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Mad Max: Fury Road

La clave de una película que pretenda tener un cierto éxito comercial desde el punto de vista  del guion es conocer sus estructuras, repartir los protagonistas según las funciones que deben cumplir en el orden del relato, terminar la cinta satisfaciendo las supuestas expectativas del espectador, es decir de manera estereotipada. En otros términos, en muchos casos solo se trata de llenar un checklist, variando muy poco el universo en la puesta en escena. Esto es natural: una película de acción, por ejemplo, requiere una inversión fuerte y, por tanto, hay que tratar de recuperar el dinero haciendo apuestas lo más seguras posibles. Esto es una verdad de Perogrullo, cualquiera que sea asiduo de las salas de cine lo sabe muy bien. De hecho, solo es necesario echar un vistazo a la cartelera: Rápido y Furioso 7, The Avengers: La era de Ultrón, Superman vs. Batman. Al leer estos títulos, ¿no queda claro que se trata simplemente de la repetición eterna de lo mismo?

El cinéfilo, sin perder las esperanzas, busca en las salas algún gesto, alguna idea, una intuición, un detalle que tenga un valor simbólico similar al del elevado precio de la entrada. En medio de esta cartelera pobre hay una película que aparenta salir del montón: Mad Max: Fury Road, de George Miller.

 La cinta es la tercera entrega de la saga de Mad Max y, como en las anteriores, propone un mundo postapocalíptico, en donde una banda de motorizados reina la Tierra a partir del terror y la violencia. En esta entrega, el protagonista principal no es Max, sino Furiosa, una renegada que escapa en un camión con un preciado botín: un grupo de mujeres embarazadas. Inmortan Joe, un tirano que monopoliza los dos bienes más importantes del mundo que propone Miller: el agua y la leche materna, va a perseguir a la fugitiva para recuperar lo que, según él, le pertenecería. Así, Furiosa, con la ayuda casual (en una primera instancia) de Max, intentará liberarse de Inmortan Joe a partir de una vertiginosa y violenta carrera por el desierto.

Es sin duda esta repartición de los roles que parece haber llamado la atención de los críticos de cine. Por una vez, el personaje masculino es simplemente un colaborador e incluso lo hace a pesar de él mismo. Así, Furiosa y un grupo de renegadas mujeres son las que van a batallar de manera más frontal contra el misógino  de Inmortan Joe. Otro elemento sorpresivo (spoiler): la heroína y Max no terminarán el film en el tradicional y absurdo beso final.

 Estos elementos, más el hecho de que la película habría sido influenciada por el conocido texto Monólogos de la vagina, ha llevado a hacer pensar que la cinta tiene tintes feministas (de hecho, es probable que su inclusión en Cannes tendría que ver con esto).  En efecto, en el filme, las mujeres son dueñas de su acción y no dependen de la voluntad del héroe (masculino) de turno. ¿Pero esto es suficiente para considerar a Mad Max un filme feminista? ¿Es suficiente revertir los roles? Esta inversión de los roles no hace patente un discurso de este tipo, sino más bien hace evidente la misoginia del resto del cine comercial. ¿Tendría que realmente ser sorprendente ver a una mujer haciendo lo que hace Furiosa en la pantalla, sino fuera por una mera comparación con otras películas del mismo cariz?

Mad Max: Fury Road no es un filme con un discurso ambicioso. Como sus antecesoras, es un película de acción que tiene la virtud de experimentar con los presupuestos visuales que le proporciona el universo postapocalipitico que rodea la narración. Así, la puesta en escena del vertiginoso viaje de Furiosa encuentra su interés en el manejo del espacio y, sobre todo, del ritmo.