La mudanza trata un tema de actualidad en la España sumida en crisis: el desamparo, la pérdida de la vivienda por efectos de una hipoteca, con lo que esto conlleva no sólo en el plano económico, sino en la propia memoria, en la identidad. El teatro muestra que desde el arte se puede reflexionar sobre la realidad cotidiana, la que está presente en los medios informativos pero quizás sin el alma, sin los matices que un encuentro cara a cara facilita. Los españoles de Perigallo Teatro se anotan un punto en tal sentido.
Un segundo punto es para el abordaje del tema: la pareja actual, obligada a dejar la casa que ella heredara de los abuelos, es relacionada con ésta, la de los 60 (pleno franquismo) y obligada a migrar en busca de trabajo. Memoria y la sensación de que la historia puede repetirse y tocar a cualquiera.
Donde naufraga la obra es en la actuación y la puesta. Es probable que los actores estuviesen en un día frío; el resultado: el calor que agobia a los personajes suena falso y con ello resumo la pobreza de recursos como comedia. La propuesta realista hasta el grado de servir cerveza, dialoga mal con los cambios de personaje a la vista del espectador: ¿cuál lenguaje aceptar? Me quedo con la idea sugerida del mueble de la abuela, descomunal, que la nieta sin techo, pese a todo, quiere llevar consigo.
Mabel Franco Ortega es periodista