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Voluntarios de JICA aportan al desarrollo

La Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA) trabaja en Bolivia hace 34 años, tiempo en el cual llegaron 1.004 voluntarios (técnicos) para prestar sus servicios de capacitación en proyectos de desarrollo dedicados a las áreas de agricultura, salud, educación, cultura y deportes, en los nueve departamentos.

JICA apoya a Bolivia desde 1978. Para atender los proyectos de Salud llegaron 277 voluntarios; en Educación fueron 203; Agricultura contó con 216 profesionales y Cultura y Deportes con 308. Cabe destacar que la presencia de los voluntarios japoneses en el país responde a la solicitud que realizaron los gobiernos nacionales, cada cual en su respectiva gestión.

El nuevo director de JICA, Hideyuki Maruoka, informó que actualmente existen 32 profesionales de ese país trabajando en Bolivia y que pretenden ampliar ese número para la próxima gestión. “Me gustaría que sea como antes, cuando llegaban unos 50 voluntarios; ahora me parece que son muy pocos y haremos todo lo posible para ampliar la cooperación desde el siguiente año”, reiteró.

En estas tres décadas, los cooperantes japoneses se dedicaron a fortalecer la formación en diversas temáticas, además de compartir dos años de su vida en la localidad donde se ejecutaban los proyectos.

Continuidad. En la presentación de los informes, realizada la semana pasada en oficinas de JICA, el agrónomo Umeo Koganemaru, quien trabajó en el municipio de San Juan de Okinawa de Santa Cruz, destacó que se mejoraron los cultivos de frutas con experimentos de injertos de frutas nativas y variedades mejoradas.

El técnico enseñó a los agricultores de San Juan el mejoramiento de semillas. Por ejemplo, utilizó plantas de mangos locales y realizó injertos con variedades mejoradas traídas de Thailandia, Australia y Brasil. Similar trabajo efectuó con chirimoyas, achachayrús, mandarinas, naranjas y otras frutas. Con este sistema se lograron dos y hasta tres cosechas en un año en esos países y se puede aplicar en cultivos de Santa Cruz.  

También enseñó a otros técnicos bolivianos que la carbonización (quemado) de la cascarilla del arroz permite extraer un líquido negro que sirve para eliminar plagas en las huertas. “Hay que regar con ese líquido e inmediatamente mata cualquier plaga”.

Asimismo, capacitó en el uso del aserrín de madera como parte de la mezcla del abono para cuidar la tierra y mejorar la calidad de la producción de alimentos. “Estoy muy contento con todo lo realizado, porque la gente aprendió a hacerlo”, dijo el voluntario Koganemaru.

Por su parte, el geólogo Shinichi Endo, voluntario senior en Hidrología que cumplió labores en el programa de desarrollo de aguas subterráneas en Tarija, enfatizó en que su trabajo avanzó con lentitud. “No pude tener continuidad porque en poco tiempo cambiaron cuatro veces a los técnicos de la contraparte”, explicó. Además, detalló que en el pozo 6 de Junio había una máquina obsoleta. A pesar de las dificultades, logró su objetivo. 

Kaname Sugimoto trabajó en educación ambiental en La Angostura, Cochabamba, donde realizó acciones de concienciación en la población. Lamentó que tuviera poco tiempo y espera que den continuidad al trabajo avanzado.

Miyuki Nakaima, especialista en administración pública y Sayaka Okuya, obstetra, trabajaron en el Centro de Salud Miguel Gould del municipio de Okinawa. La primera generó una base de datos con un registro de 1.000 niños menores de cinco años y la segunda ayudó en el control de mujeres embarazadas.

El monto de  cooperación es $us 4 mm

Ayuda

El Gobierno de Japón, a través de la Agencia de Cooperación Internacional (JICA), invierte en Bolivia $us 4 millones por año (incluyendo los gastos indirectos) por la llegada de voluntarios. Actualmente hay 32 becarios en el país, y el director de JICA, Hideyuki Maruoka, pretende incrementar a 50 técnicos por año, como era antes.   

‘Tengo miedo que no sigan mi trabajo’

Miyuki Nakaima

“Tengo especialidad en administración pública. Realicé el registro de vacunación de los niños de Okinawa y mi temor es que no continúen mi trabajo. No tienen mucho tiempo (trabajadores del Centro de Salud), deben hacer otros trabajos y a veces les falta interés. No están acostumbrados a usar computadora. Falta conocimiento”. 

‘Dos años es poco para hacer más’

Sayaka Okuya

“Soy enfermera obstetra, poco a poco pude cambiar algunas cosas. Nosotras estamos sólo dos años y es muy poco tiempo para hacer más. Mi trabajo consistía en atender a las mujeres embarazadas, los partos y no hay ni un médico especialista en el centro de salud. El sistema de trabajo es muy diferente al de Japón. Estoy contenta, ojalá sigan adelante”.

‘No tienen mucho interés todavía’

Kaname Sugimoto

“Trabajé en educación ambiental en Cochabamba. Me costaba mucho enseñar porque ellos no poseen mucha experiencia en este tema. Ahora falta mucho por hacer y ya me tengo que ir. Temo que no sigan con el trabajo realizado, me parece que la gente no tiene mucho interés todavía. Reclaman a la autoridad, pero ellos no hacen nada”.     

‘Vi que no hay mucha sinceridad’

Shinichi Endo

“Soy geólogo de profesión y trabajé en Tarija con el tema de pozos de agua. Sentí que las personas de la contraparte boliviana no hacen las preguntas con mucha sinceridad y los japoneses pueden enseñar cualquier cosa si no preguntan adecuadamente. Pese a que faltan muchas cosas (equipos modernos y personal), me voy satisfecho de Bolivia”.

‘La gente puede seguir mi labor’

Umeo Koganemaru

“Llegué para hacer trabajos en agricultura en San Juan de Okinawa. El mejor regalo que me llevo es que la gente ya puede continuar mi labor. Había problemas de tiempo y recursos, pero lo más importante es que los agricultores aprendieron a utilizar el aserrín y la carbonización de las chalas de arroz para realizar injertos en la agricultura”.