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El grupo pasó del hambre al éxito en el mercado mundial

La banda conquistó Estados Unidos y Europa. El tequila los acompañó en España

El País –  Madrid
Hasta Drama y luz, la carrera de Maná ha seguido varias etapas. Después del hambre y la pena de quedarse en la puerta de los conciertos de varios grupos por no poder pagar la entrada, fueron dando pasos de gigante.

Primero, el Sur. Luego, el Norte. No les costó entrar y firmaron con la compañía Creative Artist Agency, que llevaba la carrera de Bob Dylan, Madonna, AC/DC, George Michael o Carlos Santana. Curioso. Hay un Maná antes y después de conocer a Santana. Un Maná antes y después de Corazón espinado. Quizá por eso, Fher Olvera, en su casa de Vallarta encargó una imagen así para su salón. El mito de la guitarra quiso hacer gira con ellos.

Luego vinieron más ansiosos de colaborar: Rubén Blades, Zucchero, Juan Luis Guerra, artistas que buscaban su contagio, su talento.

Quienes los despreciaban no seguían diciendo que no hacían rock and roll. A ellos tampoco les importaba. Llegó un momento en que los chicos disfrutaban lo mismo hablando de música con Chris Martin —líder de Coldplay, que demostró controlar mejor las grabaciones piratas que existían de Maná en el mercado que ellos mismos— que con Silvio Rodríguez.

Su mestizaje estaba bendecido. Maná viaja desde una base clásica del pop hasta las raíces latinas donde quiera que éstas se encuentren: en la nueva trova o en la salsa neoyorquina.

Estados Unidos los acogió. Pero tenían una espinita: Europa. «España es  como 10 países a la vez. Fuimos conquistando poco a poco a todos. Nos faltaban los catalanes. Sí que se nos hacían duros de pelar los catalanes. Pero, al final, también los sedujimos. Nos costó, pero cayeron», comenta Fher Olvera, vocalista del grupo.

Además, llegaron a España con una misión: introducir el tequila. No había gira que les costara menos de 24 botellas. «Cuando aparecimos, apenas había marcas decentes. Luego de haber dado a probar las que realmente merecen la pena no hemos recibido un peso, es triste», se lamenta el baterista Álex González, irónico.

El alcohol les proporciona un punto distinto a cada uno. A Fher le da por liberar langostas. «Una vez, después de una degustación de whiskys, le compré 12 langostas a un pescador y las volví a meter al agua». No extraña que haya creado una fundación para conservar tortugas en Puerto Vallarta (México), ni que persiga con su canoa el vientre de las ballenas por la bahía.

En eso sigue siendo niño. «Un niño creado en un matriarcado. Rodeado de mujeres desde pequeño. Mi padre murió cuando yo tenía seis años y me criaron mi madre, mis hermanas y mi abuela». Aun así, teme los conciertos de la mexicana Paquita la del Barrio. «Me asusta que me peguen, pero me encantaría», asegura el músico.

Le hacen frente a la violencia

 «Al lado de la violencia, de la tragedia, está la fuerza y la energía de los artistas y la gente comprometida que acabará sacando el país adelante. No todo es negro», dicen con relación a la situación actual de su país México.  Nadie como ellos conoce el valor de la caída y el triunfo.