Guarachi es el ‘rey de las montañas’
Imagen: Bernardo Guarachi
El escalador llevó la tricolor a lo más alto.
Imagen: Bernardo Guarachi
El escalador boliviano ‘conquistó el mundo’ y es el mejor de Bolivia. El hombre que nació en Patacamaya tuvo una dura infancia que no le gusta recordar. Habla más de sus logros deportivos.
El 4 de diciembre de 1952, en Villa Totorani, en la localidad de Patacamaya de la ciudad de La Paz, nació Bernardo Guarachi Mamani, considerado ahora como el ‘Rey de las Montañas’ y el mejor alpinista de Bolivia. Es uno de los más conocidos por haber escalado las siete montañas más altas del planeta, además tiene una historia de vida que es digna de contar, por todo lo que pasó cuando era niño.
Antes de ser el ‘Rey de las Montañas’ pasó por un viacrucis que habitualmente no quiere recordar, porque las ‘heridas’ de su niñez aún no sanan y hablar del tema le crea un nudo en la garganta. Al morir su madre, cuando él tenía siete años, se supo solo con sus cuatro hermanos, al cuidado de su padre: fue el inicio de una historia cruel que desembocó en el desconocimiento por sus familiares y su abandonado en otro país.
Su padre le entregó a una familia que era cercana a ellos. Ya no iba a vivir con sus hermanos. Pero lo peor fue que en un viaje que esa familia hizo a Chile, fue abandonado en ese país, y a su suerte. Tenía ocho años y la familia con la que fue en el tren La Paz-Arica no había pagado sus pasajes. Cuando preguntaron quién le conocía, Guarachi dijo que lo desconocieron. Es una etapa de su vida que, al recordarla, le arranca lágrimas silenciosas.
Todavía siendo un niño, en un país desconocido y sin el apoyo necesario, Guarachi se dio maneras para sobrevivir: un trabajador del tren lo acogió algunos meses, luego conoció a una familia que tenía una pensión donde comenzó a trabajar como ayudante, más adelante aprendió de jardinería, cuidaba caballos en un hipódromo, vendía damajuanas y frutas. Se dio modos para alimentarse y seguir con vida. Después de una década en Chile decidió volver al país.
En pleno viaje a Totorani (fue a buscar a su padre y a sus hermanos) a la altura de El Tolar, en el camino entre Patacamaya y La Paz, sintió ‘el llamado de las montañas’. Frente a él estaba el Illimani, ahí comenzó a soñar con escalar la montaña más alta del país. Y como si su futuro estaría predestinado, conoció a un español que tenía su agencia de viajes que organizaba expediciones al Illimani, al Huayna Potosí y al Sajama. Lo que vino después ya es historia.
Los sacrificios para cumplir sus sueños
Bernardo siempre fue un hombre trabajador, desde pequeño, por lo que se convirtió en un empresario muy éxito: se dedicó a la construcción de departamentos para luego venderlos, además de apostar por el cultivo de quinua y comercializarlo. Sin embargo, su agencia de viajes es el sostén económico de su familia y también le sirvió para cumplir algunos de sus sueños: vendió el bus y un auto 4×4 para solventar su expedición a Vinson.
En esa oportunidad salía de una operación, por lo que no estaba seguro de escalar, pero debia hacerlo puesto que tenía casi todo pagado: necesitaba para sus viáticos, por día gastó alrededor de 3.000 dólares, pero consiguió su objetivo. El alpinista hizo grandes inversiones para llegar a su meta, por lo que gastó alrededor de 300 mil dólares para cubrir las siete montañas donde estuvo. Él se siente satisfecho por todo y agradece a su familia.
Una de las que más sufría era su esposa, Elena Jemio, porque cada vez que salía de viaje no sabía si iba volver: el alpinista contó que en muchas ocasiones pensó que iba morir en su afán de llegar a las montañas y recordó que en una oportunidad quedó atrapado en un dique, ya no tenía oxígeno y pensó que todo había acabado. Sus hijos, Eliot, Andrés y Jhonatan también sufrían cuando su padre viajaba, pero es un ejemplo para todos ellos.