La tierra prometida para miles de paceños
El centro de residentes paceños calcula que en santa cruz hay más de medio millón de migrantes de la paz, que aportan con su trabajo al departamento.
La Asociación de Conjuntos Folklóricos Virgen del Carmen ( Ascofovic) en Santa Cruz cuenta con casi 70 fraternidades, que reúnen 30.000 bailarines.
Imagen: gerson rivero
Según las proyecciones del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), el departamento de Santa Cruz se encuentra sobre los 3,5 millones de habitantes. De ellos, más de 500.000, aproximadamente, son migrantes paceños. Si contáramos a sus descendientes, es probable que el espectro supere el millón de personas que forman esa colectividad identificada como “paceñidad”.
Eso se ve reflejado en las masivas actividades que se realizan. Probablemente, sean las fiestas julias más concurridas después de la sede de gobierno y El Alto.
Rogelio Quisbert, presidente del Centro de Residentes Paceños en Santa Cruz (Cerepa), calcula que en cada celebración se mueven activamente alrededor de10.000 residentes.
Tradición de julio
El 15 de julio por la noche tradicionalmente se celebra una misa, se realiza un desfile de teas y, posteriormente, una verbena popular.
Cuando la ciudad de Santa Cruz de la Sierra era más pequeña, durante décadas este ritual comenzaba en la capilla Jesús Nazareno, ubicada en la calle La Paz, luego el desfile recorría la misma vía hasta conectarse con la calle Murillo, donde se instalaban los puestos de sucumbé, anticuchos, además de otros tragos y comidas para matar la nostalgia paceña.
Con el tiempo, la celebración fue creciendo. La misa ahora se realiza en la Catedral cruceña. Hasta allí se traslada una imagen de la Virgen del Carmen, cuya celebración religiosa coincide con la fecha del grito libertario paceño. Ambos rituales se unen en una procesión que va desde la plaza 24 de Septiembre a la calle La Paz (a dos cuadras), pero a la vez es una marcha de teas, en honor al legado del prócer Pedro Domingo Murillo y su legendaria frase “la tea que dejo encendida nadie la podrá apagar, ¡viva la libertad!”.
La calle La Paz ya no es el lugar de reunión. La verbena se ha traslado al Cambódromo, un enorme espacio público construido justamente pensando en grandes celebraciones, como el Carnaval, por ejemplo. Este año además habrá una celebración en otro recinto, organizada por Cerepa, con la presencia del grupo de moda Sabor Sabor y los legendarios Maroyu, entre otros. La ocasión también sirve para las elecciones de reinas de belleza. Se eligen a la Miss y Señorita La Paz en Santa Cruz; pero también a la Cholita Paceña en Santa Cruz. Sin duda, un sincretismo entre las tradiciones culturales de uno y otro pueblo.
Aporte paceño
Silvia Meruvia, una paceña radicada en Santa Cruz hace más de 40 años, valora el hecho de que “los paceños que llegaron a esta tierra, aprendieron a respetarla, a adaptarse y a aportar con su trabajo”.
Quisbert recuerda que los migrantes paceños están presentes en varios sectores de la economía cruceña como el comercio, la agricultura, transporte e incluso la Policía.
‘Ch’ukutas cambas’
Es un cliché muy recurrente eso de que “el camba nace donde quiere”. Lo popularizó a fines de los 90 el orureño Jesús Cahuana, cuando le tocó presidir el Concejo Municipal de Santa Cruz de la Sierra. Es precisamente en estos testimonios donde ese cliché se podría aplicar. Se trata de seis paceños que han echado raíces en tierra camba y tratan de vivir lo mejor de los dos “mundos”.
Un solo corazón
Pese a los conflictos políticos, como el regionalismo vs. el centralismo, la discriminación y otros, hay un denominador común en todas estas historias de vida: el sentimiento de bolivianidad afianzado en la valoración de las diferentes cosmovisiones que se tiene siendo parte de un mismo país. Todos coinciden en la riqueza que aporta la diversidad en Bolivia y que deberíamos aprovechar más.
El aporte paceño a la era dorada de la radio
Marcelo Vera llegó desde La Paz a Santa Cruz con 16 años. En la ciudad oriental terminó el colegio secundario y posteriormente estudió Comunicación Social en la Universidad.
Estando aún en La Paz, Marcelo había experimentado la pasión por la radio, trabajando como operador en una emisora. Con esa experiencia se animó a probar suerte en su nuevo destino. Era 1987 cuando llegó a una Santa Cruz de la Sierra que comenzaba a despegar y convertirse en la metrópoli que es hoy. “Estaba en la única tienda de discos que había en la ciudad (se llamaba Woodstock) y de pronto escuché una voz familiar. Era Francis Hernani, un locutor paceño que trabajaba en Santa Cruz. Me presenté y le dije que sabía algo de radio, por lo tanto, me gustaría que me consiga trabajo”, recuerda Vera.
