«Entregué ataúdes frescos para muertos que estaban en camas»
Willy y su familia pasaron de carpinteros a fabricantes de féretros.
Hace casi dos semanas que Willy Yanarico y su familia dejó de lado la carpintería, en especial la fabricación de puertas de madera, ahora se concentra en hacer ataúdes para las decenas de fallecidos por coronavirus o por otras enfermedades de El Alto y La Paz.
La demanda de urnas por familiares dolientes es tal que tuvo que entregar féretros con pintura fresca que recién estaban acabados y puestos al sol para que sequen.
«Entregué ataúdes frescos para muertos que estaban en sus camas durante días. Recuerdo que la primera caja que vendí era para una señora que había fallecido hace una semana y estaba atada en su cama», comentó a EXTRA.
Fue la necesidad la que llevó a Willy a reinventarse, pues con la cuarentena su negocio cerró y hace un mes que se quedaron sin dinero. Además, recién su abuelo murió y su madre, Raimunda, estaba enferma, por lo que comprendía la necesidad de las otras familias que estaban en su misma situación.
En su casa, cerca del puente Río Seco, en El Alto, está su taller, donde trabajan sus hermanos, sobrinos e hijos en la fabricación de ataúdes.
Todos colaboran, incluso los más pequeños, quienes ayudan a sacar las tablas a la calle, pues por el reducido espacio en su vivienda, gran parte del trabajo lo hacen al aire libre.
Las urnas están hechas de madera MDF, un tipo de material que es parecido al cartón prensado, pero con más resistencia al agua y no se quiebra fácilmente. Willy se encarga de unir las tablas, su hermano de pintarlas. Mientras su hermana Mery forra el cajón con tela y alrededor coloca encajes para que tenga una mejor presentación.
A ella la cuarentena por la pandemia la afectó mucho, porque tiene siete chicos que mantener. Antes del confinamiento vendía sopas, pero perdió clientes, así que el negocio que emprendió su hermano Willy, quien tiene cuatro hijos, le pareció una salvación.
«Vivía al día vendiendo sopas, pero cuando empezó la cuarentena, tenía poca venta y ahí comenzó la desesperación», contó.
Cada urna tiene el valor de 1.200 bolivianos. Es un precio justo, aseguró Willy, pues es casi el costo del material, él se queda con una ganancia de 200, que reparte entre toda la familia.
Al día puede construir de tres a cuatro féretros, aunque la demanda es el doble. Incluso, lo piden administradores dd funerarias, algunos, al enterarse de su oferta, fueron a su casa a tratar de negociar las cajas, pero no aceptó. «Ellos quieren lucrar con el dolor y vender más caro. No me parece correcto yo cobro lo justo», enfatizó.
En El Alto, hay otros carpinteros que ahora realizan ataúdes, porque fabricar muebles ya no es rentable. La demanda y la necesidad económica van de la mano.
Para las familias dolientes encontrar ataúdes se volvió un calvario. «No hay en funerarias y si encontramos, nos dicen que debemos esperar una semana. Además, los costos son por paquetes y el más barato es de 4.300 bolivianos y ni que decir en Miraflores, La Paz, ahí los precios son inaccesibles», relató Alberto Choque, quien buscaba una urna para enterrar a su madre.
En la urbe alteña hay carpinteros que ofertan cajas simples de cartón desde Bs 400 hasta 1.400. Existen familias que están dispuestas a comprar porque de hecho, en es difícil encontrar féretros y a esto se su la vía crucis que pasan para dar cristiana sepultura a sus muertos en un cementerio, ahora también colapsado por la cantidad de fallecimientos que se registran.