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Tuesday 6 Jun 2023 | Actualizado a 10:00 AM

Historia secreta del último diálogo fallido entre Bolivia y Chile

Enclave. El acuerdo estuvo ‘casi listo para la firma’, pero fracasó ante la falta de consenso en Santiago

/ 23 de marzo de 2016 / 08:12

En 2008, Bolivia y Chile acordaron hacer “estudios técnicos” para resolver el sexto acápite de la agenda de los 13 puntos: el tema marítimo. Ambas naciones, en una negociación secreta, avanzaron hacia una solución con la mira en un enclave. La iniciativa fracasó.

El presidente Evo Morales se refirió en varias ocasiones a este proceso, pero sin entrar en muchos detalles. El Jefe del Estado informó que había designado a Ana María Romero, la presidenta del Senado de entonces, como su delegada especial para analizar las propuestas que se pusieron sobre la mesa de las conversaciones diplomáticas. Morales reveló que hubo un sobrevuelo por una zona costera, cuyas coordenadas tampoco precisó. Romero, la primera Defensora del Pueblo de Bolivia, falleció en 2010 y no dejó el testimonio de lo negociado.

“De ellos (del Gobierno de Chile) era otro compañero que venía a reuniones a la residencia (presidencial) en La Paz. Parece que avanzaba muy bien y la compañera Ana María me decía que hasta les han puesto helicóptero para saber dónde sería la salida al mar que nos iban a otorgar”, declaró Morales el 20 de marzo de 2015, durante un acto en la sede del Colegio de Abogados de Santa Cruz.

¿Negociaciones? En efecto, ocho años después, el excónsul general de Chile en La Paz Jorge Canelas se animó a desvelar una parte de la historia oculta que estuvo activa entre 2008 y 2010. “Fue una negociación extremadamente secreta, muy reducida y muy poco compartida con las personas que debieran estar en conocimiento de las líneas básicas de una negociación de este tipo”, remarcó el diplomático, ya retirado del servicio exterior de su país, en una conversación que sostuvo con La Razón el 10 de marzo en Santiago de Chile.

Canelas, que llegó al país en 2010 al inicio del gobierno del presidente chileno Sebastián Piñera (2010-2014), señaló que al momento de traspasar los asuntos pendientes, la primera administración de Bachelet entregó el documento sobre esta negociación “casi listo para ser firmado”, pero lamentó que este entendimiento con Bolivia no haya sido consensuado previamente con las autoridades del Congreso de su país ni con los altos mandos militares, como “normalmente se hace”.

Dos días antes de la entrevista, en la que Jorge Canelas confirmó que la zona de la negociación fue la bahía de Tiviliche, este rotativo visitó el lugar, ubicado a unos 160 kilómetros al norte del puerto de Iquique y al sur próximo de la población de Pisagua, una zona marcada por la Guerra del Pacífico que hace 137 años enfrentó a bolivianos, chilenos y peruanos.

El excónsul precisó que en estas conversaciones no se habló de soberanía ni de entrega de territorio chileno a Bolivia. Eventualmente, se trató de un enclave con autonomía en favor del país, cuyos detalles aún se mantienen en reserva. De haber avanzado hacia una solución con soberanía, el siguiente paso debió ser una consulta al Perú, según el Protocolo Complementario del Tratado de Lima, firmado en 1929. “Hasta donde se sabe, no se llegó a negociar una entrega de soberanía. No había una cesión de territorio.  Esa no habría sido la mayor dificultad (con respecto al Perú)”, puntualizó el diplomático que por estos días se ha dedicado a escribir en sitios especializados sobre política internacional.

El 16 de julio de 2006, los vicecancilleres Mauricio Dorfler (Bolivia) y Alberto van Klaveren (Chile) firmaron la llamada agenda de los 13 puntos que por primera vez incluyó, de manera oficial, “el tema marítimo”, que para Bolivia era el debate de la “reintegración” al océano Pacífico sobre la base de las propuestas que se hicieron durante la historia bilateral y que en algún momento abordaron la demanda de un territorio soberano.

El  acta. Dorfler dejó el cargo algunos meses después y le sucedió Hugo Fernández, quien junto con Van Klaveren celebró cuatro reuniones durante dos años en el marco del mecanismo de consultas políticas, una entidad de diálogo que reemplazó durante algo más de 10 años a las inexistentes relaciones diplomáticas a nivel de embajadores. En estos encuentros se pasaban revista a los grandes temas bilaterales. Para el abogado internacionalista chileno José Rodríguez Elizondo, “el tema” marítimo ha sido imprescindible y natural en las reuniones de políticos bolivianos y chilenos. No  obstante, el experto —durante una conversación que sostuvo con La Razón en Santiago— señaló que ambos países “fingieron” durante muchos años tener relaciones diplomáticas junto con asumir señales “audaces” que se dieron especialmente entre 2006 y 2010.

Escenario. De hecho, durante el apogeo de la agenda de los 13 puntos, Fernández y Van Klaveren firmaron un acta en la que se habla de la voluntad de avanzar hacia una solución. “Después de analizar las opciones existentes se profundizó en las que ofrecen mayor viabilidad (….). En este análisis (los vicecancilleres) se comprometieron a encomendar los debidos estudios técnicos”, señala el texto del acta de la decimoctava reunión de Consultas Políticas de Bolivia y Chile que se celebró en La Paz el 17 de junio de 2008. Adicionalmente, ambas autoridades “reiteraron su convicción que mediante este proceso de diálogo con un enfoque realista y de futuro se podrán alcanzar los acuerdos necesarios”.

Van Klaveren afirmó en la rueda de prensa posterior a la firma de este documento: “En el tema marítimo queremos avanzar sin prisa, pero también sin pausa, se trata de una conversación seria y hemos logrado avanzar en términos de criterios y de orientaciones para enfrentar ese tema”. Su colega Fernández celebró el diálogo y “el descongelamiento” de las relaciones entre Bolivia y Chile.

Las reacciones ante estas señales fueron distintas en Bolivia y Chile. En el país los principales rotativos le dieron poca cobertura a esta declaración, mientras que medios chilenos, como La Tercera, optaron por titulares de apertura.

“En una rueda de prensa conjunta, posterior a la cita en La Paz, las declaraciones de Van Klaveren  y Fernández fueron escuetas pues —aseguran altos personeros diplomáticos— hubo un acuerdo entre ambos de no revelar el diálogo sobre el tema marítimo”, escribió el periodista Phillip Durán, quien fue enviado por el rotativo chileno para la cobertura de esta reunión. En esa misma nota se apuntó que los ejes del análisis fueron: un corredor por el norte de Arica, un enclave costero y un puerto de uso compartido.

