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Indígenas mejoran su calidad de vida con los rayos del sol

Encarnación Supa cambió el fogón a leña que usaba para cocinar sus alimentos por los vidrios y las planchas metálicas de su cocina solar, un artefacto introducido en 2016 en la Amazonia para transformar el día a día de 260 familias indígenas.

“Es nuestro microondas”, dice entre risas Marlene Limpias, otra de las 17 mujeres que mostraron sus cajas térmicas en el acto de cierre de la segunda fase de Cocinas Solares para la Amazonia.

El proyecto benefició a unas 1.500 personas de 260 familias tacana, tsimanes, mojeñas, baures, mojeño-ignacianas, trinitarias e interculturales que habitan en comunidades de un municipio del norte de La Paz y de seis del este del Beni.

Las estufas fotovoltaicas, que capturan la radiación solar con material reflectante, concentran un calor de hasta 180 grados centígrados, temperatura más que suficiente para hervir agua, pasteurizar leche, esterilizar frascos, deshidratar frutas, tostar semillas y hornear pan, queques, galletas, cerdo, pollo, pescado y carne, además de preparar sopas, guisos, refrescos e incluso remedios naturales.

Supa, por ejemplo, demostró sus habilidades en la cocina ecológica, que concentra los nutrientes y evita que los alimentos se quemen o rebalsen, preparando delicias como pastel de verduras, chicharrón de coco y majadito.

Al reemplazar a los fogones a leña, las cajas térmicas reducen la emisión de gases de efecto invernadero y se pueden usar si está nublado, si llueve o si es de noche, siempre y cuando el artefacto haya acumulado calor durante las horas en las que hay sol, si bien se necesita de una manta para maximizar el efecto térmico envolviendo las ollas u otros enseres a utilizar.

Supa, presidenta de la Asociación de Mujeres de San Miguel del Bala (en Rurrenabaque), explica que con estas “simples” pero “maravillosas” herramientas el consumo diario de leña o gas para cocinas se redujo en 50%.

San Miguel del Bala es un pueblo hundido en la Amazonia al que se llega en botes motorizados y solo a través del río Beni, el cual crece en épocas de lluvia volviéndose dificultosa su navegabilidad.

Este aislamiento hace que ésta y otras comunidades no cuenten con energía eléctrica ni agua potable, y que el costo de una garrafa llegue a Bs 60 o más (en las urbes cuesta Bs 22,50). La ubicación de estos pueblos en el bosque amazónico tampoco les permite proveerse de la madera necesaria para preparar sus alimentos, ya que la cercanía con el río humedece los troncos disponibles, los que a su vez se van reduciendo por efecto de la explotación de las comunidades.

Así, “las fuentes de leña quedan cada vez más lejanas”, haciendo que una carga, montón o carretilla de leña se venda en Bs 50 o 60, cuenta Edwin Mendoza, técnico de Soluciones Prácticas (SP).

Impacto. Con el escaso y costoso combustible natural y un gas licuado de petróleo poco accesible, las estufas fotovoltaicas se convierten en una preciosa herramienta para ahorrar dinero, pero también tiempo.

Aunque cocinan los alimentos en el doble de tiempo que las tradicionales, no necesitan de una atención permanente, por lo que las mujeres pueden destinar los momentos que se utilizaban para recoger leña o atender el fogón al cuidado de las chacras, la confección de prendas, la elaboración de artesanías para la venta, el cuidado del hogar, la participación en actividades comunitarias y el descanso, ya que no tienen que levantarse a las cuatro o cinco de la madrugada para comenzar a cocinar.

“No hace falta remover la olla. El agua y otros líquidos no se evaporan”, dice Juana Céspedes, de Villa Alcira, quien aprovecha el artefacto para cocinar dunocuavi (“pescado envuelto en hojas de patujú”, en lengua tacana). “Preparo unos seis al día. Casi a diario llevo al mercado de Rurrenabaque y los vendo a 10 bolivianos cada uno. Llevaba más cuando hacía más sol”, cuenta la comunaria, que también dejó de ver sus ropas manchadas por el hollín.

