Las ‘aguas frescas’ del Chavo y la Chilindrina están en la zona Litoral
El emprendedor ofrece frescos en compañía de su sobrina.
Luego de pasar por un accidente que lo dejó inhábil para su trabajo (perforación industrial) antes de la pandemia, José Luis Cutipa, decidió no quedarse con los ‘brazos cruzados’ y salió a vender fresquitos en bolsitas de plástico que los prepara junto a su pequeña sobrina Mikaela (7 años), quien lo acompaña donde él va.
Él tiene 28 años y está con un disfraz del ícono mexicano El Chavo del Ocho que él mismo lo confeccionó con la máquina de coser que le prestó su tía. La niña lleva una montura de lentes sin vidrios, dos colitas a los costados de la cabeza y una chompa roja fruncida en la espalda que es la característica de La Chilindrina. Juntos ofrecen sus productos a todos los clientes que pasan por esa intersección de la ciudad.
Con una sonrisa que se esconde detrás del barbijo, José Luís o El Chavo alteño como fue denominado en las redes sociales, logró vender cada uno de sus jugos. Por su lado, Mikaela sostiene dos bolsitas en una de sus pequeñas manos y las sube en alto para que los choferes, quienes son los clientes principales, la puedan ver. “Tío he vendido tres”, dice afanada la niña mientras le da el dinero que recaudó en una pequeña mochila de cintura, donde ahorran ‘peso a peso’ para la atención médica de su tío.
Cutipa contó que antes de la cuarentena se dedicaba a la perforación industrial; sin embargo, después del ingreso del país en la cuarentena rígida, aprovechó en realizar trabajos de albañilería en su casa, pero lastimosamente mientras soldaba un andamio, una chispa saltó a su ojo derecho dejándolo gravemente herido. “Tengo perforada la córnea, el médico me dijo que debo cambiar una telita y que para esto necesito una operación”, contó afligido.
COSTO
Ocho mil bolivianos es el monto que requiere para su intervención quirúrgica y 180 es el precio de cada frasco de las gotas que utiliza, cada cuatro horas, para que el globo ocular afectado no se reseque. “Son dos tipos que me pongo y me duran dos semanas, debo comprar otra vez cuando se terminan para que no me duela”, dijo
Asimismo, señaló que otro de los motivos que le impulsaron a salir a vender es que debe al banco. “Tengo una deuda de ocho mil bolivianos, cualquier rato nos van a cobrar, ese dinero me presté porque mi mamá estaba enferma”, comentó.
“Cuando me accidenté gasté todos mis ahorros, si no me hago atender podría quedar ciego. Es por eso que salgo a vender porque necesito una operación urgente; sin embargo, no tengo el dinero”, indicó.
Explicó que trabajaba perforando pozos petroleros y viajó a Tarija, Oruro, Cochabamba y Sucre ejerciendo esa labor, pero que no puede volver a realizarla porque tras el accidente quedó inhábil. “No puedo trabajar en lo que hacía antes, podría ocasionar algún accidente. Esas perforadoras pesan hasta ocho toneladas y un mal cálculo podría ser fatal”, lamentó.
José Luis lleva puesto toda la indumentaria del personaje de El Chavo, con la única diferencia que tiene un parche negro para cubrir el ojo afectado. “La tierra o el polvo me lastiman es por eso que lo cubro para que no entre y me raspe,”.
El clima es uno de los ‘rivales’ que debe vencer José Luis. “A veces vendo hasta 250 fresquitos, pero cuando hace frío o llueve no se puede vender”. Él tiene un carrito donde llevan su mercadería y tiene la bandera tricolor que muestra el patriotismo de estas personas. Se encuentran ubicados cerca del final de la avenida Litoral (El Alto), entre la intersección al camino de San Felipe de Seke, a espaldas del Aeropuerto.