“Fue un error haberlo llevado de esta manera y un error mayor aún haberlo tratado así, después de que se había avanzado bastante en la negociación, decir: ‘termínala tú’ a un gobierno que no tenía ni idea de lo que se había negociado”, señaló Canelas en referencia al proceso de transición entre Bachelet y Piñera (2010).

En referencia a este proceso de negociación, el canciller David Choquehuanca había dado cuenta en la reunión ordinaria de la Organización de Estados Americanos (OEA) “el poco avance” del desarrollo de la agenda de los 13 puntos”, mientras que su colega de entonces, Alejandro Foxley, consideró que se dieron “algunos avances” en el diálogo con Bolivia, pero rechazó la posibilidad de multilateralizar el inédito proceso de diálogo. “Hay un tratado, el de 1904, que establece claramente cuál es la situación territorial y nadie puede revisar unilateralmente un tratado ni puede tampoco pedir a un organismo multilateral que lo modifique”, afirmó el jefe de la diplomacia chilena tras ratificarse en la postura tradicional de su país sobre el tema.   

A pesar de esta señal, tanto Bolivia como Chile avanzaron por esos días en un inédito acuerdo de cooperación militar que fue firmado entre los ministros de Defensa Walker San Miguel (Bolivia) y José Goñi (Chile).

El 19 de junio, el mismo Foxley valoró el acuerdo y optó por admitir que existen “otras medidas” para un acceso al mar en favor de Bolivia que no detalló. Finalmente, en otra acta posterior a la de junio de 2008, los vicecancilleres optaron por preparar propuestas “útiles y factibles” para un acceso al mar. Choquehuanca afirmó, a tiempo de referirse al juicio en la CIJ, que Bolivia aún aguarda estos planes.

Por la señal de la cruz

Es inevitable. Persignarse en el desierto de Atacama es un hábito de quien pasa por los llamados cementerios salitreros, camposantos que van desapareciendo humillados ante el sol y el olvido. Las primeras cruces de madera aparecen poco antes de llegar a Pisagua, donde existían las llamadas oficinas salitreras que se expandieron entre 1860 y 1930 por el desierto más árido del planeta. Las otras señales con cruces están en el cementerio de Pisagua, donde incluso aparece un mausoleo, casi en ruinas, de lo que fue la Beneficencia Peruana, cuando Lima controlaba la zona antes de la Guerra del Pacífico que estalló el 14 de febrero de 1879, cuando tropas chilenas invadieron el antiguo puerto boliviano de Antofagasta. Tras esa acción, Chile avanzó al norte hasta Pisagua, donde en abril de 1879 comienza la campaña de Tarapacá motivada por el salitre y capitales ingleses vinculados al extractivismo.

Un poco ajeno a esta historia, Jorge Gonzales, un anciano de 70 años, se lamenta por su pueblo. Esperó cerca de cuatro horas para que algún vehículo le lleve 50 kilómetros desde la autopista, que une Iquique con Arica, hasta Pisagua. “Ahora todo está en ruinas y hasta la guerra se olvidó de nosotros”, dice.

El viaje dura dos horas desde Iquique, pero no existe un servicio regular de transporte público. Pisagua, donde habitan 256 personas, está a 160 kilómetros al norte del puerto más requerido por el comercio boliviano. Pertenece a la comuna de Huara, un sitio cuya economía se anima por el paso de cientos de camiones que unen Iquique con Oruro.

La Razón llegó hasta el poblado con la idea de ubicar la bahía de Tiviliche, sobre la que se ensayó la última negociación del “tema marítimo” entre Bolivia y Chile, que está un poco al sur de aquél. Pero son las cruces las que resaltan, las señales de la ambición y la guerra.

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Potosí celebra 212 años de su gesta libertaria

Potosí recuerda el alzamiento por la vía de las armas de sus habitantes.

Vista del cerro rico de Potosí.

Por Boris Góngora

/ 10 de noviembre de 2022 / 06:36

Efeméride de Potosí

Hoy, 10 de noviembre, Potosí celebra los 212 años de la gesta libertaria de 1810, en que sus habitantes decidieron buscar la libertad e independencia de lo que fue la Real Audiencia de Charcas.

De acuerdo con el historiador José Fuentes López, la revolución del 10 de noviembre de 1810 fue la consecuencia de un proceso político y social resuelto por la vía de las armas.

Dicho proceso puso fin al dominio español, que generaba malestar entre algunos segmentos de la población potosina.

El sábado 10 de noviembre, según el historiador Édgar Valda Martínez, una multitud se reunió en la plaza principal y depuso al gobernador intendente don Francisco de Paula Sanz y nombró nuevas autoridades.

En ese movimiento independentista “habían participado personas de distintas clases, tales como criollos, mestizos, indígenas, negros y otros, y ese movimiento tuvo sus repercusiones favorables en el departamento potosino”.

Agregó que por eso no es raro que en los Lípez, Coroma, Puna, Chichas, Chayanta, Mataca y otras comunidades, la participación indígena fuera determinante.

Fue importante en muchos aspectos ya que cortaban la comunicación del ejército realista de Norte a Sur, La Paz con los Chichas o Tarija con Chuquisaca.

Tejados de antiguas construcciones de Potosí.

Se terminó de construir en 1773. Su arquitecto fue Salvador de Vila. En la foto, una vista interior del edificio.

Una muestra de cómo los indígenas acuñaban monedas en la época colonial.

Es otra de las delicias gastronómicas que no se puede dejar de consumir en tanto se visita Potosí. Fotos La Razón Archivo

Confites potosinos, una herencia gastronómica que data de la Colonia.

Gesta

Este movimiento potosino, según López, tiene como marco la ilustración y los triunfos de Cotagaita y Suipacha, lo que permitió a los potosinos levantarse, tomar la plaza e ingresar al cabildo, apresando al gobernador Sanz.

“El pueblo armado con espadas y macanas superó a las fuerzas realistas que cubrían las cuatro esquinas de la plaza mayor e ingresó en el edificio de la Gobernación”.

“Se contentaron con poner al gobernador preso en su casa bajo guardia y a los tres días, después de un intento de fuga, lo trasladaron a la Casa de la Moneda”, dijo López.

Agregó que al quedar constituido el nuevo Cabildo fue designado para presidirlo Melchor Daza.

Ese personaje desempeñó un papel preponderante en las batallas emancipadoras hasta formar parte de la Asamblea Constituyente que declaró la independencia de Bolivia.

Entre los principales actores de la revolución de Potosí se puede destacar a Salvador Matos, Pedro A. Ascárate, Eustaquio Eguívar, Alejo Nogales y Mariano Nogales.

