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El comercio informal es una opción para los adultos mayores

El comercio informal creció y todo a consecuencia de la pandemia por el coronavirus. Las ciudades troncales del país se vieron abarrotadas de personas que se dedican a vender. Hombres y mujeres de todas las edades salieron a las calles a ofrecer sus productos, a pesar de las restricciones impuestas por el gobierno; sin embargo, la necesidad golpeó muy fuerte que las familias que no tienen un trabajo formal deben darse modos para vivir.

Las personas de la tercera edad no son la excepción ante este panorama dramático, tras un recorrido por las calles más transitadas de la ciudad de La Paz, EXTRA pudo evidenciar que de cada cinco vendedores ambulantes, tres son adultos mayores y de escasos recursos.

Se los puede encontrar vendiendo desde pañuelos desechables, dulces, hasta ropa elaboradas por ellos mismos. La mayoría no tienen un seguro ni un ingreso económico fijo, por lo que viven al día de lo que venden en una jornada.

La pandemia cayó como un ‘balde de agua fría’ para muchos de estos ciudadanos. Don Fortunato Pérez, expresó que no tiene una jubilación y que se debe dedicar a la venta para subsistir. “Nos estábamos recuperando de la crisis que pasó a causa de las elecciones y otra vez ya no pudimos salir de las casas, ni podemos vender”, lamentó refiriéndose al acontecimiento político suscitado en octubre del pasado año. “Nunca habíamos vivido esto, de la noche a la mañana pasó todo”.

Otro caso similar es de doña Petrona Quispe, de 80 años, ella ofrece pañuelos desechables en el puente de la denominada Pérez. Cuenta que lo que logra comercializar en el día le ayuda para alimentar y mantener a sus tres nietos que viven con ella. “El mayor tiene 10 años, el segundo ocho y el tercero cinco, es el más chico de todos”, señaló. “Todos los días debo ir a ofrecer mi productos, unos me compran y otros no quieren”, comentó. También contó que conoció gente solidaria que la ayudo con algunos víveres y ropa para sus nietos.

A unos metros de la señora se encuentra don Max Aranda, un hombre de 84 años, con conocimientos de costura desde sus cinco años. De lunes a viernes, desde muy temprano, él parte desde Senkata, en El Alto, hacia la ciudad de La Paz ofreciendo los busos que realiza con material de piel de ganso.