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Morales pinta para criticar la sociedad

La obra plástica de Diego Morales se debate en una tensión frecuente en los artistas de su generación: la voluntad de incidir en los hechos de la realidad social de manera crítica y la voluntad de hacerlo sin renunciar a la exploración propiamente plástica. En la obra de Morales, desde sus inicios, hace más de 30 años, conviven la conciencia política y la búsqueda formal. Los 16 óleos que integran su exposición Rostros y rastros que se presenta en el Museo Nacional de Arte expresan con claridad las dimensiones de esa tensión.

Una mirada crítica al entorno social orienta la pintura de Morales, en busca de revelar la presencia explícita o implícita de la violencia. Esa mirada está también atenta a las dimensiones grotescas de la realidad, a sus contornos deformes y, a veces, humorísticos. Este último elemento evita que  los componentes críticos de su pintura se conviertan en discurso o mera denuncia. Por el contrario, esa forma de ver la realidad se constituye en un lenguaje artístico.

A Diego Morales, por otra parte, le gusta jugar en sus cuadros con la idea del collage. Este recurso le permite crear obras en las que conviven varios espacios, a veces simplemente superpuestos; otras veces, en conflicto. Así, en una misma obra, se puede encontrar registros más cercanos a lo figurativo y registros orientados al abstracto. Morales se mueve con soltura en ambos campos; maneja tanto el dibujo como la pincelada. Esta forma de composición, como se puede apreciar en sus obras más logradas, consigue el equilibrio entre la voluntad de crítica social y la aspiración estética.