Además de Joaquín de la Quintana, los hermanos Millares, Manuel Molina, Melchor Daza, Diego Barrenechea, Pedro Costas y Manuel Ulloa.

Para Valda, otro dato importante es el de 1811, cuando se produjo en agosto la contrarrevolución realista, que apoyada por esa multitud de gente saqueó las casas de los revolucionarios Manuel Millares y Salvador de Matos.

En el proceso, evidenciaron que dentro de los bienes de Millares se había encontrado un sello con la inscripción “Viva la Patria, Viva la Libertad y la Independencia”, tal cual anota un estudioso sobre estos hechos.

Bases

Por nuestra parte, dijo Valda, encontramos manuscritos en los que se registra como uno de los bienes de Matos, un sello con la leyenda “Libertad, Unión e Independencia”, algo así como las bases ideológicas que este francés tenía desde que había llegado a tierras potosinas.

Todas estas manifestaciones son parte esencial de que todos los participantes que buscaron la libertad e independencia para la Audiencia de Charcas, hoy Bolivia.

La riqueza arquitectónica de los balcones de la colonia.

Tradición del buen comer se remonta a la época colonial

La tradición del buen comer potosino se remonta a la época colonial.

Según el historiador Édgar Valda, los gustos españoles se mezclaron con los sabores americanos, como ocurrió en otras ciudades.

Las comidas, se caracterizan por tener como ingredientes base el maíz, la papa, el chuño, la quinua y la carne de camélidos.

Se destaca esa oferta gastronómica en una ciudad a 4.060 metros sobre el nivel del mar donde el frío cala hondo.

Entre los más apetecidos están la k’alapurka y el ají de achacana, pero también se encuentran exquisitos picantes de gallina, conejo y los confites potosinos.

Los gustos y sabores se acomodaron a los estilos culturales que provenían de otros países del viejo continente.

Según el chef Francisco Aguirre Guerra, uno de los platos que se impuso es el ají de achacana.

Es plato viene de una raíz de cactus silvestre que se encuentra en zonas aledañas a la ciudad capital y que se muele bien antes de freírla.

La sopa de piedra o k’alapurka es otra de las delicias que no puede dejar de consumirse. Su principal característica es que dentro de la sopa se introducen piedras volcánicas negras calentadas al carbón.

Pero también mantienen un calendario gastronómico que relaciona los meses con algunos platos. En enero es típico el lechón al horno y en febrero, la parrillada y el puchero.

Marzo es el mes del picante de pollo, y abril, del ají de sardinas y el locro. En mayo, el fricasé, el mondongo y el ají de carne. En junio, la lagua de choclo y el saice.

Es tradicional que el ají de vizcacha se cocine en julio y la k’alapurka, en agosto. En septiembre es el turno del ch’acchu (preparado con carne de cerdo) y en octubre, del ají de habas.

También puede leer: Arce anuncia millonarias inversiones para impulsar el desarrollo productivo de Potosí

Una vista general de la ciudad de Potosí y el imponente Cerro Rico en un periodo de caída de nieve. Foto. La Razón Archivo

El turismo potosino, industria que busca abrirse un espacio

La ciudad de Potosí, pese al avance de la modernidad y a los nuevos tiempos, mantiene vivas varias tradiciones e instituciones que forjaron su identidad y que hoy le dan brillo.

Esto ha dejado entrever una vez más la riqueza histórica y el potencial turístico que posee esta tierra.

Todo eso recupera el atractivo que tuvo en la época de la Colonia y los primeros años de la República.

Eso gracias a la gran riqueza que se explotó del Cerro Rico, el yacimiento de plata más importante en el mundo.

Sin competir con el coloso, pero con su identidad propia, paseos como el Boulevard, la riqueza arquitectónica de sus iglesias y edificios coloniales, las lagunas del Khari Khari.

Además, los ingenios mineros y la Casa Nacional de la Moneda, una de las construcciones más importantes de la arquitectura civil colonial en Sudamérica.

Todas son las manifestaciones culturales y características propias de esta región que quedan profundamente satisfechos por conocer este sitio de trascendencia mundial.

Si bien los circuitos turísticos comienzan en la ciudad capital, declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco, otros atractivos a los que se da importancia en el desarrollo para el turismo.

Así, parte de la oferta turística incluye a las lagunas de colores y desiertos blancos en el sudoeste de la región, ubicados en el salar de Uyuni.

Finalmente, la Reserva Nacional de Fauna Andina “Eduardo Abaroa”.

En Toro Toro destacan las huellas de dinosaurios y en Tupiza y Atocha, las aventuras de los norteamericanos Butch Cassidy y Sundance Kid.

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La guerra desde adentro

Por Édgar Arandia Quiroga

/ 6 de agosto de 2022 / 03:30

Bolivia, 197 años de independencia

Los primeros conquistadores que se asentaron por estos territorios, Hernán Cortés (1519) en México y Francisco Pizarro (1532) en Abya Yala, estaban guiados por la codicia y la posibilidad de obtener la gloria para la Corona. Para ello aplicaron la espada junto a la Biblia, dos instrumentos poderosos de conquista y colonización para someter tanto al cuerpo como al espíritu de los habitantes originarios de estas tierras.

Para la historiografía tradicional, el proceso de conquista culminó en la segunda mitad del siglo XVI, cuando se sometió a Tenochtitlan y Cajamarca, y la finalización de la colonización el año 1776, con la declaración de independencia de los Estados Unidos y a partir de entonces, la creación de las repúblicas.

Sabido es que las fuerzas criollas, es decir los descendientes de los conquistadores españoles, se arrogaban mayores derechos que sus antecesores porque habían nacido en tierras invadidas y, muchos de ellos, concubinado con mujeres indígenas y procreado hijos.

Los derechos de los conquistadores estaban amparados por leyes y normas llegadas desde la Corona y la posibilidad de intentar una simetría entre ambos grupos de poder solo podía darse por un cambio social y económico. Ambos grupos descansaban sobre las espaldas de las naciones indígenas que sostenían esa estructura a través de la mita, la encomienda y otras formas de explotación domésticas. La creación de las repúblicas solo fue un cambio de familias y las formas de explotación continuaron con otros barnices.

