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Los ‘santos’ están entre nosotros

St. Vincent (en cartelera, subtitulada) comienza con un chiste sobre irlandeses contado por Bill Murray y termina con su personaje cantando una de Dylan Shelter from the storm (Refugio de la tormenta). En el medio, la historia del gruñón con corazón oscuro (como Clint en Gran Torino), enternecido por un chango inteligente (impresiona la química del actor Jaeden Lieberher); todos formando una familia disfuncional adorable (junto a una trabajadora divorciada y una “dama de la noche” rusa y embarazada, papeles bordados por Melissa McCarthy y Naomi Watts, respectivamente).

El “santo” Vincent es un “héroe” de Vietnam, arruinado y olvidado; bebe, fuma, maldice, apuesta en el hipódromo, frecuenta prostíbulos, pelea con todo el mundo y baila solito y borracho en el bar Somebody to love, de Jefferson Airplane.

El excelente guion del propio director (apunta este nombre: Theodore Melfi), sus secuencias para el recuerdo, su humor ácido y salvaje, el talento bestial actoral de Murray y un gran sentido del ritmo hacen el “milagro”. St. Vincent es un filme de buenos sentimientos (llévate un par de kleenex para esta “feel good movie”), es una comedia fluida y divertida con crítica social y final feliz. Y sí, los “santos” son “pecadores” y están entre nosotros.

Ricardo Bajo es periodista.