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Bob Dylan y el pre rock & roll

Siempre resulta grata la noticia de un nuevo álbum de Bob Dylan (Duluth, Minnesota, EEUU; 1941), el legendario cantautor que más de una vez pateó el tablero del stablishment musical nos deleita, cada tanto, con sólidos trabajos a un ritmo constante desde Love and Theft (2001). En esta ocasión nos sorprende con Shadow in the Night, un conjunto de diez canciones que tienen origen en épocas pre rock & roll.

El trabajo de Dylan en los años 70 fue vital para definir la ética del cantautor y a la vez una de las reglas básicas del rock: componer e interpretar el material propio. Es por esta razón que resulta inesperado que Shadows of the Night sea una colección de viejas canciones compuestas para Frank Sinatra.

Quizás para explicar esta decisión y hallar sentido a este trabajo, debamos remitirnos a los ocasionales coqueteos del artista con el crooning cuando en 2001 regrabó Return to Me (de Dean Martin) para un episodio de la serie The Sopranos. En tal caso, la misma ética que demanda la composición e interpretación del mismo material, también permite retornar a las raíces del cantautor como única licencia de repetición, si se puede llamar así. Es precisamente en este punto que el álbum tiene completo sentido y se hacía necesario, puesto que este tipo de retorno no sucede en la carrera de Bob Dylan desde la publicación de The Basement Tapes (1975).

Más allá de ofrecer los mismos arreglos que empleara Frank Sinatra, Dylan se concentra en hacer de estas canciones un discurso íntimo, un reflejo del pasado y de los motivos que llevaron a Robert Allen Zimmerman a convertirse en Bob Dylan. Si bien la historia oficial revela que su admiración por Woody Guthrie lo llevó a introducirse a la escena folk, acá accedemos a un testimonio mucho más personal.

En lo musical, Dylan resuelve la mayoría de las piezas con base en cuerdas, se apoya fuertemente en el uso de la Lap Steel Guitar, llevando así el juego hacia un territorio que maneja muy bien. Es así que temas pensados y escritos para el glamour del salón se asoman con naturalidad al sonido Dylan. Es un disco a contramano, no por ello menos relevante. Un testimonio personal. Una evocativa colección de canciones.