Durante estos periodos de inicio y finalización de la conquista y la colonización, continuaron las sublevaciones indígenas; así, en 1536, Mallku Inca inició actos de resistencia militar que fueron continuados por Sari Túpac y Titu Cusi Yupanqui. Estas confrontaciones fueron aplastadas ferozmente por la superioridad bélica de los conquistadores y formaran parte del tiempo de la Auca Pacha, el tiempo de las confrontaciones bélicas que continuarán en territorio boliviano —ya en la república criolla— hasta la Guerra Federal (1898- 1899) con resultados igualmente adversos a las fuerzas indígenas; sin embargo, estos fracasos militares sentaron un precedente ante las fuerzas criollas que asumieron su temor al indio y cerraron filas para evitar conflictos que pongan en riesgo sus intereses de casta. Zárate Villca escribió en la proclama de Caracollo, en su intento de incluir a los grupos mayoritarios indígenas a la república criolla: “2do. Con grande sentimiento ordeno a todos los indijinas que guarden respeto con los vecinos y no hagan tropelías (ni crismes) porque todos los indijinas han de levantarse para el combate y no para estropear a los vecinos/ tan los mismo deben respetar a los blancos o besinos a los indijinas porque somos de una misma sangre y deben quererse como entre hermanos e indianos (sic). 28 de marzo de 1889”. El resultado de la solicitud de respeto fue su asesinato.

Esta constatación sobre la dificultad de vencer al colonizador español o al criollo republicanos por medio de las armas motivaron en los líderes indígenas a recurrir a la memoria larga del movimiento durante la colonia del Taki Unkuy (1565), que se expresó primero en Huamanga y se expandió en todo el territorio de Charcas, en la zona centro andina conformada por el eje Lima-Cuzco La Paz-Chuquisaca. Este movimiento articulaba rasgos de la religiosidad aymara quechua, con una mística nueva que intentaba reencontrarse con las antiguas divinidades de la naturaleza cercana a los seres humanos, rechazando el dogma católico, implantado a sangre y Biblia.

INDIOS. El cronista Molina relata: “…resalieron muchos predicadores luego de los indios, (…) andaban predicando esta resurrección de las huacas, diciendo que ya las huacas andaban volando por los aires, secas y muertas de hambre; porque los indios no le sacrificaban ya, ni derramaban chicha; y que habían sembrado muchas chacras de gusanos para plantarlos en los corazones de los españoles, ganados de Castilla y los caballos y también en los corazones de los indios que permanecen en el cristianismo”. Este movimiento político religioso continúa hasta nuestros días en Bolivia, sus formas y estrategias han cambiado (fiestas patronales, fraternidades, colectivos), la forma de resistencia político- cultural ha generado un movimiento inusual en todo el territorio boliviano, incluido las tierras bajas por la expansión de las migraciones internas y su influencia seguirá creciendo, pese a la resistencia conservadora que desea replicar las formas republicanas de exclusión y explotación.

Édga Rarandi Aquiroga es artista y antropóm logo. es docente de la universidadmayor de san andrés numsao.

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La situación de los indios en el debate para la primera Constitución Política del Estado boliviano

Por Esteban Ticona Alejo

/ 6 de agosto de 2022 / 03:29

Bolivia, 197 años de independencia

Entre 1825 y 1826 hubo un debate muy interesante de los primeros diputados del país que discutían el contenido de la primera Constitución Política del Estado. El qué hacer con los indios, sobre todo, a lo referido a su condición de contribuyentes económicos y su aptitud de ciudadano es de profunda preocupación. En el libro Trabajos de la Diputación permanente se da cuenta de la instalación y el debate de los primeros diputados de la nueva República, iniciado con la primera sesión el 9 de noviembre de 1825 y finalizado el 31 de diciembre de 1826. Las 972 páginas de este documento, más su índice, nos permite evaluar cómo fueron las sesiones y los temas que se discutieron acaloradamente en más de un año de trabajo del Poder Legislativo del flamante Estado boliviano.

Hay varios temas de disputa que nos llaman la atención, pero para esta oportunidad nos interesa acercarnos al debate sobre los indígenas. Dos temas se discuten ampliamente: el incremento del pago de impuestos a los habitantes ancestrales y por el otro, su calidad de ciudadanía.

Los debates están llenos de frases y comparaciones entre el pasado colonial y el presente nacional, además de las múltiples secuelas de la guerra de los 15 años. También se puede evaluar las categorías sociales vigentes y sobre todo la estratificación social de la República de Bolivia con un alto espíritu imitativo a lo europeo y liberal.

Sobre el pago de impuestos al flamante Estado, el representante Callejo expresaba: “Los indios son más recargados porque a más de la contribución personal tienen que pagar la industria y de sus propiedades, cuya suma es mucho mayor que los tributos anteriores; las demás clases son impuestos con tres pesos…” (pág. 248).

Hay que recordar que en la época colonial los indios pagaban tributo entre los 18 y 50 años de edad, pero en la República este pago se extendió a entre los 18 y 60 años. Indudablemente este ensanchamiento en tiempos marcaba una de las diferencias o “castigos” respecto a los otros sectores sociales que apenas contribuían con tres pesos, como mencionaba el diputado Callejo.

PAGO. En la discusión se busca el pago directo de los indios y no el indirecto, porque el Estado no encontraba un sustento seguro para sobrevivir en los primeros años de la vida republicana. Otros diputados como Molina justificaban “el gasto de ahorros de los indios” porque en sus fiestas efectuaban borracheras y desórdenes. Textualmente dice: “Si algún ahorro podían hacer los indios de todo esto en el curso de algunos años, era para dar una fiesta en la que nos pagaba por el culto, que por la satisfacción de sus borracheras y desórdenes…” (pág. 262).

Tildar a la fiesta de los indios como la generadora de borracheras y desórdenes fue seguir pensando y actuando con el profundo desprecio del comportamiento negativo en los inicios de la sociedad boliviana. Este legado e imaginario aún se manifiesta actualmente.

Como sabemos por varios estudios, durante el siglo XIX el Estado boliviano vivió de los tributos de los indios, aunque se llamaba “contribución indigenal”. En las discusiones de los representantes se alude a mostrar cifras y realizar censos para una mejor justificación del cobro directo a los indios.

Indudablemente el debate más importante y acalorado que tuvieron los representantes fue el referido a la otorgación de la calidad de ciudadanía de los indígenas. Son absolutamente conscientes que son la mayoría de la población de la flamante sociedad boliviana, pero no sabían leer ni escribir el español.

Por ejemplo, el diputado Aguirre señalaba: “… que estando la mayor parte de la Nación compuesta de la clase indíjena no parecía regular, el que, sin tener culpa alguna de no saber leer, ni escribir, se lo privase del único derecho de que podía gozar…” (pág. 418). A pesar de esta justificación y comprensión del diputado Aguirre, éste sugiere 10 años de gracia para estimular a los indios para que se instruyan en la lectoescritura dominante.

Bozo, otro representante en el Congreso, expresaba sobre el analfabetismo de los indígenas: “…que esta calidad no se ecsijía por castigar a los indios, porque se les consideraba, y eran en efecto muy estúpidos y semejantes a los niños…” (pág. 418). Esta calificación a los indios de estúpidos y su semejanza con los niños no era la adjetivación del momento, sino que venía desde la mentalidad social y jurídica colonial. Considerar al indio como niño dio sustento al derecho colonial, la justificación de tener tutores.

