En medio de la pandemia, muchas microempresas cerraron sus actividades, otras vieron una oportunidad. La crisis económica las obligó a sobrevivir ante la emergencia sanitaria, un ejemplo es el sector de servicios de instalación de telefonía e internet.
La recesión ocasionada por el coronavirus ha llevado a la suspensión total o parcial de las actividades productivas. Los rubros más afectados son el comercio mayorista y minorista, las actividades comunitarias sociales y personales, los hoteles y restaurantes, además de las actividades inmobiliarias, empresariales y de alquiler, y la manufactura de la microempresa, de acuerdo con una evaluación de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
No obstante, para el sector de servicios como el financiero, de entregas a domicilio (delivery), así como el de telecomunicaciones, la crisis motivó su desarrollo, y en particular para algunas microempresas fue una oportunidad para subir peldaños en medio de las malas noticias para la economía. Aquí va un claro ejemplo de ello.
Servicios
Sin capital, escalera y menos herramientas, así comenzó a funcionar la microempresa de Néstor Gutiérrez, quien brinda servicios técnicos de telefonía, instalación de Tv cable e internet domiciliario para grandes compañías del rubro de telecomunicaciones del país.
A meses de haber constituido su emprendimiento en El Alto, en marzo tuvo que enfrentar la suspensión de actividades y el confinamiento por la cuarentena declarada por el Gobierno. Durante los primeros dos meses de las restricciones, el trabajo que brinda “bajó drásticamente, a más de la mitad”, limitando sus ingresos económicos, relató Gutiérrez a La Razón.
Su vocación y sobre todo sus necesidades económicas le impulsaron a continuar, más todavía cuando en abril la Autoridad de Regulación y Fiscalización de Telecomunicaciones y Transportes (ATT) dispuso que los proveedores de telefonía e internet, móviles y fijos, y televisión por cable, no deben suspender los servicios a sus clientes a pesar de que no paguen facturas.
Su esperanza se concentró en que la demanda de la población por nuevas instalaciones se incrementaría, mas no fue así, y tuvo que enfrentar limitaciones de tiempo, pagos y desempeño físico de él y sus asistentes. “No trabajamos todos los días, una semana sí y otra no, nos turnábamos con los otros técnicos. Fue muy complicado, tuvimos que mordernos todo lo que pudimos. Inclusive no salíamos a almorzar, por miedo al contagio”, expresó.
Pero sacó el negocio a flote. “Mensual invertí Bs 2.000 y se recuperaba entre Bs 5.000 y 6.000, sin embargo lo vimos poco a poco”, remarcó, al explicar que por la crisis los pagos por los trabajos no fueron normales.
En promedio, la pequeña compañía de Gutiérrez logró entre dos y cuatro instalaciones por día, “cuando el cuerpo alcanzaba”. Añadió que durante las cuarentenas, las únicas fechas que aprovechaba para trabajar eran la primera y segunda semanas de cada mes. “No me quejo y si hay trabajo, tengo que hacerlo bien hasta terminar, no puedo dejar al usuario sin conexión”.
Así, la historia de Gutiérrez muestra superación y tesón en medio de la crisis económica, así como otras microempresas que no se dan por vencidas y caminan hacia adelante.