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Las independencias antes de la Independencia

Bolivia, 197 años de independencia

Este título sugestivo, acuñado en un seminario en el Perú, revela un debate que se desarrolla hace varios años entre historiadores de los países latinoamericanos, para encontrar nuevas miradas sobre lo que ha significado la consecución de la Independencia de nuestros países.

Evocamos el 6 de agosto de 1825 como la fecha fundacional de nuestro país y, eso tiene su gran base porque ese día se consolidó la Independencia; pero al evocar no podemos quedarnos en recordar solo el inicio de una era sin comprender que ese momento fue resultado de un largo proceso de luchas militares y sociales, además de profundos cambios políticos y de mentalidades.

Por estas razones es que actualmente es preferible hablar del proceso hacia la Independencia y no exclusivamente de Guerra de la Independencia. Otro aspecto que también ha merecido revisión, ya desde hace décadas, pero que todavía genera polémica, es que tradicionalmente se consideró que el cambio político se inició en 1808, con la crisis de la monarquía española, la invasión de Napoleón a España y las consecuencias que estos hechos tuvieron en América con los movimientos juntistas de 1809 y 1810.

Sin desmerecer que la coyuntura de 1808 fue fundamental para la Independencia, no se puede desconocer que el proceso hacia la emancipación empezó décadas antes. Por supuesto que la resistencia de los indígenas a la dominación española tiene antecedentes desde la colonia temprana, también las diferencias entre criollos y europeos; pero es a partir de la segunda mitad del siglo XVIII cuando el proceso hacia la Independencia se consolida en varios frentes.

El que más se desarrolló en esos años fue el indígena. Su descontento partió de las pensiones fiscales a las que estaban sometidos: el tributo, la mita y, sobre todo, el reparto mercantil. Este último, legalizado en 1751, consistía en la distribución obligada a los indios de mercaderías traídas de Europa como de productos de América. Los indios estaban obligados a recibirlas, sean útiles o inútiles, en los precios fijados por el Corregidor.

En la segunda mitad del siglo XVIII existía una relativa acomodación al tributo, inclusive, pese a sus abusos, a la mita; pero el reparto significó la ruptura del frágil equilibrio existente. Por eso en el siglo XVIII se han contabilizado un centenar de rebeliones indígenas contra el tributo, pero sobre todo contra el reparto. Fueron manifestaciones antifiscales, pero también tuvieron objetivos políticos, como terminar con los corregidores y caciques encargados de los cobros.

Existen varios ejemplos de esas rebeliones. En 1730, el mestizo Alejo Calatayud dirigió una revuelta en Cochabamba contra la tentativa de incluir en la tasa de tributarios a los mestizos. En 1739, abortó una rebelión en Oruro, en la que Vélez de Córdoba se proclamó nieto del Inca y dispuesto a levantarse contra los españoles. Particularmente interesante fue la rebelión de Condo Condo (Oruro) contra los abusos de los caciques cobradores de tributos. En Sica Sica, los comunarios mataron al Teniente de Corregidor en 1770, como parte de una rebelión identificada en contra del reparto de mercaderías. Lo mismo pasó en Jesús de Machaca.

Todas estas rebeliones tuvieron carácter local hasta que explotó la sublevación general de indios de 1780-1782, producto de un largo proceso del descontento indígena, agudizado a mediados de la década del 70 por la política de las Reformas Borbónicas.

Si bien estos movimientos fueron fundamentalmente de carácter económico y social, se los vincula al proceso hacia la Independencia, porque también reflejan el deseo de una transformación política que acabe con los abusos del antiguo régimen. La mayoría de las rebeliones locales terminaron con la vida de corregidores y caciques, pero lo más importante desde el punto de vista político fue el “Nacionalismo Inca”; desde las rebeliones tempranas estuvo presente la idea de restaurar el Tawantinsuyo y con ello el gobierno del Inca.

Para que esas revueltas se integraran y tuvieran objetivos más estructurales era necesario un liderazgo aglutinador que creció y se consolidó luego de un largo proceso de legitimación. Existieron varios líderes aglutinadores, pero destacaron especialmente dos familias: los Amaru, cuzqueños y quechuas, y los Catari, caciques aymaras. De las dos familias, la de los Amaru adquirió mayor preeminencia por su descendencia directa de los incas.

En la Sublevación General de Indios destacaron José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru, su primo Cristóbal, su sobrino Andrés y su esposa Micaela Bastidas; entre los Catari de Chayanta, Tomás, Dámaso y Nicolás. Mención especial requiere la figura de Julián Apaza y su esposa Bartolina Sisa, que no eran de la línea noble de caciques, pero tuvieron una gran convocatoria, uniendo a los Amaru y los Catari en el cerco de La Paz y de Sorata, utilizando el nombre de Túpac Catari.

