‘St. Vincent’, dice St. Vincent
St. Vincent es el nombre del hospital donde murió el poeta inglés Dylan Thomas. Annie Clark usó el mismo nombre en su proyecto musical, inspirada en una canción de Nick Cave.
St. Vincent es el nombre del hospital donde murió el poeta inglés Dylan Thomas. Annie Clark usó el mismo nombre en su proyecto musical, inspirada en una canción de Nick Cave. Éstas son las primeras referencias artísticas necesarias después de escuchar el tercer disco de St. Vincent, Strange Mercy, que en 2011 levantó muchos pulgares entre los críticos y que en 2014 presentó el material St Vincent. ¿Qué hay detrás de esa voz que emerge como algo puro y original?
Con cuatro discos en su haber, la cantante compone una obra que se sostiene tras una búsqueda sonora sin referente exacto o línea estilística.
Ella logra encontrarse como artista sonando exactamente a ella. Su formación musical temprana la nutrió de lo mejor de la música de los últimos 50 años (referencias al jazz, además de su amor confeso por David Bowie) y le permitió apoderarse de las herramientas sonoras digitales propias del siglo XXI.
St. Vincent salió a la venta tras una pausa de dos años, en los que Clark trabajó con David Byrne (Talking Heads), quien le contagió ese toque especial de groove que le faltaba a sus temas. Pero lo que vuelve fenomenal al disco es que esa exquisitez sonora es sencilla de escuchar: suena simple, con momentos de oscuridad que se funden en un big bang de estructuras instrumentales, en los que intervienen voces, violines, flautas, clarinetes y una guitarra perita que dialoga con sintetizadores.
El trabajo tiene 11 canciones que construyen una tensión entre melodías pegadizas, con espasmos sorpresivos de una furiosa guitarra que impregna de diferentes texturas todo el disco. Rattlesnake abre las puertas de un laberinto dominado por latigazos de percusión que se confinan en una especie de ternura vocal. En Huey Newton o Prince Jonny, la armonía encaja con la idea de la canción, que sumerge al escucha en una reflexión metamusical sobre la época digital. Así, Digital Witness puede explicar el puente que explica toda la atmósfera robótica del disco, que deviene en solos de guitarra que devuelven a la compositora una naturaleza análoga.
We’ll be heroes on every bar stool (seremos héroes en cada barra de un bar”), concluye Clark en la hipnótica Severed Crossed Fingers, que cierra el disco.