ROLES. Lo que se devela también en estos debates es uno de los roles de los curas de la época con respecto a los indígenas: la educación y el adoctrinamiento. El mismo Bozo, refiriéndose a un caso, expresaba: “…el de un indio de la provincia Larecaja, a quien sus paisanos lo habían quemado como a un brujo…” (pág. 419). Atribuyó la incapacidad del indígena al descuido de los curas, que no le enseñaban “las buenas costumbres coloniales”. Aquí reluce la política de la “extirpación de la idolatría”, porque sencillamente el afectado era yatiri, pero es tildado de brujo. En el presente aún existe esta profunda confusión entre yatiri y brujo.

El indio no solo era borracho, estúpido, niño, brujo, sino que en la primera Constitución que se proyectaba podía ser peligroso también, porque era la población mayoritaria. El diputado Molina expresaba al respecto: “…había en las demás partes de la Constitución una popularidad ecsesiva…” (pág. 419).

Otro diputado, Calvo, en tono sarcástico, dijo: “…ya se hacía necesario el ocurrir a Roma para que otro Paulo V declarase racionales a los indíjenas. Que estos eran dueños del país y más naturales que los blancos, por lo que era injusto privarles de esta prerrogativa.” (pág. 420) Esta ironía de Calvo era la realidad, pero por la situación de la dominación colonial no era posible ese reconocimiento pleno a los pueblos ancestrales, en términos formales. Aunque los pueblos indígenas siempre lucharon para ser reconocidos como actores y contribuyentes de la Bolivia india.

¿Desde qué año se prohibió que las personas que no sabían leer ni escribir en castellano no fueran consideradas ciudadanos? La primera Constitución Política del Estado de Bolivia de 1826, en su artículo 14 señala que para ser ciudadano es necesario saber leer y escribir el castellano, pero “que esta calidad solo se exigirá desde el año mil ochocientos treinta y seis” (CPE, 1826. En Gaceta Oficial de Bolivia, 2019:7).

En las Constituciones Políticas del Estado de 1831 y 1834 no se hace ninguna mención al tema. Entre la década de 1826 y 1836 se hizo una pausa para que los indios aprendan a leer y escribir el castellano. En términos formales, la indiada podía votar en estos años mencionados. ¿Lo hicieron? Si fue así, ¿cómo fue esa experiencia? ¿Cómo fue la política de incentivo del Estado y la sociedad boliviana para que los indios aprendan a leer y escribir en español?

La Constitución de 1839, en su artículo 12, expresa: “Solo los ciudadanos que sepan leer y escribir, y tengan un capital de cuatrocientos pesos…gozan del derecho de sufragio en las elecciones” (en Gaceta Oficial de Bolivia, 2019:109). La Carta Magna de 1839 da el inicio formal a la prohibición para las personas que no sabían leer ni escribir. Pero ¿por qué se explicitó en 1839? ¿Por el fracaso del Estado en la educación castellanizante, sobre todo a los indios? O ¿fue una decisión política de racismo contra los indios?

Volviendo al debate de los primeros diputados, Callejo, a pesar de su denuncia a favor de los indios, no deja de ser excluyente cuando hace referencia a los “cholos” como “tribus errantes” o que los “africanos y sus descendientes son generalmente improductivos”, y para frenar sugiere la implantación de catastros y censos para cobrar un sistema de rentas (pág. 282).

Hay otros temas que nos llaman la atención, por ejemplo, las adjudicaciones del territorio de los Yuracarés y el inicio de la construcción del camino a Mojos, acompañado de por medio por una especie de cruzada cristiano-católica mediante misiones como la de San Francisco, la Asunción y Chimoré. El flamante Estado boliviano de 1826, mediante sus representantes, tenía el imaginario de que las tierras y los pueblos de la Amazonía eran casi inexistentes y habría que colonizarlas. Aquel ficticio argumento se reeditó con el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) post 1952.

En conclusión, los primeros representantes políticos heredan todo el prejuicio racial colonial, a excepción de algunos diputados que tratan de entender a los indios. Prevalece la idea de la búsqueda de personas cultas e inteligentes para ser consideradas ciudadanos plenos, frente a la gran mayoría de indios que supuestamente no lo eran y que sencillamente son tildados de borrachos, estúpidos, niños, brujos, irracionales, etc. Está claro que la religión católica es parte activa de estas preocupaciones como parte del Estado, con profundo cimiento colonial, aunque se llame republicano. El debate no solamente fue entre los diputados, sino también con los representantes del Poder Ejecutivo, aunque estuviesen en calidad de invitados en algunas sesiones.

Esteban Ticona Alejo es sociólogo y antropólogo. doctor en estudiosculturales latinoamericanos. docente enlauniversidad mayor de san andrés (umsa) y autor de varios libros sobremovimientos indígenasycampesinos e investigación cualitativa. cofundador del taller dehistoria oral andina (thoa).

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Las independencias antes de la Independencia

Este título sugestivo, acuñado en un seminario en el Perú, revela un debate que se desarrolla hace varios años entre historiadores de los países latinoamericanos, para encontrar nuevas miradas sobre lo que ha significado la consecución de la Independencia de nuestros países.

Por Fernando Cajías de la Vega

/ 6 de agosto de 2022 / 03:29

Bolivia, 197 años de independencia

Este título sugestivo, acuñado en un seminario en el Perú, revela un debate que se desarrolla hace varios años entre historiadores de los países latinoamericanos, para encontrar nuevas miradas sobre lo que ha significado la consecución de la Independencia de nuestros países.

Evocamos el 6 de agosto de 1825 como la fecha fundacional de nuestro país y, eso tiene su gran base porque ese día se consolidó la Independencia; pero al evocar no podemos quedarnos en recordar solo el inicio de una era sin comprender que ese momento fue resultado de un largo proceso de luchas militares y sociales, además de profundos cambios políticos y de mentalidades.

Por estas razones es que actualmente es preferible hablar del proceso hacia la Independencia y no exclusivamente de Guerra de la Independencia. Otro aspecto que también ha merecido revisión, ya desde hace décadas, pero que todavía genera polémica, es que tradicionalmente se consideró que el cambio político se inició en 1808, con la crisis de la monarquía española, la invasión de Napoleón a España y las consecuencias que estos hechos tuvieron en América con los movimientos juntistas de 1809 y 1810.

