NTVG: Contra viento y marea
El calor del pleno invierno, el séptimo álbum de estudio de la banda rioplatense, representa muchas cosas en esa historia.
La historia de éxito de NTVG (No Te Va Gustar) no es la típica; es decir, nunca tendría un big bang como el de Soda Stereo. Su ascenso hacia la masiva aceptación popular que ahora disfruta a nivel continental sería, más bien, fruto de inclaudicable fe y constancia, la cuota siempre imprescindible de “buenas canciones” y un sonido, en suma, que indefectiblemente la iría diferenciando de muchas otras bandas cuyas propuestas han pecado de reiterativas y sosas en la última década y fracción.
El calor del pleno invierno, el séptimo álbum de estudio de la banda rioplatense, representa muchas cosas en esa historia. Si bien el disco ya había sido grabado cuando Marcel Curuchet, el tecladista de la banda, perdió la vida en un accidente de tránsito en Nueva Jersey, EEUU, cuando la banda se encontraba de gira por Norteamérica (julio de 2012); hay mucho en esta placa cargada de nostalgia que la convierte en la bisagra de la carrera de NTVG. Por una parte, la confirmación en cuanto a la autenticidad del sonido del entonces octeto; por otra, la andanada de eventos significativos que generaría (el disco se convertiría en el más vendido de 2013 en el mercado argentino —100.000 copias vendidas— y la banda convocaría a 55.000 personas en Costanera Sur —también en ese país—, en abril de ese año, entre otros); y finalmente, todo lo que replanteaba el deceso de Curuchet.
De Sin pena ni gloria y su inconformismo (“Tengo casi 80 años y no hice nada por nadie, nada por nadie. Pasaron pestes, pasaron guerras y no hice nada por nadie…”), pasando por el himno A las nueve (un homenaje que Emiliano Brancciari le hace al estoicismo de los suyos cada vez que sale de gira), el desgarrador adiós de Ese maldito momento, el fatalismo de Hijo de las armas, el eclecticismo revelador de Por el agua (la simbiosis de ritmos y sutilezas electrónicas es efectivo), la conmovedora realidad de Religión pagana (el sublime piano de Curuchet es el último testimonio de su relevancia en la estructuración de la música del grupo); el aire western de Destierro y el contagioso reggae en El error (oda a las relaciones fugaces), hasta la exuberancia sónica y poética de Desde hace un sueño (si ésa no es una coda beatlesca…); El calor del pleno invierno proyecta a NTVG titulándose como la banda más relevante del continente de Soda Stereo a esta parte. No es poco.
En 1999, la banda integrada por músicos que apenas habían rebasado la barrera de los 20, plasmaría una canción sorprendente en su impactante álbum debut (Sólo de noche): Cosa linda. Afortunadamente, las voces que en esa canción le decían al sujeto en cuestión que “no se puede progresar”, jamás afectarían la inspiración musical de Brancciari y colegas.
Mario Eduardo Vargas, director de la revista voces