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Basura de la realeza pasa a ser tesoro arqueológico

Un vertedero del siglo XIX ha desvelado en Río de Janeiro un gran tesoro arqueológico con cientos de miles de piezas que arrojan luz sobre las costumbres más mundanas de la élite de la época de la independencia de Brasil.

Los arqueólogos catalogaron cerca de 200.000 objetos en buen estado de conservación en seis meses de trabajo y creen que podrán recuperar hasta un millón de piezas, en el que podría ser uno de los mayores hallazgos arqueológicos de Brasil, según Claudio Mello, responsable de las excavaciones.

En el acervo de piezas encontradas figuran restos de cosméticos franceses, agua mineral importada de Inglaterra y un frasco de colonia con una curiosa inscripción en portugués que podría traducirse como “Antifetidez”.

También hay platos y vasijas de cerámica, botellas de licores y agua, pipas con restos de tabaco, potes de porcelana con ungüentos y frascos con líquido en su interior, que podrían ser productos medicinales, según los arqueólogos.

Uno de los objetos más “importantes” hallados en el antiguo vertedero es un cepillo de dientes con mango de marfil, con una inscripción en francés que dice “Su majestad el emperador de Brasil”, lo que en opinión de Mello indica que perteneció a Pedro II o a algún miembro de la familia real “muy próximo a él”.

Los objetos encontrados son “básicamente basura”, aunque tienen “una dimensión arqueológica muy grande” porque revelan detalles mundanos que se desconocían hasta ahora, que permitirán estudiar aspectos como la tecnología de la época o hasta las relaciones comerciales, según Mello. “En aquella época no existía un sistema de recogida de basura. Las personas la enterraban en sus patios o pagaban a un esclavo para llevarla a algún lugar. Ésta era un área anegable y se tenía interés en enterrarla, por eso la gente arrojaba materiales aquí”, relató.

Historia. El antiguo vertedero quedó enterrado también bajo escombros de viviendas y de cerros que fueron arrasados con motivo de los planes de urbanización acometidos entre 1870 y 1920 en la entonces capital brasileña, conocidos por los historiadores como “la era de las demoliciones”.

Los arqueólogos hicieron el descubrimiento a comienzos de este año, cuando se iniciaron en el lugar unas obras relacionadas con la expansión del metro. Debido a esas obras, los arqueólogos tuvieron que interrumpir las excavaciones y tendrán que esperar hasta 2016 para volver a abrir las zanjas.

Entonces proseguirán con los trabajos para recuperar la “basura” de los herederos de la Casa de Braganza, la dinastía portuguesa, en los años que hicieron de Brasil un imperio, quienes no se imaginaban el valor que tendrían sus desechos.