Sin desmerecer que la coyuntura de 1808 fue fundamental para la Independencia, no se puede desconocer que el proceso hacia la emancipación empezó décadas antes. Por supuesto que la resistencia de los indígenas a la dominación española tiene antecedentes desde la colonia temprana, también las diferencias entre criollos y europeos; pero es a partir de la segunda mitad del siglo XVIII cuando el proceso hacia la Independencia se consolida en varios frentes.

El que más se desarrolló en esos años fue el indígena. Su descontento partió de las pensiones fiscales a las que estaban sometidos: el tributo, la mita y, sobre todo, el reparto mercantil. Este último, legalizado en 1751, consistía en la distribución obligada a los indios de mercaderías traídas de Europa como de productos de América. Los indios estaban obligados a recibirlas, sean útiles o inútiles, en los precios fijados por el Corregidor.

En la segunda mitad del siglo XVIII existía una relativa acomodación al tributo, inclusive, pese a sus abusos, a la mita; pero el reparto significó la ruptura del frágil equilibrio existente. Por eso en el siglo XVIII se han contabilizado un centenar de rebeliones indígenas contra el tributo, pero sobre todo contra el reparto. Fueron manifestaciones antifiscales, pero también tuvieron objetivos políticos, como terminar con los corregidores y caciques encargados de los cobros.

Existen varios ejemplos de esas rebeliones. En 1730, el mestizo Alejo Calatayud dirigió una revuelta en Cochabamba contra la tentativa de incluir en la tasa de tributarios a los mestizos. En 1739, abortó una rebelión en Oruro, en la que Vélez de Córdoba se proclamó nieto del Inca y dispuesto a levantarse contra los españoles. Particularmente interesante fue la rebelión de Condo Condo (Oruro) contra los abusos de los caciques cobradores de tributos. En Sica Sica, los comunarios mataron al Teniente de Corregidor en 1770, como parte de una rebelión identificada en contra del reparto de mercaderías. Lo mismo pasó en Jesús de Machaca.

Todas estas rebeliones tuvieron carácter local hasta que explotó la sublevación general de indios de 1780-1782, producto de un largo proceso del descontento indígena, agudizado a mediados de la década del 70 por la política de las Reformas Borbónicas.

Si bien estos movimientos fueron fundamentalmente de carácter económico y social, se los vincula al proceso hacia la Independencia, porque también reflejan el deseo de una transformación política que acabe con los abusos del antiguo régimen. La mayoría de las rebeliones locales terminaron con la vida de corregidores y caciques, pero lo más importante desde el punto de vista político fue el “Nacionalismo Inca”; desde las rebeliones tempranas estuvo presente la idea de restaurar el Tawantinsuyo y con ello el gobierno del Inca.

Para que esas revueltas se integraran y tuvieran objetivos más estructurales era necesario un liderazgo aglutinador que creció y se consolidó luego de un largo proceso de legitimación. Existieron varios líderes aglutinadores, pero destacaron especialmente dos familias: los Amaru, cuzqueños y quechuas, y los Catari, caciques aymaras. De las dos familias, la de los Amaru adquirió mayor preeminencia por su descendencia directa de los incas.

En la Sublevación General de Indios destacaron José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru, su primo Cristóbal, su sobrino Andrés y su esposa Micaela Bastidas; entre los Catari de Chayanta, Tomás, Dámaso y Nicolás. Mención especial requiere la figura de Julián Apaza y su esposa Bartolina Sisa, que no eran de la línea noble de caciques, pero tuvieron una gran convocatoria, uniendo a los Amaru y los Catari en el cerco de La Paz y de Sorata, utilizando el nombre de Túpac Catari.

La Rebelión General logró algunos de sus objetivos, como la eliminación del reparto y el cargo de Corregidor; pero sus líderes fueron víctimas de muertes crueles, como público escarmiento.

El otro frente de descontento contra el régimen español fueron los criollosmestizos o frente urbano. En la segunda mitad del siglo XVIII la coyuntura principal para ello, fueron las Reformas Borbónicas, que trajeron la reordenación profunda de las relaciones administrativas, militares y mercantiles entre la Metrópoli y las colonias; reajuste de las instituciones, elección de nuevas entidades político-administrativas, reformas que produjeron un gran descontento.

Una de las primeras medidas que produjo un gran malestar fue la expulsión de los jesuitas en 1767, cuyo mayor efecto se vivió en Moxos y Chiquitos y en todas las ciudades donde los jesuitas estaban presentes. Pero fueron, sin duda, las medidas administrativas y fiscales las que causaron mayor irritación, especialmente el aumento de los impuestos al comercio y la erección de aduanas. La Paz y Cochabamba fueron el escenario de revueltas urbanas contra las aduanas; la más grave fue el 12 de marzo de 1780 en La Paz, que obligó al obispo de la ciudad a suspender los nuevos impuestos.

Las Reformas Borbónicas pusieron en evidencia la crisis del sistema colonial y la fuerte rivalidad entre criollos y europeos, así como el creciente antieuropeísmo y la construcción paulatina de la identidad americana. Sin embargo, cuando se dio la rebelión en 1780, el descontento criollo se replegó; más pudo el miedo a los indígenas radicales que, con el desarrollo de la sublevación, ya no distinguían entre el blanco europeo y el blanco americano. Pero, también se debió a un conflicto de intereses y diferencias de objetivos entre los rebeldes indígenas y rebeldes criollos.

En la única ciudad, en la que se unieron la rebelión indígena y la revuelta criolla, fue en Oruro, donde el 10 de febrero de 1781, después de una matanza de españoles, los criollos tomaron el poder aliados a los indígenas. Los conflictos políticos reflejados en la lucha abierta por el poder local de la Villa; los conflictos económicos originados por las deudas de mineros criollos a comerciantes europeos; la desconfianza y el desprecio social mutuos fueron la causa fundamental del enfrentamiento. La poderosa aristocracia minera criolla, encabezada por los hermanos Rodríguez y su empleado Sebastián Pagador, con el apoyo de la plebe y de las comunidades indígenas circunvecinas, establecieron un gobierno que duró varios años. La alianza con los indígenas duró pocas semanas; pero una vez derrotados éstos, los líderes criollos de Oruro fueron reprimidos brutalmente.

La represión no significó la supresión del descontento. En la década de los 90, por diversos medios llegó la influencia de la Revolución Francesa y las ideas de la Ilustración. Aunque no se dieron movimientos similares a los anteriormente descritos, en esta década y en la primera del nuevo siglo, se fueron gestando reuniones, lecturas, rumores que transformarían la cultura política, tanto en Perú como en Charcas y en las otras regiones hispanoamericanas. Es así que apenas surgió la coyuntura favorable de 1808 y de 1810, las rebeliones se multiplicaron por cientos.

