Arriesgaron la vida para atrapar a un peligroso acuchillador
Abraham Terán, oficial de seguridad. Javier Virgilio Cusi Aduviri, un hombre con problemas mentales, acuchilló a 11 personas en el Aeropuerto Internacional de El Alto el 26 de junio. Tras una persecución fue atrapado por los policías Sixto Misme y Abraham Terán, mientras Sonia Valero, empleada de una librería, auxiliaba a dos mujeres heridas por Aduviri.
El miedo estuvo presente, pero el convencimiento de que había que atrapar al perturbado mental que el jueves 26 de julio de este año sembró terror en el Aeropuerto Internacional de El Alto y acuchilló a 11 infortunados que se cruzaron en su camino ganó la batalla.
“Sentí miedo, pero también sentí que debía cumplir mi obligación. No sé cuáles fueron los motivos que él tuvo para hacer eso, no sé quién era ni cuántos años tenía, lo único que estaba en mi mente es que era una persona peligrosa. Yo estaba vestido de civil, podía camuflarme con la gente, pero el deber y compromiso que uno tiene es lo que le impulsa a actuar en esa situación”, recuerda el subteniente Abraham Terán Chambi, oficial de Seguridad del Ministerio de Gobierno (foto superior).
Él había ido a cambiar un boleto de avión para el entonces ministro de Gobierno Carlos Romero y, al escuchar el griterío, pensó que eran niños que jugaban. Sin embargo, al darse cuenta de lo que estaba pasando, corrió tras Javier Virgilio Cusi Aduviri, de 40 años, con su arma reglamentaria en la mano.
Pero Terán no estuvo solo. El cabo Sixto Misme Quispe, de la Seguridad de la terminal aérea, también fue en persecución del agresor, quien huía cuchillo en mano, y lograron capturarlo.
A las 07.40 del jueves 26 de junio, Javier Virgilio Cusi Aduviri ingresó por la Puerta 1 del aeropuerto. En uno de los bolsillos de la chamarra roja y verde que vestía tenía un cuchillo de cocina. El hombre se dirigió a la boletería de una aerolínea para preguntar el costo de un pasaje a Chile.
No había pasajes disponibles y tras conocer la respuesta, volteó y observó a las que serían sus primeras víctimas. Nancy Cruz y María Condori, dos vendedoras de artesanías de un local del mismo aeropuerto, quienes se dirigían a comprar pan para desayunar.
Sacó el arma blanca, de cerca a 30 centímetros de largo, y le asestó una cuchillada en el abdomen a la primera e hirió en la muñeca de la mano izquierda a la segunda.
Ambas comenzaron a huir, seguidas por Cusi Aduviri. Sonia Valero, empleada de una librería, exenfermera y testigo del hecho, las hizo pasar al local y bajó la cortina metálica. El atacante siguió su camino e hirió a otras nueve personas.
Cerca de la Puerta 2 de la terminal aérea, el cabo Misme —de turno en el patrullaje del recinto— presenció la estampida de quienes procuraban ponerse a salvo y corrió a ver qué pasaba. Los que huían le advirtieron: “¡Él está apuñalando!”. “Lo primero que pensé fue perseguirlo”, dice a La Razón. Cusi Aduviri se dirigió a un pasadizo sin salida seguido de cerca por el subteniente Terán y por el cabo Misme, quienes se miraron y se dieron cuenta de que perseguían el mismo objetivo.
“Lo hemos encañonado, le ordenamos que se lance al piso. Entonces, botó el cuchillo y lo enmanillamos. Todo pasó en un minuto, estaba con mi arma lista”, relata poco más de un mes después el cabo, quien fue transferido y ahora resguarda la seguridad del templo de San Francisco, en La Paz (foto central izquierda).
Delirio. “El problema es que he notado que toditos estaban molestándome, todas las personas del universo, (…) incluso el señor presidente de la república Evo Morales me ha molestado de tirar con la radio (…), como el Presidente me está molestando, entonces todas las personas me han molestado de tirar como los animales gordos”, señaló el agresor tras ser capturado.
Mientras tanto, dentro de la librería, Sonia Valero, Nancy Cruz y María Condori aguardaban aterrorizadas por los gritos. Había que mantener la calma y asistir a las dos heridas, pensó la exenfermera, quien puso en práctica sus conocimientos. Valero dejó la enfermería en 2010 porque un accidente de tránsito le quitó el movimiento de los dedos de su mano izquierda. “Cuando las personas son agresivas pueden acabar con su víctima, por eso las he resguardado. Primero vi a Nancy agarrándose el abdomen, pensé que le habían robado por cómo se tocaba, cuando me miró me mostró su herida, María estaba con ella, lo primero que pasó por mi cabeza fue meterlas a la tienda, luego la cerré”, cuenta la mujer.
A Nancy le colocó su chompa sobre la herida y le ordenó que se la apretara con sus manos, en tanto que a María le pidió que se sacara la chamarra para envolverla. “De Nancy salía su tejido adiposo, tenía hemorragia interna, tampoco podía respirar. Le dije que aspirara y expirara, lo hicimos juntas”.
Pasaron 15 minutos, el griterío cesó, entonces Valero abrió y pidió auxilio, dos viajeros dejaron sus maletas en el local y las trasladaron a las ambulancias. Nancy iba en una silla de ruedas que otra vendedora había conseguido.
En otro ambiente, mientras el subteniente Terán informaba a sus superiores de lo sucedido por teléfono, el cabo Misme se quedó custodiando al detenido. “Anoche no me han dejado dormir, me han metido tres ratones en mi cuarto. Dios me ha mandado para que vaya a matar a los de SABSA (Servicios de Aeropuertos de Bolivia SA) porque ellos no me han dejado volar a Marte”, le explicó Cusi.
En ese momento, aparentemente había recuperado la calma y parecía sereno. “Mi cabo, un trillón de miles de veces, perdón. Hay mucha basura en las calles”, continuó señalando.
Luego de algunos minutos, investigadores de la División Homicidios de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC) de El Alto se presentaron en el aeropuerto y trasladaron al atacante a una celda.
Un día después, el psicólogo de la Policía de El Alto, Agustín Peñaranda, informó que el acuchillador “presenta un trastorno esquizofrénico con rasgos de tipo paranoico”.
En su audiencia de medidas cautelares un juez ordenó su detención preventiva en el penal de Chonchocoro por el delito de tentativa de homicidio.
“En la institución siempre se corre riesgos, pero me siento satisfecho. En otras oportunidades también hice persecuciones a delincuentes, pues anteriormente trabajé en Radio Patrullas 110”, indica el cabo Misme mientras mira el altar mayor de la iglesia de San Francisco, donde La Razón efectuó la entrevista.
“Lo único que quería era controlarlo y pensaba que, de alguna manera, esto debía parar, pues veía cómo lastimaba a las personas. El momento en que dio la primera puñalada pasó un minuto y algunos segundos, ése es el mismo tiempo que un policía tiene para decidir si actuar o no, para bien o mal, pero siempre en pro de ayudar, causar el menos daño posible y dejando de lado la seguridad personal. Es el momento de confiar en Dios”, manifiesta el subteniente Terán, quien aún está destinado en el Ministerio de Gobierno.