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‘Llegar con una novela a un lugar nuevo es inquietante’

— ¿Cómo llegó a publicar con la editorial boliviana El Cuervo?

— Entré en contacto con Fernando Barrientos, el director de la editorial, a través de mi amigo el escritor y editor argentino Juan Manuel Candal, allá por 2011. Juan había publicado en su editorial Reina Negra (ahora cerrada pero con su sucesora, Décima, a punto de salir a la luz) el excelente libro de Liliana Colanzi Vacaciones permanentes, y por un asunto de derechos había mantenido varias conversaciones con Fernando.

En una de esas charlas le habló de un libro mío (Nadie recuerda a Mlejnas) y le mandó a Fernando un ejemplar. Charlando de ese libro y de la posibilidad de editarlo en Bolivia fue que Fernando y yo nos conocimos.

En 2012, apareció un cuento mío en Hasta acá llegamos, cuentos del fin del mundo, una muestra de narrativa de El Cuervo; y, finalmente, creo que fue en 2013 que empezamos a concretar la idea de una novela mía para la editorial. A Fernando le interesaba más un texto inédito, pero yo, en ese momento, tenía casi todo comprometido, así que le propuse que me esperara unos meses, ya que estaba escribiendo una novela.

El texto estaba muy encaminado; yo sabía bastante bien que no se pasaría de cierta extensión y, más o menos, en qué dirección me movía al escribirlo, así que pude terminarlo en, creo, un mes. Lo revisé un par de veces y se lo mandé a Fernando; curiosamente, el título fue lo que salió al final: El orden del mundo. Fue un poco elegido entre los dos.

— ¿Cuál es su expectativa de los lectores paceños y la recepción respecto a su novela?

— Es algo que me entusiasma mucho. Llegar con una novela —y además una novela que me resulta muy querida, muy cercana al corazón porque es la primera que terminé desde que nació mi hija Amapola, que está por cumplir un año— a un lugar casi completamente nuevo es inquietante. Y digo casi porque lo único que publiqué anteriormente en Bolivia fue el cuento que apareció en Hasta acá llegamos, así que es prácticamente un territorio virgen para mí.

Digo inquietante porque lo siento como una verdadera aventura. Puedo asegurar que el camino que toma cada libro, su vida, incluso, siempre termina por sorprendernos. ¿Qué espero de los lectores paceños? Bueno, la misma complicidad que me gusta en cualquier otro lector.

— ¿Cómo definiría El orden del mundo?

— Es una novela sobre una obsesión, o una novela obsesiva, o las dos cosas. El narrador, que tiene que contar algo que no comprende del todo —algo que le pasó pero de lo que tiene muy pocos recuerdos y para lo cual su única fuente es un diario llevado durante unos meses— va de alguna manera enredándose en su propio relato, discutiendo con su propio relato, negando y afirmando a la vez su propio relato hasta que, finalmente, emerge de la historia contada como una persona completamente distinta. Quizá una persona más jodida. Es, en cierto modo, una novela bastante oscura, o al menos así la siento yo.

— ¿Qué es lo que espera de la Feria del Libro?

— Varias cosas, entre ellas conocer en persona a escritores que leo, sigo y admiro, como Edmundo Paz Soldán y Mauricio Murillo. También conocer La Paz, ciudad que nunca tuve el placer de visitar hasta ahora, y pasarla bien, por supuesto.

— ¿Conoce algo de la literatura boliviana?

— Sí, pero de lo más reciente. Liliana Colanzi, Paz Soldán, Giovanna Rivero, Wilmer Urrelo, Christian Vera, Sebastián Antezana, Mauricio Murillo, Rodrigo Hasbún. Después tengo algunas lecturas muy insuficientes, y me da un poco de vergüenza confesarlo, cosas tomadas de cursos de literatura latinoamericana en la universidad: Juan de la rosa, de Nataniel Aguirre, que murió en Uruguay, por ejemplo; también Raza de bronce, de Arguedas; Yanakuna, de Jesús Lara, y muy poco más. Espero, eso sí, volver a Montevideo con muchos libros.

