PAR multiplica por 15 los ingresos de pequeños floricultores del país
El proyecto mejoró la calidad de vida de 223 familias en tres departamentos
Hace nueve años, Marcelino Cervantes producía rosas que no tenían la mejor calidad porque eran cultivadas a campo abierto. Hoy, sus flores tienen más valor porque crecen en invernaderos construidos con ayuda del PAR, proyecto con el que el floricultor multiplicó sus ingresos por 15.
“Siempre fuimos productores de flores, pero a campo abierto”. Antes, “nuestras rosas eran pequeñas y poco atrayentes, por lo que su valor era de unos Bs 60 el paquete de 25” unidades.
“Ahora, mi familia está tranquila” porque “la misma cantidad la vendemos a Bs 90”, contó Cervantes, quien además es presidente de la Asociación de Productores Agropecuarios Ecológicos de Bella Vista (APAEB), en Cochabamba, departamento nombrado por la Ley 283 como la “Capital de las Flores del Estado Plurinacional de Bolivia”.
APAEB es una de las asociaciones de floricultores que recibe el apoyo del Proyecto de Alianzas Rurales (PAR), iniciativa del Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras implementada desde 2007 con el objetivo de mejorar los ingresos de los pequeños productores organizados del país.
Un total de 223 familias de floricultores de Cochabamba, Tarija y Potosí fueron beneficiadas por el PAR desde 2007 hasta la fecha con equipamiento e insumos que requirieron de una inversión de poco más de Bs 2,4 millones, financiados con un crédito del Banco Mundial y recursos de la cooperación internacional, informó Jhonny Delgadillo, coordinador general del programa Empoderar, del cual forma parte el PAR.
“Los floricultores han mejorado sus ingresos, han ampliado sus viveros con créditos y han expandido sus mercados (…). Sin el PAR percibían entre Bs 500 y 600 (al año), pues su producción era de baja calidad y su mercado era solamente local. Ahora obtienen un ingreso adicional de al menos Bs 9.000”, destacó.
El cultivo en los invernaderos, donde la temperatura llega a los 40 grados centígrados, permite que las flores se desarrollen libres de plagas y bichos, y tengan mayor calidad con tallos rígidos de hasta 80 centímetros (cm) de largo y botones con un diámetro de hasta 5 cm. En cambio, una flor que crece a campo abierto es pequeña, de menor calidad y se expone al contagio de enfermedades.
“Antes seleccionábamos las plantas hasta en tercera y cuarta calidad. Ahora, solo crecen de primera y segunda” calidad, afirmó el floricultor de APAEB, quien cosecha sus rosas y liliums tres veces cada siete días.
“Tres cosechas a la semana en un terreno de 500 metros cuadrados equivalen a 30 a 40 paquetes para la venta”, aseveró Víctor Marca, quien se dedica a la producción de liliums, rosas y gladíolos en la comunidad de Bella Vista, en la provincia cochabambina de Quillacollo.
Las rosas que se envían al exterior se empaquetan en cartón corrugado para proteger los capullos, que se acomodan de forma alterna, y la punta de los tallos es envuelta en papel sábana mojado, para mantener su humedad. Luego, las flores se cubren con un plástico microperforado y se introducen en una caja de cartón.
Los productos para el mercado interno siguen el mismo procedimiento, aunque se usa cartulina en lugar de cartón corrugado y no se emplea el plástico microperforado.
Las flores más comerciales que se producen en el país son las rosas, los claveles, los crisantemos, los liliums, los tulipanes y los gladíolos, “cada especie con 10 a 40 variedades” que se destinan a la exportación, según un informe del Ministerio de Desarrollo Productivo y Economía Plural, que destaca que Cochabamba es el departamento que más se dedica a este negocio, al que también se van incorporando pequeños productores de Chuquisaca, La Paz, Potosí y Tarija.
BENEFICIARIOS. Como todos los días, Pastor Ascui empieza su jornada laboral a las 06.00, regando sus rosas con ayuda de una manguera para que se desarrollen mejor y sin defectos. Hace cuatro meses, este trabajo le tomaba al menos una hora, pues para hidratarlas debía bombear agua de un pozo dos veces al día. Hoy, su familia cuenta con un estanque que le simplifica el trabajo.
“Si no se riega la flor adecuadamente, sus pétalos se vuelven amarillentos y no se vendería al precio que requerimos”, explicó Emérita Dávila, pareja de Ascui, mientras muestra a La Razón un estanque de cerca de 4 metros de ancho por 8 de largo inaugurado hace tres meses en su finca, ubicada en la comunidad de Pairumani, a unos 15 kilómetros de la ciudad de Cochabamba.
Esa alberca, así como otros viveros e invernaderos, fue construida con ayuda del PAR, que también apoya a los floricultores con asistencia técnica y la adquisición de maquinaria, material orgánico, esquejes y plantas madre de rosas, entre otros. El floricultor paga el 30% del valor de los equipos que se solicita al PAR, mientras que el proyecto cubre el 70% restante. “Cofinanciamos las iniciativas de estos pequeños productores”, indicó el coordinador.
Para recibir esta ayuda, los productores deben tener un negocio rentable y un mercado seguro, dijo el presidente de la asociación K’acha T’ika (Flor Bella, traducido del quechua), Viviano la Fuente, quien a sus 40 años expone orgulloso su propiedad, ubicada en la comunidad de Bella Vista (Quillacollo), a unos 13 kilómetros de la ciudad, donde cultiva rosas a campo abierto y en invernaderos.
La Fuente, quien se dedica a la floricultura desde que era niño, recordó que hace dos meses realizó su primera exportación a Asunción (Paraguay) apoyado en la producción de su invernadero de cerca de 300 metros cuadrados.
“Nos han ayudado a las familias con invernaderos. Lo que pedimos ahora es que continuen apoyándonos con el mercadeo, pues ahora (primavera-verano) hay sobreproducción de flores”, expresó La Fuente, mientras acomodaba capullos de rosas en paquetes de 25 unidades que luego comercializará en el mercado interno.
El mercado principal
Santa Cruz absorbe el 40% de la producción de flores de Cochabamba, según la Plataforma para el Desarrollo con Innovación Tecnológica de Flores y Hortalizas de esa región.