Hernani le dijo que fuera el lunes a cierta radio, pero cuando el joven Marcelo llegó le dijeron que él ya no trabajaba allí, sino que se había ido a una nueva radio. A la postre se armaría una gran competencia entre ambas emisoras. Marcelo de todas maneras consiguió trabajo y junto a Hernani, Óscar Romero, Ramiro Tarifa, y principalmente el reconocido Johnny Dávila, formaron una generación de locutores jóvenes que le dieron una impronta muy importante a la historia de la radiofonía cruceña, de la cual, obviamente, también fueron parte otros locutores locales.
Marcelo luego se dedicó al periodismo y a la publicidad. Sin embargo, a través de la Internet ha retomado su pasión en un programa de radio digital llamado Mañana es mejor.
‘Cruceña’ de oro nacida en tierras del illimani
Silvia Meruvia recuerda que la primera vez que vino a Santa Cruz de la Sierra se alojó frente a la misma plaza 24 de Septiembre.
Era una niña y desde entonces han pasado más de 50 años. Años más tarde, llegó no solo de paseo, sino que se instaló en la ciudad y formó una familia. “Me preguntaron el otro día por qué quería tanto a Santa Cruz y me emocioné”, recuerda. Eso fue cuando en un programa de televisión la nombraron “cruceña de oro”. “Yo llegué en los tiempos en que verdaderamente era ‘ley del cruceño la hospitalidad’. Creo que por diferentes motivos se ha perdido un poco eso, pero yo sigo queriendo igual a mi Santa Cruz”, señala.
Silvia se atreve a hacer alguna crítica, porque tiene una trayectoria de servicio social que la avala. Es fundadora del Centro Boliviano de Filantropía (Cebofil), que es un centro nacional de voluntariado. Fue impulsora de la Ley Departamental del Voluntariado Oscar Urenda y de muchos proyectos.
Ahora dedica gran parte de su tiempo como dirigente de la junta vecinal del barrio Las Palmas, en el Distrito 4. Es una zona donde se encuentra el barrio residencial que da el nombre, pero también en la misma zona queda el mercado Abasto.
“Algunas autoridades piensan que porque estamos dentro del cuarto anillo no hay necesidades de la población. La basura del mercado se ha descuidado, hay nueve puentes en la avenida Piraí a punto de caerse, la inseguridad, en fin, hay mucho por hacer”, enumera.
Sueña con una ciudad mejor, “su ciudad”, y dedica sus fuerzas para lograrlo aunque sea en su metro cuadrado de influencia.
Ejecutivo inmobiliario en ciudad de los anillos
Julio César Castañón llegó siendo niño a Santa Cruz. Se trajo de La Paz, entre otras cosas, su acento. Por eso, de niño era motivo de burlas en el colegio.
“Siempre había esa cuestión de cambas y collas, entonces me molestaban con eso, pero nunca de mala leche. No me sentí discriminado ni mucho menos”, recuerda Castañón, que una vez terminado el colegio estudió Arquitectura y posteriormente, Derecho.
Julio César perdió el acento occidental con el tiempo y asumió el de un cruceño más. “Es irónico, porque me ha sucedido que collas que no conocen mis orígenes me molestan por ser camba”, relata divertido.
Su familia completa se vino y en La Paz solo quedaron algunas familiares de segundo grado. Siendo ya joven universitario, decidió ir por sus propios medios a “conocer” La Paz.
No recordaba casi nada de sus primeros años en la sede de gobierno. “Cuando ya yo trabajaba decidí viajar por todo Bolivia para conocer y ahí llegué a La Paz”, relata.
No obstante, nunca perdió de vista sus orígenes.
Sus dos profesiones le han servido para hacerse camino en el negocio inmobiliario. Es uno de los más destacados ejecutivos de una empresa transnacional que opera en Bolivia y con bastante énfasis en Santa Cruz.
Este mercado, según explica Castañón, ni siquiera se paró con la pandemia. Los precios bajaron y muchas personas decidieron invertir sus ahorros en la compra de inmuebles.
Gran parte de sus clientes son familias inmigrantes, como un día fue la suya.
La reina de los piqueos viene desde las alturas
Es probable que cualquier ciudadana o ciudadano de Santa Cruz haya sido cliente en algún momento de la empresaria Nancy Lucana.
Y es que la línea de piqueos marca Vida Feliz, que incluye diferentes variedades de papas fritas, chipilos, yuca frita, maní y otras picaditas para eventos sociales, es la más consumida en el país.
