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‘Rijch’ay’ ofrece sus calzados de lana de oveja y alpaca al mundo

Calzados de lana de oveja y fibra de alpaca, cómodos, durables y a la moda —que hoy llegan hasta Alemania y pronto a Estados Unidos— son las principales artesanías que nacen en las manos de ocho emprendedoras jefas del hogar de “Rijch’ay”.

A principios de 2000 “unos misioneros alemanes nos enseñaron a un grupo de madres solteras en la parroquia” de Alto Lima (El Alto) “esta técnica del fieltro artesanal”.

De 100 mujeres que empezaron la capacitación, “25 se quedaron” en el curso “y ocho nos agrupamos luego. Primero hicimos zapatones, luego flores cartucho y vestidos de novia. Después, zapatos de dama, de varón y ahora de niños”, recuerda Amelia Apaza, presidenta de “Rijch’ay” Calzados con Altura.

Las emprendedoras formalizaron su microempresa en 2014, antes de participar en el Emprendeideas Mujer de ese año, de Soboce. “En los talleres” de preparación para el concurso “había licenciadas, gente más capacitada. Tenía miedo y ya no quería ir, pero las compañeras dijeron ‘vamos hasta el final’”, cuenta Apaza.

EXPECTATIVAS. La perseverancia de las jóvenes mamás le valió a su proyecto “Industrialización y comercialización de zapatos de lana de alpaca y oveja” un premio en efectivo de Bs 20.000, que la agrupación usó para comprar una cardadora y una máquina de coser semiindustrial.

Hoy, las artesanas tienen su taller propio en la misma zona. Al ingresar, lo primero que llama la atención es la materia prima. La lana de oveja y la fibra de alpaca —comprada a ganaderos que viven en la comunidad de Milluni, cerca del nevado Huayna Potosí— están teñidas de diferentes colores y cuelgan listas para ser utilizadas.

En el lugar, la jornada comienza a las 08.30 y puede extenderse según las solicitudes que se tengan que cumplir. “En cierta ocasión nos pidieron 800 pares de zapatos para Alemania y 400 artículos (entre flores, adornos y banderolas). Nos amanecimos, pero logramos cumplir”, recuerda Juana Mamani, vicepresidenta de “Rijch’ay”.

La agrupación también elabora “prendedores, carteras y mochilas”, dice Susy Canaviri, integrante del grupo que está a cargo de esas tareas.

Cada zapato se fabrica en al menos dos horas. Todo comienza con la selección, lavado y teñido de la lana. Posteriormente, se arman sobre una mesa dos pedazos de vellón sobre los que se vierte agua hervida y champú.

Este material “no tiene costura y esto (la mezcla con agua caliente y jabón líquido) sirve para unir los trozos de lana que finalmente serán la base del zapato. Luego se procede a amasar (el material) para lograr el resultado”. Después, el material “pasa a las hormas, se costuran los bordes y un artesano pone la suela”, detalla Apaza.

“Ahora hacemos ocho modelos de calzados. Salen más las ballerinas para las chicas, porque” ese tipo de zapatos “combinan con todo, son anatómicos, no se deforman y no se rompen, a menos que le cortes con tijera o cuchillo”, destaca Mamani, quien agrega que además son livianos, cómodos y frescos pero abrigadores.

Las ocho emprendedoras trabajan “por igual y ganan por igual”, asegura Apaza. Para este año alistan la primera muestra “de 500 pares para enviarlos a Estados Unidos”, adelanta Mamani quien considera que en el exterior “valoran el trabajo hecho a mano”.

El precio de estos productos del vendedor al consumidor es de Bs 150. “La lana es como la plastilina y hacemos lo que queremos. Vivimos tranquilas y así yo puedo darle tiempo a mis dos hijas”, afirma Canaviri.

Para el siguiente año, las mujeres de “Rijch’ay” tienen como objetivo comprar más maquinas y mesas de trabajo y poner una pequeña guardería.

Contacto y ventas

Referencia

Los interesados en los productos de “Rijch’ay” pueden llamar a 76254380, al 70127478 o escribir al correo electrónico tijuana@hotmail.com

Variedad

Las emprendedoras reciben pedidos de otros modelos que no estén en su cartera de productos. Basta una foto de muestra.

Capacitan a otras mamás que buscan un empleo

Las artesanas de “Rijch’ay” transmiten a otras madres jóvenes y solteras el conocimiento técnico que tienen. Por esta razón convocan a las interesadas en conocer las técnicas del fieltro artesanal para que formen parte de este grupo, que tiene su taller en la zona de Alto Lima (El Alto).

“Queremos ayudar a otras jóvenes que pasan por esta situación (de estar a cargo solas del cuidado de los hijos). Pueden ser separadas o viudas, aquí tenemos espacio.

Si tienen niños los pueden traer aquí para no preocuparse ni dejarlos solos”. Así las mamás “aprenden y trabajan”, dice Amelia Apaza, presidenta de la organización de emprendedoras.

OCUPACIÓN. “Cuando una es mujer y tiene hijo, no encuentra trabajo. Aquí no importa gastar un poco de la lana para aprender. Esto nos servirá cuando haya pedidos grandes; para exportar, su ayuda será importante para cumplir con esas obligaciones”, afirma Juana Mamani, quien también capacita a las interesadas.

Las artesanas dieron a conocer también su intención de destinar una parte de sus ganancias a centros de niños y ancianos.

“Hay otra gente que también necesita y queremos que nuestra organización tenga esa visión de ayuda a otros sectores de la población”, sostiene Apaza.