También entre los indígenas de tierras bajas y en el mundo africano esclavizado se dieron otras independencias. Uno de los casos más emblemáticos es el de los guaraníes, que no tuvieron un proceso hacia la Independencia, como las otras etnias, porque ya eran independientes. Una independencia con el alto costo de la guerra de siglos contra los españoles. Guerra con treguas y combates. Precisamente a principios del siglo XIX, la guerra guaraní volvió a estallar y, su máximo capitán, Cumbay, unió fuerzas con Belgrano y los esposos Padilla.

Los afrodescendientes tienen su mayor epopeya en la rebelión de Haití, la más radical y la primera del siglo XIX. Entre los varios protagonistas afros destaca la figura de Franciscote, con su rebelión abortada, en agosto de 1809, en Santa Cruz.

En esas independencias antes de la Independencia se lograron, aunque temporalmente, mayores transformaciones económico-sociales que en las repúblicas recién fundadas. Talvez porque viejos aliados de la contrarrevolución se acomodaron a lo inevitable. Pese a ello, parafraseando a la historiadora peruana Claudia Rosas, la permanencia de las estructuras sociales coloniales durante las primeras décadas republicanas, no significó la ausencia de transformaciones políticas profundas desde 1808, y desde décadas antes.

Con base en: Cajías, Fernando, ‘Acomodación, resistencia y sublevación indígena’ en Historia de América Andina, Volumen III, El Sistema Colonial Tardío, Quito, Universidad Andina, 2001.

Fernando Cajías De La Vega es Historiador, catedrático de launii versidadmayor de san andrés jumsak y de la universidadcatólica boliviana jucbk.

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La sublevación indígena en La Paz en 1781 Túpac Katari, la tormenta aymara

Por Róger Mamani Siñani

/ 6 de agosto de 2022 / 03:28

Bolivia, 197 años de independencia

La “sublevación general de indios” en Charcas tuvo sus motivos en los abusos de las autoridades coloniales para con los indios, la sobreexplotación de éstos en la mita minera, pero sobre todo en el “reparto forzoso de mercancías” o la venta obligada de productos a las comunidades indígenas que podían o no servirles.

Para fines de marzo de 1781, los principales caudillos de Chayanta y Oruro fueron derrotados y sus movimientos, controlados. Fue en ese momento que empezó la sublevación en la región de La Paz, encabezada por Julián Apaza, “Túpac Katari”, y su esposa Bartolina Sisa.

Julián Apaza nació en Sica Sica y muy joven se trasladó hacia Ayo Ayo, al ayllu Sullcawi, donde se inscribió en la categoría tributaria de “forastero”. Esta condición le permitió tener más libertad de movimiento dedicándose a oficios como el de “trajinante” o comerciante propietario de recuas de llamas. Fue gracias a esta actividad que logró contactarse con mucha gente y organizar la gran sublevación de 1781.

Su entorno familiar estaba conformado por su hermana Gregoria Apaza, su esposa Bartolina Sisa y un hijo llamado Anselmo. Por las descripciones de la época se identificaba a Túpac Katari como un hombre de más o menos 30 años al momento de su captura, por lo que habría nacido posiblemente hacia 1750. Sobre su aspecto físico no se conoce mucho, salvo algunas descripciones realizadas en los diarios del cerco de La Paz.

A principios de 1781, los rumores acerca de una invasión de las tropas de Túpac Amaru a La Paz eran cada vez más fuertes; por ello se nombró a Sebastián de Segurola, corregidor de Larecaja, como comandante militar de la ciudad, dándole la misión de organizar la defensa. Se construyó entonces un muro alrededor de la ciudad, dejando fuera los “barrios de indios” de Santa Bárbara, San Sebastián y San Pedro, y de adiestrar a la población local para el manejo de armas de fuego, creando milicias.

EXPEDICIÓN. En febrero de 1781, una expedición salió de la ciudad rumbo a Viacha, donde se ejecutó a varios “indios sublevados”. El 13 de marzo trataron de hacer lo mismo en Laja, pero allí los indígenas presentaron una resistencia tenaz. Cuando el contingente armado retornaba victorioso en horas de la noche, encontró en la Ceja de El Alto un campamento indígena dirigido por alguien que se hacía llamar Túpac Katari. Entonces, los soldados de Segurola se abrieron paso a punta de disparos de fusil hasta que en la madrugada lograron entrar a la ciudad. De esta manera se inició el cerco a la urbe paceña.

En 1781 se registraron dos cercos a la ciudad de La Paz. El primero duró desde el 13 de marzo hasta el 3 de julio de ese año. Luego de un intermedio en el que las huestes de Katari fueron desalojadas de sus campamentos por el coronel Ignacio Flores, se instaló un segundo cerco entre el 7 de agosto y el 17 de octubre del mismo año.

Túpac Katari concentró sus tropas en dos puntos estratégicos: el primero en la Ceja de El Alto, desde donde se controlaba todos los caminos hacia el altiplano; el segundo se ubicó en Pampahasi, desde donde se divisaba claramente la ciudad y se controlaba la salida hacia los Yungas. La estrategia era estrangular a la ciudad impidiéndole cualquier llegada de alimentos y amedrentar a la población con ataques diurnos y nocturnos, hasta que sus habitantes se rindieran. Finalmente se contemplaba la posibilidad de tomar la ciudad por asalto.

Para su cometido, Katari logró el apoyo inicial de los indígenas de Calamarca, Luribay, Yaco, Quime, Inquisivi, Capiñata, Cavari, Mohoza e Ichoca, sumándose luego los de los de Sica Sica y Ayo Ayo, además de muchos indígenas de los barrios de indios, llegando a conformar un ejército de entre 10.000 y 12.000 hombres.

La sublevación no se limitó a la ciudad de La Paz. En Tiquina, el 19 de marzo de 1781, Tomás Callisaya y sus huestes, siguiendo órdenes de Katari, mataron a hombres, mujeres y niños españoles o de ascendencia española. En los meses siguientes, las huestes de Katari lograron tomar las poblaciones de Desaguadero, Zepita, Pomata, Ilave, Juli y Chuchito, y el 1 de abril se cercó la población de Sorata, aunque sin resultados favorables. De la misma manera, se intentó tomar la ciudad de Puno mediante un cerco puesto en abril de 1781, en el cual convergieron las fuerzas aymaras de Katari y las quechuas de los Amaru.

INCOMUNICADA. La ciudad de La Paz quedó totalmente incomunicada, sin una posible vía de acceso para el reabastecimiento de víveres. Como Katari sabía que los refuerzos enviados desde Lima o desde Buenos Aires no tardarían en llegar, incrementó los ataques, logrando incendiar varias casas del interior de la ciudad arrojando antorchas a los techos de las mismas. A pesar de ello el muro no cedió.