Nancy viene de una familia que por tradición fabricaba estos “snacks” en La Paz, Cochabamba y El Alto. En el occidente la marca se denomina Lucana, como el apellido.
Sin embargo, Nancy, por estrategia le cambió a Vida Feliz. “Yo llegue muy joven”, recuerda Nancy. Tenía 20 años cuando decidió instalarse en Santa Cruz y un hijo, llamado Boris Paichucama. Más tarde, ya en Santa Cruz nacería Caleb.
El mayor es médico y el segundo es abogado. Los hermanos Paichucama, más allá de sus profesiones, colaboran en el negocio familiar.
Este negocio inicialmente era artesanal, sin embargo, con el tiempo se convirtió en una industria que tiene todo mecanizado, desde el pelado de la papa hasta el embolsado de la misma. No obstante, igual genera un par de decenas de empleos.
“Yo estoy a gusto, nunca me sentí discriminada. Tenemos que trabajar bastante, pero eso es bueno. No nos falta trabajo”, señala Nancy, que atiende a la entrevista mientras maneja el vehículo que hace reparticiones en los diferentes mercados de la ciudad.
Sin embargo, una cadena de supermercados, hace una década aproximadamente, le hizo un contrato de exclusividad, por lo cual no puede vender ciertos productos en otros establecimientos.
Su familia transmite el sabor del occidente
Rogelio Quisbert es el orgulloso presidente del Centro de Residentes Paceños en Santa Cruz (Cerepa). Llegó a Santa Cruz hace 20 años junto con su familia.
Santa Cruz era una especie de tierra prometida para millones de migrantes del interior del país y sobre todo de La Paz, que es de donde viene la mayor cantidad.
“Nos vinimos con mi familia y decidimos recuperar las recetas de mis abuelos y mi madre. Pusimos una fricasería y nos ha ido muy bien”, resume Rogelio sobre su llegada a la capital oriental.
Quisbert considera que los paceños inmigrantes superan los 600.000. “Según el Censo de 1992, éramos más de 400.000, ahora como si nada me atrevería a decir que estamos cerca del millón. Todos los meses se vienen alrededor de 20.000 nuevos paceños a probar suerte”, asegura el representante de los residentes.
El líder de Cerepa enfatiza que la gran mayoría de sus congéneres llegan con una vocación de trabajo muy importante.
“El transporte, los gremiales, yo diría que un 80% son paceños y si hablamos, por ejemplo, de los policías y los militares, me atrevería a decir que son casi el 90%”, asegura.
Esas cifras, que no hay manera de que sean exactas, cobran vida con las masivas celebraciones que realizan los residentes “ch’ukutas” en tierra camba.
“Solo en la parte folklórica son por lo menos 10.000 personas involucradas”, reconoce.
El trabajo que realiza es voluntario. “Nadie pone dinero para estas actividades, nosotros tenemos que ver cómo hacemos para su sostenimiento, y no es fácil”, concluye.
Compromiso con el medio ambiente en el oriente
Erika Bayá Santos ahora se define como “activista medioambiental”. Para ello tuvo que pasar un proceso de aprendizaje.
Erika llegó en los 80 a Santa Cruz de la Sierra. “Me cambiaron del Santa Ana de La Paz al Santa Ana de Santa Cruz”, precisa Bayá.
Luego de culminar el colegio decidió estudiar Comunicación Social y una vez graduada logró encontrar trabajo en el diario El Mundo.
Estando en ese medio sucedió algo que le cambió la vida. “Los del Comité pro Santa Cruz, no sé por qué razón, nos llevaron al Parque Amboró, una de las áreas protegidas más importantes del departamento de Santa Cruz.
“Desde entonces me interesé como periodista en el tema medio ambiental”, precisa.
Esa impronta estuvo presente en los diferentes medios de comunicación que le tocó trabajar. Sin embargo, en los últimos años, cual si fuera una experiencia mística decidió no solo hacer las coberturas periodísticas necesarias, sino tomar parte activa en la defensa de la naturaleza.
“Con un grupo de amigos formamos un grupo de WhatsApp para ir intercambiando información que sirva para ayudar sobre todo a los guardaparques”, relató.
Con el tiempo, el grupo fue creciendo y se convirtió en un instrumento efectivo para la denuncia de avasallamiento en un área protegida, pero también para dar soluciones con un grupo interdisciplinario que incluye, por supuesto, abogados.
“Decidí dedicarme con más fuerza a esta clase de activismo, que es más efectivo a la hora de dar soluciones. Pero ojalá que no muera el proyecto”, concluyó.