Eduardo Galeano pasará a la historia de la literatura por sus libros, pero el escritor nunca descuidó su faceta política, que mantuvo activa hasta el último momento. La semana pasada, el 7 de abril, Galeano sumó su firma a un manifiesto contra un decreto de Estados Unidos que considera a Venezuela una amenaza para la seguridad de este país. Nicolás Maduro, criticado con dureza por el encarcelamiento de opositores, entre ellos el alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, mostró en televisión ese apoyo de Galeano, que fue siempre un referente para Hugo Chávez.

Las televisiones argentinas muestran ahora el momento en el que, en 2009, el fallecido presidente de Venezuela interrumpió la Cumbre de las Américas para levantarse y entregar a Barack Obama, presidente de Estados Unidos, un ejemplar dedicado de Las venas abiertas de América Latina, el libro más político de Galeano en el que critica con dureza la injusticia social y la explotación de este subcontinente por las grandes multinacionales de Estados Unidos. Obama, sentado al lado de la chilena, Michelle Bachelet, se levantó y saludó a Chávez con cara de circunstancias pero aceptó el regalo y se puso a hojearlo delante de cámaras.

Galeano renegaba de ese libro, decía que lo escribió demasiado joven (31 años), sin formación real, y que el lenguaje de esa época es demasiado farragoso, que ahora no lo escribiría así. “Era por coquetería”, se ríe Miguel Bonasso, escritor y periodista argentino, amigo de Galeano y exiliado como él. Bonasso, autor de un conocido libro sobre la represión argentina, Recuerdos de la muerte, asegura que Las venas abiertas de América Latina fue un referente para toda su generación como lo fue el propio Galeano, activo políticamente hasta los últimos días de su vida. Toda la izquierda latinoamericana, explica, lo ha tenido como un personaje clave que si bien pudo no entrar entre los referentes de la crítica literaria, sí era un hombre tan popular que todo lo que decía tenía una enorme repercusión, incluso más en su faceta política.

IZQUIERDA. “Siempre estuvo ahí con personajes muy populares de la izquierda no encuadrada, a los que la gente seguía, como Mario Benedetti, pero también otros como el propio Joan Manuel Serrat, a los que la gente venera”, explica Jorge Fernández Díaz, otro escritor argentino que describió con mucho detalle la forma en que Galeano escribía y buscaba sus historias. “Trabajaba con libretas minúsculas, buscaba por todas partes pequeños fragmentos que narrar, era un topógrafo humano, un antologista de la vida”, señala Fernández Díaz, autor de éxito en Argentina. El propio Serrat sigue arrasando estos días en Buenos Aires con un público incombustible, el de le generación que más leyó y aplaudió a Galeano.

“Nunca fue un sectario, siempre fue un tipo inteligente”, explica Bonasso, “pero fue coherente con sus ideas toda su vida”. Le marcó mucho el exilio, explica. De hecho, a ellos, al grupo de periodistas y escritores argentinos que, con Juan Gelman, tuvieron que exiliarse, su experiencia les ayudó porque ellos le conocieron en Buenos Aires cuando el propio Galeano tuvo que exiliarse de la dictadura uruguaya. Ellos entonces no sabían que poco después tendrían que marcharse también. Galeano a España, Gelman y Bonasso a México. Galeano ha sido un referente para la mayoría de los líderes políticos de la izquierda latinoamericana, y en Argentina, donde vivió hasta que la dictadura le forzó a huir a España, hay auténtica veneración por él. El escritor también ha tenido una presencia notable en la política uruguaya, donde apoyó también al actual presidente, Tabaré Vázquez.

Pero con quien más se comprometió el intelectual uruguayo fue con el chavismo. Galeano vivió en Venezuela como corresponsal y siempre apelaba a esa vivencia para defender los logros del movimiento que lideró Hugo Chávez. Siempre recurría a la ironía para apoyar al chavismo: “Yo viví en ese país algunos años (como periodista-corresponsal de Prensa Latina) y conocí muy bien lo que era. La llaman la Venezuela Saudita, por el petróleo… Pero tenían más de dos millones de niños que no podían ir a las escuelas porque no tenían documentos. Chávez alfabetizó a dos millones de venezolanos que no sabían leer ni escribir, aunque vivían en un país que tiene la riqueza natural más importante del mundo, que es el petróleo”, aseguró. “En la época en que yo vivía allá como corresponsal, nunca vi un médico. Ahora sí hay médicos. La presencia de los médicos cubanos es otra evidencia de que Chávez está en la Tierra de visita, porque pertenece al infierno”, señalaba el escritor uruguayo, que ironizaba con la idea de que Hugo Chávez era “un extraño dictador” porque se presentaba a las elecciones y las ganaba.