No es habitual que podamos disfrutar de películas peruanas (van por diez este año) en las carteleras de nuestras multisalas, al margen de festivales y muestras de cine latinoamericano. Uno acude con cierto temor, pues las cinematografías de Nuestra América han sucumbido, en parte, al facilismo digital, la ausencia de rigor y la película de usar y tirar.
No es el caso de un éxito taquillero como El vientre, del peruano Daniel Rodríguez Risco, un “thriller” de suspenso psicológico protagonizado por dos mujeres fuertes (víctima y verdugo) con el embarazo como oscuro objeto de deseo, como anhelo patológico.
Una casa-jaula (lorquiana), fuera del espacio y el tiempo; una atmósfera asfixiante-austera (casi bressoniana); personajes-bestias camino del matadero para ser destripados (metáfora perfecta); abundantes homenajes cinéfilos a grandes maestros; tensión, ritmo y “sencillez” por doquier; y un gran duelo actoral entre el gato y el ratón (la joven promesa Mayella Lloclla y una solvente Vanessa Saba) firman una notable obra del país vecino.
Solo hay dos cosas que me chirrian: el doble final (el segundo, un absurdo “happy end”) y el estereotipo trillado de la vieja loca solitaria tocando el piano. Los prejuicios contra nuestras cinematografías se derrumban gracias a El vientre.
Ricardo Bajo es periodista.