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Ricardo Bajo: Karenina, el relato como un estorbo

Las adaptaciones de grandes clásicos de la literatura al cine del siglo XXI están de moda y protagonizan fiasco tras fiasco.  Llega ahora a las carteleras Anna Karenina del director Joe Wright y su actriz fetiche Keira Knightley; y la sensación tras ver El Gran Gatsby se repite. Wright trata de seducir a las nuevas generaciones (poco dadas a la lectura de los clásicos) convirtiendo el drama de Leon Tolstoi en una película para adolescentes (el verdadero mercado y “target” de la gran industria cinematográfica). La complejidad y espesura del escritor ruso se reduce a una efectista película de amor romántico, esa última ilusión que ningún nuevo orden ha podido sepultar.

La estilización exasperante (otra vez), el envoltorio teatral y fantástico (entre la opereta y el ballet), las coreografías y los precisos movimientos de cámara sorprenden de inicio pero luego aburren. Y harto.

La versión Karenina 2012 es telenovelera: un filme excesivamente plano, sin pasión, sin contrastes ni matices: todo fríamente y pretenciosamente calculado como la coreografía más perfecta. Técnicamente irreprochable (gran vestuario, ágil montaje y puesta en escena), esta nueva versión se olvida del relato que acaba estorbando. Y de la rebelde y sufrida Anna Karenina.

Ricardo Bajo H. es periodista.