La T.F. Style Cía. de Dança hizo temblar a La Paz
El autor sostiene que la presentación de la compañía de baile procedente del Brasil fue la mejor del Numa Fest 2024.
Entre el 25 y el 27 de octubre pasados, la compañía de danza de São Paulo (Brasil), T.F. Style, llegó a La Paz para presentar una variedad de propuestas que, sin duda, hicieron «temblar» a nuestra ciudad. ¿Por qué temblar? Porque creo que ofrecen una gran lección a los artistas escénicos en general sobre la potencia del cuerpo y muestran un enfoque claro que busca transmitir ideas, crisis y sensaciones con fuerza al espectador. Figura, la del espectador, que creo que el 80 % de los bailarines bolivianos a veces olvidan…
Ejemplifiquemos esa potencia con un unipersonal que, para mí, fue la mejor obra presentada, ya que, en no más de 15 minutos, nos dejó a todos con la boca abierta y la mente a mil por hora. Se trata de Homo, interpretada por Pasha Gorbachev en el Teatro Nuna el día 27. Desde su título, la propuesta muestra esa potencia de la que hablaba: la potencia de significar. Homo hace referencia, por lo menos, a tres cosas: homo, como en Homo sapiens, humano; homo, como en homosexual o en homofobia; y homo, que en su origen significa “igual”. El título mismo es una invitación al espectador a pensar, a jugar con los significados posibles ante este significante que, en sus tres variantes, es el eje de esta obra.
T.F. Style Cía.
La propuesta muestra aún más inteligencia en la puesta en escena como tal. En ruso, en portugués y con una sola palabra en inglés (pussy), discursos de ¿políticos, figuras públicas, voces en general? constituyen la banda sonora del 90 % de esta obra. Incluso sin entender las palabras exactas de esos discursos, el eje común es evidente: la homofobia. Escuchamos a un hombre diciendo que Dios no creó a Adán y a Adán para multiplicarse y poblar el mundo; escuchamos una sucesión de voces mencionando la palabra homosexualidad con una connotación negativa, como si de una enfermedad, pecado o ilegalidad se tratase… Ante estos discursos, uno podría pensar que el bailarín sucumbe y no puede más. Pero la propuesta es lo opuesto al victimismo: es una victoria festiva y gozosa frente a esos discursos, un recordatorio de que es “igual” en tanto puede generar significados. Esto se evidencia en dos gestos: el cuerpo ante esos discursos y el cuerpo después de ellos.
Ante los discursos, entonces, el extraordinario cuerpo del bailarín se burla. Habla un sacerdote (supongo) y el bailarín se convierte en Jesús crucificado (o en San Sebastián) y nos bendice. La violencia de los sonidos no solo le marca el ritmo, sino que atraviesa su cuerpo y se convierte en una irónica respuesta. Así, ante el político es una metralleta, ante el conservador es estatua, ante el escándalo es diva (disculpen mi imprecisión, pues el cuerpo era mucho más y quizás otras cosas). No se trata de una lógica de oposición o contrarios, sino de parodia, de volverse lo mismo, pero con la cadera un poco más ladeada…
La propuesta de T.F. Style
Esta lógica gozosa y victoriosa se confirma en ese 10 % final de la obra, donde el intérprete estalla de goce mientras suena Padam Padam de Kylie Minogue y, con un juego de luces blancas que se apagan al ritmo de la música, el bailarín nos muestra su destreza, festeja, enloquece, se rebela y se revela. El corte entre los discursos políticos y la canción es drástico, ocurre de golpe, y eso impacta aún más en el espectador: de pronto se nos viene la fiesta encima y entendemos que no estamos ante una víctima, que él ha ganado ante todos, que él los ha transformado a todos.
La obra de T.F. Style inicia y termina con Gorbachev en posición neutra, en el centro del escenario. Esa postura marca, al inicio, la entrada al mundo imaginario y, al final, la salida. Pero algo se ha transformado en lo real una vez que entramos y salimos: lo vemos en la mirada del intérprete que, al inicio, era totalmente neutra –inocente– y que regresa a la realidad con una sonrisa e incluso con un toque de locura, listo para enfrentarlo todo. Ante esa mirada, el espectador, La Paz, no tuvo más opción que temblar y, quizás, repensarse…
Termino hablando, esencialmente, de un tema aparte. La función en el Nuna, si bien no estaba vacía, no contó con más de 40 o 50 personas, y fue, sin duda, la mejor propuesta escénica del Nuna Fest (dejando los conciertos de lado y hablando de teatro y danza) y del Danzénica de este año. ¿Qué pasó? El público tiene miedo de experimentar, y eso es negativo para el movimiento nacional. “Si no es mi amigo o si no es Teatro de Los Andes, no vamos”, deben decirse a sí mismos, y se pierden algo que puede ser mucho mejor que lo “ya conocido”. ¿Cuándo superaremos estos viejos hábitos?
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