Waterfall es el séptimo álbum de estudio realizado por los nativos de Kentucky My Morning Jacket liderados por Jim James, un vocalista hábil en el arte de canalizar emociones, transitando entre las destrezas de su voz tenor y su capacidad de desplegar briosos falsettos.
Quizas la característica más sobresaliente de esta banda fue la capacidad de condensar influencias dispares en álbumes muy bien logrados, tal el caso de los anteriores Evil Urges (2008) y Circulat (2011). Se trata de un acto independiente cuyo momento creativo surge en las tensiones, revisemos algunas: amantes del rock clásico con una mayor conexión al indie rock. Creadores de un pulido sonido Southern Rock y que jamás pisaron Nashville para producir material alguno. Es en esta madeja de situaciones dispares que James y los suyos encuentran esa fuerza creativa que marcó la personalidad sonora de la banda a lo largo de los años.
El sonido de este trabajo conserva un aire retro sin que esto resulte en un ejercicio estético de mera emulación. Particularmente en este álbum, esta exploración sonora implica la adición de sintetizadores y, por consiguiente, la conexión con la vertiente progresiva del rock. No resulta extraño encontrar guiños muy bien elaborados a bandas como Yes. Roundabout salta a la memoria en cuanto comienza a sonar Tropic (Erase Traces). En otro pasaje, Pink Floyd se abre camino para materializar Thin Line, una vertiginosa melodía que estilísticamente nos acerca a The Final Cut. Este ejercicio de encontrar influencias se ha convertido en un placer secreto para varios seguidores de My Morning Jacket, en este álbum la veta progresiva añade un nuevo panorama al catálogo ya existente, haciendo de la escucha una experiencia lúdica.
El resto del álbum transcurre a una velocidad constante, y dependiendo del humor, esto podría derivar en una monotonía musical, si bien cada canción posee una dinámica propia y en general podríamos decir que bien lograda, es en el conjunto que el trabajo pierde impulso de manera temprana. Comienza discreto y alcanza un pico temprano para luego caer vertiginosamente hacia una infinita tendencia taciturna sin necesariamente llegar a serlo.
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