— Además de El orden del mundo, ¿traerá otros títulos?

— Sí, por suerte sí. La editorial que me publica en Montevideo, Estuario Editora, tuvo la gentileza de disponer de unos cuantos ejemplares para que yo pueda regalar por ahí y para el stand de Uruguay en la feria.

Son dos novelas, Perséfone, la primera que publiqué en Uruguay, en 2009 y La vista desde el puente, de 2011.

— ¿Goza de buena salud la producción literaria uruguaya?

— Sobre este tema podríamos hablar horas. Yo creo que estamos en un gran momento. Hay muchas propuestas muy variadas. Quizá lo que no hay, justamente, son grupos, líneas que sigan varios escritores; o si las hay, son difusas o demasiado amplias.
Más bien lo que hay es una suerte de archipiélago con islas muy numerosas y llenas de tesoros para quien se anime a explorar. Puedo recomendar escrituras muy diferentes: la de Rodolfo Santullo, que se mete sobre todo con el policial y también es un excelente guionista de historietas; la de Fernanda Trías, más cercana a lo que podría llamarse una “literatura del yo”, siempre muy intensa y de bella factura formal; la de Pablo Dobrinin, que pasa de la ciencia ficción a la fantasía, la literatura pulp y el slipstream; la de gente un poco mayor que yo, como Amir Hamed, Carlos Rehermann y Gustavo Espinosa; y lo que hacen Daniel Mella, Agustín Acevedo Kanopa, Horacio Cavallo, Martín Bentancor y Pedro Peña.

Soy también un gran enamorado de la literatura argentina: ahí también, creo, se está pasando por un momento muy interesante, con gente como Juan Terranova, Pola Oloixarac, Juan Manuel Candal, Hernán Vanoli, Martín Felipe Castagnet, Ariel Idez, Luciano Lamberti, Natalia Zito, Matías Pailos, Karina Wainschenker, Lolita Copacabana.

Además de una renovada escena más cercana a la ciencia ficción y la fantasía, donde tenés, por ejemplo, el trabajo de escritores y editores muy comprometidos con su amor al género: Laura Ponce sería un gran ejemplo. Y seguro estoy olvidándome de muchos nombres.

— ¿Qué lo motivo a dedicarse a la escritura?

— Ésta es difícil, pero te arriesgo algunas respuestas para ir sumando: querer construir un mundo diferente, o quizá incluso mundos, en plural. Eso y el amor por la lectura, por supuesto. Escribir libros que me apasionaría leer.

— ¿Qué género prefiere?

— También podríamos hablar horas sobre los géneros. Mis ideas al respecto han cambiado mucho, pero así, te diría que a lo largo de mi vida de lector siempre tuve un especial cariño y un gran entusiasmo por la ciencia ficción.

De hecho, el autor que me motivó a escribir, de alguna manera, hace ya más de 20 años, fue Isaac Asimov, indudablemente uno de los maestros de ese género. Y mi escritor favorito es Philip K. Dick.

— ¿Cuáles son sus autores favoritos, tanto de su país como del exterior?

— De mi país es bastante fácil: Mario Levrero, Juan Carlos Onetti y Felisberto Hernández. La trilogía indudable. De esos tres, los dos últimos no han dejado huella alguna en lo que escribo, pero no por ello me apasionan menos como lector. Con Levrero es otra historia, aunque lo leí un poco tarde en mi vida, pero creo que en muchas cosas se abrió camino su gen mutante hacia mi ADN de escritor.

Y en cuanto a literatura internacional… soy un tipo que se entusiasma mucho. Creo en la figura del escritor como fan y así te tengo que mencionar a Philip K. Dick, J. G. Ballard, Roberto Bolaño, Jorge Luis Borges, W. G. Sebald, H. P. Lovecraft, Thomas Bernhard, Angela Carter, J. R. R.Tolkien, David Foster Wallace y otros.