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Una estación meteorológica española en suelo marciano

La llegada del Curiosity a la superficie de Marte comienza un nuevo episodio de una larga historia que se inició casi al mismo tiempo que la exploración del espacio. La sonda Mariner 4 envió las primeras imágenes de Marte allá por el año 1964, a la vez que comenzaba la conquista de la Luna. Desde entonces EE UU, Europa, Rusia y Japón han realizado un enorme esfuerzo por conocer cada vez mejor al único planeta de nuestro sistema solar que se cree tiene o ha podido tener las condiciones para que la vida, tal como la conocemos nosotros, pueda desarrollarse.

Parte de ese nuevo episodio lo va a escribir la estación medioambiental, que llamamos REMS (del inglés Rover Environmental Monitoring Station) y que es fruto del trabajo de un grupo de ingenieros y científicos españoles liderados por el Centro de Astrobiología, el INTA y el CSIC, sin olvidar la colaboración finlandesa y estadounidense, y la financiación de CDTI y los planes nacionales de I+D. La estación va a medir la temperatura del aire y la del suelo, la velocidad y dirección del viento, la presión, la humedad relativa y la radiación ultravioleta. Estos datos se van a registrar como hacen los meteorólogos en la Tierra, de una forma muy regular, ya que cada hora la estación se despertará para grabar las lecturas de los sensores durante cinco minutos. No va a ser éste, sin embargo, el único tiempo disponible para REMS, ya que si científicamente se considera necesario puede llegar registrar todos los datos de un día completo, segundo a segundo.

La misión Mars Science Laboratory (MSL), de la NASA, que se encarna en el Curiosity, es como su nombre indica, un laboratorio en Marte, formado por 10 instrumentos dedicados a determinar si están todos los elementos que necesita la vida, a analizar los minerales que se vaya encontrando a lo largo de su exploración, así como su distribución en la superficie, para tratar de dilucidar cual ha sido la historia del planeta. En el contexto general, REMS permitirá entender cómo se comporta su atmósfera actualmente y, con ayuda de las medidas de los otros instrumentos, descifrar su pasado. También medirá la radiación que llega a su superficie, para verificar si los niveles de radiación ultravioleta son tan altos que hacen de ella un lugar hostil para la vida, aunque afortunadamente puede no serlo a unos pocos centímetros de profundidad. REMS es pionero puesto que nunca se ha medido directamente el flujo de este tipo de radiación a nivel del suelo.

Como en todo proyecto de exploración espacial hay dos periodos claramente definidos, con dos comunidades diferentes -ingenieros y científicos– protagonizando cada uno de ellos. Desde 2004 hasta el lanzamiento en 2011, la ingeniería ha sido la encargada de llevar el peso del proyecto. Ha habido que diseñar, construir, ensayar y planificar para conseguir que REMS apenas pese 1,3 kilogramos, que pueda llegar a aguantar grandes oscilaciones de temperatura diarias y que pueda funcionar tanto a –150ºC como a +30ºC, al menos durante un año marciano (dos años terrestres). En poco más de lo que pesa un tetrabrik de leche se han fabricado y montado todos los sensores, con sus correspondientes soportes, el ordenador que los controla y su fuente de alimentación. Todo un reto, conseguido por la industria española, fundamentalmente por EADS-CRISA.

Hay una fase intermedia de colaboración intensa entre ingenieros y científicos: la preparación de la operación. Se desarrolla el software, se discute como se presentan los datos, se entrena al personal de operaciones, que se simulan en la Tierra con datos reales.

A partir del día siguiente al aterrizaje, los científicos toman el relevo. REMS empezará en enviar datos y ellos tienen la ardua tarea de analizarlos y leer en ellos los fenómenos meteorológicos que se están produciendo, pasar de los fríos números a identificar nubes, frentes cálidos, vientos de ladera, escarchas, torbellinos de polvo y demás. Trabajarán con la ayuda de los modelos numéricos que se tienen de Marte, para poder pasar de lo particular del punto que se está midiendo a la globalidad del planeta.

Una oportunidad única para la comunidad científica de REMS es poder participar en la operación de Curiosity. Los datos de todos los instrumentos son accesibles para todos los investigadores de MSL, lo que incrementa enormemente las posibilidades de la misión. El grupo de REMS puede usar datos de las cámaras, de los análisis del suelo,… para ir más allá de objetivos puramente meteorológicos, como podría ser estudiar la interacción de la atmósfera con el suelo.

La divulgación también ha estado entre nuestros objetivos. Se ha hecho un gran esfuerzo y se va a suministrar un informe diario a través de una aplicación para páginas web y para dispositivos móviles: “parte meteorológico de Marte”. Además hay un proyecto en marcha con colegios para enseñarles cómo es la atmósfera de la Tierra y de Marte.

El proyecto REMS han sido 12 años de esfuerzo y dedicación. Muchos años que han contribuido a formar un grupo de científicos e ingenieros españoles de excelencia.

Sabemos que el futuro no es fácil y que habrá que aunar fuerzas y hacer sinergias con otros grupos españoles, como el que ha desarrollado el proyecto Meiga del INTA, pero hay algo indiscutible: España tiene la capacidad suficiente para continuar al máximo nivel en la exploración espacial.