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COVID-19, golpe que recuerda a la crisis de 2008

Con su brutal impacto en el crecimiento y los mercados, la crisis económica provocada por el coronavirus (COVID-19) rememora a la que en 2008 sumió al mundo en la “gran recesión”, pero el parecido es engañoso.

La recesión de 2008-2009 tuvo un origen financiero: el colapso de las subprimes, préstamos hipotecarios otorgados a la ligera por los bancos estadounidenses. La crisis actual proviene de una circunstancia externa que afecta a la economía real y se está extendiendo a medida que los países se aíslan.

Primero, el cierre de las fábricas en China perjudicó a la oferta al interrumpir el suministro de las empresas. Pero ahora el impacto se está extendiendo a la demanda, ya que los consumidores se ven obligados a quedarse en casa y cancelan o retrasan sus desplazamientos y compras.

El epicentro de la crisis de las subprimes fue Estados Unidos (EEUU), la principal economía mundial. La crisis del coronavirus apareció en China y dejó patente el peso económico de ese país.

Después de la quiebra de Lehman Brothers, Estados Unidos se coordinó con sus aliados. La crisis provocó el nacimiento del G20, que integró a las principales potencias emergentes.

Pero ahora el panorama político global ha cambiado. El G7 (Alemania, Canadá, EEUU, Francia, Italia, Japón y Reino Unido) está presidido este año por EEUU, que lanzó guerras comerciales, y el G20, por Arabia Saudita, que acaba de hacer saltar por los aires la regulación internacional de los precios del petróleo crudo.

“Estamos ante una fragmentación que se ha producido antes del choque y es difícil para todos los líderes del mundo sentarse a la mesa” de negociaciones, considera Ludovic Subran, economista jefe de la financiera global Allianz.

De todos modos, la semana pasada, los países del G7 anunciaron que están listos para “utilizar todas las herramientas apropiadas” para reducir el impacto económico de la pandemia, incluidas medidas “presupuestarias”, según un comunicado común publicado por sus ministros de Economía y gobernadores de bancos centrales.

En 2008, las principales autoridades monetarias trabajaron juntas para reducir sus tasas e inyectar liquidez. También desempeñaron un papel decisivo para salir de la crisis mediante la compra de deuda pública y privada. Doce años más tarde, no tienen el mismo margen de maniobra ante una crisis que, además, no se debe a motivos bancarios o financieros.

La Reserva Federal de Estados Unidos y los bancos centrales de Canadá o Inglaterra redujeron los tipos de interés pero el Banco Central Europeo (BCE) no se ha movido por el momento, puesto que los suyos ya son muy bajos.

“En 2008-2009 tuvimos la gran explosión de los bancos centrales”, recordó la economista jefa de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) Laurence Boone. “Necesitamos el mismo big bang, pero esta vez del lado presupuestario”.

En los meses posteriores a la crisis de 2008, los países gastaron masivamente. El déficit presupuestario francés superó el 7% y EEUU incluso nacionalizó al gigante automovilístico General Motors para evitar la bancarrota. Pero a partir de la década de 2010, Europa comenzó a aplicar medidas drásticas de austeridad.

En 2020 se suceden los anuncios para amortiguar el golpe. Alemania, por ejemplo, muy apegada a la disciplina presupuestaria, promete apoyar “sin límite” la financiación de la economía real. Sin embargo, queda por ver si estas medidas de emergencia conducirán a políticas de reactivación a largo plazo, o a una vuelta al control del gasto público.

Desde 2008, la globalización ha cambiado también de cara. De hecho, los países emergentes, que durante mucho tiempo remolcaron la economía, se reforzaron. “La riqueza por persona en China es 10 veces mayor y los costos son mucho más altos que hace 20 años”, dice Vicky Redwoord, economista de Capital Economics.

Comercio. Frente a la guerra comercial, o por razones de seguridad, financieras o incluso medioambientales, las empresas que se deslocalizaron han comenzado a pensar en cadenas de producción más cortas y simples.

“Esta crisis del coronavirus es un elemento más que explica un giro en la globalización que probablemente presenciaremos”, considera Olivier Blanchard, antiguo economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Más allá de las acciones individuales que haya tomado cada país hasta el momento, “a medida que el virus se propaga, la necesidad de un estímulo fiscal global coordinado y sincronizado se hace cada vez más fuerte”, considera a su vez la titular del Fondo, Kristalina Georgieva.

La institución aún no midió con precisión el impacto del coronavirus en la economía mundial, solo indicó que el crecimiento global será menor al del año pasado. Pero a medida que el virus avanza la actividad económica se detiene como resultado de las medidas de contención y muchos economistas temen que el mundo caiga en recesión.