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Transacciones instantáneas para una economía global

/ 6 de agosto de 2023 / 06:46

Los avances en los pagos y cobros internacionales incidirán en una experiencia cada día más digital, mucho más ágil.

OPINIÓN

Para cualquier empresa que se plantee crecer, la opción a la internacionalización se presenta prácticamente como un requisito indispensable, sobre todo cuando hablamos de mercados locales de tamaño mediano o pequeño. Además de incrementar las ventas, constituye un modo de diversificar los riesgos e introduce un incentivo muy importante para mejorar la calidad de los productos y servicios e impulsar la innovación en todos los procesos. El corolario, por tanto, es que la internacionalización es un factor crucial para mejorar la competitividad de las empresas.

Sin embargo, la exposición de las empresas a los mercados internacionales también puede implicar múltiples desafíos y riesgos, como la adaptación a diferentes regulaciones y prácticas comerciales o la superación de barreras de tipo diverso, como pueden ser las culturales y lingüísticas o los riesgos políticos y económicos.

Si nos fijamos solo en el plano financiero, no es menor el riesgo para las empresas asociado a las fluctuaciones en los tipos de cambio, que pueden afectar al valor de los ingresos y los costes, con el consiguiente impacto negativo en la cuenta de resultados, amén de dificultades añadidas en la vertiente de la planificación financiera. A estas dificultades, habría que añadir el riesgo latente de crédito y cobro, derivado del hecho de que los clientes extranjeros no paguen a tiempo o no paguen en absoluto.

La gestión de los riesgos financieros ha sido de siempre un desafío para las empresas al que ha tratado de dar respuesta la industria financiera mediante diversos productos y servicios que han tratado de mitigarlos mediante estrategias de cobertura o el uso de diferentes instrumentos. Hablamos de una gama de productos especializados que, en la mayoría de los casos, solo era accesible a los grandes importadores y exportadores. Sin embargo, con la irrupción de los nuevos modelos financieros, representados en buena medida por las empresas fintech, estos servicios están hoy también a disposición de las pymes. Su propuesta de valor no solo ha consistido en mitigar en lo posible el riesgo de tipo de cambio, sino en proporcionar además una gestión de las transacciones internacionales mucho más eficiente, segura y regulada.

De hecho, el objetivo que se han impuesto estas compañías financieras de base tecnológica ha sido el logro de unas transacciones internacionales inmediatas y a bajo coste, un objetivo que en buena medida se ha conseguido ya en la mayoría de las monedas internacionales, con operaciones que se ejecutan en el mismo día. No en vano, la inmediatez en materia de pagos y cobros constituye para las empresas con actividad exterior una importante ventaja competitiva en la medida en que les proporciona una mayor liquidez, reduce el riesgo de crédito e incrementa su eficiencia operativa. Cuando una empresa puede realizar pagos a sus proveedores de forma inmediata, fortalece además las relaciones comerciales, lo que puede marcar la diferencia en un entorno cada vez más globalizado y competitivo.

A pesar de que diversos organismos internacionales llevan años promoviendo normativas y sistemas que tratan de impulsar la inmediatez y la eficiencia en las transacciones a nivel global, existen todavía algunos obstáculos que se interponen al logro de estos objetivos. Nos referimos a ciertas regulaciones específicas vigentes en algunos países que generan barreras y complejidad a la estandarización y armonización de los sistemas de pagos. Por ejemplo, un pago en dólares debe pasar siempre por un banco corresponsal en Estados Unidos, además de tener que cumplir una serie de normas que pueden diferir de una divisa a otra. Además, en cada pago también hay que comprobar si hay alguna entidad sancionada o si existe alguna restricción de la propia moneda o de algún banco central implicado. Muchas de estas comprobaciones requieren intervención humana, lo que dificulta la implantación de un sistema de pago inmediato.

Las empresas fintech especializadas en el campo de las transacciones internacionales llevan años realizando importantes esfuerzos e invirtiendo cuantiosos recursos financieros para acelerar sus procesos con la menor carga burocrática posible y de una manera compatible con el mantenimiento de los controles y los requisitos reglamentarios. Al mismo tiempo, gracias a su propuesta tecnológica se han convertido en catalizadores de la innovación con el lanzamiento de nuevos productos al mercado. Ocurre, por ejemplo, con el comercio electrónico, que se ha convertido para muchas pymes en el único canal accesible para vender en todo el mundo sus productos, lo que les obliga, por esta razón, a tener que cobrar en muchos casos en las divisas en circulación en los mercados en los que venden.