“Esta tecnología propicia una división de tareas más equitativa en el hogar, lo cual permite a las mujeres tener más tiempo para ellas”, destaca la secretaria técnica del Cipca en Beni, Ilse Yoqui.

Limpias subraya a su vez que el proyecto está enfocado en las mujeres, pero puede involucrar a toda la familia, ya que incorpora a hombres, niños y personas de la tercera edad al trabajo doméstico.

“Las mujeres, por un tema cultural, son quienes se encargan de la comida en estas zonas y al final quienes le agarraron mas cariño a sus nuevas cocinas, pero también participan los hombres, (…) quienes están innovando y rompiendo brechas de género”, resalta Mónica Cuba, responsable de Comunicación de SP, una de las cinco instituciones de cooperación que impulsaron el proyecto.

Además de las oportunidades que les dan a las familias para aumentar sus ingresos, las cajas térmicas generan beneficios para la salud de las personas, ya que el humo no entra más a sus pulmones ni afecta sus ojos y se reducen los riesgos de quemaduras.

Asimismo, aportan al cuidado del medio ambiente, utilizan poca agua —lo que es importante en un lugar donde la disponibilidad del líquido potable es un problema— y, cuando no hay el nivel adecuado de sol, se usan como depósitos para guardar frutos, verduras y otros, y para mantener los alimentos calientes y limpios.

El costo de cada uno de estos artefactos es de Bs 1.200, que incluye la capacitación y el seguimiento para su uso, pero las familias pagaron solo 120 para sellar su compromiso con Cocinas Solares para la Amazonia.

En algunas comunidades beneficiadas, el proyecto trabajó en la capacitación para el uso y el armado de los aparatos, por lo que tuvieron que acarrear madera, aluminio, vidrio, lana de oveja, clavos, tuercas y pintura naranja a través de buena parte de la selva. En otras, se entregaron las cocinas ya elaboradas y se trabajó únicamente en la capacitación.  

El proceso de aprendizaje y apropiación de esta tecnología es aún “lento, pero mejoró en los tres años de trabajo del proyecto”, recuerda Mendoza, técnico de la iniciativa, que contó con el financiamiento de Christian Aid, la coordinación de la Plataforma Boliviana Frente al Cambio Climático, la provisión de tecnología de Inti Illimani y la ejecución de SP en Rurrenabaque, Reyes y San Buenaventura y el Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (Cipca) en San Andrés, San Javier, San Ignacio y Baures.

Los beneficios de las cocinas solares unen al pueblo

Luis Flores/ Rurrenabaque

Las ventajas que ofrecen las cocinas solares disponibles en Villa Alcira (Beni) y San Miguel del Bala (La Paz) representan una oportunidad para que los pobladores de esas comunidades trabajen juntos y estrechen lazos en eventos sociales.

Isidora Apuri, corregidora de Villa Alcira, cuenta que por ejemplo para los cumpleaños o aniversarios de esa población las 10 familias que cuentan con estos artefactos los sacan para preparar comida para toda la comunidad.

Cocinas Solares para la Amazonia inició su etapa piloto en 2015 con la entrega de dos estufas fotovoltaicas a familias de las comunidades benianas de Bermeo y Nueva Betania. Tras el éxito de la apropiación de esta tecnología, el proyecto se amplió en 2016 y concluyó este mes con la distribución de 260 cajas térmicas en siete municipios.

La tercera fase se iniciará el 2 de julio. “Se prevé fortalecer el uso y acompañamiento con capacitaciones específicas, que fueron solicitadas por los propios pobladores”, asegura Víctor Yapu, responsable de Soluciones Prácticas. Además, agrega, se busca inversión pública y privada para ampliar la llegada de estos artefactos a otras poblaciones del país.

Dos terceras partes del territorio boliviano se encuentran en la franja de mayor radiación solar del mundo, lo que puede asegurar el éxito de esta tecnología en diferentes regiones del país.