La Rebelión General logró algunos de sus objetivos, como la eliminación del reparto y el cargo de Corregidor; pero sus líderes fueron víctimas de muertes crueles, como público escarmiento.

El otro frente de descontento contra el régimen español fueron los criollosmestizos o frente urbano. En la segunda mitad del siglo XVIII la coyuntura principal para ello, fueron las Reformas Borbónicas, que trajeron la reordenación profunda de las relaciones administrativas, militares y mercantiles entre la Metrópoli y las colonias; reajuste de las instituciones, elección de nuevas entidades político-administrativas, reformas que produjeron un gran descontento.

Una de las primeras medidas que produjo un gran malestar fue la expulsión de los jesuitas en 1767, cuyo mayor efecto se vivió en Moxos y Chiquitos y en todas las ciudades donde los jesuitas estaban presentes. Pero fueron, sin duda, las medidas administrativas y fiscales las que causaron mayor irritación, especialmente el aumento de los impuestos al comercio y la erección de aduanas. La Paz y Cochabamba fueron el escenario de revueltas urbanas contra las aduanas; la más grave fue el 12 de marzo de 1780 en La Paz, que obligó al obispo de la ciudad a suspender los nuevos impuestos.

Las Reformas Borbónicas pusieron en evidencia la crisis del sistema colonial y la fuerte rivalidad entre criollos y europeos, así como el creciente antieuropeísmo y la construcción paulatina de la identidad americana. Sin embargo, cuando se dio la rebelión en 1780, el descontento criollo se replegó; más pudo el miedo a los indígenas radicales que, con el desarrollo de la sublevación, ya no distinguían entre el blanco europeo y el blanco americano. Pero, también se debió a un conflicto de intereses y diferencias de objetivos entre los rebeldes indígenas y rebeldes criollos.

En la única ciudad, en la que se unieron la rebelión indígena y la revuelta criolla, fue en Oruro, donde el 10 de febrero de 1781, después de una matanza de españoles, los criollos tomaron el poder aliados a los indígenas. Los conflictos políticos reflejados en la lucha abierta por el poder local de la Villa; los conflictos económicos originados por las deudas de mineros criollos a comerciantes europeos; la desconfianza y el desprecio social mutuos fueron la causa fundamental del enfrentamiento. La poderosa aristocracia minera criolla, encabezada por los hermanos Rodríguez y su empleado Sebastián Pagador, con el apoyo de la plebe y de las comunidades indígenas circunvecinas, establecieron un gobierno que duró varios años. La alianza con los indígenas duró pocas semanas; pero una vez derrotados éstos, los líderes criollos de Oruro fueron reprimidos brutalmente.

La represión no significó la supresión del descontento. En la década de los 90, por diversos medios llegó la influencia de la Revolución Francesa y las ideas de la Ilustración. Aunque no se dieron movimientos similares a los anteriormente descritos, en esta década y en la primera del nuevo siglo, se fueron gestando reuniones, lecturas, rumores que transformarían la cultura política, tanto en Perú como en Charcas y en las otras regiones hispanoamericanas. Es así que apenas surgió la coyuntura favorable de 1808 y de 1810, las rebeliones se multiplicaron por cientos.

También entre los indígenas de tierras bajas y en el mundo africano esclavizado se dieron otras independencias. Uno de los casos más emblemáticos es el de los guaraníes, que no tuvieron un proceso hacia la Independencia, como las otras etnias, porque ya eran independientes. Una independencia con el alto costo de la guerra de siglos contra los españoles. Guerra con treguas y combates. Precisamente a principios del siglo XIX, la guerra guaraní volvió a estallar y, su máximo capitán, Cumbay, unió fuerzas con Belgrano y los esposos Padilla.

Los afrodescendientes tienen su mayor epopeya en la rebelión de Haití, la más radical y la primera del siglo XIX. Entre los varios protagonistas afros destaca la figura de Franciscote, con su rebelión abortada, en agosto de 1809, en Santa Cruz.

En esas independencias antes de la Independencia se lograron, aunque temporalmente, mayores transformaciones económico-sociales que en las repúblicas recién fundadas. Talvez porque viejos aliados de la contrarrevolución se acomodaron a lo inevitable. Pese a ello, parafraseando a la historiadora peruana Claudia Rosas, la permanencia de las estructuras sociales coloniales durante las primeras décadas republicanas, no significó la ausencia de transformaciones políticas profundas desde 1808, y desde décadas antes.

Con base en: Cajías, Fernando, ‘Acomodación, resistencia y sublevación indígena’ en Historia de América Andina, Volumen III, El Sistema Colonial Tardío, Quito, Universidad Andina, 2001.

Fernando Cajías De La Vega es Historiador, catedrático de launii versidadmayor de san andrés jumsak y de la universidadcatólica boliviana jucbk.