También puede leer: ¿Sabe entender la banca las necesidades de la pyme?

Previsiblemente, los avances que veremos a corto y medio plazo en el campo de los pagos y cobros internacionales incidirán en proporcionar al usuario una experiencia cada día más digital, mucho más ágil y menos burocrática, sin menoscabo de los aspectos normativos con el objetivo de dotar al sistema de unos estándares de seguridad cada vez mayores. Tecnologías como la inteligencia artificial o el big data están proporcionando ya herramientas que mejoran los sistemas de detección del fraude, ante operaciones sospechosas o sancionadas; aportan una gestión mucho más ajustada del riesgo e incluso ayudan a identificar y crear productos específicos para las empresas que los necesitan. En cambio, a pesar de lo mucho que se ha escrito sobre la tecnología blockchain en los sistemas de pagos internacionales, pensamos que su penetración en este mercado será mucho más lenta de lo que muchos presumen.

En suma, la realización de pagos y cobros de forma inmediata proporciona a las empresas internacionales una mayor liquidez, reduce su riesgo de crédito, mejora su eficiencia operativa y fortalece sus relaciones comerciales. Todas estas ventajas contribuyen al crecimiento y el éxito de la empresa en un entorno empresarial global, lo que justifica que, tanto los reguladores como las instituciones financieras y los proveedores de tecnología continúen trabajando en la adopción de unos estándares comunes que mejoren las operaciones de las empresas y proporcionen con ello importantes beneficios a la economía global.

 Duarte Líbano Monteiro Director general de Ebury para el Sur de Europa

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¿Sabe entender la banca las necesidades de la pyme?

La pyme es la columna vertebral del crecimiento económico mundial, con prácticamente la mitad del PIB y del empleo.

/ 18 de diciembre de 2022 / 06:38

OPINIÓN

Es indudable que la banca siempre ha tenido a la pyme entre sus objetivos preferentes de negocio; sin embargo, a tenor de algunos estudios sectoriales que tasan periódicamente la percepción de este segmento de empresas respecto de sus proveedores financieros, parece que esta relación no termina de fluir.

Precisamente, uno de los recientes estudios publicados, hecho por el Instituto de Investigación Capgemini, ponía de manifiesto esta disonancia, si se nos permite el término, entre los dos universos. En concreto, el estudio señalaba que nada menos que 9 de cada 10 pymes (el 89%) se sentía desatendida por sus bancos principales y se planteaban cambiar a otras alternativas que les aportasen, sobre todo, mayor flexibilidad en el segmento de pagos. Para las pymes, según el mismo estudio, resultaba llamativa la menor rapidez de reflejos de la banca frente a los proveedores digitales, lo que de alguna manera podría parecer llamativo si atendemos al hecho de que la pyme es la columna vertebral del crecimiento económico mundial, al representar prácticamente la mitad del PIB y del empleo.

Determinar las causas de este distanciamiento es, sin duda, una tarea compleja. Pero el repaso de ciertos aspectos de la historia reciente de nuestros bancos puede aportarnos algunas claves. En cierta manera, la banca ha sido tradicionalmente, dentro de su campo, una especie de médico de cabecera de las finanzas. Realmente, sabía de todo y ofrecía unas repuestas genéricas a las necesidades que planteaban las pymes.

Ahora bien, ha llegado un momento, asociado también a la complejidad de los mercados y a la numerosa regulación que pesa sobre las transacciones financieras, en el que, si una empresa quiere ganar competitividad y crecer, necesita servicios financieros especializados. Esto es, según el símil anterior, precisa pasar de la medicina generalista a la específica, que solo están en disposición de ofrecer expertos que discriminan cualquier otra parcela que no entre de lleno en su ámbito de conocimiento y experiencia. De ahí que lo común sea hoy que las empresas no tengan ya un solo proveedor financiero, sino que trabajen con diversas entidades en función de ese valor añadido experto que puedan ofrecerles para responder a sus necesidades específicas.

