Turistas disfrutan los aires barrocos en la Chiquitanía
Susana Notfelk está contenta. Aplaude el último alegro del Concerto X de L’estro armonico, de Antonio Vivaldi (1678-1741), que acaban de interpretar sus paisanos de La Barroca del Suquía (Córdova, Argentina).

Llegó hasta el templo dedicado a la inmaculada Concepción, la capital de la orquídea Chiquitana, en Santa Cruz, en el marco del Festival de Música Barroca. Susana es una porteña jubilada que vive en Nueva York. “Nos enteramos desde hace un año de este festival de música renacentista y barroca en Bolivia, y nos apuntamos para venir. Me parece fantástica la idea de recorrer varios pueblos escuchando conciertos en el ambiente inmejorable de las misiones jesuíticas en el trópico sudamericano”, comenta. “Nuestro grupo —agrega— está formado por unas diez parejas de españoles, hay alemanes, franceses y argentinos”.
Hernán es colombiano y también aplaudió la interpretación del virtuoso Manfredo Kraemer, que dirige al grupo de cuatro violines, una viola, un chelo y teclados. “Fue una magnífica interpretación de Bach y de Biber, músicos europeos del siglo XVII. Vine con un grupo de bogotanos, amamos esta música. En la Embajada de Bolivia no nos daban razones y recién esta vez tuvimos suerte, y contratamos una agencia de viajes que ofrecía el paquete completo. Gozamos la música y también la comida boliviana”, relata.
En cambio, la italiana Elizabeth asiste por cuarta vez: “Amo Bolivia y este festival, aunque la última vez no cumplí mi itinerario porque la ruta estaba bloqueada. Pero igual volví y vine con mi amiga. Disfrutamos el concierto que tocó música de autores italianos, Vivaldi, Corelli, Geminiani. Es una experiencia única por el contexto especial, el trópico, la iglesia, los indígenas, los jóvenes pidiendo autógrafos y fotos a los músicos como si fueran estrellas de rock”.
La contadora Mayra es cochabambina y llegó a Concepción para ayudar en el Vicariato de Chiquitos. “Una vez escuché un concierto en Sucre, pero no tuve otras oportunidades y me maravillo de esta música”, confiesa mientras filma y graba el Concerto grosso de Corelli. Sus amigas, coquetas adolescentes, sacan fotos a los violinistas argentinos Mauro Asis, Hernán Rodríguez y Marcos Palacio. Luego pedirán su firma a Federico Ciancio, que se encargó de los teclados. Junto a ellos tocaron la viola Joelle Perdaens y el violanchelo Nina Diehl.
El director, el pemiado Manfredo Kraemer, cuenta de vez en vez datos sobre los músicos, sus características sacras, profanas y hasta burlescas. “Elijo un repertorio europeo porque esa es mi línea, aunque también toqué alguna música de Chiquitos”.
Guadalupe Antelo, propietaria del restaurante El Buen Gusto, calcula que vende entre 200 y 250 platos por día. “Este año hubo apoyo de la Gobernación, de las alcaldías y eso ayuda mucho”. Los organizadores están contentos con la cooperación del Ministerio de Culturas, no solo económico sino en la difusión con gingles y propaganda. El movimiento turístico que genera el festival de música barroca hace que la Chiquitanía compita entre los lugares más visitados en el país junto al salar de Uyuni, Rurrenabaque y el lago Titicaca.