un área que me interesa mucho: las culturas ancestrales, uno de los primeros caminos que tomé en el arte que denominaban telúrico, pero que para mí es más ancestrado, rupestre matérico y donde voy a exponer obras que son de hace 20, 15 y 10 años, acerca de culturas ancestrales, especialmente de Taypikala.
Esta exposición será con un fotógrafo. Ambos hemos estudiado nuestras civilizaciones ancestrales y el producto lo vamos a presentar en Patiño. En la misma línea tendré una exposición individual en Los Tajibos, Santa Cruz, la primera o segunda semana de diciembre. Y para el año hay muchos planes trazados.
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