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Al menos 7 mujeres son quemadas vivas en Tanzania acusadas de brujas

Tanzania es un país donde la creencia y la práctica de la brujería continúa enraizada, y donde la persecución y el asesinato de supuestas brujas causa una media de 500 muertes violentas al año, según datos del Legal and Humans Rights Center (LHRC).

En octubre, al menos siete personas fueron quemadas vivas en un pueblo del oeste de país tras ser acusadas de haber participado en actos de brujería.

Las víctimas, todas de edad avanzada, fueron asesinadas por hombres armados que irrumpieron casa por casa para golpearlas y luego prenderles fuego.

Los asesinatos de sospechosos de brujería no son un hecho novedoso ni aislado en este país. Son muertes con una alta carga de violencia, que incluyen decapitaciones o desmembramientos, según recoge el informe Human Rights Report (HRR) del Departamento de Estado de Estados Unidos.

La novedad, desde 2013, es quemarlas vivas, explica el doctor Simeon Mesaki, de la universidad de Dar As Salam y especialista en brujería.

Tanzania es un país que se enorgullece de ser una democracia estable entre los convulsos sistemas de Gobierno de la zona.

Su sociedad, considerada como una de las más “armoniosas” de África Oriental, posee una fuerte identidad nacional, siendo uno de los pocos países subsaharianos que emplea el suajili como lengua oficial.

No obstante, el pasado año, Naciones Unidas denunció el preocupante incremento de asesinatos relacionados con la práctica de la brujería.

 En 2012, 630 personas fueron asesinadas en Tanzania por motivos relacionados con la brujería, cifra que se elevó a 765 en 2013. La mayoría de los asesinados son mujeres (505 frente a 260 hombres en 2013), ancianos y niños, y la región más afectada son las zonas rurales del lago Victoria.

Tanzania es un estado con población mayoritariamente cristiana, pero la brujería es una creencia que perdura más allá de la religión. Se practica tanto en zonas rurales como en las ciudades, y es un medio para “encontrar chivos expiatorios para las desgracias” que, además, “explica y racionaliza las acusaciones por envidia, celos, codicia, incomprensión o desinformación”, añade Mesaki.

La exclusión social o la expulsión del pueblo es la respuesta más habitual ante una sospecha de brujería. Sin embargo, los asesinatos también son una realidad, tanto que en 1982 el Gobierno tanzano tuvo que aprobar una Ley de Brujería que, además de criminalizar esta práctica, pretendía evitar que se tomara la justicia por su mano.

Pero, tal y como denuncian el LHRC y el profesor Mesaki, esta regulación se ha demostrado incapaz de resolver los problemas  de la práctica de la brujería. De acuerdo con el especialista, la creencia en la brujería es demasiado fuerte en el país como para ser regulada por métodos legales.

Según sostiene en un artículo titulado “Brujería y la Ley en Tanzania”, la creencia se ve “reforzada y legitimada” por la existencia de esta normativa. Mesaki insiste en que esta norma es un reflejo de la percepción social de que la brujería es “indeseable”, y que por tanto es necesario “castigar a aquellos que la practican”.