‘Durazno’, de Jordán
Durazno se enfrasca desde la primera secuencia en la imposibilidad del misterio y la solaz contemplación de la búsqueda, la cual, guiada por el protagonista Ezequiel y su amigo Nahuel, por momentos reportero abocado a dotar de información imprescindible, nos permite asistir a un diálogo con el pasado para comprender el futuro.
En el marco del Bolivia Lab se estrenó Durazno, de Yashira Jordán, ópera prima cuyo rasgo más relevante refiere la forma de financiamiento, basado en el crowdfunding, aporte solidario de personas anónimas vía canales on line. Con esta película, el cine boliviano se inaugura en el uso de esta estrategia de generación de recursos económicos. La cinta inicia con un gesto ambiguo, al enunciar los principios de un manifiesto de cine orgánico, que genera cierto desconcierto, ya que sugiere la comprensión del cine como algo orgánico en tanto ambientalista.
Durazno se enfrasca desde la primera secuencia en la imposibilidad del misterio y la solaz contemplación de la búsqueda, la cual, guiada por el protagonista Ezequiel y su amigo Nahuel, por momentos reportero abocado a dotar de información imprescindible, nos permite asistir a un diálogo con el pasado para comprender el futuro.
La suerte de abandono que sufrió el personaje en su vida ofrece a la joven directora la posibilidad de entregar al espectador a este abandono, en la barroca narración de la búsqueda, pues los lenguajes, objetos y técnicas se mezclan en este evanescente documental o declaración de amor: como lo confiesa Ezequiel, en esta búsqueda de sí mismo se encontró en otra persona, en la misma realizadora.
La organicidad que plantea el manifiesto —que podemos presuponer que sostiene que una postura orgánica implica la contemplación— se disuelve a medida de que Ezequiel viaja y busca, llegando a la nada como lugar y condición; también mientras Nahuel cavila en off sobre la condición trágica de la vida; y también cuando la directora, cuya distancia no puede soslayar, ingresa en la película, ya no como una sorpresa o exploración sobre la frontera del lenguaje, sino como un elemento que permita el despliegue del relato al cual asistimos. Pero pensar o intentar pensar un cine orgánico debiera encontrar algún tipo de correlato formal en lo visible, es decir en la representación de estos enunciados éticos.
Pistas
Manifiesto
En cinco años, en Bolivia aparecieron dos manifiestos con principios de producción y realización: el 3B, de los directores Bellot, Bastani y Boulocq; y el del cine orgánico, de Jordán. El primero hablaba en 2008 de la necesidad de independencia, nuevas formas de financiamiento y la existencia del autor; el segundo apela a novedosas maneras de financiar. Ambos sugieren acciones, posturas e intenciones que no se evidenciaron en pantalla, mostrando la inconmensurabilidad de la intención ética sobre la esfera estética.
‘Crowdfunding’
Si Durazno fue la primera película en adoptar el esquema de financiamiento colaborativo en redes o fue Muerte en Arizona (2013), de Tin Dirdamal, será un dato anecdótico. En el caso de Durazno, este esquema permitió a la directora acumular cerca de $us 20.000 de 350 contribuyentes, evidenciando la posibilidad de realizar filmes para salas comerciales. Quizás la interrogante sobre la posibilidad del cine debiera ir sobre los medios de producción, su propiedad y, merced de esto, los modos de producción.
Los viajes
El viaje como metáfora de la movilidad y de la transformación de los individuos se vio en el cine boliviano. Vuelve Sebastiana (1953), Mi socio (1982), Cuestión de fe (1995), La nación clandestina (1989), El olor de tu ausencia (2013) y otras permiten comprender este fenómeno como condición en la constitución de los sujetos. Durazno opta por el viaje, en el sentido de establecimiento de partida y destino, con posibilidad de retorno. Es, desde el primer momento, transparente, pues la conclusión se ofrece a lo largo del recorrido.