El esperado auxilio a la ciudad de La Paz llegó a fines de junio con el coronel Ignacio Flores y unos 2.000 soldados, procedentes de Buenos Aires, La Plata y Cochabamba. Este contingente se enfrentó a las huestes indígenas en Sica Sica, Calamarca y Ventilla, donde Julián Apaza estuvo cerca de caer prisionero. En ausencia de éste, el mando de las tropas que asediaban La Paz lo asumió Bartolina Sisa, que se hallaba en el cuartel de Pampahasi; sin embargo, cuando trató de ir en busca de su marido fue traicionada y entregada a Segurola.

Las tropas del Rey llegaron a La Paz el 3 de julio, poniendo fin al primer cerco. La alegría de los paceños duraría poco. Muchos soldados habían caído enfermos y otros se mostraron altamente indisciplinados, por lo cual, a pesar de los ruegos de los habitantes de la ciudad y las órdenes de Segurola, las fuerzas auxiliares se retiraron de La Paz el 5 de agosto de 1781. Inmediatamente las tropas de Katari se reorganizaron e impusieron un nuevo cerco.

El 6 de abril de 1781, José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru, fue ejecutado en la plaza del Cuzco acusado de asesinato de españoles y de infidencia contra el Rey. A pesar de la muerte de su principal caudillo, la rebelión de los Amaru continuó, pero en un nuevo escenario, la provincia de La Paz.

En agosto se cercó nuevamente la localidad de Sorata, esta vez por tropas quechuas al frente de Andrés Túpac Amaru, sobrino de José Gabriel y Gregoria Apaza, hermana de Katari. Se construyó una cocha o represa de agua para romperla e inundar al pueblo. Una vez hecho esto, la pareja y sus huestes entraron solemnemente a Sorata, instauraron juicios sumarios a los vecinos y los sentenciaron a morir, mientras que a las mujeres se las obligó a llevar trajes indígenas en señal de sumisión.

Cuando el ejército quechua llegó a la ciudad de La Paz, Andrés Túpac Amaru le exigió obediencia a Túpac Katari, pero éste no quiso colocarse bajo las órdenes de un advenedizo. Finalmente, se acordó que cada uno quedaría al mando de sus respectivos ejércitos y se reconoció a Julián Apaza como comandante del cerco de La Paz. El 28 de agosto se reanudaron las hostilidades con ataques a los muros y el uso de antorchas que se lanzaban para provocar incendios. La ciudad, sobrepoblada debido a la acogida de la población criolla y mestiza que vivía en los barrios de indios, se quedó lentamente sin alimentos, llegando sus habitantes a comer carne de ratas, gatos y perros.

El hecho culminante del segundo cerco fue la construcción de una cocha, similar a la utilizada en Sorata, a la altura de Achachicala, utilizando las aguas del río Choqueyapu. El objetivo era arrasar los muros que protegían la ciudad; sin embargo, la noche del 11 de octubre, la represa cedió antes de tiempo. La fuerza de las aguas se llevó varias casas de extramuros, además de muchos puentes, pero las trincheras y las murallas lograron resistir el embate de la inundación.

Consciente de que la situación en La Paz se tornaba desesperada, el nuevo presidente de la Audiencia de Charcas, Ignacio Flores, envió a La Paz al teniente coronel Josef de Reseguín al mando de una tropa de 3.000 hombres y ocho cañones. Se optó por acabar con la resistencia indígena primero en los valles y luego en el altiplano, donde derrotó a las huestes quechuas y aymaras. Finalmente, la expedición llegó a El Alto el 17 de octubre, provocando la huida desordenada del ejército indígena. Sin perder tiempo, Reseguín atacó los campamentos de Pampahasi y el Calvario, donde estaban los Amaru. Finalmente, la ciudad de La Paz se vio libre de toda amenaza indígena.

Los principales líderes quechuas, así como Túpac Katari, se habían retirado hacia la localidad de Peñas días antes de la llegada de Reseguín. Sabedor de esto, el comandante realista salió en su persecución, pero cuando estaba en la localidad de Patamanta, el 3 de noviembre de 1781, se presentaron voluntariamente Andrés Túpac Amaru, Miguel Bástidas y Gregoria Apaza solicitando paces a cambio del perdón. Túpac Katari se retiró hacia Achacachi, donde fue recibido por Tomás Inga Lipe, el Bueno, quien lo esperaba con una fiesta. En la noche del 8 de noviembre, Katari presintió que iba a ser traicionado e intentó huir, pero gracias a Inga Lipe fue detenido por los soldados del Rey en un lugar denominado Chinchayapampa.

PEÑAS. El 10 de noviembre, Katari llegaba al pueblo de Peñas donde Reseguín había instalado su cuartel general. Luego de un juicio sumario seguido por el oidor Tadeo Díez de Medina, se lo encontró culpable de asesinato de españoles y de infidencia contra el Rey. El castigo que se le impuso fue la muerte por descuartizamiento, ejecución que se llevó a cabo por parte de cuatro soldados tucumanos el 14 de noviembre de 1781 en la plaza del pueblo de Peñas.

Luego de su ajusticiamiento y como forma de escarmiento, se colocó su cabeza en la ciudad de La Paz, primero en la plaza mayor y después en Quilliquilli; la mano derecha se mandó a Ayo Ayo y luego a Sica Sica; la mano izquierda fue destinada al pueblo de Achacachi, la pierna derecha a Chulumani y la izquierda a Caquiaviri, principales puntos de rebelión.

La rebelión indígena en La Paz terminó con la “pacificación” implacable por parte de Josef de Reseguín. Se arrestó o mató a algunos líderes o lideresas que quedaban como Isabel Guallpa, viuda de Choqueticlla, quien a la muerte de su esposo asumió el mando de sus tropas. Por otro lado, Bartolina Sisa fue ahorcada el 5 de agosto de 1782 en la plaza de armas de La Paz, después de una larga prisión y un juicio. Finalmente, Joseph de Reseguín dio por finalizada su campaña en julio de 1782.

La experiencia de las rebeliones indígenas marcó la vida de la población en Charcas. La Corona cambió su política frente a la población indígena, la crisis de los cacicazgos se profundizó y el temor a una nueva sublevación pasó a la siguiente generación. La memoria de la “sublevación general de indios” en los pueblos y en las ciudades quedaría latente y se manifestaría nuevamente en un contexto diferente: el de la crisis de la monarquía que se produjo 30 años después y que sería el inicio del proceso de independencia.

Roger L. Mamani siñani es licenciado en historia por la universidad mayor de san andrés. docente de la carrera de historia de la universidad pública de el alto (upea).

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