El cambio climático afecta más a las mujeres
Desigualdad. El calentamiento global no es neutral en cuanto al género.
ECONOMÍA
Las mujeres en Bolivia y el mundo son las primeras en sentir los efectos del cambio climático, según Naciones Unidas. La desigualdad de género y la exclusión social dificultan una gestión medioambiental que beneficie a la población femenina.
Desde tiempos ancestrales, las mujeres han tenido una relación especial con la naturaleza. Su contribución al bienestar y al desarrollo sostenible de sus comunidades es enorme, así como al mantenimiento de los ecosistemas, la diversidad biológica y los recursos naturales del planeta.
Las mujeres de los países en desarrollo, como Bolivia, suelen ser las primeras en responder a la gestión del capital medioambiental que las rodea. Desde la recogida de agua para cocinar y limpiar, el uso de la tierra para pasto del ganado, cultivos o la búsqueda de alimentos en ríos y arrecifes, y la recogida de leña, las mujeres de todo el planeta utilizan e interactúan a diario con los recursos naturales y los ecosistemas.
En ese marco, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y otras agencias de la ONU coincidieron en que las mujeres son las primeras en sentir los efectos del cambio climático cuando tienen que recorrer distancias cada vez más largas para encontrar lo que necesitan para alimentar a sus familias.
Asimismo, aunque la degradación del medio ambiente tiene graves consecuencias para todos los seres humanos, afecta especialmente a los sectores más vulnerables de la sociedad, principalmente a la población femenina, cuya salud es más frágil durante el embarazo y la maternidad.
Y a pesar de todo ello, PNUD y otras agencias consideraron que el reconocimiento de que las mujeres aportan o pueden aportar a la supervivencia del planeta y al desarrollo, sigue siendo limitado. La desigualdad de género y la exclusión social no hacen más que aumentar los efectos negativos de una gestión medioambiental insostenible y destructiva para las mujeres y las niñas.
La persistencia de normas sociales y culturales discriminatorias, como el acceso desigual a la tierra, al agua y otros recursos, así como la falta de participación de las mujeres en las decisiones relativas a la planificación y la gestión de la naturaleza, hacen que a menudo se ignoren las enormes contribuciones que éstas pueden hacer, sostiene Naciones Unidas.
COP26. Mujeres de todo el orbe tomaron el estrado de la Conferencia sobre el Cambio Climático (COP26), que se celebró en Glasgow, Escocia, para denunciar que el calentamiento global no es neutral en cuanto al género.
Como ejemplo, varias de las activistas citaron que el 80% de los desplazados por desastres relacionados con el clima son mujeres.
Estos organismos de las Naciones Unidas también consideraron que la lucha contra el cambio climático las necesita, especialmente cuando se conoció que los compromisos del cónclave internacional son tan mínimos que el planeta transita hacia el camino de la catástrofe.
En así que la directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), Inger Andersen, ha observado las últimas promesas hechas en la COP26.
“No estamos haciendo lo suficiente, no estamos donde tenemos que estar y tenemos que dar un paso en firme con muchas más medidas y con urgencia y con más ambición (…) también hay una brecha de liderazgo que tenemos que ver que se cierre antes de que concluya”, indicó la representante.
De acuerdo con los planes nacionales y compromisos, el mundo estaba camino de reducir alrededor del 7,8% de las emisiones anuales de efecto invernadero en 2030, una brecha enorme con respecto al 55% necesario para frenar el calentamiento global a los 1,5 grados centígrados.
No obstante, Andersen consideró que “en este momento, cuando revisamos lo que hemos conseguido de los compromisos (COP26), francamente, es como un elefante dando a luz a un ratón. Tenemos que pensar si eso es suficiente o si podemos estirar más”, dijo al referirse a la actualización de los planes nacionales y los compromisos, que solo conseguirán que el mundo reduzca el 8% de las emisiones para el final de esta década.
“Es muy bueno ver que los países asumen esto y las conversaciones que no se habían dado hasta este punto en París, y apreciamos y saludamos esto, pero no es bueno ver que las promesas son en general vagas, poco transparentes; algunas tratan solo los gases acde efecto invernadero otras solo de carbono (…) son difíciles de calcular y contabilizar. Y, por supuesto, muchas de éstas se quedan en el tintero más allá de 2030”, concluyó Andersen.
EFECTOS. Immaculata Casimero, activista indígena de la nación Wapichan en Guyana, sabe mejor que nadie cómo el cambio climático afecta a las mujeres, y por eso trabaja por su empoderamiento en su comunidad.
“Celebramos cursos de formación porque nos gustaría ver a más mujeres líderes. En las comunidades locales, la mayoría de las veces solo hay hombres. Es el patriarcado y eso es algo que hay que derribar. Podemos liderar mejor que los hombres, lideramos en nuestros hogares, criamos a los niños. Toda la humanidad existe gracias a nosotras”, dijo en una entrevista con Noticias ONU.
Casimero resaltó también que las mujeres indígenas, como transmisoras de los conocimientos tradicionales a las nuevas generaciones, tienen un papel extremadamente importante en la lucha contra el cambio climático.
La crisis, que ya afecta a su comunidad de origen, se cobró este año varias hectáreas de cultivos de yuca, su principal fuente de ingresos, debido a las fuertes e inesperadas lluvias; lo que provocó también inseguridad alimentaria.
“El sol calienta mucho más que antes, se puede sentir, y nuestra gente no sabe cómo adaptarse realmente al clima, porque cuando se supone que hay lluvia, hay sol y cuando se supone que hay sol, hay lluvia. Todo el sistema de cultivo y agricultura se ve alterado por el cambio climático y no tenemos otros recursos de los que depender”, explicó.
Al otro lado del mundo, el pueblo sami, un pueblo indígena ugrofinés que habita la región de Sapmi, que hoy abarca amplias zonas del norte de Noruega, Suecia y Finlandia, también sufre los efectos de la crisis climática en carne propia. “El cambio climático en el Ártico está ocurriendo muy rápido. El tiempo está cambiando y es muy inestable, nuestros inviernos son inestables, el hielo no se congela cuando debe hacerlo. Todo nuestro conocimiento tradicional sobre cómo gestionar el paisaje también está cambiando”, describió la joven activista Maja Kristine Jama desde el pabellón indígena de la COP26.
Su amiga, Elle Ravdna Nakkakajarvi, de igual manera exhortó a los líderes mundiales que asistían a la conferencia: “Escuchadnos de verdad, no digáis que nos vais a escuchar, no hagáis promesas vacías porque somos nosotras las que sufrimos el cambio climático en nuestros cuerpos y tenemos el conocimiento sobre las tierras y las aguas de nuestras zonas y podemos aportar soluciones. Nos merecemos que nos escuchen”.