Asimismo, a lo largo de ese extenso periodo al que nos referimos, la banca asumió también la tarea de educar financieramente a las pymes. Sin duda, desempeñó este papel para muchos emprendedores que, sin más equipaje que su entusiasmo, y, la mayor parte de las veces, un crédito bancario, se lanzaron a hacer negocios y fueron creciendo desde cero. A través de sus respectivas entidades, aprendieron lo que era un crédito documentario, un pagaré, los descuentos bancarios o los anticipos sobre créditos…

Actualmente, sin embargo, las cosas han cambiado de manera radical. Las nuevas generaciones al frente de esas pymes cuentan ya con una formación financiera más amplia y saben aprovechar las oportunidades que les ofrecen las nuevas tecnologías a la hora de identificar dentro del mercado a los jugadores que pueden aportarles una respuesta eficaz.

Si se les pregunta hoy a los gestores de las pymes qué tipo de servicio y soluciones demandan de sus proveedores financieros, sean estos bancos, neobancos o fintech, lo más probable es que contesten que aspiran a obtener financiación en unas condiciones competitivas, acceder a servicios de pagos instantáneos, transparentes y con reducidas o nulas comisiones. Y eso sí, contar cuando lo necesiten con la proximidad de un profesional de confianza que no se limite a venderles un producto, sino que les asesore y les ayude a resolver de forma personalizada, rápida y segura las cuestiones más complejas que siempre terminan por presentarse en el día a día de la empresa. En este sentido, asegurar una conexión regular con el cliente, y no solo a instancias de una de las partes, constituye también un valor muy apreciado.

Seguramente, afrontar estos retos supondrá para la banca redoblar sus inversiones en tecnología para automatizar las respuestas y los servicios en aquellas áreas que aportan poco valor añadido, pero también automatizar el aprendizaje para saber detectar el tipo de soluciones financieras que demandan las pymes en sus distintas facetas de negocio y saber adaptarse en cada momento a los nuevos requerimientos. Ni qué decir tiene que, a pesar del extraordinario desarrollo tecnológico que viene experimentando el sector en los últimos años, y la vertiginosa transformación de sus modelos de negocio, el componente humano, tal y como venimos insistiendo, seguirá siendo fundamental para marcar la diferencia en el mercado.

Se trata de desafíos que los bancos pueden acometer en solitario o, como muchos de ellos están haciendo, cerrando acuerdos de colaboración con los nuevos actores fintech, que suponen ya para ellos, en determinadas parcelas, una competencia nada despreciable. Lo que estos nuevos actores pueden ofrecer a los bancos no es solo un empleo eficiente de la tecnología, sino unos modelos de operación diseñados para cubrir áreas muy específicas del negocio financiero, precisamente, esas en las que las pymes pueden encontrar ese plus que hasta el momento no les podía proporcionar un mercado eminentemente generalista.

A la postre, en tanto que son modelos de negocio ya probados y bien aceptados por los clientes, los bancos no parten de cero a la hora de acometer proyectos tecnológicos complejos, que requieren además de fuertes inversiones y, con ello, pueden acortar el proceso de desarrollo y puesta a disposición del mercado de esos nuevos servicios de valor añadido que hoy son tan apreciados por las empresas.

Lo que en un primer momento se concibió como un juego de suma cero entre bancos y fintech en un entorno dominado por recelos y sentimientos de amenaza, se ha convertido en los últimos años en un deseo de colaboración entre los dos mundos, que se ha materializado en numerosas operaciones de integración con aquellas startups financieras más maduras.

De algún modo, los gigantes de la banca tradicional se han dado cuenta de que tienen que estar presentes en el ecosistema fintech, y han enfocado, principalmente, sus operaciones de inversión en el ámbito de los pagos (incluido el pago aplazado) y los préstamos, dos de las actividades más rentables dentro del sector.

Frente a los bancos tradicionales, caracterizados por pesadas estructuras productivas y, por lo general, con implantación local en mercados muy maduros y con alta competencia, las fintech, por la propia naturaleza de internet, nacieron ya globales y se apoyan sobre unas estructuras muy ligeras. Cuentan, además, con unas cadenas de decisión muy cortas, propiciadas por organigramas más horizontales, lo que les permite adaptarse con rapidez a los nuevos escenarios.

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Duarte Líbano Monteiro Director regional de Ebury para el sur de Europa.

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