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Fútbol de película

Las bases para una gran épica fílmica están sentadas: un país que despilfarró $us 11.000 millones en la construcción, con sobreprecios, de elefantes blancos, los cuales serán el opulento recuerdo de un mundial de fútbol, conducido por villanos que controlan todo desde Europa, cual potencia imperial en un afán colonizador: ordenan, deciden y lucran. Malestar social por el excesivo gasto, poblaciones enteras relocalizadas, drogas, prostitución infantil, trata, explotación laboral. La diferencia con una película es que no hay héroes: en la realidad, la posibilidad de la redención mediante un espíritu virtuoso que se erija por sobre los demás mortales es nula, esa promesa que solo el fútbol, cual filme, otorga a las masas es inexistente.

Sin embargo, las imágenes circulan e inundan las pantallas; los soportes diferentes, por lo que podemos verificar y constatar, en un contexto no bélico, la puesta en circulación de contenidos anónimos y estatales, ambos con su faz propagandística. Las unas denunciando y capturando el presente al exterior de los estadios, en el fuera de campo del fútbol de la élite mundial; las otras, imágenes plásticas del espectáculo, tanto dentro como fuera de la cancha. La película empezó hace un año, al menos eso nos recuerdan los reportajes y las escasas piezas largas documentales.

Mientras se desarrolla el Mundial en Brasil, las redes sociales y plataformas on line de distribución de videos ofrecen registros audiovisuales próximos al documental propagandístico, en alguna medida, y otras piezas que actúan como biopics de afectados y del descontento.

El subgénero deportivo y, en particular, el futbolístico, nos regaló grandes batallas, pero en el caso brasileño destaca la pieza de Joaquín Pedro de Andrade (1963) Garrincha, Alegría del pueblo, donde, en consonancia con los valores del cinema novo, se retrata a Garrincha encumbrándolo como la personificación de la tenacidad y compromiso con la alegría de la gente. Con la misma estrategia del biopic, Heleno (2011), de José Henrique Fonseca, retrata al famoso futbolista que soñaba con jugar en el Maracaná, pero por el alcoholismo y la drogadicción no logró escuchar su nombre en la garganta de 200.000 personas.

El fútbol es, entre tantas cosas, entretenimiento, y el cine industrial comprendió esto, desde el hilarante Shaolin Soccer (2001), donde se mezcla kung fu y fútbol; hasta Rudo y cursi (2008), de Alfonso Cuaron, que pretende develar la industria del fútbol con infructuosos resultados. Ya sea las películas sobre Maradona —las versiones de Sorin, Kusturica o Risi, entre otros— o las cintas sobre hinchadas e incluso estadios, el cine de fútbol de los últimos diez años se decantó por los nacionalismos.

En contraste con las acusaciones entre FIFA y fútbol, el cine construyó relatos humanistas como Offside (2006), cinta iraní en la que Jafar Panhi denuncia la marginación de mujeres en estadios. Ken Loach propone Buscando a Eric (2009), que retrata a Eric Cantona fuera de la cancha. En El sustituto (2006), el director Fre Poulet entrega una cámara super 8 al futbolista francés, que se debe consolar con ser sustituto; en Zidane, retrato del siglo XXI (2006), de Douglas Gordon, se ve un partido con el lente sobre el 10 francés.

En el país las cintas sobre este deporte son diarios de campaña de clubes e hinchas, bípticos infinitos que en su tedio ofrecen como única fuga el gol o el campeonato. El último caudillo (2009) es sobre Óscar Sánchez, producida por Gustavo Cortez, reconstruye la vida y participación en The Strongest del defensor. En La Promo (1994), de José Arturo Lora, el fútbol es telón de fondo. El corto Carlos Borja, capitán boliviano (1994), de Armando Urioste, plantea un homenaje al capitán de Bolívar.